―¿¡Por qué hiciste eso!? ―recrimino a Marcia cuando quedamos solas y empezamos a tomar camino hacia su auto.
―¿Qué cosa?
―No te hagas ―la reprendo―. ¡Que más que comprometerme con él!
―¿Por qué crees? Prácticamente, te lo estaba rogando.
¿Qué diantres vio Marcia?
―¡No exageres! Está casado y tiene un hijo, que no los ves. Son evidentes.
―Entonces es bisexual y mujeriego. Y también un guapo millonario que te ha invitado a su casa para pasar una linda velada viendo una vieja entrevista. Solo hay que asesinar a la esposa y desaparecer al mocoso, y al supuesto amante.
―¡Cielos! ¡Estás loca! ―flipo por sus maquiavélicas ideas, y ella solo ríe a carcajadas.
El viernes a las ocho, en su casa. ¿Cómo pasó eso?
Respuesta: Obra de Marcia.
Maldigo mil veces a Marcia por su grandiosa idea, ¿cómo me dejé convencer para hacer eso? Tuve que hacer un esfuerzo triple para salir ilesa de mis últimos exámenes. Luego apurarme en enviar los borradores de la reseña hasta el jueves y casi a medianoche, para así poder tener el viernes libre en la noche que era el plazo para enviarlo. La verdad me genera un poco de ansiedad la idea de volver a compartir tiempo con Eliot, luego de tanto… tiempo. Reencontrarlo fue una verdadera sorpresa de la que aún no me repongo. Todos estos días no he hecho más que pensar en esa cita en su casa. Algo que me resulta tonto porque realmente no lo es, si estaba con esa mujer ―que ni siquiera presentó, pero debe representar algo para él―, es obvio que también estará allí junto con su… hijo. Y no dudo que sea la… madre
Ese pequeño también fue otra gran sorpresa y una muestra de lo muy hermético que lleva su vida. De algún modo, él solo deja ver lo que quiere, y en el fondo eso siempre me ha resultado muy inteligente de su parte. Sin duda, es un hombre que ha calculado bien su vida, y eso me intriga.
¿Querrá contarme como lo logra?
¡Flipo con la idea! Pero sería fascinante descubrir todo eso y por qué lleva las cosas de ese modo que se parece más a un juego donde él mueve las situaciones a su antojo. La idea me hace exhalar hondo y luego sacudirme para volver a concentrarme en lo que tengo que hacer, que es arreglarme para ir a su casa. Observo con recelo lo que Mar escogió para mí de su propio closet, según ella tengo un pésimo gusto para vestir, y no es que tenga gran variedad en mi guardarropa, pero me gusta mi estilo. Me encantan los vestidos y faldas largas con zapatillas, incluso tengo variedad de colores. Tal vez no sepa combinar la ropa, pero estoy bien con ello y no pienso cambiarlo.
Siempre he pensado que, si hay alguien a quien debes imitar y admirar, es a ti misma, incluso si vistes como una loca, al final ese se convierte en tu propio sello, como en mi caso, lo admito. Es mi estilo, no obstante, esta vez acepto su ayuda porque será la primera vez que haga este tipo de cosas. Ella tiene razón cuando dice que no salgo y me la paso más encerrada haciendo trabajo y más trabajo cuando debería irme de juerga a alguna disco. Creo que puedo contar con mis dedos las veces que lo he hecho y la verdad no me atrae mucho el ruido ni las ganas de repetirlo. Disfruto más cuando he salido a tomar un café con Noah. No han sido muchos, pero sí los suficientes para saber que es una persona amable y muy correcta.
Noah…
¡Concéntrate, Sam!
Me regaño mentalmente y vuelvo a lo que me toca o se me hará tarde. Finalmente, voy a llevar un atuendo de los suyos. Miro el vestido y es lo más decente que tiene, ya que le encantan los escotes y los vestidos bastante cortos. Es un vestido negro con estampado de flores, corto, más arriba de las rodillas y sin mangas; con escote decente, aunque tampoco es que tenga nada exuberante para mostrar. Una vez me lo pongo me miro al espejo y no se ve nada mal. Saco unos botines negros de la parte de abajo de mi closet y me siento en la cama para ponérmelos. Saco también un bolso y meto unas cuantas cosas importantes, entre ellos el teléfono. Para completar me pongo una chaqueta de cuero negro, que está muy bonita y es calentita, me ajusta bien a pesar de que es de ella. Soy más alta y con eso compenso un poco el vacío delantero. Por último enrollo una bufanda alrededor de mi cuello ―y listo―, eso digo cuando me miro de nuevo frente al espejo.
Ella se asoma en la puerta, me ve y me hace un gesto negativo con su dedo índice. Señala mi pelo haciéndome exhalar con su inconformidad. Siempre suelo llevarlo suelto, por lo que opto por una cola de caballo alta, bien peinadita. No voy a usar los lentes, porque seguro voy a estar acomodándomelos cada rato por el nerviosismo que ya me empieza cada que se acerca el momento en que tengo que salir. Así que me he puesto los de contacto. Salgo del baño y me pongo frente a ella que ahora está arrellanada en el sillón de mi cuarto y me hace dar la vuelta con un gesto de su dedo.
―Aún falta algo, porque así te pareces a Morticia ―me riñe y empieza a usar su paleta de maquillaje.
Discutimos sobre los colores, pero al final me deja decente, me gusta cómo me deja. Por lo general, no me maquillo mucho y uso lo necesario, a veces me da la sensación de que no sé hacerlo y quedo más parecida a un payaso. Terminado el arreglo personal, ella se encarga de llevarme hasta la casa de Eliot; quiere saciar su curiosidad por ver donde vive el excéntrico millonario, aparte también quiere comprobar que me dio su dirección verdadera por aquella cuestión de la privacidad. Bueno, Eliot es millonario, solo falta ver que tan excéntrico es. Mientras nos acercamos, nos vamos percatando que vive en una parte bastante alejada del centro de la ciudad. Un lugar privado y es de extrañar, es de lo más normal, y sobre todo cuando eres un millonario asediado como él. Es obvio que prefiera la lejanía y la privacidad.
Llegamos y es una, enrome propiedad protegida por un alto muro de piedra caliza. Ella estaciona frente al enorme portón enrejado de la entrada, y del cual, su entramado arquitectónico deja claro y sin lugar a duda que no admite invitados no deseados. Ella acerca el auto a un pequeño monitor. No sabemos qué hacer, así que aguardamos a que lo abran.
―¡Vaya! Sí que vive bien, y es enorme ―ella dice lanzando un silbido y yo niego con mi cabeza.
―Es normal ―digo sin darle mucha trascendencia.
―La casa de los padres de Philip no es tan grande como esta. ¿Crees que realmente viva aquí?
―No lo sé, creo que es lo que voy a averiguar ―le digo y ella ríe.
Justo en ese momento el portón empieza a abrirse automáticamente, pero solo con el suficiente espacio para entrar una persona, lo que quiere decir que Marcia no puede entrar el auto.
―Bueno, ahí te abrieron la puerta ―dice y ahora me siento más nerviosa. En el fondo esperaba que no pasara y tuviera que devolverme, pero no creo que sea así. Y ahora solo quiero que esto acabe pronto.
―Bien, allá voy ―digo exhalando hondo y bajo del auto, luego que ella me eche mil bendiciones para conseguir marido, la miro asustada, escaqueada, y muy espantada pensando que está loca.
Camino hasta el portón algo nerviosa mientras ella espera en el auto, y empuja cada uno de mis pasos con los gestos de sus manos. Al llegar, me percato que hay una cámara de vídeo que se dirige hacia el punto por donde voy a entrar, y quien quiera que vigile la entrada, ya me vio. Doy un paso dentro de la propiedad y una vez he cruzado esta se cierra de igual forma detrás de mí. Miro hacia Marcia en el auto, y solo alcanzo a ver como se despide con la mano y darle vuelta al timón. Se va. Suspiro hondo y profundo. Mi corazón se acelera, y no entiendo por qué le estoy poniendo tanto misterio a una simple visita con alguien a quien no veía hace muchos años. Me lleno la cabeza con pensamientos de Eliot y yo, viendo esa vieja entrevista y rememorando y riendo y luego me sacudo recordando... lo que nos pasó después de eso.
Me sacudo y levanto la cabeza, miro hacia el frente para encontrarme con una enorme mansión. Me doy ánimos y dejo la estupidez a un lado, porque definitivamente Eliot vive muy bien, nada excéntrico, pero muy bien. Me dirijo por el largo y estrecho camino empedrado hasta la puerta de entrada de la casa, poblada de matas, y tenuemente iluminada. Subo un poco nerviosa las tres escalinatas del porche que me separan de ella, y muy decidida toco cuando estoy frente a ella, una sola vez. Empiezo a sudar y más cuando solo minutos después, y como si hubiese estado pegado detrás de la puerta, el mismo Eliot Maddux está allí de pie, abriéndome la puerta de par en par para que entre. No sé por qué imaginaba que eso lo debería hacer su ama de llaves o un mayordomo, anunciando mi llegada.
Hiperventilo.
Mis piernas se aflojan y tiemblan como si fueran de gelatina. Viste aún menos formal que en el evento deportivo y ahora puedo verle por completo sin tantas arandelas. Sin duda, su presencia sigue siendo arrebatadora, y si hubiera sabido que no vestiría formal me habría evitado vestirme de esta forma y me hubiera puesto mi propia ropa. Aunque Mar piense que es insulsa e insípida.
Lleva vaqueros desgastados, y una camisa azul con dos botones sueltos que dejan ver parte de su desierto tórax, las mangas remangadas hasta los codos... y descalzo. Eso es toda una visión de hombre sexi. Parece acabado de bañar, su barba luce impecablemente afeitada, y su pelo ligeramente húmedo y un poco despeinado. Pero perfectamente cortado. Huele increíble. Me embriaga con el olor que emana.
¡Ah! Me revoluciona las hormonas. Eso no es bueno.
―Ho-Hola ―tartamudeo el saludo aumentándome el nerviosismo, mis manos ahora sudan sin remedio y las escondo limpiándolas con la tela de la falda de mi vestido, la cual trato inútilmente de bajar.
―Adelante, bienvenida a mi casa ―dice todo sonriente y galante, haciéndome sonreír de soslayo.
Eliot es un hombre hermoso y bien estructurado. Sus años en el deporte de alguna forma le dejaron la mejor apariencia y esto ha mejorado notablemente con el tiempo. Él entorna su rostro de cejas negras, de manera picara y me escruta con sus hermosos ojos claros intimidándome, se me seca la garganta y creo que empiezo a sudar allí abajo también. Eso no es algo que me pase muy frecuentemente.―Entra, Sam ―dice recordándome que me he clavado en la entrada y aun no pongo un pie dentro.Me siento aturdida, y tengo que espabilarme, finalmente entro y me sobresalto cuando escucho que cierra la puerta.¡Que diantres!Me comporto como una chica que no ha visto a un hombre jamás; no obstante, no es absurdo mi comportamiento. Es Eliot. Un hombre que causa revoluciones en las mujeres, y si lo hizo conmigo cuando era chica, ahora mucho más. Estoy tan entretenida con mis pensamientos que me sobresalto
Golpea de nuevo y me sobresalto, lo hago por inercia, levanto un pie y luego el otro. Me los quita, y no sé qué los hace luego con ellos, solo que se incorpora de nuevo y se pega detrás de mí rodeándome con sus brazos. No sé qué hacer con mis manos, así que las dejo laxas a los lados. Y permanecemos así, de pie, por un instante que se me antoja eterno. Estoy sin saber que decir u hacer, quisiera resistirme, pero la excitación que siento me gana. Posa una de sus manos en mis senos apretándolos, apretujándolos por encima de la tela suave del vestido, y con la otra baja lentamente por mi vientre hasta que la mete debajo del vestido y me toca allí, en la piel blanda, con sus dedos. En el centro de mi feminidad. Gimo y aprieto mis piernas, y él emite un gruñido negativo y ronco en mi oído cuando reculo mi trasero y le toco lo duro que está. Me estremezco. Sus dedos insisten hasta que se hacen paso y los introduce sin ningún decoro por mi cavidad, provoca que abra la boca
―¡Espera! ―llamo su atención antes de que de la vuelta y se marche, porque, por lo que él asume, cree que conozco su casa cuando apenas y he visto el recibidor y la sala―. Esto… ―¿Esto qué? ―replica mi pregunta con otra. Ladea un poco su cabeza como si deseara que dijera algo más. Me hace exhalar un poco, soy yo quien quiere una explicación de esto. Grandioso y todo, pero; ¿dónde quedó lo de ofrecer primero algo de tomar? Eliot me observa, su cara ahora no parece tan risueña―. ¿Esto qué, Samantha? ―continúa y su voz se percibe algo sombría, con ese deje autoritario de cuando me dijo que debía darme una ducha, y la tonta de yo se queda muda. ¿Dónde está la actitud risueña de ayer? O de cuando me abrió la puerta. Me sacudo mentalmente. ―¿Dónde… queda el...baño? ―pregunto con voz algo trémula, acobardándome. Me urge un lugar donde pueda estar sola y procesar. Si es que es algo que se pueda hacer. Es que no salgo de la conmoción, y no porque sea algo malo
La realidad me golpea, casi quiero llorar. Cierro la llave y me apresuro en salir. Busco una toalla en el armario que indicó y me seco. Después me visto rápidamente, y otra realidad me golpea cuando toco debajo de mi vestido. No tengo calzones. Exhalo hondo, y tomo aire, los necesito de veras. ¡Bien!, él me los quitó, y tendré que pedírselos de nuevo y acabar con todo esto. Lo medito con mucha determinación.Me dirijo hasta la planta baja recorriendo el camino de vuelta y le busco en la sala, no está. La atravieso bastante rápido, porque cuando miro hacia el sofá me abochorno. Escucho ruido proveniente de la que debe ser la cocina. Me guío por el ruido y voy hacia ella. Me detengo en la entrada. Es inmensa, tiene un mesón de mármol multifuncional en el centro que también sirve de comedor en uno de sus lados donde tiene dos bancos altos. Precisamente el lado donde est
―¿Qué significa eso? ―pregunto bastante mosqueada con mis deducciones a flor de piel, luego de recuperar un poco de mi cordura y aliento y mis piernas han menguado sus temblores. ¿Hasta la mañana? Suena… tentador con todo lo que me ha hecho vivir en tan pocas horas; pero lejos de pedir piedad, tengo que pedirle es una explicación. Se supone que estaba determinada a parar esto y parece que solo lo estoy alargando. O él es quien lo está haciendo. Con todo esto tan repentino, ahora no sé qué teorías son ciertas o no. ¿Las de Marcia? ¿Las del resto del mundo? ¿O las mías que se reducen a pensar que él maneja la información su antojo y deciden que debe o no creer? Sin embargo, siento que estoy conociendo al Eliot que nadie conoce. Un hombre como todos, con pasiones sucias y desvergonzado, y que puede tomar una mujer y meterle mano a su antojo. ―Lo que escuchas. Ahora come ―responde. Toma sus cubiertos y prosigue comiendo con toda la elegancia y la
―Deja de decir eso. No será… posible. ―Conmigo. Todos es posible, Sam ―asesta con ese tono de “yo soy él que manda”―. Dime que no lo quieres ―prosigue intencional―. Que no quieres que te folle toda la noche. ―Su boca emite ese sonido seseante cerca de mi oído, seductora, me embruja. Su lengua lame mi lóbulo, lo muerde y provoca un leve picor que excita mi oído. Toda la piel de mi nuca se eriza en consecuencia. ―Dime que no. ―Puntualiza sus palabras, son firmes, sensuales, me endulzan, me seducen como la serpiente sedujo a Eva. Tiene razón, como resistirme. Desde que le vi ese día revivieron aquello viejos sentimientos y caí en su hechizo. ―Si... sí quiero ―gimo embrujada. Extasiada. Me impide pensar, procesar. Solo puedo dejarme llevar y experimentar todo esto que jamás se me pasó por la cabeza llegaría a vivir. Menos... con él.Nunca imaginas las jugarretas con que te sorprende la vida misma cuando menos te lo esperas. Se
Abro mis ojos y los arrugo al instante, las cortinas están descorridas y la habitación está inundada de luz revelando lo grande que es. Mis ojos se resienten por tanta claridad. Me recuerdo que me quedé con las lentillas puestas, y es algo que no se debería de hacer para evitar molestias o riesgos de infección. Mi cuerpo parece haber sido demolido prácticamente por la falta de actividad, pero en medio de todo se siente un ambiente cálido e increíble, y más increíble aún, haberme levantado en la cama de un hombre con el que simplemente había soñado alguna vez. Miro a mi alrededor y no hay nadie. Eliot no está por ningún lado. Me siento y me arropo con la sabana, aspiro su olor y huele a hombre, a sexo, a él. Me sacudo, ¿desde cuando empecé a pensar de esa manera tan cero yo? «Desde que te revolcaste con el hombre de tus sueños imposibles». ¡Diantres! Puede ser, pienso incapaz de deducir lo contrario, y no creo estar equivocada. Advierto que mis ojos sigu
Definitivamente, muy negro. Mi mandíbula cae en el acto y me bajo de un tirón de la silla alta. También tengo que aceptar que su comentario malintencionado me puso ardiente y roja como un tomate. ―Que... que te hace creer que puedes hablarme de ese modo ―resoplo; es hora de rescatar mi escasa dignidad. ―La facultad que me dio el haberte ayudado todo este tiempo ―dice y noto algo de soberbia en su tono. ―¡Ayudarme! ¡Ayudarme en qué! ―grito levantando por primera vez mi voz. ―Tu benefactor, lo olvidas. ¿¡Mi benefactor!? Me llevo las manos a la boca. Sabía que alguien me apoyaba; pero nunca supe quién era. Era una especie de plan padrino invisible. Esto... no me gusta. ―¿Eras tú? Le señalo con mi dedo índice. Sé que es de mala educación, pero no puedo evitarlo. Eso no me lo esperaba. Esperaba que se hubiera olvidado de mí... ―Sí, por supuesto ―admite todo engreído. ―¿Todo ese tiempo siempre fuiste tú? ―Reincido, po