Erick Collins.Mi vida es una mierda.Lo es desde que Raquel se marchó.Y es que durante este puto mes no he sabido absolutamente nada de ella. He tratado de contactarla, pero no lo consigo. Y me jode tanto eso, porque la extraño y no hay ni un solo maldito día en que me reproche lo que le hice porque desde que acabó lo nuestro mis días se volvieron grises, como antes de conocerla...Si tan solo no hubiera tomado tanto ese día, esto no estuviera ocurriendo ahora.<3 <3 <3 <3Estoy en mi oficina.Mi secretaria me ha enviado unos archivos importantes a m correo y ahora los estoy revisando. Y estoy tan concentrado en leer cada párrafo sin saltarme ni una palabra, que no siento cuando abren la puerta de mi oficina hasta que la cierran con más fuerza de lo habitual para llamar mi atención.Alzó la mirada y veo a mi mejor amigo caminar hacia mí.—Necesito hablar contigo —me dice.—Ahora estoy ocupado.Vuelvo a mirar la pantalla de mi computador, retomando la lectura del archivo.—Es import
Raquel Martínez.—Y Nicholas me trajo al departamento —finalizo de contarle lo que sucedió por la tarde.—Es un imbécil —Jimena habló, molesta—. ¡Insinuó que eres una zorra!Niego.—Me llamó zorra —corrijo.—¡Eso es mucho peor! Y para colmo, querer pelearse con Nicholas en plena calle...—Eso me molestó todavía más.—La próxima vez quien le partirá la cara a golpes seré yo —asegura—. No puede jurar amarte y comportarse como un maldito imbécil contigo.—No me opondré —digo—. Más bien, te ayudaré.Jimena suelta una risa, pero no dura más de dos segundos porque pronto su expresión se vuelve completamente sería.—Y... ¿sentiste algo cuando lo viste?—¿Que si sentí algo? —repito.Jimena asintió.—Sentí de todo, Jimena —soy sincera—. Cuando lo vi pensé que el corazón se me saldría de lo rápido que estaba latiendo. Me sentí como una maldita adolescente hormonal. Y cuando estuvo frente a mí quise abrazarlo, tenerlo cerca como una vez lo tuve... —callo, soltando un suspiro—. Definitivamente, s
—Nicholas, hola —Jimena lo saludó, dándome un beso en la mejilla una vez nos acercamos a ellos. Y le sonrió—. ¿Cómo has estado?—Bien. Gracias —respondió él, sonriendo. Y pronto desvío su mirada hacia mí—. Vaya. Estás realmente preciosa, Raquel.Mientras decía esas palabras, me dio un recorrido con su mirada que empezó desde mis piernas desnudas y terminó en mis ojos.Siento que mis mejillas se tornan calientes. Y maldigo internamente por eso.—Gracias.—No tenías que venir, Nicholas —comento Joel—. Te había dicho que los otros documentos te los daría el lunes en la empresa.—No vine por eso. Vine a buscar a Raquel —vuelve a mirarme—. ¿Estás lista?Asiento con la cabeza.—Si. Ya podemos irnos.—Un segundo —interviene mi amigo—. ¿Ustedes saldrán? ¿Y juntos?—Así es —respondió Nicholas.—No sabía que ustedes de habían hecho tan amigos como para empezar a salir y de noche.Suprimo una risa. Estaba en modo protector.—¿Acaso te pone celoso que salgan, cariño? —se burló su novia.—Para nad
Raquel Martínez.—¿Q-qué... estás haciendo aquí? Pregunto, dándome la vuelta hacia él, sintiendo como los nervios se apoderan de mi con el pasar de los segundos gracias a su presencia.—¿Yo? —se apuntó a sí mismo con su dedo.—No, tu gemelo —respondo, sarcástica. Y ruedo los ojos—. Claro que tú Él sonríe, divertido.—Solo... vine a lavar mis manos.Caminó hacia el lavabo a mi lado y abrió el grifo, metiendo sus manos bajo el agua después.—¿En el baño de damas? —arqueo una ceja.Movió su cabeza en un gesto afirmativo, sin mirarme.—Estan limpiando el de caballeros así que tuve que venir a este —se encogió de hombros, restándole importancia.—No puedes entrar a este —aclaro—. Debiste esperar a que lo limpiarán.—Sí, debí.Ambos guardamos silencio.Cansada, suelto un suspiro. Y tomo mi bolso, cerrandolo.—Mejor me voy.Me gano la ignorada del siglo por parte de Erick, quien sin mirarme termina de lavar sus manos. Cierra el grifo y toma una servilleta de las que están en la pared para
Raquel Martínez.Para mi pésima suerte, la chica a la que empujé resultó ser la secretaria de Erick.Esa misma con la que te pusieron los cuernos.Vaya. Gracias conciencia, por recordarlo.—Lo que me faltaba —murmuro, rodeando los ojos.—¿Eh? —Alondra deja de mirar que su vestido no este estropeado y levanta la mirada, entonces una expresión de desagrado cruzó su rostro perfectamente maquillado—. Claro, tenías que ser tú.—A mí también me desagrada verte.—¿Solo dirás eso? —levantó una de sus depiladas cejas—. ¡Disculpate! ¿No ves que casi me arruinas el vestido?Ruedo los ojos.—Claro —esbozo una falsa sonrisa—. Me disculpo... con absolutamente nadie. Si es cierto que no era mi intención empujarte, pero no me arrepiento.La furia en sus ojos es anormal.—¿Siempre eres así de infantil? —inquirió—. Con razón Erick prefirió estar conmigo...Sus palabras fueron sin dudas un golpe bajo; uno que dolió peor que uno real.Y llena de rabia por recordar aquel día formo con mis manos puños y lo
Raquel Martínez.—¿Eso es... una prueba de embarazo? —pregunto, frunciendo el ceño.Jimena asintió, esbozando una feliz sonrisa.—¿Para qué quieres tú una prueba de embarazo? —vuelvo a preguntar, totalmente confundida.—Bueno...Pero no la dejo continuar porque rápidamente la idea llega a mi mente y exclamó:—¡Ay, por Dios! —¿Qué? —Jimena lució preocupada.—¡Estas embarazada! —chillo, emocionada —. ¿O crees que lo estás? ¡Como sea! Pido ser la madrina por derecho de antigüedad.Jimena pareció realmente confundida.—¿Derecho de... antigüedad? —repitió.—Ya sabes, llevamos años siendo amigas y eso —hago un gesto para restarle importancia a esa parte—. Por Dios, a Joel le alegrará muchísimo esto.—No, no. Raquel, estás equivocada.Sus palabras me hacen fruncir el ceño en un gesto de confusión.—¿No le alegrará?Ella suspira, suprimiendo una sonrisa.—Si fuera cierto, sí —dice—. Pero esta prueba no es para mí.—¿Ah, no?Jimena negó con la cabeza.—No —aseguro. Y acercó la caja hacia mí—.
Días después.Raquel Martínez.Mientras estoy mirando la televisión en mi habitación, recibo un mensaje de un número no agendado qué dice, prácticamente, que los resultados de mí examen están listos.Rápidamente me levanto de la cama y a la velocidad de la luz me cambio el pijama por una ropa mas decente, porque ni estando drogada aparecería en una clínica o en cualquier otro sitio con unos shorts cortos y una camisa que tiene estampada los rostros de los integrantes de One Direction cuando eran cinco y apenas empezaban.Peino mi cabello en una coleta alta, sin dejar que ninguna hebra se salga y después confirmo en un breve mensaje que en veinte minutos iré a recoger los resultados.Y voy a la sala, dándome cuenta de que mi mejor amigo está sentado en el sofá leyendo un libro titulado «Damián: un secreto oscuro y perverso» mientras tiene las cejas hundidas.—¿Cómo que «quien es Damián»? —lo escucho murmurar. Y pasó de página, pero no encontró nada más que no fuera las páginas extra qu
Raquel Martínez.En el momento que él escuchó su nombre ser pronunciado alzó también su mirada hacia mí. Y su rostro entonces reflejó cuan sorprendido está de verme ahí.—¿Qué...? ¿Qué haces aquí? —logro preguntarle.—Yo... —por unos minutos permaneció en silencio, solo mirándome. Hasta que notó mi expresión de extrañeza por su actitud, carraspeó y respondió—: Mi sobrino tenía una cita con el pediatra.Quiero preguntarle por el niño, pero pronto mi mirada se clava en los papeles que estan en el suelo y veo la ecografía. Nerviosa, vuelvo a mirarlo a él para disimular.—¿Y tú? —me preguntó—. No esperaba encontrarte por aquí.—Y-yo... —¿Qué le digo?—. Eh, Jimena... me pidió que le retirará unos exámenes que se hizo hace unos días.Erick asintió. Y con la mención de los exámenes, él recordó que todos mis papeles siguen esparcidos por el suelo. —Déjame ayudarte con este desastre —murmura.Erick intentó agacharse a recogerlos, pero no se lo permito exclamando en un tono más alto de lo que