Imran hizo con Jazmín lo que quiso. Y ella no pudo resistirse ante el fuego que ese hombre despertó en ella.Las cosas no pasaron a mayores, el simplemente se mästurbö mientras comió de la suavidad de Jazmín.Cuando estuvieron satisfechos él se levanta como puede, busca una toalla húmeda, limpia a Jazmín quien permanece avergonzada con una almohada en la cabeza.—¿Te gustó?—Piérdete.—Auch, eso me dolió. ¿Me usas, disfrutas y me desechas?—Déjame en paz. Yo no te pedí que hicieras algo como esto.—Lo sé, yo quise hacerlo—la termina de limpiar y la cubre con la sábana, tira la toalla en una silla y se acomoda a su lado.—¿Aun no te vas?—No quiero dormir con Hana. Y esta lloviendo, tengo frío.—Ella es tu esposa, no yo. Tu lo que estás es bien tomado y a penas pasa del medio día.Imran no podía dejar de pensar en las palabras de Hana, que se repetían en su mente como un eco constante. Todo estaba siendo más confuso que nunca, y la tormenta de emociones lo arrastraba.Cuando Jazmín lo
El tiempo pasaba lentamente, y ya solo faltan dos meses para que Hana de a luz. Los dolores en su cabeza aumentan cada día más pero ella trata de soportarlo.La mansión permanece en una quietud engañosa a la hora de la cena. Las luces suaves iluminan las paredes impecables y los pasos de la ama de llaves resuenan desde la cocina. Hana, a pesar de su avanzado embarazo y el cáncer que se expande cada día, insiste en ayudar a preparar la comida. Su rostro luce cansado, pero su sonrisa es una máscara perfectamente colocada.Jazmín cruza la sala con una planta en una maceta en las manos, sale al jardin para buscarle puesto porque se estaba marchitando dentro de la casa . Siente la mirada de Hana sobre ella al pasar de regreso y subir a su habitación, esa mirada que nunca logra descifrar del todo.Imran, por su parte, no ha llegado aún, atrapado en una reunión que, según le dijo, es "imposible de posponer". La tensión entre los tres sigue latente, aunque las apariencias se han vuelto una co
El tiempo en la sala de espera parece estirarse aún más mientras Jazmín observa la puerta cerrada. El doctor recomendó una cesárea de emergencia e Imran tuvo que firmar una loma de papeles.El miedo es inevitable, cargado de un aire tenso que la rodea. Jazmín se siente ajena a todo lo que ocurre a su alrededor, perdida en sus propios pensamientos, pero su mente regresa una y otra vez a la misma idea: ¿Qué sucederá ahora con Hana? La fragilidad de la situación es innegable, y a medida que los minutos pasan, una ansiedad creciente se apodera de su pecho.Imran vuelve tras un largo rato, con su rostro marcado por el cansancio y la preocupación, varias horas después. Su mirada se cruza con la de Jazmín, pero no dice nada al principio. En lugar de sentarse, comienza a caminar lentamente por la sala, como si intentara procesar todo lo que acaba de vivir.Jazmín lo observa en silencio, su respiración lenta, su corazón tamborileando en su pecho. Es imposible ignorar lo difícil que debe estar
El rostro de Jazmín se tensó. Por un instante, quiso desviar la mirada, pero la intensidad de los ojos de Imran la mantuvo anclada en su lugar.Su garganta se cerró, y un nudo de culpa y dolor se instaló en su pecho. Sabía que este momento llegaría, pero no esperaba que fuera tan pronto, ni que el peso de la verdad fuera tan asfixiante. Mucho menos que la situación fuera tan delicada.—Sí... —responde finalmente, en un susurro casi inaudible—. Lo sabía.Imran dio un paso atrás, como si la confesión lo hubiera golpeado físicamente. Cerró los ojos un segundo, buscando aire, buscando una razón que explicara cómo todos a su alrededor sabían de la enfermedad de su esposa, menos él.—¿Desde cuándo? —pregunta, con su voz más fría, más dura.—Desde hace meses... desde el día de la revelación de la niña cuando pensaba irme —Jazmín respira hondo, aferrándose al borde de la pared como si necesitara sostenerse—. Hana me contó algo y me hizo quedar, pero no sabía que era tan grave. Me suplicó que
Pasaron dos días más y Hana abre los ojos con dificultad esa mañana, sintiendo cómo cada respiración era una batalla que su cuerpo libraba con menos fuerza.El zumbido de las máquinas la mantenía anclada a la realidad, pero su alma parecía empezar a desprenderse poco a poco de su cuerpo.Con un hilo de voz, pidió a la enfermera que llamara a su prima Jazmín. Sabía que el tiempo se le escurría como arena entre los dedos, y necesitaba decirle aquello que llevaba días guardando en su pecho.Jazmín llegó minutos después, con el rostro cansado, pero al ver a Hana forzó una sonrisa. Se acerca a la cama y toma su mano, apretándola con ternura.—Prima... —susurra Hana, con su mirada apagada pero llena de amor—. Gracias por venir.—Siempre, Hana —responde Jazmín, inclinándose un poco más para escucharla—. ¿Cómo te sientes?—Cansada... muy cansada —admite Hana, con una pequeña sonrisa triste—. Pero tenía que verte. Necesito pedirte algo...—Lo que quieras —dijo Jazmín sin dudar—. Lo que necesit
El tiempo en el hospital se había detenido. Los días y las noches se mezclaban en un solo y largo tormento para Imran, quien no se apartaba del lado de Hana.Desde que cayó en coma, él apenas probaba bocado, dormía en intervalos cortos y fragmentados, y su única realidad era la del cuarto frío y blanco donde su esposa luchaba en silencio por su vida.Cada día, cada hora, su agonía se hacía más grande. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros. No había vuelto a ver a su hija desde el día en que Hana dejó de responder. No podía. Cada vez que pensaba en la pequeña, un rencor amargo le nublaba el corazón. Si Hana no se hubiera empeñado en traerla al mundo, tal vez ahora no estaría así, postrada en esa cama, entre la vida y la muerte.Pero inmediatamente después de ese pensamiento, se odiaba a sí mismo. La niña no tenía la culpa. Y Hana… Hana solo había querido darle lo más hermoso que alguien podía dar. Sin embargo, no podía evitar la ira y la impotencia que lo co
Imran abre los ojos lentamente.La habitación estaba a oscuras, con solo una tenue luz de una lamparita de mesa al lado de la camilla de hospital . Se sintió desorientado, su mente aún atrapada en un estado nebuloso entre el sueño y la realidad. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba y por qué. Entonces, el golpe del dolor lo alcanzó de nuevo, con la fuerza de una ola devastadora.Gira la cabeza y ve a Jazmín sentada a su lado, con el rostro cansado y los ojos hinchados de tanto llorar. Parecía haberse quedado dormida en la silla, pero al notar su movimiento, abrió los ojos de inmediato.—Imran… —murmura suavemente, con una mezcla de alivio y tristeza.Él parpadeó varias veces antes de encontrar su voz.—¿Cuánto tiempo…? —su voz sonaba ronca, débil, como si apenas le perteneciera.—Han pasado dos días —responde Jazmín, tomando su mano con delicadeza—. Has estado sedado. Te dieron una inyección porque… porque fue demasiado para ti.Imran cerró los ojos, sintiendo el peso del luto
Los gemidos de los llantos de Jazmín fueron disminuyendo, el sonido del viento golpea las ventanas, mientras Imran acaricia la cabeza de ella.Jazmín respira profundamente, aún sintiendo el temblor en su cuerpo por la intensidad de la discusión con Imran. Sus ojos seguían húmedos, pero poco a poco lograba calmarse. Imran, todavía con el peso de la culpa en su pecho, la observa. Se inclina hacia ella y, con suavidad, le ofrece una mano para ayudarla a levantarse.Jazmín aceptó su ayuda sin dudarlo. Apenas se puso de pie, sintió cómo sus piernas flaqueaban y se tambaleó ligeramente. Imran la sujetó con firmeza y la guió hasta su sillón, donde la hizo sentar con cuidado. Se arrodilló frente a ella, mirándola fijamente.—¿Estás mejor? —su voz era más baja, casi un susurro, pero llena de preocupación genuina.Jazmín asintió con un leve movimiento de cabeza.—Solo estoy cansada, no he comido bien últimamente —murmura—. Pero tú… también necesitas cuidarte, Imran.Él suspira, como si esas pal