Capítulo veintiocho: Vale la pena*Narra Bruce Collins*Me encanta ver cómo se sonroja cuando está nerviosa. Cómo la sangre se acumula en sus mejillas, porque se siente perdida en las palabras cuestionables que le lanzo como pelotas de béisbol salidas de una máquina para entrenar, en la que, si no las consigues pillar con destreza, se te amontonan a los pies. Creo que así se siente ella ahora: con las verdades acumuladas bajo sus pies.—Me lo hicieron llegar de manera anónima —miente de forma categórica. Le fabrico una falsa sonrisa para no ponerla sobre aviso, ni que pueda descubrir mis intenciones de ir tras ella. Voy a sacar a la luz todas y cada una de las mentiras que se guarda y aunque el investigador esté cobrándome toda la vida, yo juro que daré con todas las respuestas que necesito para volver a vivir mi historia con ella justo desde donde la dejé hace un tiempo atrás. —Te he demostrado que no miento —matizo, dejando que se levante de encima de mí—. Has podido ver las prueb
Capítulo veintinueve: Entrar en el juego*Narra Maia Miller*Me siento como Cenicienta cuando se le acaba el baile: a punto de quedar en harapos sobre una calabaza rodeada de ratones.Voy de regreso en el avión de Bruce y no puedo dejar de pensar en Gerald. Me siento sucia, mezquina y traicionera y no debería. El amor es sublime, limpio, transparente. No se empaña, aunque nosotros los que amamos queramos hacerlo.Por más que lo pienso, no consigo imaginar a mi... «esposo» mentirme de esa forma. Gerald me salvó la vida, estuvo ahí cuando nadie más lo estaba, ni siquiera mi hermana. Sin él, no estaría aquí ahora mismo. Siempre fue sincero —al menos lo parecía— e incondicional. Nunca me ha pedido nada a cambio de su ayuda. Por eso me casé con él, porque ambos teníamos las cosas claras y sabíamos a qué atenernos con nuestro matrimonio. —Deja de hacer eso —me riñe el hombre a mi lado.Deja que su cabeza resbale hacia la izquierda y cuando su mejilla casi roza la tela del asiento, me obse
Capítulo treinta: Dos Caras*Narra Maia Miller*Llevo aproximadamente dos minutos en el auto, esperando a que mi cabeza invente una mentira lo suficiente creíble para decirle a Gerald sin que me pida explicaciones. Mi teléfono se ha quedado sin batería hace tiempo, así como el de Bruce. Por ello me obligó a dejar que el azar se encargara de decidir hasta donde sería definitorio este encuentro sin información del exterior.¡Gran error!—Tú puedes, Maia —me animo a mí misma—. Te metiste en este lío solita, así que ahora ponte los pantalones. Por fin me bajo del coche y me aventuro a enfrentar las consecuencias de mi estupidez. Cuando voy a entrar, la puerta se abre y detrás de ella aparece mi esposo con una sonrisa, que no entiendo, en unos labios que corren hasta mi mejilla. Me quedo clavada en mi sitio, tratando de esconder mi sorpresa. Después de todo, no es como si tuviéramos público para dar este tipo de demostraciones. —Se os alargó la entrevista —murmura sin perder el buen h
Capítulo treinta y uno: Mala Espina*Narra Bruce Collins*Cuando salgo del avión, doy un espacio de tiempo para que ella se haya ido, puesto que no quiero ninguna especulación o habladuría al respecto. Por el momento, no nos pueden relacionar en el ámbito personal, aunque estarían en lo correcto (al menos en esa parte). Tenemos una historia en común que, desde fuera, quien no la conoce —incluyendo los medios y redes sociales— puede interpretarlo todo como algo sórdido y mezquino. Yo siempre quedaría como el típico infiel, un hombre más a la lista del tan nombrado cliché de «todos los hombres son iguales». Ella, por otra parte, se llevaría —también como topicazo—, la peor parte. Maia sería tachada de zorra infiel que se interpone en un matrimonio feliz, rompiendo el suyo propio. La verían como la villana de la historia que amenaza con destruir desde debajo de sábanas infieles una prolífica carrera.Nada más lejos de la realidad. Por este tipo de cosas es que no debemos dar las suposi
Capítulo treinta y dos: Atentado*Narra Bruce Collins*Estoy en el suelo. Soy consciente de que estoy en el suelo; pero, ¿en el suelo de dónde?¿Qué sitio es este?Me quejo y trato de darme la vuelta hasta que entiendo que estoy sobre el techo del coche. ¡Joder!Vuelve a girar el maldito auto y siento que me desgarran la piel en choque contra choque. Estoy volcado y no sé cuando pare.¿Qué rayos ha pasado?—¡Sacad al candidato! —gritan desde fuera.Soy incapaz de entender qué coño pasa.Hubo una explosión y alguien disparó, pero mis coches están blindados, es imposible que me den. Sin embargo, mi cabeza sangra, tengo dolores y lo atribuyo a que ya me había quitado el cinturón de seguridad. No encuentro el móvil. Estoy un tanto aturdido.—¡Aquí! —grito dando mi posición—¡Sacadme, joder!Definitivamente pierdo los papeles. Me empiezo a encabronar mientras busco el móvil. Ella tiene que estar preocupada si oyó las explosiones. —¡Venid, está aquí! —mi jefe de seguridad da aviso—. ¡Rápid
Capítulo treinta y tres: Fantasía o Realidad*Narra Maia Miller*«Está bien», me repito a mí misma como una especie de mantra al mismo tiempo que me cambio de ropa. —¿Maia, estás despierta? —Gerald no tarda en tocar a mi puerta. —¡Pasa! —demando antes de ir por los zapatos. —Hay alerta de atentado... —se detiene en seco al reparar en mi aspecto—. Ya lo sabes. —Acaban de avisarme —señalo el móvil—. Necesitamos apagar la noticia antes de que se extienda. —¡¿Cómo?! —El candidato... —opto por no mencion@r su nombre, puesto que cabe la posibilidad de delatar mis emociones y... ha sido un día demasiado largo— no quiere que se sepa. Necesitamos reprogramar la agenda de esta semana y posponer los eventos públicos. El Senador Collins se encuentra aislado, esperando el resultado de los exámenes para descartar COVID.—¿Estás hablando en serio? —cuestiona mientras yo me detengo a mirarle, sin entender su actitud—. Este atentado nos viene de perlas para nuestros planes. Podemos armar un revu
Capítulo treinta y cuatro: Haciendo equipo*Narra Maia Miller*Mis manos se manchan de sangre al tocarle la frente. —No es nada —asegura él besando la piel manchada—. Solo un pequeño corte.—No simplifiques algo así, Bruce —mascullo molesta.—No lo estoy haciendo. Esto es grave y lo sabemos, por eso estoy aquí en un piso seguro, pero...Atrapo sus labios con los míos sin más. Necesito besarlo hasta la saciedad, sentirlo mío, latiendo junto a mí. Y tal vez así me convenza de que está sano y salvo. —Mmmm —masculla algo ininteligible mientras disfruta de mi arrebato—, aunque puede que tenga su lado bueno. —No hay lados buenos en un intento de asesinato, Bruce —matizo rabiosa—. Dime cómo fue.Escapo de sus brazos para alcanzar unas toallas antisépticas y limpiar la sangre que escapa por el borde de su pequeña herida y la de mis manos de paso.—Ni siquiera lo recuerdo —se sienta en la esquina de una cama y es en ese preciso instante en que recuerdo la presencia de Henry—. Fue muy rápido
Capítulo treinta y cinco: De Senador a Niñero. *Narra Bruce Collins*Despertar y que Maia no esté bajo mi cuerpo, me pone de mala hostia. Ya me levanto enfadado.Paso la bendita mañana trabajando a pesar de mi reclusión en este sitio y entre varias tazas de café, se me llenan las horas. Ella no me llama, no me dijo a donde iba y eso me impacienta.Sin embargo, resulta que en algún inesperado momento, recibo una visita de la que no tenía ni idea... ¡Menudo piso franco de porquería! Resulta que todo el mundo conoce su ubicación —¿Qué haces tú aquí? —mis ojos no pueden estar más abiertos—. ¿Quién te dijo donde estaba?—Calma tus neuronas histéricas, guaperas —me corta el rollo con un chasquido de lengua—. Tu equipo de prensa ha solicitado mi ayuda y resulta que la jefa es mi hermana... Mola, ¿eh?—¿Y tus servicios vienen con bebé incluido? —señalo la niña que trae en brazos. ¿Cómo se le ocurre venir aquí con ella? La respuesta es sencilla: Diana Miller tiene menos sentido común que