Lo observo como toma una esponja y le echa un poco de gel de baño que huele delicioso esparciendo el afrutado y delicioso olor metiéndolo a fuerza por mis fosas nasales. Es igual que el olor que emanaba anoche de su cuerpo, luego la vuelve toda espuma. Empieza a deslizarla por mis hombros, mi cuello, y mis senos. Mis pezones se ponen descaradamente rígidos en respuesta y en su dirección. Me pasa el dedo por uno de ellos. Gimo por el atrevido toque.
―¿Ahora...podemos hablar?
Logro articular, milagrosamente.
―¡Por supuesto! ―emite complacido―. Tengo una jugosa propuesta para ti.
―¿De qué se trata? ¿Me lo dirás por fin?
Me frustra su dilación. ¿Qué tan importante puede ser? Mi campo es diferente al suyo y ya dejó el deporte. Me inquieta, pero no veo en que podría servirle que no sea para hacer esto.
―Quiero que escribas mí biografía. ―Suelta de sopetón esparciendo todas mis suposiciones de servirle en algo que no implica tener sexo, y la
No, no lo soy. Él tiene razón, y me gusta lo que me hace. Será el efecto afrodisíaco que tiene su cuerpo, o es simplemente, eso que pasa cuando pruebas algo por primera vez y te quedas amañada. Eso es malo, incorrecto. No debería estar dejándome seducir de esta forma... tan poco usual... Eliot lleva sus manos a mis brazos, me apresa, me abraza fuerte. Pega su piel mojada, y deliciosa contra la mía. Me calienta. Me mira muy serio desde su intimidante postura. Hago esfuerzos inútiles por no dejarlo avanzar con su intención. ¡Diantres! No puedo refrenarlo. Tampoco quiero. ―¿Estas ofreciéndome, sexo...aparte de trabajo? ―Hago la pregunta, acorde a la realidad. ―No ―encaja apretando su mandíbula, sin dejar de mirarme―. Te ofrezco un trabajo. La diversión. Viene después. ―¿Es por eso qué tengo que vivir aquí contigo? ―Si vas a escribir sobre mí, debes investigar, y observarme diariamente. Y sí, por eso requiero que t
Mi estómago revolotea y mi corazón palpita a mil. Mi pecho se agita; también empiezo a jadear. Me encara y busca mi boca otra vez. Nos miramos de nuevo y nuestras respiraciones se confunden. Me besa, saborea mis labios, siento su lengua. Se siente increíble. ¡Oh no! Estoy a punto de caer redonda, de nuevo. ―¿Qué dices? ―susurra quedo en mí oído. ―No… se... ¡ah, sí! No. ―Quiero una clara respuesta ―murmura. ¿Y cómo hago eso si actúas así? Pienso con lo poco de raciocinio que me queda. ―En este..., momento.... ―Si. Cuando más. No puedo más, estoy a punto de caer. Eso no es algo... normal. ―Es… es... injusto, en este momento... soy capaz de decir si a cualquier cosa que me propongas. Mi cerebro logra milagrosamente procesar toda la frase. ―Ese es mi objetivo ―dice y yo abro mis ojos. Eso suena como una gran broma. La realidad golpea y duele. Esto es solo un juego. Me despego de él y
En casa.Por fin llego, una vez entro ansío llegar a mi dormitorio, y en esas voy cuando me encuentro con la cara extra sorprendida de Marcia. Ella me observa como si mirara a un imaginario selenita que ha bajado de la luna y recién ha aterrizado en el planeta tierra. Y como no, he pasado la noche afuera.¡AFUERA! Como una cualquiera. Hasta me sale en rima y parte del sábado, para ponerle la fresa a mí descache, y si no ocurre esa pequeña discusión, hubiera accedido a quedarme hasta el domingo, lunes, martes…¡Un momento!¿Estoy drogada o qué?; no, aun no logro procesar.Ella se lanza sobre mí y me ataca a todo tipo de preguntas referentes a: ¿Cómo fue? ¿Qué tal estuvo? ¿Qué coños es bi u homo? ¿Te lo tiraste? ¿Es buen amante?¡Qué mierda!No le respondí a ninguna, me dejó de piedra; pero, ella debe intuir las respuestas. Gritan solas en mi cara colorada, y también, por cómo me muerdo el labio superior.¡Folla increíble!, tengo que aceptarlo.Admitirlo. Concientizarme de una buena vez
¡Diantres!Se me hace tarde para la reunión y no me puedo creer que, por primera vez en mi vida, voy a llegar retrasada a una de ellas. Y lo que no me puedo creer todavía más, es que no tengo remordimientos por eso. Ya pensaré que le diré a Claudia. Esa mujer últimamente me saca de quicio, y seguro que también yo a ella.Es insufrible cuando se le da por criticar a todas las que se vean un poco mejor que ella. Siempre quiere ser quien resalte. Y bueno, también se burla de mi flacura ―muy evidente según Eliot―, ¿y por qué tengo que recordarlo precisamente ahora? Claudia no está mal, incluso puedo aceptarlo, pero creo que tiene un pequeño problema de ego. Ego con el que pretende conquistar a Eliot.¡Suerte con eso!¿Qué pensaría si le dijera que tuve sexo hasta la saciedad con el hombre de sus sueños?, aparte quiere que tr
No pienses que es por arruinarte el momento. Solo necesitaba sacarlo, y espero que quede entre nosotros. Por ahora, más adelante buscaré la manera de decirlo al resto. Necesitaré cancelar muchas cosas. ―No te preocupes. Soy una tumba hasta que decidas abrirla. Y si necesitas ayuda, sabes que solo debes pedírmela. ―Sam, gracias, no esperaba menos de ti ―emite tomando mi mano otra vez con suavidad. ―¿¡Quieres contarme!? Le devuelvo su gesto con un apretón de solidaridad. ―No. Prefiero disfrutar de tu felicidad. ―Sí insistes, te tomo la palabra. ―La tercera cosa que tengo que decirte sobre A&C, no sé cómo lo tomarás. ―¿Es mala o buena? ―Júzgalo tú misma ―dice entregándome una carta firmada por el presidente de A&C Letters & Histories, dirigida especialmente a Samantha Hardin. Me lleno de ansiedad con solo leer eso, y no demoro en abrirla y leerla al completo; pero apenas acabo
Camino, camino y camino como un alma en pena sin ningún rumbo o dirección fija. Arrastrando sobre mis hombros un saco lleno de sueños, esfuerzo, dedicación y trabajo que se han vuelto solo basura. Me dejo llevar a lo largo de la calle con la cara llena de tragedia, congoja, y un gran sinsabor en la boca. Estoy agobiada, y tan confundida. No logro materializar la felicidad que en un principio tuve con las buenas noticias de Noah para mí. Son tantos los sentimientos encontrados que quieren hacer estallar mi cabeza. Llego hasta un parque, y me siento angustiada en una de las bancas. Me quedo allí sentada aclarando mis ideas y ahora que estoy sola, alejada de los gritos y los insultos de Claudia, medito en que no soy más que una estúpida. En demasía. ¿Por qué tengo que huir? ¿Por qué tengo que ser yo quien tenga que salir corriendo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no agarré a Claudia por las mechas y la arrastré hasta dejarla calva? ¿Por qué? Debe ser porque al final no tengo tan m
¡Bien! Impulso activado, y ahora que llega la mañana y en lo que decido que me voy a poner, medito en que, a pesar de lo que dice Marcia no creo que vaya a conseguir algo al presentarme en esa convocatoria. Que haya decidido eso después de decirme que esperaba que fuese yo quien lo hiciera, me hace pensar que Eliot debe estar odiando mi falta de decisión. Finalmente, no dije ni si, ni no. No dije nada. Eso me hace suspirar hondo y meditar también en que antes de ir allí debería buscar el teléfono el contrato y llamarle antes. Debería hacerlo para no pasar la vergüenza al ir allí; sin embargo, de alguna u otra forma me gustaría verlo una última… vez. Si que sueno derrotista; pero tengo que sacudirme eso de encima y pensar que solo estoy tratando de enmendarme. También tengo que pensar que Eliot no es tan infantil como a veces lo soy yo. Es un hombre adulto y que sabe muy bien lo que hace. E independiente del sexo, escribir su biografía era algo que merecía tratarse co
¡Trágame o sálvame tierra!La cara de Claudia a mi lado es un poema del disgusto. No me detengo a averiguar qué dirá ahora, y tomo sin demora la mano que me ofrecen como un salvavidas en medio del mar revuelto de mujeres. No hace ningún gesto amable o desagradable. Es tan neutral, tan natural que no puedes traducirle el gesto, igual sigue mirándome como si estuviera desvistiéndome, y tal vez no le gusta mi ropa, pero hace que me acalore. Apresa mi mano con fuerza y como si huyéramos de una escena de un crimen me conduce con él frente a las miradas de todas hasta el interior de una enorme y elegante oficina. Dentro, él se queda de pie junto a la puerta y adopta una postura de guardia con sus manos metidas en los bolsillos.Me giro hacia el escritorio cuando me hace un gesto de que mire al frente. Allí, de detrás de una mesa de impecable y compacto cristal, hay un hombre sentado de