Capítulo 5

Eliot es un hombre hermoso y bien estructurado. Sus años en el deporte de alguna forma le dejaron la mejor apariencia y esto ha mejorado notablemente con el tiempo. Él entorna su rostro de cejas negras, de manera picara y me escruta con sus hermosos ojos claros intimidándome, se me seca la garganta y creo que empiezo a sudar allí abajo también. Eso no es algo que me pase muy frecuentemente.

 ―Entra, Sam ―dice recordándome que me he clavado en la entrada y aun no pongo un pie dentro.

Me siento aturdida, y tengo que espabilarme, finalmente entro y me sobresalto cuando escucho que cierra la puerta.

¡Que diantres!

Me comporto como una chica que no ha visto a un hombre jamás; no obstante, no es absurdo mi comportamiento. Es Eliot. Un hombre que causa revoluciones en las mujeres, y si lo hizo conmigo cuando era chica, ahora mucho más. Estoy tan entretenida con mis pensamientos que me sobresalto de nuevo como tonta cuando me quita la chaqueta y mi bolso, causando un roce que resucita todas mis hormonas muertas.

¡Que me pasa! Tengo que calmarme o me verá como una mujer desesperada. Mientras camino hacia el recibidor miro de reojo por sobre mi hombro como él mismo guarda mis cosas en el armario de la entrada. Me espabilo cuando me indica con su mano que avance mientras él, viene detrás, y mientras observo embobada lo elegante que es, y el par de escaleras que serpentean para subir a la segunda planta, siento que coloca sus manos en mis hombros. Me espanto un poco, hace que tiemble y se me erice la piel de mi nuca, parece como si me los... masajeara delicadamente.

No, esa es solo mi repentinamente calenturienta imaginación, solo desenrolla la bufanda de alrededor de mi cuello. Siento tanta pena con tanta cosa que se me viene a la cabeza que no sé dónde la coloca, y vuelve a posar sus manos en mis hombros. Pero en medio de todo, lo que sí es real, es que algo indescriptible me está hormigueando en todo el cuerpo, algo que hacía mucho no sentía. Eso indica lo precaria que es mi vida sexual.

―¿¡Y tu hijo!? ―exclamo la pregunta, sintiéndome un poco incomoda, no deja de sobarme dándome pequeños y placenteros masajes en los hombros.

¡Ay por Dios! No hagas eso que mi imaginación vuela y tu hijo y tu mujer capaz y se aparecen de repente.

―Con su madre ―responde sin inmutarse de mi reacción.

―Hmm, ¿Ella no está en casa? ―indago.

―No, no está en casa ―responde dejando por sentado y eso me inquieta.

―¿Por… qué? ―Dudo en hacer la pregunta, pero me puede la curiosidad.

―Nunca he estado casado, Samantha. Gerry vive con su madre Alishea, así que esta noche y en esta casa, solo estamos tú y yo ―responde rozando con su aliento mi cuello.

Eso no me lo esperaba. No es bueno. Me confunden sus acciones. Y su aliento en mi cuello hace que me regodee en esa sensación y que se me erice el resto de las partes de mi cuerpo al completo. Y tener la piel de gallina no es nada excitante.

¿¡Pero qué intenta!?

Me giro un poco conmocionada hacia él.

―Creí que tú y ella...

¡Diantres!

No pude haber preguntado algo más inteligente. Sus acciones me están embruteciendo el raciocinio.

―Por qué tantas preguntas, Sam. Esto no es una entrevista, y no creo haberte invitado para eso ―resopla a mis palabras, y no puedo adivinar si es por molestia o le he incomodado con ellas.

¡Pero de que va!

―Tienes razón, tampoco pretendo entrometerme en tu vida, no es mi... intención, sin embargo…

―Sin embargo, nada, tampoco te estoy acusando ―Eliot repone acortando mis palabras, justo cuando iba a mencionar algo al respecto de sus acciones, y sigue hablando―. Pero te lo diré. Ali y yo somos muy civilizados, y a pesar de no convivir tratamos de hacérselo pasar muy bien a nuestro hijo. Ella, está rehaciendo su vida.

¿Ali?

Debe apreciarla mucho, es lo único que me queda de lo que dice, parece que quisiera envolverme; pero…

―¿Y qué hay de... ti? ―pregunto algo coherente; y luego quiero morderme la lengua. De repente su boca es una línea firme, parece sopesarme con su cabeza ladeada, como si hubiera ido lejos con mi interrogante.

Una sonrisilla nerviosa me delata, e inmediatamente me giro rápida hacia el frente, hacia la vista del elegante recibidor, inhalo y exhalo, o me va a dar algo por tanta la sobrecarga de estupidez. Tal vez se deba a que nunca he estado en una situación como esta. Aprieto mis manos en puños, y cuando voy a girarme siento como se acerca nuevamente detrás de mí pegándome a su pecho.

Nada de masaje en los hombros, eso no lo esperaba.

―Por el momento ―susurra cerca de mi oído reavivando, alborotando nuevamente mis hormonas―, más solo que una ostra ―añade, aspirando a lo largo de mi cuello, logra que me estremezca tontamente con la sensación.

Cierro mis ojos, tampoco se ha sentido tan mal, hasta me ha sacado una sonrisa con su jocoso comentario final; pero me exalto cuando aprieta mis hombros, y me atrae más a él. A su ancho pecho de ex-coreback.

Sus manos vagan por mis hombros y bajan hasta mis pechos haciendo que tiemble más, pero no me los toca, que bueno, o se daría cuenta que tengo los pezones duros. Lo que hace es quitarme la chaqueta y descubrir mis hombros. Luego que me la quita vuelve a ponerse detrás de mí. no me muevo, tengo miedo de voltearme y encontrarme con que todo esto es uno más de sus juegos.

―Te he extrañado todos estos años, Sam ―expresa y eso me hace flipar nuevamente―, y cuando supe que estabas trabajando en A&C, me entraron unas enormes ganas de verte otra vez, y tocar con mis propias manos a la hermosa mujer en que te has convertido.

¡Vaya!

Eliot quiere hacerme llorar; pero ¿hermosa mujer? Ahora quien flipa es él. No… me veo como tal...

―¿Hablas en serio? ―Reacciono―. No crees que ahora tú exageras; tengo visión corta, soy miope. ―Complemento mis frustrantes pensamientos con algo realmente fuera de lugar.

―No se te nota ―murmura, otra vez cerca de mi oído, y ahora siento que esta “cita está navegando en otro plano”.

No lo estoy imaginando, al final, vine a hacer algo diferente de mi estresante y complicada vida. Pasar un rato… agradable.

¿Es eso?

No lo sé, pero de momento me gusta esto de conversar.

―Llevo lentes de contacto ―repongo.

―Ya recuerdo, solías usar unos horribles anteojos como el culo de una botella ―dice todo socarrón, también hace que me sonría abochornada por el feo recuerdo.

En ese tiempo eran mi única opción.

―Sí; y ya los cambié, ahora uso anteojos correctivos, y las películas no son tan... exageradas ―digo con aire descomplicado.

―¿Crees que te miento cuando digo que eres una hermosa mujer? ―Encaja serio sobre el tema, devolviéndome a esa otra conversación.

―Ha pasado mucho tiempo. ―Exhalo las palabras un poco apesadumbrada―, supongo que si he… cambiado ―añado.

Y lo cierto es, que no soy fea, tal vez descuidada y un poco desgarbada; y es solo que no me preocupo por eso. La vanidad no es una de mis prioridades, por lo menos no de momento. No cuando hay muchas otras cosas en lo que pensar, y requieren de más atención. Es siempre mi lema.

―El suficiente tiempo para convertirte en toda una mujer ―sisea seduciendo mi oído, sorprendiéndome, cortando mis divagaciones, y alertándome, porque siento que me voltea completamente la torta de mis pensamientos.

También hace que mi cuerpo reaccione a sus palabras, el calor entre mis piernas vuelva en aumento y me empiece a sentir… húmeda. Mis mejillas arden de vergüenza por pensar eso, y mi corazón empieza a latir, desbocado. Un momento excitante, y… agradable...

―¿¡Qué haces!? ―pregunto espantada, porque sin siquiera avisarme o pedirme permiso mete sus manos debajo de mi corto vestido, recorre mis caderas con sus dedos, palpa mis pantis metiendo sus dedos y seguido empieza a bajármelos mientras se va acuclillando detrás de mí.

Mis ojos se abren desmesuradamente incapaz de creer lo que sucede. Me inclino a un lado para verle, y le miro espantada, mis mejillas enrojecen al ver su posición. No me lo esperaba. Me i***a descarado a que levante mis pies para sacármelos. Golpea levemente mi ante pierna porque no le respondo. Estoy petrificada con lo que hace, realmente no creí que llegáramos a… esto.

¡Y cómo no!

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