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Había pasado una semana del accidente, Dayla se reusaba a hablar con cualquiera que llegase al departamento, vagaba como alma en pena del mueble a la habitación y de la habitación nuevamente al mueble. Echaba de menos a sus padres y la vida que tenía. Aileen pasaba el piso un par de veces al día a llevar comida y mirar lo que hacía, estaba segura de que tenía que dar reporte de lo que ella hacia diariamente; Piero también pasaba a verla por lo menos una veces al día.

Después del segundo día había caído en una profunda depresión, la mayor parte de las mañanas al despertar, lloraba o se la pasaba vagando por la casa mirando una y otra vez los cuadros que tenía en las paredes; al cuatro día se dedicó a leer las decenas de novelas que tenía en la biblioteca. Su madre como buena psicóloga adoraba leer, tenía colecciones gigantes con las que presumía con sus compañeras de trabajo; ella siempre intentaba atraer a Dayla con cualquier nuevo libro, ya fuera por el mensaje que diera o por estar
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