CAPÍTULO 3

Capítulo 3

El viaje perfecto

Molly

¡Oh, no, no pares! Por favor sigue...

Ve más rápido.

¡Ah! Sí —jadeo fuerte mientras lo miro fijamente, el movimiento constante hace que mi cama suene y veo que se detiene—. Ni se te ocurra. No pares.

Le digo y ese hombre sonríe con mañicia. Alza mi pierna de lado y sigue penetrándome sin parar, hasta que me levanta bruzcamente y me pone en cuatro, se entorchala mi cabello en su mano, mientras que con la otra mano me sostiene con fuerza de la cintura.

Tiempla mi cabello hacia atrás y aprieta mi cadera al mismo tiempo en que me empotra salvajemente sin contemplaciones.

Con una sonrisa y esa voz ronca que no sale de mi cabeza me pregunta si lo estoy disfrutando.

¡Por Dios! ¿Que pregunta es esa? Si esto es el puto paraíso. ¿Cómo no habría de disfrutarlo?

Sí, me encanta —respondo en medio de gemidos y gritos ahogados—

Mis palabras fueron como el detonante que desencadenó toda esta oleada de pasión y lujuria.

Sentí como ese hombre se encarnizó conmigo y me daba tan duro como si no hubiera un mañana, de pronto vuelve y cambia de posiciones.

Esta vez lo hacemos de pie, hace que recueste mi pecho contra la cama y alza una de mis piernas a la altura de su hombro. En esta posición, a pesar de lo compleja e incómoda no me hace sentir dolor, al contrario. Me ayuda a sentirlo mucho más dentro de mí y sus movimientos me encantan.

Baja mi pierna y me pega contra la pared, con mis manos a ambos lados siendo sostenidas por las manos fuertes de ese hombre.

Su galope sobre mi espalda hace sonidos estruendosos en la habitación debido al constante golpeteo de nuestras pieles. Pero nrada de eso podía detenernos, estábamos sin aliento y aun así tan necesitados el uno del otro.

Suelto un gemido fuerte, mismo que no puedo evitar. Pues nos encontrábamos casi a punto de alcanzar el éxtasis en nuestro clímax. Cuando siento que se mueve cada vez más rápido, haciendo que mi cuerpo entero tiemble.

Estaba a punto de alcanzar el orgasmo cuando aquel sonido me despertó de golpe.

(Tocan la puerta)

—Molly, ¿Estás despierta? Es hora de cenar —mi madre interrumpe el sueño más exquisito que he tenido en años.

Llevo mucho tiempo soñando esto.

¿Qué sucede conmigo? ¿Tan urgida estoy de tener un macho en mi cama que cada noche sueño que me estoy cogiendo a ese hombre? Ya me da vergüenza conmigo misma.

"Molly das pena" —Me repito frente al espejo—. Sigues así y vas a tener que visitar a los cariñosos.

¡Me voy a volver loca!

Sonrió y me tumbo en la cama de nuevo.

—Molly, date prisa que se enfría la cena —mi madre refunfuñó detrás de la puerta y sentí sus pasos alejarse de la entrada de mi habitación.

Viro mis ojos con molestia. Todos en esta casa saben lo mucho que odio cenar, no sé por qué ella se empeña en obligarme.

Mi estómago quedó delicado desde aquella vez, gracias a eso no puedo ingerir algún tipo de alimento por las noches, y la razón de ello es más que obvia, pero no tengo ninguna intención de recordarla.

Esa pequeña parte de mi vida forma parte de mi doloroso pasado y es allí donde debe quedarse enterrada para siempre. Sin embargo, se vuelve un molesto recordatorio esos días en que mi madre está en casa y suele obligarme a que cene.

Me quedo en mi cama unos minutos, con la almohada tapando mi cabeza y una sonrisa de tonta, pensando en lo rico que la paso con ese hombre cada noche, mejor dicho, cada vez que duermo.

¿Será normal fantasear tanto con un hombre que apenas veo en los comerciales de tv y en las vallas publicitarias? Es decir, ¿Quién no va a fantasear con ese bombón?

Esto se ha vuelto una deliciosa rutina que no me incomoda para nada y con esos pensamientos, comienzo a soñar despierta de nuevo.

—Mollyyyyy... Si no vienes a comer ahora mismo voy a tirar tu pasaporte a ver como es que vas a asistir a ese viaje.

La voz de mi madre interrumpe mis pensamientos una vez más y me arrastra de nuevo a la realidad.

Su seria amenaza me parece realmente preocupante. Ella de verdad es capaz de suspender mi viaje si asi lo desea y no puedo permitir que eso suceda.

Lo que ella no sabe es que no es simplemente un viaje de vacaciones, he decidido quedarme estos dos meses a estudiar en los Ángeles en una escuela de verano, así podré adelantar mis estudios y conseguir mi título mucho más rápido.

Tengo salir de mí habitación, si no obedezco a mi madre va a cancelar mi viaje de cumpleaños y mis planes se irán por un tubo en un abrir y cerrar de ojos.

Hace ya una semana que cumplí mis veinte años, mis padres con mucho esfuerzo lograron reunir para mis pasajes de avión.

Cosa que les agradezco mucho y pienso retribuírselos con mis estudios, mientras más rápido termine, más pronto seré un adulto funcional, de esos que ayudan con los gastos de la casa.

Hace mucho que Jhon; mi mejor amigo y confidente se fue a vivir a los Ángeles y no solo se ofreció voluntariamente a recibirme en su casa, sino que me sorprendió diciendo que se uniría conmigo a las clases de verano.

¡Esto si que no me lo esperaba!

Me sentí muy triste cuando Jhon se mudó de Seattle, ahora que lleva tres años viviendo en los Ángeles solo lo veo en vacaciones de verano y navidades, mismas que suele compartir en mi casa con mi familia.

No pude negarme a sus peticiones, ya que siempre es él quien viaja a verme. Por lo menos una vez me toca devolver el gesto, así que encantada de la vida preparé mis maletas.

Creí que sería muy egoísta de mi parte si no acepto su desinteresada propuesta sabiendo todo lo que mi querido amigo ha hecho por mí.

Apenas mis padres me entregaron esos tiquetes de avión, no dudé un segundo en llamar a Jhon y contarle sobre el viaje.

Estaba feliz, muy animado. Al finalizar los detalles del viaje me comentó que su padre accedió a que pasara una temporada con ellos. Es decir que no tendré que alquilar un depa este tiempo que estemos haciendo puente de estudio.

Ese día Jhon me comentó que estaba desanimado. Pues al final que el divorcio de sus padres se llevó a cabo y que su madre se había ido a vivir a Manhattan

Jhon la está pasando realmente mal y pienso que es un buen momento para estar con él, apoyándolo.

Pensando en eso levanto mi pesado trasero de la cama, voy al baño rápido, luego me coloco una blusa gigante color pastel y un short de pijama.

Salgo de mi habitación dando un portazo y me dirijo al pequeño comedor, donde mi madre espera por mí.

Arrastro la silla del comedor y me dejo caer en ella.

—Ya sabes lo mucho que odio comer a esta hora mamá. Lo hemos hablado muchas veces y te he explicado mis razones. No sé por quéé todavía insistes en obligarme.

Mi madre hace un intento de reprenderme, me señala con su dedo índice y entreabre la boca para hablar, pero se detiene al ver que se abre la puerta principal de la casa.

Era mi padre quien acababa de llegar de trabajar.

Ya tengo veinte años y siguen tratándome como si fuera una niña pequeña, y sí, yo sé que esto se debe a mis acciones del pasado, pero deben dejar eso atrás y aprender a vivir sin juzgar a los demás.

Este tipo de conflictos me ha llevado a pensar en independizarme. En alquilar un depa pequeño e irme de la casa de mis padres, pero eso implica gastos.

Desde hace varios meses que llevaba pensando en estas cosas, pero la recaída de papá y ahora las deudas me obligaron a dejar de pensar en ello.

Hasta ahora.

De lo que estoy completamente segura es de que mientras siga viviendo aquí, seguirán controlando mi vida y esto es porque mi madre desde siempre ha tenido ese pensamiento de que como es su casa, se acatan sus reglas.

Claro que esto me parece normal y aceptable, pero de igual forma debo conseguir a donde irme y seguir ayudándolos aquí.

—Molly, sabes muy bien que tienes que cenar, cariño —viro mis ojos, ya se me viene encima el sermón—. Tu madre tiene razón, ella y yo solo estamos muy preocupados por ti desde que pasó...

Coloco mi mejor cara de fastidio y azoto mi plato con el tenedor, ya me sé este discurso de memoria y parece que ellos no se dan cuenta de cuánto me duele que me lo recuerden a cada rato.

Sin embargo, mi padre guarda silencio al ver fijamente el rostro de mamá.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no me permito llorar.

Debido a todo lo que pasó me han obligado a ver a un doctor, quien les aseguró que no pasaba nada conmigo. Estoy bien, mi cuerpo esta bien al igual que mi cabeza. Pero por más que trato de explicar que todo eso quedó en el pasado, no me creen.

Luego de un par de minutos de vacilar con el tenedor en la mano, lo dejo caer en el plato.

—Lo siento, pero no me apetece cenar —suspiro profundo, sé que se me viene otro regaño—.

Mi madre me mira fijamente, como si quisiera matarme, pero es inevitable así que sin querer levanto la voz repitiendo que no quiero comer.

—¿Has tenido una recaída? —pregunta mi madre con una mirada llena de pánico, preocupación y ese tono de voz que destila miedo, lo cual odio por qué no me permite dejar todo esto atrás—. Cariño, no tienes por qué que soportar estas cosas tu sola, sabes bien que podemos buscar una ayuda diferente Molly, lo que sea. Somos tu familia y estamos aquí para apoyarte.

—Ya basta mamá —levanto mi voz aún más— ¿Por qué lo haces? Quedamos en que no hablaríamos más de esto y tú... Siempre que tienes oportunidad lo sacas a la luz.

Mis manos comienzan a temblar y esa sensación de asfixia comienza a aglomerarse en mi pecho.

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