CAPÍTULO 2

Capítulo 2

Rico encuentro caliente

Tengo mi cabeza echa un lío de solo pensar en sus insinuaciones y lo bien que ejerce la manipulación en mí. No me deja ni pensar en lo que que es correcto y lo que no.

Aunque en realidad lo sé; "Apartarlo de mí".

Debería empezar por eso, ya que es lo que cualquier persona en sus cinco sentidos haría. Pero no puedo, su cercanía me vuelve adicta al deseo de tenerlo.

A pesar de que solamente pienso en zafarme de su agarre y salir corriendo. En realidad lo único que quiero es abrir mis piernas para él, recibirlo con todo gusto y disfrutarlo placenteramente como la primera vez.

Mi primera vez.

Este hombre es un verdadero maestro de la perversión.

Me obligo a volver en sí, a ser consciente y alejarme. Pero mis pies no me obedecen porque muy por encima de lo que debo hacer, mi cuerpo se quiere quedar aquí, con él. Disfrutando del placer que me asegura su cuerpo y sus manos, mismas que están quemando mis glúteos y mi espalda.

—No era yo la chica de aquella noche —mentí con descaro, sintiendo mi respiración agitada y mi pecho que sube y baja sin descanso, todo esto producto del caloron que estoy sintiendo en este momento—.

Él se aleja un poco y ríe ampliamente. Cada gesto de este hombre es mucho más excitante que el anterior.

Sin duda, es un experto en seducción y sus trucos para hacerme ceder ante su objetivo le funciona a la perfección.

Jared me lanza una mirada hambrienta, repleta de lascivia y deseos impuros. Como si yo fuera su presa y él mi cruel depredador que busca devorarme entera en un solo bocado.

Estoy segura de que si en este momento no deja de hacer sus malditas insinuaciones, caeré redondita en la tentación que me ofrecen sus labios, imaginando que recorren cada centímetro de mi cuerpo y me hacen perder el control, como aquella noche.

Solo un intento más y hace de mí lo que quiera, siento que no me quedan fuerzas para seguir apartándolo y mucho menos ganas de negar todo el deseo que siento por él en este momento.

Al igual que él, que me trasmite el deseo de seguir y no solo esta noche.

La pasión se desborda, en este momento puedo reconocer con firmeza que soy más suya que mía.

—No importa —desliza la punta de su lengua en la comisura de mis labios y se aleja mientras que yo me inclino hacia él, queriendo probar el dulzor de sus labios—. Da igual que sigas negándote, yo no pienso quedarme con las ganas de besarte y sé que de boca para afuera te niegas, pero por dentro estás deseando que reclame tus labios con lujuria.

Su sensualidad me desborda, sus palabras y la calidez de su voz hace que caiga rendida a sus pies.

Me siento tan húmeda que aprieto mis piernas, siento que él se da cuenta de mis extraños movimientos y me sonrojo de solo pensar lo que está pasando por su cabeza en este momento.

Coloca su mano en mis rodillas, mismas que siento que me están quemando. Separa mis piernas con rudeza y luego con mucha calma masajea mis muslos a su antojo.

Este hombre ha perdido la cabeza. No le importa lo que pase, ni siquiera le importa la diferencia de edad entre nosotros.

Llevo mi dedo índice a mi boca y lo muerdo. ¡No puedo más! Me urge tenerlo dentro de mí. Lo necesito tanto como él aire que respiro.

—Preciosa, debiste irte justo cuando te lo pedí —me dice con esa sonrisa tan perversa que me desviste en un instante, lo que no me deja procesar sus palabras a tiempo—. Ahora ya no hay marcha atrás, no podré contenerme así me supliques.

Muero de ganas de oírte gritar mi nombre.

—Esto no... No pued...

Jared no me permite continuar con la misma frase que llevo repitiendo desde hace rato. Mis palabras se ven interrumpidas por unos labios tan feroces que me devoran con pasión y desesperación.

Como lo había prometido, se devoró mis labios con vehemencia, fervor y una frustración que me acelera las jodidas pulsaciones.

Este hombre, sus besos, su cuerpo y su perfume, hacen que pierda la paciencia.

Sus labios me trasmiten toda la impotencia que ambos hemos sentido por semanas al vernos y no poder tocarnos.

Juntos somos fuego, tan peligrosos como dinamita a punto de explotar.

Me dejo llevar del deseo y comienzo a desprender su chaqueta. Desabrocho uno a uno esos molestos botones de su camisa y beso su pecho como si fuera la última vez.

Besarlo de esta manera me llevó a recordar aquella noche en el bar, donde estando ebrio me confundió con una ramera y me llevó a una de las habitaciones.

Sabía que no era a mí a quien esperaba esa noche, pero no fui capaz de negarme, sus labios me transportaron a otro mundo donde lo único que existía era el pecado, la lujuria y la perversión.

Esa noche me hizo suya a su antojo, sin contemplación y a pesar del dolor fue tanto el placer que se desató que soporté hasta llegar al máximo.

Fue mi primera vez y tuve la dicha de conocer lo que era un verdadero orgasmo.

Sé que él al igual que yo no ha podido olvidarlo y muero de ganas de que se repita aquel momento fugaz.

Estoy ardiendo. Suelto un pequeño gemido sobre sus labios cuando siento que me alza a horcajadas en sus caderas.

Jared me aprieta sobre su miembro erecto y siento aún más caliente mi entrepierna. ¡Ya no puedo más!

Desde este momento asumo que perdí la batalla, por más que intenté negarme fue inevitable. Al final terminé perdiendo el poco raciocinio que luchaba por conservar desde el inicio.

Cerré mis ojos y me aferré a su cuello al no sentir que pisaba el suelo.

Lo abrazo fuerte e intensifico más ese beso. De esta forma me doy por vencida. Porque ya no hay manera de que pueda regresar a la cordura que he perdido por su culpa.

Quise mantenerme firme, con los pies bien puestos sobre la tierra y no pude, el sabor de sus labios me hizo desvariar. Fue como una gran bocanada de oxígeno que me devolvió a la vida.

Comienzo a sentir mi cuerpo cada vez más caliente. Como si una ola de excitación me golpea justo en mi entrepierna.

Por más que me repita para mis adentros que no es correcto y que debo alejarme de él, por más que me obligue a apartarlo porque no es apropiado, no puedo hacerlo porque yo también deseo esto.

Es por eso que me relajo, le permito la entrada y me dejo llevar por el placer que me brinda el dulce sabor de sus labios mismos labios que se abren paso a sus anchas por todo mi cuerpo.

Veo que tira al piso todo lo que tiene en su escritorio y luego me levanta sentándome con las piernas bien abiertas y baja directamente a meter su cabeza en mi entrepierna.

¡Joder, que rico lo hace!

El movimiento circular de su lengua me hace erguir la espalda. Ahora siento que no puedo ver su cara de la vergüenza que siento de verlo fijamente cuando introduce su lengua en mi vagina y chupa mis pliegues como si fuera un manjar.

Amo la calidez de su lengua, amo la manera en que se devora mi centro, como me chupa y me muerde. Hace que pierda la razón.

Por un momento se detiene, se levanta y me arranca la camisa, se devora mis senos con lascivia. Acto que pone mis pezones mucho mas erectos.

Aprieta mis senos en sus manos y sonríe. Comenta que son pequeños, pero que están hechos justo a la medida de la palma de sus manos, y eso le encanta.

Me hala fuerte colocándome de espalda hacia él, con mi pecho recostado sobre su escritorio, las manos en mi espalda, las cuales me aprieta como si de un arresto se tratase y allí, sin previo aviso me penetra de una sola estocada.

El vaivén de sus caderas a contraste de sus suaves gruñidos me excita mucho más. A pesar de que el tamaño de su miembro en esta posición me lastima, pero sus movimientos me encantan, me llenan de placer.

Jared me voltea, alza mis piernas colocándolas enqq su cuello y sigue penetrándome a lo m*****a sea, garantizando el placer para los dos.

Este hombre hace que cincuenta sombras de Gray me parezca inofensivo.

Se tira en el sillón reclinable con las piernas extendidas, me invita a sentarme de espalda en su polla, con las piernas hacia atrás, hacia sus hombros.

Esto es lo más incómodo y vergonzoso que he hecho en mi vida.

Jamás pensé que el sexo sería tan raro y delicioso a la vez.

Esta posición le permite a Jared fantasear muchísimo con mi postura, apretando mis nalgas fuertemente con sus manos y guiándome para moverme de arriba a abajo.

—¡Uh, que rico! —jadeo fuerte. Esta posición hace que su penetración sea mucho más profunda y como mueve su pito dentro de mí ¡Uf! Cuanto me gusta.

Aprieta mis caderas casi al punto de clavar sus uñas en ellas y cambia de posición, esta vez haciendo que extienda mi cuerpo completo hacia su pecho.

Cierro mis piernas y dejo que sea él quien se mueva dándome ricas y fuertes estocadas desde abajo.

—¡Ah, no pares! Sigue —suplico por más y es como si hubiera despertado a la bestia que yacía dormida dentro de él—.

—Colócate de espalda —me exige y yo lo miro con timidez—.

—¿Qué, ahora me tienes miedo? —agregó con burla y me tomó a la fuerza poniéndome de perrito—

Allí me da una fuerte nalgada seguido de una embestida de golpe que me arranca un gemido fuerte y lo que sigue estaba aún más rico que lo anterior.

Echó mi cabeza hacia atrás, peinó mi cabello con sus manos haciendo una coleta la cual entorchalaba en su mano, todo esto sin dejar de cogerme como desquiciado.

—¡Oh, para! Suave, dale suave —exijo estando a punto de alcanzar el éxtasis. Pero el no hace caso, con una mano me aprieta la cadera y con la otra me hala del cabello como si quisiera desprenderlo.

La biblioteca de su casa estaba inundada de gemidos, y el feroz sonido que se asemejan a veloces aplausos, producto del choque de mis nalgas y sus piernas al hacer contacto.

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