CAPÍTULO 4

Capítulo 4

Un viaje con sorpresas

La preocupación de mi padre es evidente y eso se debe a que he dejado de comer por las noches. Esto no es cosa de un solo día, llevo mucho tiempo en esta situación.

Siempre que los escucho mencionar algo al respecto me hago la sorda o simplemente evado el tema. Ahora me ofrece atención médica especializada o quizás psicológica, acto que me enfurece aún más.

Estoy cansada de recurrir a distintos doctores para que todos terminen diciéndole la misma m****a, que estoy bien y que tengo el peso acorde a mi edad. Ya estoy cansada de repetirles lo mismo y jurarle a mis padres que es cierto, que estoy bien y que mi falta de apetito no se debe a eso.

Pero esa m*****a voz en mi cabeza nunca se calla y me atormenta, no cesa de murmurarme siempre lo mismo, esas cosas que he luchado por enterrar en mi memoria para ser fuerte y continuar.

Suspiro profundamente tratando de tragarme el enojo que me corroe por dentro y le sonrió a mi padre con intenciones de suavizar las cosas, pero el no me sonríe de vuelta, lo que me da a entender que sigue enojado.

—No se preocupen por nada, comeré suficiente en el día —les explico para tranquilizarlos—. Con eso será suficiente, créanme.

—No te pases Molly, sabes bien que así no funciona. Te comportas como una muchachita malcriada y no voy a permitir semejante arrogancia.

Puedo sentir cuan enfurecido está papá, pero a mi también me duele soportar las críticas que me hacen cada día.

—Bueno ya... Se acabó el tema —mi madre interviene apenas nota que estoy a punto de llorar —Debes terminarte toda la cena, o sabes que no habrá viaje—.

A pesar de que trata de aliviar la tensión del momento, puedo darme cuenta de que se siente muy decepcionada, lo veo en sus ojos y eso me hace sentir peor.

Tal vez fueron las malas acciones de mi pasado que han hecho que mis padres actúen de esta manera, pero estoy harta de que me recuerden esa parte de mi vida que no quiero revivir jamás.

Los errores que cometemos en el camino no deberían definir quienes somos. Al contrario, nos permiten aprender de ellos y reconocerlos para no repetirlos.

Las equivocaciones nos muestran que somos mucho más que las malas decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas. Pero mis padres siguen viéndome como aquella niña indefensa que no sabe como lidiar con sus inseguridades.

Llevo un pequeño bocado de comida a mi boca y lo mastico con desgana, lo paso con dificultad, mientras que una expresión de disgusto aflora en mi rostro y mis padres solo miran con preocupación.

Antes de dejar que pronuncien una sola palabra me levanto de la mesa.

—Terminé, buenas noches —les digo y ellos me miran desafiante—.

—Así no es, Molly. Has dejado la comida entera en tu plato —agregó mi madre—.

—Ya estoy bien así, además, debo ir a arreglar las cosas para mi viaje, no he terminado de empacar y las maletas no se llenarán solas.

—Te escuché llorando hace un rato en tu habitación.

—¿Ah? ¿Que yo qué? —pregunto con mi mejor cara de póker, resulta que aquellos vergonzosos sonidos que escuchó mi madre en mi habitación no eran más que gemidos finos, producto del goce que sentía en mis sueños— Ah, ya... Recuerdo.

—¿Entonces? —enarca una ceja—

—No lloraba —respondo y siento como mi cara se va calentando, podría jurar que me estoy poniendo roja como un tomate—. Yo... Debo dejar todo listo para mañana, lo siento. Que tengan buenas noches.

«Esto cada día se me sale más de control. ¿Cómo le explico a mi madre que solo eran sonidos raros debido a mi fantasía erótica más deseada? Aff... Esto me va a volver loca»

Entro a mi habitación y me recuesto en la cama a pensar en ese hombre y todas las cosas que quisiera decirle si en algún momento lo tuviera en frente, luego sonrío y trato de dormir un poco, pues mi vuelo sale a las cinco de la mañana.

Cierro mis ojos lentamente, procurando dormirme pronto, pero me es imposible, la emoción no me deja.

...

Se hacen las nueve de la mañana, me encuentro en el aeropuerto de los Ángeles esperando sellar mi pasaporte. La emoción me envuelve y el deseo de ir a recorrer el lugar se hace presente.

Debo admitir que los aeropuertos nunca han sido de mi agrado, el bullicio, la aglomeración de personas, todo me afecta y mi estrés se dispara en segundos, pero lo resisto porque gracias a ello estaré compartiendo más tiempo con mi casi hermano.

Unos minutos más tarde camino al pasillo de salida para recoger mi equipaje y la voz más dulce del mundo me sorprende por la espalda.

—Molly, muñequita hermosa, al fin llegaste.

—No lo puedo creer... Después de ocho meses sin verte, Jhon. Mírate no más, estás tan lindo. ¿A poco ya tengo cuñada nueva y no me has dicho nada?

Él se acerca a mí, envuelve mi cintura con sus brazos y me suspende dándome vueltas en el aire. Yo dudo por un momento, pero lo abrazo de vuelta y dejo un beso en su mejilla.

Hago mi mejor esfuerzo para no llorar, y odio lo sentimental que me pongo en un momento como este. ¡Pero joder! Cuanto extrañaba a este loco.

—¿Cuñada? ¿Cómo así? —pregunta Jhon un poco confuso— La verdad me había arreglado para...

—No importa —interrumpo— Lo importante es que estás aquí y que nos podamos ir pronto de este aeropuerto, siento que me voy a volver loca.

Jhon solo sonrió a medio gas y me guió hasta la salida sin decir una sola palabra. Por dentro sabía que estaba por decirme algo importante.

Ya habrá tiempo para ponernos al día con esas cosas, lo que más quiero ahora es salir de aquí.

En efecto, el aire frío roza mis mejillas en un instante. Cierro mis ojos y doy vuelta en círculos como loca, disfrutando del aire que me rodea.

Este lugar es hermoso. Es lo más bello que he visto en mi vida, que cabe acotar que no he vivido más allá de lo que ofrece el condado de Pierce en Seattle.

Sé que merezco algo más que eso, merezco ser independiente, viajar, conocer el mundo, rodearme de lujos y se que aquí lo voy a conseguir.

—Ey, muñequita hermosa, deja de soñar despierta, ¿Sí? —Jhon me saca de mis pensamientos— Mi padre ha llegado a por nosotros, es un hombre ocupado así que no debemos hacerle esperar.

Me informa y yo solo pude asentir con la cabeza mientras recorremos la distancia que hay desde la salida del aeropuerto hasta donde está estacionado el vehículo.

Nos acercamos a un BMW X1 color negro, vidrios ahumados. Lo más hermoso que he podido ver, aparte del hombre apuesto que está recostado en el vehículo con un cigarrillo en mano.

Por Dios, las vistas que ofrece los Ángeles, sin dudas son las mejores.

En todos los sentidos.

El hombre tiene pinta de señor maduro, de eso no cabe duda, pero que guapo y conservado se ve a distancia. Siento que se me caerán las bragas en cualquier momento.

Ese aire señorial me atrae mucho más de lo que me gustaría aceptar.

Mientras caminamos trato de detallar al hombre que está justo al frente, pero es imposible, está de perfil y aquellas gafas de sol me impide ver su rostro por completo.

—Te he traído un regalo —Jhon interrumpe mis pensamientos y saca de su bolsillo una cadena con un dije muy bonito con nuestras iniciales.

Sin dudas lo abrazo viendo como sonríe mi amigo y veo por el rabillo del ojo que aquel hombre también está esbozando una enorme sonrisa, mismas que son casi idénticas, pero la idea no hace chispa en mi cabeza y se me hizo imposible pensar en que es la copia exacta de la sonrisa de mi amigo Jhon.

—Aún no me la creo que estés aquí —Jhon murmuró y sostuvo mi mano, entrelazando sus dedos con los míos —.

—Yo menos, pero me alegra tanto que sea así.

Respondo y le devuelvo la sonrisa a mi querido amigo.

—Ven, déjame presentarte a mi padre. A veces suele ser amargado, pero descuida. Él nunca está en casa.

Jhon tira de mi brazo emocionado y nos acercamos a donde está su padre.

—Él es mi padre... Paa ella es mi amiga, la que se va a quedar en casa unos días.

—E... Él es tu... ¿Tu papá? —pregunto totalmente sorprendida—.

El hombre se quita sus lentes y pasa cuidadosamente su mano izquierda por su cabello, guarda sus lentes en el interior de su chaqueta y me extiende la mano para saludarme.

Mis piernas temblaban como gelatinas apenas hicimos contacto visual.

Fue como si un gran pase de corriente de alto voltaje recorriera por mis venas al momento en que lo tuve al frente.

Me perdí en el azul intenso de sus ojos. Sé que él también sintió algo y esto me hace temblar aún más.

—Vamos, no actúes como si no lo conocieras, el país entero lo reconoce. —insiste Jhon haciéndome sentir avergonzada—.

No puedo creer que sea él y se me hace casi imposible romper nuestra conexión visual.

El aire comienza a ponerse pesado para mí y mi pecho sube y baja como si estuviera corriendo una maratón.

Tomo su mano y siento que mis piernas me fallan, odio sentirme así.

¿Por qué tuvo que ser él?

Su imponente presencia destila autoridad y poder, lo que hace disipar el cosquilleo que me invade de pies a cabeza.

Mis ojos no pueden dejar de detallar su figura, es enorme, porte robusto, que, acompañado de esa chaqueta de cuero y camisa blanca ceñida al cuerpo, me deja ver lo marcado de sus bíceps y lo tonificado de su cuerpo abdomen. Y aunque lucho por que no suceda, tenerlo así de cerca termina por secarme la boca.

No puedo negar que su cuerpo y físico perfecto me lleva a pensar en aquellos sueños descabellados que he tenido por días. Pero es inevitable, es como si su cuerpo tuviera algún tipo de magnetismo que me atrae a él como un imán.

Me siento estúpidamente embelesada con este hombre, tanto que no puedo prestar atención a las palabras de mi amigo Jhon.

Su cuerpo y su mirada seductora no me permite concentrarme en nada que no sea él. Me tiene la mente en blanco.

No sé que está pasando conmigo, este hombre me ha hechizado. Lo único que sé es que debo dejar de mirarlo, o de lo contrario, mi amigo terminará por darse cuenta que sucede algo.

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