29. LOGRANDO QUE PIERDA LA CORDURA

Raquel Martínez.

Alondra abre los ojos tan grandes como dos grandes faroles al ver a Erick, y balbucea incoherencias presa de los nervios mientras yo esbozo una gran sonrisa.

— Cállate —espeta Erick—. Qué lo he escuchado todo.

—Puedo explicarlo —dice, nerviosa—. Todo fue un malentendido...

Erick se acerca a nosotras con grandes zancadas y se posiciona a mí lado.

— ¡Qué te calles, joder! —eleva la voz, haciendo que varias personas volteen a vernos—. Que sea la primera y última vez que trates a Raquel de esa forma, porque la próxima te largas de mi empresa. ¿Lo has entendido?

— S-si.

— Ahora lárgate de mi vista.

La tal Alondra le hace caso a Erick y se marcha a su puesto de trabajo, él voltea a verme.

— ¿Vamos a almorzar?

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo y con nuestras manos entrelazadas salimos de su empresa.

Al subirnos al coche de Erick este empieza a manejar, adentrándose en el tráfico de la ciudad, poco después detiene el auto frente a un lindo restaurante con mesas al aire l
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