Golpea de nuevo y me sobresalto, lo hago por inercia, levanto un pie y luego el otro. Me los quita, y no sé qué los hace luego con ellos, solo que se incorpora de nuevo y se pega detrás de mí rodeándome con sus brazos. No sé qué hacer con mis manos, así que las dejo laxas a los lados. Y permanecemos así, de pie, por un instante que se me antoja eterno. Estoy sin saber que decir u hacer, quisiera resistirme, pero la excitación que siento me gana. Posa una de sus manos en mis senos apretándolos, apretujándolos por encima de la tela suave del vestido, y con la otra baja lentamente por mi vientre hasta que la mete debajo del vestido y me toca allí, en la piel blanda, con sus dedos. En el centro de mi feminidad. Gimo y aprieto mis piernas, y él emite un gruñido negativo y ronco en mi oído cuando reculo mi trasero y le toco lo duro que está.
Me estremezco. Sus dedos insisten hasta que se hacen paso y los introduce sin ningún decoro por mi cavidad, provoca que abra la boca
―¡Espera! ―llamo su atención antes de que de la vuelta y se marche, porque, por lo que él asume, cree que conozco su casa cuando apenas y he visto el recibidor y la sala―. Esto… ―¿Esto qué? ―replica mi pregunta con otra. Ladea un poco su cabeza como si deseara que dijera algo más. Me hace exhalar un poco, soy yo quien quiere una explicación de esto. Grandioso y todo, pero; ¿dónde quedó lo de ofrecer primero algo de tomar? Eliot me observa, su cara ahora no parece tan risueña―. ¿Esto qué, Samantha? ―continúa y su voz se percibe algo sombría, con ese deje autoritario de cuando me dijo que debía darme una ducha, y la tonta de yo se queda muda. ¿Dónde está la actitud risueña de ayer? O de cuando me abrió la puerta. Me sacudo mentalmente. ―¿Dónde… queda el...baño? ―pregunto con voz algo trémula, acobardándome. Me urge un lugar donde pueda estar sola y procesar. Si es que es algo que se pueda hacer. Es que no salgo de la conmoción, y no porque sea algo malo
La realidad me golpea, casi quiero llorar. Cierro la llave y me apresuro en salir. Busco una toalla en el armario que indicó y me seco. Después me visto rápidamente, y otra realidad me golpea cuando toco debajo de mi vestido. No tengo calzones. Exhalo hondo, y tomo aire, los necesito de veras. ¡Bien!, él me los quitó, y tendré que pedírselos de nuevo y acabar con todo esto. Lo medito con mucha determinación.Me dirijo hasta la planta baja recorriendo el camino de vuelta y le busco en la sala, no está. La atravieso bastante rápido, porque cuando miro hacia el sofá me abochorno. Escucho ruido proveniente de la que debe ser la cocina. Me guío por el ruido y voy hacia ella. Me detengo en la entrada. Es inmensa, tiene un mesón de mármol multifuncional en el centro que también sirve de comedor en uno de sus lados donde tiene dos bancos altos. Precisamente el lado donde est
―¿Qué significa eso? ―pregunto bastante mosqueada con mis deducciones a flor de piel, luego de recuperar un poco de mi cordura y aliento y mis piernas han menguado sus temblores. ¿Hasta la mañana? Suena… tentador con todo lo que me ha hecho vivir en tan pocas horas; pero lejos de pedir piedad, tengo que pedirle es una explicación. Se supone que estaba determinada a parar esto y parece que solo lo estoy alargando. O él es quien lo está haciendo. Con todo esto tan repentino, ahora no sé qué teorías son ciertas o no. ¿Las de Marcia? ¿Las del resto del mundo? ¿O las mías que se reducen a pensar que él maneja la información su antojo y deciden que debe o no creer? Sin embargo, siento que estoy conociendo al Eliot que nadie conoce. Un hombre como todos, con pasiones sucias y desvergonzado, y que puede tomar una mujer y meterle mano a su antojo. ―Lo que escuchas. Ahora come ―responde. Toma sus cubiertos y prosigue comiendo con toda la elegancia y la
―Deja de decir eso. No será… posible. ―Conmigo. Todos es posible, Sam ―asesta con ese tono de “yo soy él que manda”―. Dime que no lo quieres ―prosigue intencional―. Que no quieres que te folle toda la noche. ―Su boca emite ese sonido seseante cerca de mi oído, seductora, me embruja. Su lengua lame mi lóbulo, lo muerde y provoca un leve picor que excita mi oído. Toda la piel de mi nuca se eriza en consecuencia. ―Dime que no. ―Puntualiza sus palabras, son firmes, sensuales, me endulzan, me seducen como la serpiente sedujo a Eva. Tiene razón, como resistirme. Desde que le vi ese día revivieron aquello viejos sentimientos y caí en su hechizo. ―Si... sí quiero ―gimo embrujada. Extasiada. Me impide pensar, procesar. Solo puedo dejarme llevar y experimentar todo esto que jamás se me pasó por la cabeza llegaría a vivir. Menos... con él.Nunca imaginas las jugarretas con que te sorprende la vida misma cuando menos te lo esperas. Se
Abro mis ojos y los arrugo al instante, las cortinas están descorridas y la habitación está inundada de luz revelando lo grande que es. Mis ojos se resienten por tanta claridad. Me recuerdo que me quedé con las lentillas puestas, y es algo que no se debería de hacer para evitar molestias o riesgos de infección. Mi cuerpo parece haber sido demolido prácticamente por la falta de actividad, pero en medio de todo se siente un ambiente cálido e increíble, y más increíble aún, haberme levantado en la cama de un hombre con el que simplemente había soñado alguna vez. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Eliot no está por ningún lado. Me siento y me arropo con la sabana, aspiro su olor y huele a hombre, a sexo, a él. Me sacudo, ¿desde cuando empecé a pensar de esa manera tan cero yo? «Desde que te revolcaste con el hombre de tus sueños imposibles». ¡Diantres! Puede ser, pienso incapaz de deducir lo contrario, y no creo estar equivocada. Advierto que mis ojos sigu
Definitivamente, muy negro. Mi mandíbula cae en el acto y me bajo de un tirón de la silla alta. También tengo que aceptar que su comentario malintencionado me puso ardiente y roja como un tomate. ―Que... que te hace creer que puedes hablarme de ese modo ―resoplo; es hora de rescatar mi escasa dignidad. ―La facultad que me dio el haberte ayudado todo este tiempo ―dice y noto algo de soberbia en su tono. ―¡Ayudarme! ¡Ayudarme en qué! ―grito levantando por primera vez mi voz. ―Tu benefactor, lo olvidas. ¿¡Mi benefactor!? Me llevo las manos a la boca. Sabía que alguien me apoyaba; pero nunca supe quién era. Era una especie de plan padrino invisible. Esto... no me gusta. ―¿Eras tú? Le señalo con mi dedo índice. Sé que es de mala educación, pero no puedo evitarlo. Eso no me lo esperaba. Esperaba que se hubiera olvidado de mí... ―Sí, por supuesto ―admite todo engreído. ―¿Todo ese tiempo siempre fuiste tú? ―Reincido, po
Lo observo como toma una esponja y le echa un poco de gel de baño que huele delicioso esparciendo el afrutado y delicioso olor metiéndolo a fuerza por mis fosas nasales. Es igual que el olor que emanaba anoche de su cuerpo, luego la vuelve toda espuma. Empieza a deslizarla por mis hombros, mi cuello, y mis senos. Mis pezones se ponen descaradamente rígidos en respuesta y en su dirección. Me pasa el dedo por uno de ellos. Gimo por el atrevido toque. ―¿Ahora...podemos hablar? Logro articular, milagrosamente. ―¡Por supuesto! ―emite complacido―. Tengo una jugosa propuesta para ti. ―¿De qué se trata? ¿Me lo dirás por fin? Me frustra su dilación. ¿Qué tan importante puede ser? Mi campo es diferente al suyo y ya dejó el deporte. Me inquieta, pero no veo en que podría servirle que no sea para hacer esto. ―Quiero que escribas mí biografía. ―Suelta de sopetón esparciendo todas mis suposiciones de servirle en algo que no implica tener sexo, y la
No, no lo soy. Él tiene razón, y me gusta lo que me hace. Será el efecto afrodisíaco que tiene su cuerpo, o es simplemente, eso que pasa cuando pruebas algo por primera vez y te quedas amañada. Eso es malo, incorrecto. No debería estar dejándome seducir de esta forma... tan poco usual... Eliot lleva sus manos a mis brazos, me apresa, me abraza fuerte. Pega su piel mojada, y deliciosa contra la mía. Me calienta. Me mira muy serio desde su intimidante postura. Hago esfuerzos inútiles por no dejarlo avanzar con su intención. ¡Diantres! No puedo refrenarlo. Tampoco quiero. ―¿Estas ofreciéndome, sexo...aparte de trabajo? ―Hago la pregunta, acorde a la realidad. ―No ―encaja apretando su mandíbula, sin dejar de mirarme―. Te ofrezco un trabajo. La diversión. Viene después. ―¿Es por eso qué tengo que vivir aquí contigo? ―Si vas a escribir sobre mí, debes investigar, y observarme diariamente. Y sí, por eso requiero que t