¿Es él?
―El mismo "señor" que viste y calza. ―Se auto alude con tono burlón, y en serio que hace chistosas comillas con sus dedos.
No… puede… ser…
―¿En serio eres Eliot Maddux? ―pregunto y él asiente corroborándolo, su mirada realmente me hipnotiza como aquella vez. No puedo afirmar que lo consideré mi crush en ese momento, pero vaya que hacía, y aun hace desestabilizar a una mujer. Me fijo en su apariencia y supongo que no quiere llamar la atención―. Cómo es posible. Esto es una… verdadera coincidencia ―añado cuando dejo de flipar internamente, ahora me emociono como tonta.
No siempre te reencuentras con alguien a quien pensabas no volverías a ver jamás en tu vida.
―Bueno, llámalo mejor, influencias. Me alegra que hayas seguido trabajando por tus sueños ―aduce y yo no dejo de mirarle como boba.
Podría ser; pero influencias o no, se siente grato este reencuentro con una pieza importante de mi pasado.
―Sí ―exhalo luego de espantarme la bobería. Vuelvo a concentrarme―, ha sido duro, y ahí voy. Estoy a un pelín de lograr mi meta ―añado y él ríe amplio enseñándome sus perfectos dientes, y seguro al escucharme decir eso tan cursi, pero es la verdad.
Estoy a un paso.
―¿Qué edad tienes ahora?
―¡Eh! ―Eso me sorprende―. Veinte, bueno, casi veintiuno ―respondo a su pregunta un poco cohibida; porque él debe tener veintisiete cumplidos.
Estamos en septiembre y él cumple el 13 de agosto, no se me olvida la fecha. Como pasa el tiempo; y sí que ha cambiado. Ahora se ve más… maduro e igual de… atractivo
―Has crecido, me alegra verte así ―comenta risueño y su voz me suena adorable, hace que me ruborice. O ya lo estoy con la sorpresa.
A lo mejor ni fue un cumplido y yo estoy imaginando un montón de cosas locas.
¡Relájate, Sam!
―¿Por qué estás aquí? No estás en la lista ―pregunto para sacudirme de ese montón de cosas locas.
―Estoy de incógnito apoyando la actividad, también me aseguro de que la escritora haga bien su trabajo.
―¡Sí, claro!, tratando de influenciarme. Sí que lo haces muy bien.
―¡No es cierto! Solo lo sugería. ―Se excusa y la sonrisa vuelve.
No le recordaba así de divertido, solía verse siempre muy serio y algo taciturno.
―De casualidad, ¿fuiste tú quien pidió por mí? ―indago, aunque sería una locura.
―No, pero siempre he pensado que eres la mejor para este tipo de trabajos.
Sus palabras me hacen suspirar con desazón, la verdad estoy nerviosa. Solo después de esa entrevista, Eliot se convirtió en mi gran amor de adolescente. Un amor platónico e imposible. También mi martirio, sí que es un reencuentro grato, pero también hay una parte fea que espero no recuerde. La razón por la que a veces pienso que me trajo mala suerte. Él fue a verme cuando enterraron a mi abuela y yo le eché de allí, echándole en cara todas mis desgracias. Seguro que aun piensa que soy esa niña patética y llorona.
Me aclaro la garganta y me sacudo la nostalgia.
―Entonces…, ¿por fin tienes familia? ―pregunto; la verdad no sabía que tuviera un hijo o se hubiera casado.
No es lo que se dice de él, quien solo muestra a una sola compañía. A parte es de los que no aclara chismes o rumores, jamás lo ha hecho. Su vida privada sigue siendo hermética y luego que se retirara de su actividad deportiva y se convirtiera en un hombre de negocios nada ha cambiado sobre ello.
―Tengo un hijo, ese que te he señalado. Mi pequeño Gerry Maddux. Y por favor que no se te ocurra volver a llamarme señor. Son nueve años, no cincuenta. No estoy tan viejo, ¿o sí lo estoy para ti?
¡Vaya! Eso suena acosador.
¿Un nuevo Eliot?
―¡No! Claro que no. Tienes razón, siento eso ―me disculpo y él me devuelve el gesto con su divertida sonrisa. Menos mal no puede leerme el pensamiento.
Ahora que lo recuerdo, le saqué una así cuando hice la primera pregunta del cuestionario, acosada por las chicas de último curso y que tenía en vilo a todos. ¿Es cierto que eres gay y tienes novio? Eso fue tan, tan vergonzoso, pero él nunca respondió ni si era una cosa o lo que significaba esa otra… persona. Sin embargo, ha sabido manejar la situación y después de tantos años ese hombre sigue a su lado, y la incógnita sigue allí.
Latente.
¿Debería importarme?
No, debería dejarme de estupideces y sentarme en mi presente, uno en que él ya no está. Y a pesar de la sorpresa, es hora de que me deje de chácharas. Le pido una excusa para continuar con mi labor, ya me he distraído bastante. Extrañamente se brinda a ayudarme con los nombres de los empresarios y me niego rotunda, pero insiste tanto que al final acepto. Y como negarme, parece que estoy repitiendo mi cuarto de hora de felicidad, además, me perdí con unos cuantos personajes y se encargó de recordármelos. Está en ese mundo, debe conocerlos muy bien a todos, incluso tenía una referencia graciosa para cada uno. De hecho, lo hace. Hoy en día, él es otra pieza de ese mundo burocrático y empresarial que solo se mueve con poder y dinero.
Luego de eso, me alejo de él por mi salud mental y me ocupo en lo que me corresponde, y de paso también busco algo para tomar y reponerme de la sorpresa por este reencuentro tan inesperado.
El partido está por acabar y Marcia por fin aparece con una sonrisa enorme de lado a lado. Desde que se pone a mi lado no deja de molestarme y de echarle miradas furtivas a Eliot. No sé si ha descubierto que es él, sonrío para mis adentros. Pierde su tiempo, el rumor de que es gay sigue resaltando en su prontuario, y no creo que afirme una cosa u otra, por lo que el mito sobre sus inclinaciones sexuales aún perdura. Me preguntó si su hijo será producto de un vientre alquilado, una probeta, quizás una adopción... Sus ojos son verdes a diferencia de los de él que son más aceitunados.
―¿Así que ustedes siguieron en contacto, eh picarona? ―Me espanta sacudiéndome de los hombros.
―¿Con quién? ―espeto la pregunta indiferente mirando mis apuntes con exagerado interés.
―No te hagas, sé que se está camuflando, pero es imposible no notar ese monumento de hombre. La bomba sexi Maddux. El ex-jugador y empresario en auge del momento.
―¿En serio? ¿Dónde está? ―Intento despistarla, pero sé que es causa perdida.
―¡No te hagas! Te estaba espiando y sé que es él. Esa mirada mortal y cautivadora es un icono en esta sociedad. ―Ella dice y yo quiero reír.
No obstante, no puedo rebatir todos sus adjetivos. Y aunque hay mujeres que lo consideran un desperdicio por su falta de claridad, hay otras que todavía lo idolatran y lo desean en su cama.
―Bien, pero no me lo vas a creer; estoy tan sorprendida como tú.
―No intentes engañarme. Siempre te gustó. Digan lo que digan, y vea lo que se vea; somos como las fans de Ricky Martin, o donde dejas a Matt Bomer, el eterno Grey.
Sus connotaciones me hacen reír. Termino de tomarme mi bebida y camino hacia una de las canecas para botarla. Ella me sigue.
―Que buen ojo tienes, ¿y de donde sacas todo eso? Tal vez es cierto, pero él solo hace parte de la vieja anécdota de mi niñez ―emito muy consciente de nuestra realidad.
―Ya deja eso. Más de una se moja con solo verlo, o ya no recuerdas la tremenda portada de GQ que se mandó en la edición pasada, casi como Dios lo trajo al mundo. A ese hombre le encanta hacer sudar y confundir. Y si los rumores son ciertos. Que desperdicio de hombre. Pero sigo creyendo que es Dúo-sex.
Marcia es una de la lista de “que desperdicio”; pero Dúo/sex, eso sí que es nuevo.
―¡Ya déjalo, quieres! No veo revistas de la competencia, ni siquiera sé cuándo salió. ―intento cortar con sus informaciones.
Hace mucho dejé de debatirme sobre sus inclinaciones. Y como siempre pasa; no pude superarla. Ella no deja de molestarme hasta que la actividad acaba y me obliga a acercarme a él para despedirme. Eliot carga en sus brazos a su adorable hijo, que debe tener algunos escasos tres o cuatro años o quien sabe. También me percato que es seguido por ¿una mujer? ¿Quién será? Es bonita y no luce para nada como una niñera, será su… ¿esposa?, por la forma en que se tratan y sonríen. Entonces... no es gay solamente... es dúo-sex.
¡Mierda!
¿Por qué estoy haciéndole caso a Marcia? Me reprendo mentalmente. Mejor cerremos este ciclo de reencuentro de una buena vez.
―Me dio gusto verte, Samantha ―me dice espantándome.
Marcia tiene razón. Digan lo que digan, es un hombre impactante.
«Relájate Sam y acaba con esto».
―Sí, yo igual. Adiós ―respondo haciendo lo que me dicta mi consciencia, levanto la palma de mi mano abierta y empiezo a alejarme sin esperar que me diga algo.
Doy la vuelta hacia Marcia que me mira molesta, y me pregunto qué quiere que haga. Ese hombre está fuera del alcance de cualquier mujer. Y por lo que veo, está comprometido o… casado.
―¡Samantha! ―oigo su voz a mi espalda como un llamado de altavoz, Marcia me sonríe haciéndome muecas para que me gire de vuelta. Le hago un enojado mohín y me vuelvo hacia Eliot―. Sabes, aún guardo la entrevista de aquella vez, y es la única que conservo de todas la que tuve en esa época. ―Suelta de repente y hace que mi rostro se ilumine y olvide todo intento de escape.
Es una verdadera sorpresa que la guarde todavía.
―¡Lo dices en serio! ―resoplo, tratando de reprimir la emoción―. Yo, no pude... conservarla, y la escuela tampoco tiene un registro.
Acción de la que me avergüenzo. Y miento, en realidad, hice trizas toda evidencia luego de mi alegre miseria. Me mira risueño haciéndome sentir mal y esa sonrisa modesta se mantiene hasta que le entrega el niño a la mujer que le acompaña, en sus brazos. Ella no se inmuta de mí, parece alguien des complicado, y tampoco cuando él le hace señas para que se adelante. Ella ni se molesta.
¿Son las relaciones modernas? O serán ciertas algunas de mis suposiciones.
¡Basta Sam!
―Puedo mostrártela, si quieres. ―menciona y me espabila con sus palabras.
―Huh.
Me quedo sin ellas de repente.
―La entrevista. Si deseas verla ―prosigue y yo sonrío tonta.
Creo que tengo que dejar de pensar en cochinadas.
―¡Oh no! ―Sacudo mis manos nerviosa―. Sería demasiado pedir, apenas y nos reencontramos, y contando que yo tenía doce cuando te hice esa entrevista para el periódico escolar, que dirá tu esposa.
―No hay ningún problema. Cuando quieras te la enseño. ¿Qué tal, mañana? Tengo algo de tiempo.
¡Vaya!
¡Tan pronto! Sin embargo, estoy ocupada. Me ruborizo, porque no sé qué hacer. Si que estoy cerrando esto con mi comportamiento bastante ridículo.
¡Concéntrate! Me reprendo.
―Estoy en entregas... finales... no…
―El viernes. ―Marcia increíblemente se entromete de repente, y yo disimuladamente le hago señas con mi cara de que no diga nada más. Me ignora―. Ella estará libre ese día. Créeme, tiene una agenda inaccesible. Pero el viernes estará disponible.
¡Que diantres!
―Marcia ―mascullo bajo con los dientes apretados, y ella me da esa mirada de té molestaré hasta la muerte si no aceptas, miro a Eliot sin más remedio―. Vale, ella tiene razón, el viernes está bien.
―Entonces, en mi casa a las ocho, ¿te parece? ―repone, y me hace entrega de una tarjeta con una nota escrita recientemente―. Ahí está mi dirección. Te espero. No faltes.
Me sonríe y se marcha hacia donde le espera su considerada acompañante. Me estoy preguntando cuando un prestar se volvió un quedar en su casa. Se siente raro, demasiado personal.
―¿¡Por qué hiciste eso!? ―recrimino a Marcia cuando quedamos solas y empezamos a tomar camino hacia su auto.―¿Qué cosa?―No te hagas ―la reprendo―. ¡Que más que comprometerme con él!―¿Por qué crees? Prácticamente, te lo estaba rogando.¿Qué diantres vio Marcia?―¡No exageres! Está casado y tiene un hijo, que no los ves. Son evidentes.―Entonces es bisexual y mujeriego. Y también un guapo millonario que te ha invitado a su casa para pasar una linda velada viendo una vieja entrevista. Solo hay que asesinar a la esposa y desaparecer al mocoso, y al supuesto amante.―¡Cielos! ¡Estás loca! ―flipo por sus maquiavélicas ideas, y ella solo ríe a carcajadas.El viernes a las ocho, en su casa. ¿Cómo pasó eso?Respuesta: Obra de Marcia.Maldigo mil veces a Marcia por su grandiosa idea, ¿cómo me dejé convencer para hacer eso? Tuve que hacer un esfuerzo triple para salir ilesa de mis últimos exámenes. Luego apurarme en enviar los borradores de la reseña hasta el jueves y casi a medianoche, para a
Eliot es un hombre hermoso y bien estructurado. Sus años en el deporte de alguna forma le dejaron la mejor apariencia y esto ha mejorado notablemente con el tiempo. Él entorna su rostro de cejas negras, de manera picara y me escruta con sus hermosos ojos claros intimidándome, se me seca la garganta y creo que empiezo a sudar allí abajo también. Eso no es algo que me pase muy frecuentemente.―Entra, Sam ―dice recordándome que me he clavado en la entrada y aun no pongo un pie dentro.Me siento aturdida, y tengo que espabilarme, finalmente entro y me sobresalto cuando escucho que cierra la puerta.¡Que diantres!Me comporto como una chica que no ha visto a un hombre jamás; no obstante, no es absurdo mi comportamiento. Es Eliot. Un hombre que causa revoluciones en las mujeres, y si lo hizo conmigo cuando era chica, ahora mucho más. Estoy tan entretenida con mis pensamientos que me sobresalto
Golpea de nuevo y me sobresalto, lo hago por inercia, levanto un pie y luego el otro. Me los quita, y no sé qué los hace luego con ellos, solo que se incorpora de nuevo y se pega detrás de mí rodeándome con sus brazos. No sé qué hacer con mis manos, así que las dejo laxas a los lados. Y permanecemos así, de pie, por un instante que se me antoja eterno. Estoy sin saber que decir u hacer, quisiera resistirme, pero la excitación que siento me gana. Posa una de sus manos en mis senos apretándolos, apretujándolos por encima de la tela suave del vestido, y con la otra baja lentamente por mi vientre hasta que la mete debajo del vestido y me toca allí, en la piel blanda, con sus dedos. En el centro de mi feminidad. Gimo y aprieto mis piernas, y él emite un gruñido negativo y ronco en mi oído cuando reculo mi trasero y le toco lo duro que está. Me estremezco. Sus dedos insisten hasta que se hacen paso y los introduce sin ningún decoro por mi cavidad, provoca que abra la boca
―¡Espera! ―llamo su atención antes de que de la vuelta y se marche, porque, por lo que él asume, cree que conozco su casa cuando apenas y he visto el recibidor y la sala―. Esto… ―¿Esto qué? ―replica mi pregunta con otra. Ladea un poco su cabeza como si deseara que dijera algo más. Me hace exhalar un poco, soy yo quien quiere una explicación de esto. Grandioso y todo, pero; ¿dónde quedó lo de ofrecer primero algo de tomar? Eliot me observa, su cara ahora no parece tan risueña―. ¿Esto qué, Samantha? ―continúa y su voz se percibe algo sombría, con ese deje autoritario de cuando me dijo que debía darme una ducha, y la tonta de yo se queda muda. ¿Dónde está la actitud risueña de ayer? O de cuando me abrió la puerta. Me sacudo mentalmente. ―¿Dónde… queda el...baño? ―pregunto con voz algo trémula, acobardándome. Me urge un lugar donde pueda estar sola y procesar. Si es que es algo que se pueda hacer. Es que no salgo de la conmoción, y no porque sea algo malo
La realidad me golpea, casi quiero llorar. Cierro la llave y me apresuro en salir. Busco una toalla en el armario que indicó y me seco. Después me visto rápidamente, y otra realidad me golpea cuando toco debajo de mi vestido. No tengo calzones. Exhalo hondo, y tomo aire, los necesito de veras. ¡Bien!, él me los quitó, y tendré que pedírselos de nuevo y acabar con todo esto. Lo medito con mucha determinación.Me dirijo hasta la planta baja recorriendo el camino de vuelta y le busco en la sala, no está. La atravieso bastante rápido, porque cuando miro hacia el sofá me abochorno. Escucho ruido proveniente de la que debe ser la cocina. Me guío por el ruido y voy hacia ella. Me detengo en la entrada. Es inmensa, tiene un mesón de mármol multifuncional en el centro que también sirve de comedor en uno de sus lados donde tiene dos bancos altos. Precisamente el lado donde est
―¿Qué significa eso? ―pregunto bastante mosqueada con mis deducciones a flor de piel, luego de recuperar un poco de mi cordura y aliento y mis piernas han menguado sus temblores. ¿Hasta la mañana? Suena… tentador con todo lo que me ha hecho vivir en tan pocas horas; pero lejos de pedir piedad, tengo que pedirle es una explicación. Se supone que estaba determinada a parar esto y parece que solo lo estoy alargando. O él es quien lo está haciendo. Con todo esto tan repentino, ahora no sé qué teorías son ciertas o no. ¿Las de Marcia? ¿Las del resto del mundo? ¿O las mías que se reducen a pensar que él maneja la información su antojo y deciden que debe o no creer? Sin embargo, siento que estoy conociendo al Eliot que nadie conoce. Un hombre como todos, con pasiones sucias y desvergonzado, y que puede tomar una mujer y meterle mano a su antojo. ―Lo que escuchas. Ahora come ―responde. Toma sus cubiertos y prosigue comiendo con toda la elegancia y la
―Deja de decir eso. No será… posible. ―Conmigo. Todos es posible, Sam ―asesta con ese tono de “yo soy él que manda”―. Dime que no lo quieres ―prosigue intencional―. Que no quieres que te folle toda la noche. ―Su boca emite ese sonido seseante cerca de mi oído, seductora, me embruja. Su lengua lame mi lóbulo, lo muerde y provoca un leve picor que excita mi oído. Toda la piel de mi nuca se eriza en consecuencia. ―Dime que no. ―Puntualiza sus palabras, son firmes, sensuales, me endulzan, me seducen como la serpiente sedujo a Eva. Tiene razón, como resistirme. Desde que le vi ese día revivieron aquello viejos sentimientos y caí en su hechizo. ―Si... sí quiero ―gimo embrujada. Extasiada. Me impide pensar, procesar. Solo puedo dejarme llevar y experimentar todo esto que jamás se me pasó por la cabeza llegaría a vivir. Menos... con él.Nunca imaginas las jugarretas con que te sorprende la vida misma cuando menos te lo esperas. Se
Abro mis ojos y los arrugo al instante, las cortinas están descorridas y la habitación está inundada de luz revelando lo grande que es. Mis ojos se resienten por tanta claridad. Me recuerdo que me quedé con las lentillas puestas, y es algo que no se debería de hacer para evitar molestias o riesgos de infección. Mi cuerpo parece haber sido demolido prácticamente por la falta de actividad, pero en medio de todo se siente un ambiente cálido e increíble, y más increíble aún, haberme levantado en la cama de un hombre con el que simplemente había soñado alguna vez. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Eliot no está por ningún lado. Me siento y me arropo con la sabana, aspiro su olor y huele a hombre, a sexo, a él. Me sacudo, ¿desde cuando empecé a pensar de esa manera tan cero yo? «Desde que te revolcaste con el hombre de tus sueños imposibles». ¡Diantres! Puede ser, pienso incapaz de deducir lo contrario, y no creo estar equivocada. Advierto que mis ojos sigu