Eliot es un hombre hermoso y bien estructurado. Sus años en el deporte de alguna forma le dejaron la mejor apariencia y esto ha mejorado notablemente con el tiempo. Él entorna su rostro de cejas negras, de manera picara y me escruta con sus hermosos ojos claros intimidándome, se me seca la garganta y creo que empiezo a sudar allí abajo también. Eso no es algo que me pase muy frecuentemente.
―Entra, Sam ―dice recordándome que me he clavado en la entrada y aun no pongo un pie dentro.
Me siento aturdida, y tengo que espabilarme, finalmente entro y me sobresalto cuando escucho que cierra la puerta.
¡Que diantres!
Me comporto como una chica que no ha visto a un hombre jamás; no obstante, no es absurdo mi comportamiento. Es Eliot. Un hombre que causa revoluciones en las mujeres, y si lo hizo conmigo cuando era chica, ahora mucho más. Estoy tan entretenida con mis pensamientos que me sobresalto de nuevo como tonta cuando me quita la chaqueta y mi bolso, causando un roce que resucita todas mis hormonas muertas.
¡Que me pasa! Tengo que calmarme o me verá como una mujer desesperada. Mientras camino hacia el recibidor miro de reojo por sobre mi hombro como él mismo guarda mis cosas en el armario de la entrada. Me espabilo cuando me indica con su mano que avance mientras él, viene detrás, y mientras observo embobada lo elegante que es, y el par de escaleras que serpentean para subir a la segunda planta, siento que coloca sus manos en mis hombros. Me espanto un poco, hace que tiemble y se me erice la piel de mi nuca, parece como si me los... masajeara delicadamente.
No, esa es solo mi repentinamente calenturienta imaginación, solo desenrolla la bufanda de alrededor de mi cuello. Siento tanta pena con tanta cosa que se me viene a la cabeza que no sé dónde la coloca, y vuelve a posar sus manos en mis hombros. Pero en medio de todo, lo que sí es real, es que algo indescriptible me está hormigueando en todo el cuerpo, algo que hacía mucho no sentía. Eso indica lo precaria que es mi vida sexual.
―¿¡Y tu hijo!? ―exclamo la pregunta, sintiéndome un poco incomoda, no deja de sobarme dándome pequeños y placenteros masajes en los hombros.
¡Ay por Dios! No hagas eso que mi imaginación vuela y tu hijo y tu mujer capaz y se aparecen de repente.
―Con su madre ―responde sin inmutarse de mi reacción.
―Hmm, ¿Ella no está en casa? ―indago.
―No, no está en casa ―responde dejando por sentado y eso me inquieta.
―¿Por… qué? ―Dudo en hacer la pregunta, pero me puede la curiosidad.
―Nunca he estado casado, Samantha. Gerry vive con su madre Alishea, así que esta noche y en esta casa, solo estamos tú y yo ―responde rozando con su aliento mi cuello.
Eso no me lo esperaba. No es bueno. Me confunden sus acciones. Y su aliento en mi cuello hace que me regodee en esa sensación y que se me erice el resto de las partes de mi cuerpo al completo. Y tener la piel de gallina no es nada excitante.
¿¡Pero qué intenta!?
Me giro un poco conmocionada hacia él.
―Creí que tú y ella...
¡Diantres!
No pude haber preguntado algo más inteligente. Sus acciones me están embruteciendo el raciocinio.
―Por qué tantas preguntas, Sam. Esto no es una entrevista, y no creo haberte invitado para eso ―resopla a mis palabras, y no puedo adivinar si es por molestia o le he incomodado con ellas.
¡Pero de que va!
―Tienes razón, tampoco pretendo entrometerme en tu vida, no es mi... intención, sin embargo…
―Sin embargo, nada, tampoco te estoy acusando ―Eliot repone acortando mis palabras, justo cuando iba a mencionar algo al respecto de sus acciones, y sigue hablando―. Pero te lo diré. Ali y yo somos muy civilizados, y a pesar de no convivir tratamos de hacérselo pasar muy bien a nuestro hijo. Ella, está rehaciendo su vida.
¿Ali?
Debe apreciarla mucho, es lo único que me queda de lo que dice, parece que quisiera envolverme; pero…
―¿Y qué hay de... ti? ―pregunto algo coherente; y luego quiero morderme la lengua. De repente su boca es una línea firme, parece sopesarme con su cabeza ladeada, como si hubiera ido lejos con mi interrogante.
Una sonrisilla nerviosa me delata, e inmediatamente me giro rápida hacia el frente, hacia la vista del elegante recibidor, inhalo y exhalo, o me va a dar algo por tanta la sobrecarga de estupidez. Tal vez se deba a que nunca he estado en una situación como esta. Aprieto mis manos en puños, y cuando voy a girarme siento como se acerca nuevamente detrás de mí pegándome a su pecho.
Nada de masaje en los hombros, eso no lo esperaba.
―Por el momento ―susurra cerca de mi oído reavivando, alborotando nuevamente mis hormonas―, más solo que una ostra ―añade, aspirando a lo largo de mi cuello, logra que me estremezca tontamente con la sensación.
Cierro mis ojos, tampoco se ha sentido tan mal, hasta me ha sacado una sonrisa con su jocoso comentario final; pero me exalto cuando aprieta mis hombros, y me atrae más a él. A su ancho pecho de ex-coreback.
Sus manos vagan por mis hombros y bajan hasta mis pechos haciendo que tiemble más, pero no me los toca, que bueno, o se daría cuenta que tengo los pezones duros. Lo que hace es quitarme la chaqueta y descubrir mis hombros. Luego que me la quita vuelve a ponerse detrás de mí. no me muevo, tengo miedo de voltearme y encontrarme con que todo esto es uno más de sus juegos.
―Te he extrañado todos estos años, Sam ―expresa y eso me hace flipar nuevamente―, y cuando supe que estabas trabajando en A&C, me entraron unas enormes ganas de verte otra vez, y tocar con mis propias manos a la hermosa mujer en que te has convertido.
¡Vaya!
Eliot quiere hacerme llorar; pero ¿hermosa mujer? Ahora quien flipa es él. No… me veo como tal...
―¿Hablas en serio? ―Reacciono―. No crees que ahora tú exageras; tengo visión corta, soy miope. ―Complemento mis frustrantes pensamientos con algo realmente fuera de lugar.
―No se te nota ―murmura, otra vez cerca de mi oído, y ahora siento que esta “cita está navegando en otro plano”.
No lo estoy imaginando, al final, vine a hacer algo diferente de mi estresante y complicada vida. Pasar un rato… agradable.
¿Es eso?
No lo sé, pero de momento me gusta esto de conversar.
―Llevo lentes de contacto ―repongo.
―Ya recuerdo, solías usar unos horribles anteojos como el culo de una botella ―dice todo socarrón, también hace que me sonría abochornada por el feo recuerdo.
En ese tiempo eran mi única opción.
―Sí; y ya los cambié, ahora uso anteojos correctivos, y las películas no son tan... exageradas ―digo con aire descomplicado.
―¿Crees que te miento cuando digo que eres una hermosa mujer? ―Encaja serio sobre el tema, devolviéndome a esa otra conversación.
―Ha pasado mucho tiempo. ―Exhalo las palabras un poco apesadumbrada―, supongo que si he… cambiado ―añado.
Y lo cierto es, que no soy fea, tal vez descuidada y un poco desgarbada; y es solo que no me preocupo por eso. La vanidad no es una de mis prioridades, por lo menos no de momento. No cuando hay muchas otras cosas en lo que pensar, y requieren de más atención. Es siempre mi lema.
―El suficiente tiempo para convertirte en toda una mujer ―sisea seduciendo mi oído, sorprendiéndome, cortando mis divagaciones, y alertándome, porque siento que me voltea completamente la torta de mis pensamientos.
También hace que mi cuerpo reaccione a sus palabras, el calor entre mis piernas vuelva en aumento y me empiece a sentir… húmeda. Mis mejillas arden de vergüenza por pensar eso, y mi corazón empieza a latir, desbocado. Un momento excitante, y… agradable...
―¿¡Qué haces!? ―pregunto espantada, porque sin siquiera avisarme o pedirme permiso mete sus manos debajo de mi corto vestido, recorre mis caderas con sus dedos, palpa mis pantis metiendo sus dedos y seguido empieza a bajármelos mientras se va acuclillando detrás de mí.
Mis ojos se abren desmesuradamente incapaz de creer lo que sucede. Me inclino a un lado para verle, y le miro espantada, mis mejillas enrojecen al ver su posición. No me lo esperaba. Me i***a descarado a que levante mis pies para sacármelos. Golpea levemente mi ante pierna porque no le respondo. Estoy petrificada con lo que hace, realmente no creí que llegáramos a… esto.
¡Y cómo no!
Golpea de nuevo y me sobresalto, lo hago por inercia, levanto un pie y luego el otro. Me los quita, y no sé qué los hace luego con ellos, solo que se incorpora de nuevo y se pega detrás de mí rodeándome con sus brazos. No sé qué hacer con mis manos, así que las dejo laxas a los lados. Y permanecemos así, de pie, por un instante que se me antoja eterno. Estoy sin saber que decir u hacer, quisiera resistirme, pero la excitación que siento me gana. Posa una de sus manos en mis senos apretándolos, apretujándolos por encima de la tela suave del vestido, y con la otra baja lentamente por mi vientre hasta que la mete debajo del vestido y me toca allí, en la piel blanda, con sus dedos. En el centro de mi feminidad. Gimo y aprieto mis piernas, y él emite un gruñido negativo y ronco en mi oído cuando reculo mi trasero y le toco lo duro que está. Me estremezco. Sus dedos insisten hasta que se hacen paso y los introduce sin ningún decoro por mi cavidad, provoca que abra la boca
―¡Espera! ―llamo su atención antes de que de la vuelta y se marche, porque, por lo que él asume, cree que conozco su casa cuando apenas y he visto el recibidor y la sala―. Esto… ―¿Esto qué? ―replica mi pregunta con otra. Ladea un poco su cabeza como si deseara que dijera algo más. Me hace exhalar un poco, soy yo quien quiere una explicación de esto. Grandioso y todo, pero; ¿dónde quedó lo de ofrecer primero algo de tomar? Eliot me observa, su cara ahora no parece tan risueña―. ¿Esto qué, Samantha? ―continúa y su voz se percibe algo sombría, con ese deje autoritario de cuando me dijo que debía darme una ducha, y la tonta de yo se queda muda. ¿Dónde está la actitud risueña de ayer? O de cuando me abrió la puerta. Me sacudo mentalmente. ―¿Dónde… queda el...baño? ―pregunto con voz algo trémula, acobardándome. Me urge un lugar donde pueda estar sola y procesar. Si es que es algo que se pueda hacer. Es que no salgo de la conmoción, y no porque sea algo malo
La realidad me golpea, casi quiero llorar. Cierro la llave y me apresuro en salir. Busco una toalla en el armario que indicó y me seco. Después me visto rápidamente, y otra realidad me golpea cuando toco debajo de mi vestido. No tengo calzones. Exhalo hondo, y tomo aire, los necesito de veras. ¡Bien!, él me los quitó, y tendré que pedírselos de nuevo y acabar con todo esto. Lo medito con mucha determinación.Me dirijo hasta la planta baja recorriendo el camino de vuelta y le busco en la sala, no está. La atravieso bastante rápido, porque cuando miro hacia el sofá me abochorno. Escucho ruido proveniente de la que debe ser la cocina. Me guío por el ruido y voy hacia ella. Me detengo en la entrada. Es inmensa, tiene un mesón de mármol multifuncional en el centro que también sirve de comedor en uno de sus lados donde tiene dos bancos altos. Precisamente el lado donde est
―¿Qué significa eso? ―pregunto bastante mosqueada con mis deducciones a flor de piel, luego de recuperar un poco de mi cordura y aliento y mis piernas han menguado sus temblores. ¿Hasta la mañana? Suena… tentador con todo lo que me ha hecho vivir en tan pocas horas; pero lejos de pedir piedad, tengo que pedirle es una explicación. Se supone que estaba determinada a parar esto y parece que solo lo estoy alargando. O él es quien lo está haciendo. Con todo esto tan repentino, ahora no sé qué teorías son ciertas o no. ¿Las de Marcia? ¿Las del resto del mundo? ¿O las mías que se reducen a pensar que él maneja la información su antojo y deciden que debe o no creer? Sin embargo, siento que estoy conociendo al Eliot que nadie conoce. Un hombre como todos, con pasiones sucias y desvergonzado, y que puede tomar una mujer y meterle mano a su antojo. ―Lo que escuchas. Ahora come ―responde. Toma sus cubiertos y prosigue comiendo con toda la elegancia y la
―Deja de decir eso. No será… posible. ―Conmigo. Todos es posible, Sam ―asesta con ese tono de “yo soy él que manda”―. Dime que no lo quieres ―prosigue intencional―. Que no quieres que te folle toda la noche. ―Su boca emite ese sonido seseante cerca de mi oído, seductora, me embruja. Su lengua lame mi lóbulo, lo muerde y provoca un leve picor que excita mi oído. Toda la piel de mi nuca se eriza en consecuencia. ―Dime que no. ―Puntualiza sus palabras, son firmes, sensuales, me endulzan, me seducen como la serpiente sedujo a Eva. Tiene razón, como resistirme. Desde que le vi ese día revivieron aquello viejos sentimientos y caí en su hechizo. ―Si... sí quiero ―gimo embrujada. Extasiada. Me impide pensar, procesar. Solo puedo dejarme llevar y experimentar todo esto que jamás se me pasó por la cabeza llegaría a vivir. Menos... con él.Nunca imaginas las jugarretas con que te sorprende la vida misma cuando menos te lo esperas. Se
Abro mis ojos y los arrugo al instante, las cortinas están descorridas y la habitación está inundada de luz revelando lo grande que es. Mis ojos se resienten por tanta claridad. Me recuerdo que me quedé con las lentillas puestas, y es algo que no se debería de hacer para evitar molestias o riesgos de infección. Mi cuerpo parece haber sido demolido prácticamente por la falta de actividad, pero en medio de todo se siente un ambiente cálido e increíble, y más increíble aún, haberme levantado en la cama de un hombre con el que simplemente había soñado alguna vez. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Eliot no está por ningún lado. Me siento y me arropo con la sabana, aspiro su olor y huele a hombre, a sexo, a él. Me sacudo, ¿desde cuando empecé a pensar de esa manera tan cero yo? «Desde que te revolcaste con el hombre de tus sueños imposibles». ¡Diantres! Puede ser, pienso incapaz de deducir lo contrario, y no creo estar equivocada. Advierto que mis ojos sigu
Definitivamente, muy negro. Mi mandíbula cae en el acto y me bajo de un tirón de la silla alta. También tengo que aceptar que su comentario malintencionado me puso ardiente y roja como un tomate. ―Que... que te hace creer que puedes hablarme de ese modo ―resoplo; es hora de rescatar mi escasa dignidad. ―La facultad que me dio el haberte ayudado todo este tiempo ―dice y noto algo de soberbia en su tono. ―¡Ayudarme! ¡Ayudarme en qué! ―grito levantando por primera vez mi voz. ―Tu benefactor, lo olvidas. ¿¡Mi benefactor!? Me llevo las manos a la boca. Sabía que alguien me apoyaba; pero nunca supe quién era. Era una especie de plan padrino invisible. Esto... no me gusta. ―¿Eras tú? Le señalo con mi dedo índice. Sé que es de mala educación, pero no puedo evitarlo. Eso no me lo esperaba. Esperaba que se hubiera olvidado de mí... ―Sí, por supuesto ―admite todo engreído. ―¿Todo ese tiempo siempre fuiste tú? ―Reincido, po
Lo observo como toma una esponja y le echa un poco de gel de baño que huele delicioso esparciendo el afrutado y delicioso olor metiéndolo a fuerza por mis fosas nasales. Es igual que el olor que emanaba anoche de su cuerpo, luego la vuelve toda espuma. Empieza a deslizarla por mis hombros, mi cuello, y mis senos. Mis pezones se ponen descaradamente rígidos en respuesta y en su dirección. Me pasa el dedo por uno de ellos. Gimo por el atrevido toque. ―¿Ahora...podemos hablar? Logro articular, milagrosamente. ―¡Por supuesto! ―emite complacido―. Tengo una jugosa propuesta para ti. ―¿De qué se trata? ¿Me lo dirás por fin? Me frustra su dilación. ¿Qué tan importante puede ser? Mi campo es diferente al suyo y ya dejó el deporte. Me inquieta, pero no veo en que podría servirle que no sea para hacer esto. ―Quiero que escribas mí biografía. ―Suelta de sopetón esparciendo todas mis suposiciones de servirle en algo que no implica tener sexo, y la