41. AL GRANO

Erick Collins.

Despierto con un dolor de cabeza terrible. Siento que con el mínimo sonido, por muy bajo que sea, mi cabeza estallará en mil pedazos.

No debí haber tomado tanto anoche.

Abro mis ojos por completo y es cuando notó que he dormido en el sofá de la sala. Con razón me duele tanto la espalda.

No recuerdo cómo termine durmiendo aquí, o como llegue a casa. De hecho, no recuerdo nada de la noche anterior después de que me encontré a mi secretaria en el bar.

Me incorporo en el sofá, en la mesita que está frente a mí veo cinco botellas de licor vacías y una por la mitad.

—Joder, ¿por qué bebí tanto? —me quejo, pasando las manos por mí rostro.

Me pongo de pie, mareandome en el proceso. Vuelvo a sentarme, cerrando mis ojos con fuerza mientras apoyo la cabeza del espaldar del sillón hasta que el mareo desaparece.

«No volveré a tomar en mi vida» Me repito.

Otra vez me levanto y voy a mi despacho, sitio en el que busco en los cajones de mi escritorio una tableta de pastillas para los
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