¡Bien!
Impulso activado, y ahora que llega la mañana y en lo que decido que me voy a poner, medito en que, a pesar de lo que dice Marcia no creo que vaya a conseguir algo al presentarme en esa convocatoria. Que haya decidido eso después de decirme que esperaba que fuese yo quien lo hiciera, me hace pensar que Eliot debe estar odiando mi falta de decisión. Finalmente, no dije ni si, ni no. No dije nada. Eso me hace suspirar hondo y meditar también en que antes de ir allí debería buscar el teléfono el contrato y llamarle antes. Debería hacerlo para no pasar la vergüenza al ir allí; sin embargo, de alguna u otra forma me gustaría verlo una última… vez.
Si que sueno derrotista; pero tengo que sacudirme eso de encima y pensar que solo estoy tratando de enmendarme. También tengo que pensar que Eliot no es tan infantil como a veces lo soy yo. Es un hombre adulto y que sabe muy bien lo que hace. E independiente del sexo, escribir su biografía era algo que merecía tratarse co
¡Trágame o sálvame tierra!La cara de Claudia a mi lado es un poema del disgusto. No me detengo a averiguar qué dirá ahora, y tomo sin demora la mano que me ofrecen como un salvavidas en medio del mar revuelto de mujeres. No hace ningún gesto amable o desagradable. Es tan neutral, tan natural que no puedes traducirle el gesto, igual sigue mirándome como si estuviera desvistiéndome, y tal vez no le gusta mi ropa, pero hace que me acalore. Apresa mi mano con fuerza y como si huyéramos de una escena de un crimen me conduce con él frente a las miradas de todas hasta el interior de una enorme y elegante oficina. Dentro, él se queda de pie junto a la puerta y adopta una postura de guardia con sus manos metidas en los bolsillos.Me giro hacia el escritorio cuando me hace un gesto de que mire al frente. Allí, de detrás de una mesa de impecable y compacto cristal, hay un hombre sentado de
¿Qué haré ahora? Muy pero muy buena pregunta. Excelente pregunta, porque estar a las puertas de ser la nueva editora de la columna de deportes de la agenciaA&C ahora se me ha hecho vano; sin embargo, lo conseguí, y pasando por encima de la cabeza de Claudia ―mi jefa―, quién ahora me odia más que antes. Sí, toda una proeza.Pero por qué será que no lo pienso con tanto entusiasmo. ―En serio solo querías verme, o finalmente decidiste aceptar mi propuesta ―comenta llamándome a tierra, al ver mi evidente y dilatorio silencio. Me contempla fijamente y me angustio. Y tal vez debe ver esa reacción en mi cara porque sigue haciéndolo, pero poco a poco su semblante cambia, y sus ojos avellanados vuelven a verse claros, cálidos, hermosos. Ahora parecen mirarme preocupados, muy comprensivos. Me recuerdan a aquella vez, hace mucho tiempo cuando era tan solo una chiquilla soñando con su primer amor platónico.
Parece que Elliot parece haber encontrado la fórmula para engatusarmesin que pueda resistirme. Eso tiene que ser muy malo, y me quejo de ello, solo que no obtengo ningún efecto. ―Así es, finalmente he convencido a Samantha de que vuelva a trabajar con nosotros, así que apúrate y despide a todas esas cacatúas de allá afuera. Ya tenemos lo que buscábamos ―dice y es como si se mofara exaltándome. Como si yo fuera alguna clase de… trofeo. Ellos se miran mientras yo los miro a ambos, y vuelvo a lo mismo. Al pensamiento mundano de que me gusta y no esta situación. ―Tienes razón ―responde Ferran―, además, ya me tienen harto. Sobre todo, esa incansable mujer que se cree mejor que todas. ―Se queja sin llegar a reflejar enojo, y ya sé de qué mujer habla. ―¿Cual mujer? ―Eliot pregunta. ―Habla de Claudia Almenara, mi exjefa. ―Me adelanto a la respuesta de Ferran que me sonríe cuando ve que respondo antes que él―. Te dije que estaba… aquí. ―A
Una sensación única en la que me siento en una especie de emparedado entre dos hombres realmente bellos y admirables. Quizás tienen sus secretos y sus vidas ocultas; pero sin duda lo han hecho bien. Las incógnitas siguen allí, aunque para mí parece que eso va a cambiar un poco, y llega el momento de aterrizar y analizar el meollo de la situación. Y pese a lo ha dicho y quizás para chincharme un poco, empieza la hora de asumir mi decisión. Y es que básicamente he dejado el trabajo de mis sueños por emprender otro que al final tal vez termine en toda una locura. Era eso… Mi risa nerviosa se calma, y las suyas también. El silencio empieza a reinar y los semblantes de ambos se tiñen de una inquietante seriedad, y supongo que se debe a que ya está más que claro para ellos que he tomado mi decisión. Desde un principio tenía tantos temores con respecto a cómo sería realmente esto y aunque no puedo dejar totalmente de lado ese temor, increíblemente me siento tranqui
Me tomo mi buen tiempo y salgo del baño luego de tomarme un respiro a solas. Ambos me observan en lo que me dirijo a la silla para tomar asiento. Eliot me detiene con un gesto de su mano cuando voy a quitar las cosas para sentarme. Sale de su silla y viene hasta donde estoy. Ferran también, haciendo real esa imagen que tuve de mi sintiéndome somo un emparedado entre ambos. ―¿Tienes hambre? ―pregunta, y la verdad es que estaba tan ansiosa con todo que me olvidé de comer algo más a parte del café que me tomé al salir. Sin embargo, mi estómago ahora mismo está lleno de las ansiosas y desesperadas maripositas amarillas que revolotean sin parar, pensando en lo que ha pasado, o mejor, ¿cuáles serán sus condiciones ahora, y si todo eso es legal? Su cara no es diferente de la de aquella mañana en que dijo que solo era adulta para follar. ¿Realmente está preocupado por mi alimentación? Siendo así, sería un contraste con todo lo que he presenciado de los dos. Y no podr
Mi mente se embota tratando de recrear la imagen que juntos estamos creando, mientras se deleita con mi clítoris, dándome mordisquitos y rozando mi centro con su lengua. Me estremezco contra Eliot, que solo emite entrecortados y sonoros gruñidos. Intento moverme; no puedo por mis brazos aprisionados alrededor de su cuello; ahora posesiona sus manos en mis senos, tocándome mientras Ferrán abre más mis piernas prosiguiendo con su acción. Me excito, y me caliento al máximo y si no para de hacerlo voy a explotar en solo instantes con los dos. Eliot tampoco me da tregua empujándose más, y no me molesta que me tape la boca, porque me escucharían en todo el edificio con lo que me hacen. Solo emito ahogados jadeos. La succión de Ferrán no para, y mi cuerpo ya no lo resiste. Su lengua lamiéndome parece haber encontrado su diversión allí donde Eliot me tiene embestida. ¡Ah! ―No… puedo... más ―logro articular cuando Eliot me da un respiro y parece haberse corrido.
¿Necesitarlo? ¡Me urge! Me encierro en el baño y lo primero que hago es quitarme los lentes y lavarme la cara para constatar que todo eso fue real, y el no producto de mi ahora calenturienta cabeza. Me doy la vuelta apoyando mis manos en el borde del lavamanos. Miro hacia abajo y veo mi falda rota. Las piernas me tiemblan con el recuerdo a flor de piel porque solo han pasado minutos en los que dejé de ser yo, para convertirme en aquello que juraba nunca sería. ¡Con los dos! La frase se repite en mi cabeza como una lista automatizada de reproducción y siento que me mareo. Lo otro cierto es que también quiero gritar como la loca del meme. Me palmeo las mejillas. Después de lo que ha pasado me encuentro entre reír o chillar. Pero sea lo que sea y mientras regreso a mi vida ordinaria tengo que comportarme como lo que soy. Una adulta profesional y responsable de sus actos. Todo esto solo forma parte de lo que Eliot me habló con anticipaci
―¿Presentación? ―prosigue preguntando hacia Ferran y ya ni protesto. No me escuchan. ―Ya me encargué personalmente y también de escoger a la estilista ―se ufana Ferran, como si yo fuera alguna clase de muñeca para jugar a vestir. ―¡Esperen! ―exclamo. Resoplo por quincuagésima vez y ellos siguen hablando como si yo ahora no existiera. Acaso creen que soy una muñeca Barbie para decidir cómo vestirme o maquillarme. Me gusta como soy. ―Cuidado personal, eso es importante ―Eliot aduce serio y eso me abochorna. Ni que me aseara mal. ―Sam no está mal; pero un poco de arreglo, no le caerá nada mal. Eso debería ofenderme y querer golpear a Ferran. ―De acuerdo. Eliot le sigue la cuerda y de discutir por comida ahora son los mejores para arreglarme la apariencia. ¿Serán gays de verdad? Ay, vaya con mis pensamientos. ―Le haré una cita con Karl, es el experto en eso ―Ferran propone solícito. Mis ojos se abren como platos. ―¡Oigan ya basta! Insisto otra vez acomodándome los lentes.