¿Que podría contener de malo sobre mí?
Estoy limpia, no tengo antecedentes, ni familia... no una de sangre.
Mis dedos tiemblan al tratar de hacerlo. Miro a Eliot y su expresión no me traduce nada, ni siquiera ánimos.
¿¡Que diantres estaba pasando!?
Acaso sabe lo que se encuentra dentro.
―Vamos, míralo que nos tienes en ascuas a todos ―Astrid por fin habla descruzando sus largas piernas para buscar una mejor posición donde está sentada. Sin duda su tono es apremiante. Espero que Charles también hable, sin embargo, solo mira atento.
Desenrollo como puedo el hilo del botoncillo y lo abro. No sé por qué, pero tenía miedo de ver su interior. Algo no andaba bien en todo esto. Palpo con mis dedos lo que hay dentro y la superficie de papel es suave sobre una base un poco gruesa. Lo saco rápidamente y por poco se me caen los lentes ahora d
La situación está como para alquilar balcón y Claudia aun no estalla en carcajadas de victoria por estar defendiendo su papel frente a Eliot, y muy en el fondo sé que se muere por reírse de los dos. Pero más de mí. Por terminar de pisotearme. Por acabar de manera definitiva conmigo como seguramente lo soñó muchas veces, ¿y aún me estoy preguntando por qué? Me quito los lentes y con el dorso de mi mano limpio las lágrimas esquivas que han alcanzado a rodar por mis mejillas, estoy que rompo a llorar, y más, luego de escuchar esa frase de la boca de Eliot y que todavía hacen un eco profundo en mi cabeza. Y no lo culpo, él me abrió una puerta a su vida. Me ofreció un mundo lleno de posibilidades y yo lo dejé caer a sus pies haciéndolo añicos con mi estupidez. Y ya no soy una niña, ya no es su culpa, porque ahora soy yo quien le trae la desgracia. Pero no voy a… llorar. No. No frente a Claudia, no voy a darle ese gusto. ―E…Eliot... ―balbuceo su nombre colocándome nuevamente mis lentes―.
Sentí un toque en la puerta y me sorprendí, se supone que todos deberían estar dormidos, y entonces recordé, que Lucas no. Él siempre se pasaba por mi ático a molestarme. Corrí y abrí la puerta.―¡Oye! ―dijo con su descomplicada sonrisa, y su melena castaña oscura que ya le estaba llegando a los hombros.―¿Qué pasa?―Como que, que pasa. Vine a felicitarte y darte tu regalo, no voy a poder dormir si no lo hago.―No te cargues por eso. Es suficiente para mí que me hayas acompañado.Como era usual en él, entró como pedro por su casa y se sentó en mi cama, mientras yo cierro mi mandíbula y luego la puerta, un poco espantada. Me acomodo nuevamente en mi escritorio.―Ratona, me preocupo por ti, y por la falta de diversión que tienes, solo encerrándote aquí en estas cuatro paredes. Acabas de cumplir diecisiete, deberías salir más, celebrar.―No te preocupes, no es malo para mí. Aquí hago lo que más me gusta.―Leer y escribir como sonámbula.―Lucas...Él se levantó de la cama y caminó hasta d
Antes de Sam...El día había comenzado de forma excelente; sin embargo, luego de su partida y de esa llamada, ha sido agotador, discutir con mi padre una y otra vez sobre lo mismo, es cansador. A veces me pregunto si no tiene una mejor excusa; siempre está intentando acallarme con sus supuestas ínfulas de hombre perfecto, cuando de eso; él y yo, lo sabemos muy bien, que no tiene ni una pizca. Jamás dejará de pensar que le salí bastante torcido. En este momento, necesito un oasis, mi oasis.Me encamino hacia su área de descanso. El único lugar prohibido para todos en lo que se refiere a compartir o disfrutar de un rato de descanso, soledad y relajación; no lo es para mí. Entro a su habitación y como siempre, luce impecable, llevamos tantos años viviendo juntos que es imposible no pegárseme todos esos pequeños detalles de él. Me ha hecho ordenado a la fuerza; todavía recuerdo, el primer día que entró a mi dormitorio en el campus
Después de la huída de Sam―¡Puta mierda!La palabrota sale de mi boca como una bala, haciéndome enderezar en el acto.Hoy más que ayer y anteayer, estaba molesto. Han pasado dos días desde que Eliot me dijera que Sam tuvo que salir corriendo en medio de la noche a socorrer a su madre adoptiva, y su excusa fue que tuvo un accidente. Y estoy harto de esa maldita palabra. Accidente. Es así como parecen las cosas cuando encubres algo y estoy seguro de que es mentira, que Eliot miente. La pequeña nunca se ha ausentado... tanto tiempo. Ya hubiera vuelto.Él lo sabe, sabe por qué no está aquí desde esa noche. Estoy de nuevo en casa, quiero pasar tiempo con ella, que los tres pasemos tiempo. Quiero que le cuente todo, que le cuente nuestros planes, quiero que sepa la verdadera razón por la que siempre le hemos querido
La cara que tengo en este momento sé que puede ser molesta para algunos que no soportan la felicidad del otro mientras camino como sonámbula de vuelta a casa, sin embargo, no quepo en mi ropa desgarbada de la dicha. Pienso, en que muchas veces flipamos con fantasías y sueños locos, y nunca se nos pasa por la cabeza que alguna vez se harán una realidad. Parecen solo un sueño inocente, y que dentro de tu cabeza y libre pensamiento no piensas que le estás haciendo daño a nadie. Quizá somos muy egoístas al sentirnos así; aunque, lo que más queremos es vivir, vivir y disfrutar a tope nuestro mejor momento. Mi mejor momento... Suspiro hondo con el orgulloso recuerdo que siempre me hace sonreír, porque fue en ese momento tope de mi vida cuándo decidí lo que quería ser para mi futuro. También, fue cuando se me hizo más difícil creer, que podría realizarlos. Con tan solo doce años, y muy poca experiencia en medio de todos esos adultos fui la afortunada. Él me escogió a mí, y solo a mí para
Me sacudo el cansancio y me reclino sobre la silla porque Marcia, mi compañera de piso, hace su escandalosa entrada. Es bastante alegre y dicharachera, y una distracción total cuando quieres concentrarte. Hemos convivido tantos años que ya la adoro así, y aunque no llevemos la misma sangre, es más que una amiga para mí. Es mi hermana. Marcia es la hija menor de la familia donde fui acogida luego que mi abuela Elsa falleciera, increíblemente una semana después de aquella dichosa entrevista; ahora me pregunto si tanta dicha, no trajo fue muy mala suerte para mí. Me lleva dos años; y desde que entré a la universidad nos fuimos de casa y empezamos a compartir espacio en un piso que alquilamos entre las dos. No ha cambiado nada desde que se graduó como administradora de empresas. Sigue siendo una aventurada enamoradiza y alocada fiestera, a diferencia de mí, que soy más como un ratón de biblioteca, Ese es su apodo favorito para mí, Ratona, que se lo copió de... Lucas, su hermano mayor. Y
Un vestido de anciana desgarbada hasta más debajo de las rodillas ―algo que diría Marcia―, chaqueta de mezclilla, zapatillas rojas, mi bolso, mi libreta de apuntes, mi teléfono, mi cámara, mi pelo suelto y el fleco que me cae sobre mis lentes; son todo lo que necesito para pasar desapercibida y realizar mi labor. Si lo sé, soy más parecida a Betty la fea; pero bueno, verme muy poco atractiva por lo menos evitará que no se fijen mucho en mi apariencia. Me miro al espejo, me agrada lo que veo. Suficiente arreglo pasar desapercibida; pero no mis ojeras. ¡Casi no pude dormir!, la ansiedad porque todo salga perfecto no me dejó conciliar el sueño. Siempre me pasa cuando me enfrento a algo serio, ya me ha pasado… antes. Sin embargo, mi estómago aun revolotea desde anoche y me pregunto por qué; ¿acaso me ocurrirá una catástrofe? ¿Será que entregaré la peor crónica deportiva de mi vida? me encontraré un papi millonario como augura Mar. ¡Diantres! Espero que no. Y pensando en ella y sus mal
¿Es él? ―El mismo "señor" que viste y calza. ―Se auto alude con tono burlón, y en serio que hace chistosas comillas con sus dedos. No… puede… ser… ―¿En serio eres Eliot Maddux? ―pregunto y él asiente corroborándolo, su mirada realmente me hipnotiza como aquella vez. No puedo afirmar que lo consideré mi crush en ese momento, pero vaya que hacía, y aun hace desestabilizar a una mujer. Me fijo en su apariencia y supongo que no quiere llamar la atención―. Cómo es posible. Esto es una… verdadera coincidencia ―añado cuando dejo de flipar internamente, ahora me emociono como tonta. No siempre te reencuentras con alguien a quien pensabas no volverías a ver jamás en tu vida. ―Bueno, llámalo mejor, influencias. Me alegra que hayas seguido trabajando por tus sueños ―aduce y yo no dejo de mirarle como boba. Podría ser; pero influencias o no, se siente grato este reencuentro con una pieza importante de mi pasado. ―Sí ―exhalo luego de espantarme la bobería. Vuelvo a concentrarme―, ha sido d