GABRIELTomé a Gabo entre mis manos y lancé un grito de júbilo.—Al fin mano, por fin tu mami estará con nosotros.Gabo me clavó las garras en mis brazos.—¡Hay, cabrón!Salió de mis manos y se fue a perseguir su bola de cascabel.Hum, tiene razón.—Debo terminar con Berenice de una buena vez por todas.Fui por mi celular y lo encendí.En las notificaciones tenía cuarenta llamadas perdidas y ciento veinte mensajes.Na, luego la llamaría.Llamé a Fer.—¿Qué quieres?—Huy, que mal genio.—¿Por qué me despertaste tan temprano?—¿Cuál temprano? son las diez y es sábado tenemos que ir a trabajar.—Déjame, estoy molido.—¿Pasaste una buena noche? ¿a quién llamaste esta vez? —Silencio—¿Fer?—Con… otra persona.—Entonces no perdiste el tiempo…—Como sea—habló rápidamente—¿Tu qué tal? ¿qué pasó con la Gacela?—¿Por qué no subes? te invito un café o mezcal, para que despiertes bien.—Te acepto el mezcal, pero subiré después, luego subo.Lo dejé, se escuchaba algo trasnochado.Luego de cortar la
JAZMÍN—Estás diciéndome que tú y… el amigo de Gabriel—Si—pareció brillar—, hay fue tan lindo, como hacerlo con un virgen.Abrí la boca.—Ah, no quiero escuchar los detalles.—Hay no empieces, es obvio que me acuesto con hombres—habló bajito—, pero nunca uno como él, nadie me había ultrajado tan duro como él.—¡La, la, la, la! no escuché nada.—No seas infantil—bebió su café, a este punto se había arreglado un poco en el auto.—Pero ¿Cómo lo conociste?—¿Recuerdas el chico del que te hable hace cinco años?—Me hablaste de muchos.—No, no, pero de este, el de la cafetería, ah pues resultó ser ahora todo un hombre, hum—se lo saboreó—. Dio la casualidad de que anoche nos encontramos y bueno… solté la lengua de dónde estabas, tu amado salió corriendo como todo un héroe sin capa y bueno, nos dejó solos—picó un poco de su comida—. Le acaricié la pierna, tembló como una hoja, unas copitas de más y bueno ¿Qué te puedo decir? —se acercó a mí para susurrarme, pegué el oído—¡Me trató como una p
GABRIELTomé a Berenice del brazo.—¿Qué estás haciendo?—Auch, le estoy dando el mejor regalo a tu madre—se llevó las manos al vientre—, un nieto.—No te permití que lo anunciaras y tampoco hablamos sobre decírselo a alguien.—¿Entonces cuándo planeas decirlo? ¿Cuándo este como una gigante ballena? ¿o qué? ¿Querías ocultarlo? ¡Dímelo, dime que pensabas hacer? —comenzó a gritar y las personas a mirarlo.—Cierra la boca que todos nos están mirando.—Suéltame, ¿por qué no quieres que nadie sepa? —luego como si se hubiese dado cuenta de algo—, no quieres que ella lo sepa ¿verdad? ¿está aquí? ¿Quién es esa maldita puta?—Baja la voz si no quieres que todos se den cuenta—tiré de ella—, esto lo vamos a hablar en privado te guste o no.—¿Por qué no me dejas hablar con ella? —llegó mamá y se interpuso entre los dos—, Gabriel, ve a tranquilizarte un poco adentro, hablaré con ella.La solté.Caminé rápidamente hacia adentro, pero escuché unos pasos tras de mí.—Ah que numerito, pues—era Fer.—¿
JAZMÍNLUNESCreí que jamás tendría que enferntarme a una situación como esta.Es extraño pensar que me había salvado de tal maleficio.Me contactó ayer, así que sentí que era lo correcto, quizá pedir una disculpa, no puedo esconderme para siempre. Delante de mí una mujer colocó su bolso sobre la mesa, primer signo de querer intimidarme, pero en realidad no lo hizo.Para mi gran pesar admití que era bonita, tenía curvas voluptuosas, pechos grandes que mostraba con un escote profundo.Llevaba el cabello recogido en una alta coleta, se quitó los lentes oscuros que llevaba, pude apreciarla mejor. Facciones tirantes y definidas, hubiese sido buen material para modelar, de no ser por que detecté ese arreglo en la nariz, el botox en los labios y el colágeno de su frente.Entonces no me sentí tan mal, al menos soy natural.Se sentó con poca elegancia, sus enormes ojos deslilaban odio puro.—No me agrada volver a verte—dijo. No contesté, preferí escucharla—¿Qué? no vas a hablar, pues tienes
GABRIELJUEVESNo he podido dormir.No puedo comunicarme con Jazmín y eso me está matando.—No sé qué hacer—le había mostrado a Fer aquel papel de los análisis.—No saques conclusiones aún.—¿Qué no saque conclusiones?, está hecho, voy a tener un hijo de Berenice, ¡tiene tres meses! —Fer solo chasqueó la lengua—. La perdí, hermano, la perdí.—No te desesperes, algo siempre pasa a último minuto, tu solo ten fe.—Es que ya no puedo tener fe, es… es estúpido.Tomé mi saco.—Espera ¿Dónde vas?—Voy a perderme.Salí de la oficina, bajé hacia el estacionamiento por mi auto, conduje sin un rumbo fijo.La interfaz del auto me notificó una llamada, era Ber
GABRIELSentí una pata peluda en mi nariz, luego unos lengüetazos en la mejilla, luego un mordisco en la nariz.Me enderecé en chinga.—¡Hay, pinche gato! —me dolió.Gabo saltó de la cama y maulló con fuerza, me percaté entonces del estridente sonido de mi celular, metí la mano debajo de la almohada, era una llamada de Berenice, tan temprano.Seis de la mañana.—¿Si? —mi voz sonó rasposa.—Hoy es el gran día, pececito, levántate y comienza a arreglarte.El final de mis días es hoy.La boda comenzaba a las doce.—Sí, ya voy.—Está bien, te dejo, te veré en la iglesia a las doce.Lancé el celular lejos de mí y volví a recostarme, Gabo saltó a la cama y se enroscó cerca de mi pecho. S&iacut
—¿Lo grabaste?Ambos detuvimos nuestro baile y miramos hacia la voz.—Dime que lo grabaste porque eso fue digno de una película.—Lo tengo, lo tengo.—¿Qué están haciendo? —preguntó Gabriel.Ferdinando se acercó a nosotros extendiéndonos un paraguas extra (ya que nos habíamos empapado). Pero, para mi gran sorpresa Yang Ji estaba con él.—Es mejor que nos vayamos de aquí—dijo mi hermano, luego miró su reloj—, se hace tarde, nos están esperando.—Esperen, esperen, no estoy entendiendo nada.—Ya lo sabrán, no coman ansias.Después de que estos dos reventaran nuestra burbuja de ensueños, Gabriel y yo los seguimos de vuelta hacia la catedral ¿Ahora tendremos que enfrentarnos a la boda fallida? ¿Por qué nos llevaban hacia ahí?Miré a Gabriel, quien me apretó la mano, también estaba algo nervioso, pero no podía borrar la sonrisa de su rostro y al parecer yo tampoco.Sin embargo, cuando entramos a la iglesia esta estaba vacía.—¿Por qué estamos aquí? —pregunté, pero ninguno me respondió.Esto
Miré fijamente esos ojos verdes—No me vas a ganar—susurré.Pero me seguía mirando fijamente.Esa nariz chata y húmeda, sus colmillos les sobre salían y sus bigotes apenas se movían al compaz de su respiración.—Jaz—me llamó Gabriel—¿Qué haces?—Sh—le señalé un momento con las manos.Gabo entonces parpadeó.—Ja—lo señalé—, le gané.Gabriel se rio con fuerza, caminó hacia nosotros con una bandeja contundente de desayuno.—Mi amor, deja al pobre Gabo fuera de tus competencias.—¿Po qué? —hice un puchero—, ¿sabes lo que hizo tu hijito? —Gabo se estiró sobre el taburete, levantando la cola— Casi me asfixia cuando me despertó ¿Cómo se le ocurre echarse sobre mi cara?Gabriel soltó una fuerte risotada.—Te juro que si vuelve a hacerme algo así lo raparé.Gabriel dejó la bandeja sobre la mesita de centro, tomó a Gabo y lo estrechó entre sus brazos.—Pero si este canijo es inofensivo—lo abrazó con fuerza, Gabo soltó un fuerte maullido de auxilio, me miró suplicante.—No, no me veas así, te lo