Capítulo 1
Prólogo Muchas veces fui golpeada por la discriminación del ser humano. La gente suele criticarme y juzgarme por mi ritmo de vida y mi manera de vestir. ¡Como si eso define mi verdadera esencia! «Te vistes como una puta, suelo escuchar a diario», recuerdo constantemente que suelen murmurar. Pero no tienen ni idea de por qué lo hago. Me visto así para sentirme bella, hermosa, preciosísima; y lo más importante es que lo hago por mí, no para seducir a ningún patán que solo quiera meterme en su cama una vez y ya. Porque aunque a muchos les joda, mis ingresos y los lujos que me doy no dependen de mi ropa. Yo puedo ponerme, quitarme y enseñar lo que quiera. A fin de cuentas nadie es capaz de ver más allá de la piel. No ven que detrás del escote hay una mujer valiente. No ven que debajo de una minifalda hay una mujer segura de si misma y es allí cuando se dan cuenta de que como no pueden estar a mi nivel, entonces me llaman puta. No soy una simple puta... Soy una Puta Dama. ... —Dime, Rubia hermosa, ¿A caso tienes ganas de besarme? —Jared pregunta con una voz seductora y ronca, ladeando una sonrisa en su rostro, enarcando una ceja, típica muestra de su arrogancia—. Su total confianza sobre si mismo me embelesa por completo me arrastra a leer el poco autocontrol que lucho por conservar cada vez que nos encontramos en los pasillos de su enorme casa, donde me desnuda completamente con su mirada lasciva y repleta de deseos impuros. Mi piel se eriza por completo al ver su mirada invasiva sobre mis labios, descendiendo por mi cuello, mi pecho y mi cuerpo entero. Ver como muerde sus labios al repasar mi figura entera me encanta, sé que él, al igual que yo también muero de ganas de fundirse en mi piel. Empiezo a sentir un fuego intenso que me quema por dentro y la sensación de placer que me embarga al tenerlo a tan solo unos pasos de distancia, me hace perder la razón. La imponente presencia de ese hombre me desequilibra por completo. Me obliga a ceder ante lo que no debo, lo que para mi está prohibido y la idea de caer en la tentación ya no me parece tan descabellada. Su perfume inunda mis fosas nasales y me embriaga su mirada me incita a pecar. Mis manos solo desean deslizarse por su cuerpo. Estoy totalmente fuera de control, lo miro de manera sádica mordiéndome mi labio inferior, como si quisiera devorarlo entero, veo con irremediable deseo su paquetería la cual está a punto de romperle el pantalón. El me pilla mirándolo allí fijamente y sonríe. —Sí, deseo hacerlo, señor Miller —confieso sin reparo, me parece estúpido negarlo cuando siento que estoy a punto de ceder a mis más oscuros deseos, justo con la única persona con la que tengo totalmente prohibido hacerlo—. Pero no debo. El hombre me dedica una de sus miradas repletas de lujuria y pasión. Siento que mi pecho sube y baja muy agitado. Veo a ese hombre acercarse a mí a pasos lentos, pero tan decisivos que me acelera el corazón y mi centro se calienta. La determinación en su mirada me indica que quiere lo mismo que yo y esto me obliga a entender que es tarde para tratar de detener esta loca y desenfrenada pasión que se ha desatado de manera inesperada. Mi pulso se acelera aún más y esto es debido a los pensamientos lascivos que rebosan mi cabeza en este momento. Siento como si mis manos arden de deseo, anhelo tanto recorrer su abdomen con la yema de mis dedos y desprender uno a uno los botones de su camisa. La necesidad de sentir su dorso completamente desnudo me tienta de una manera irracional. Se me hace difícil encontrar una mínima razón lógica para ponerle fin a toda esta locura que está a punto de ocurrir y que yo deseo tanto. —¿Entonces por qué no lo has hecho? —me habla con tanta seguridad que hace que moje mis bragas, siento que no puedo más, el deseo de tenerlo encima de mí se apoderó por completo de mi cuerpo. Una pequeña sonrisa perversa se curva en la comisura de sus labios, este hombre promete ser puro fuego, y yo deseo arder con él. Se acerca a mí, teniéndolo tan solo a centímetros de distancia me es imposible pensar con claridad. Cierro mis ojos y respiro su aroma, tan rico que me envuelve, tan varonil que me seduce. Sus labios una vez más rozan de los míos, en un intento de reclamarlos, tan sensual que hace que me derrumbe entre sus brazos, intento retroceder, pero sus manos al rededor de mi cintura me impiden alejarme y su actitud domadora envía un escalofrío intenso a mi espina dorsal. Jared me toma por las caderas apretándome más a su propio cuerpo, haciendo que sienta su firmeza en su totalidad. Su toque de rudeza me eriza la piel y hace que me queme por dentro de una manera enloquecedora y es que este hombre desencadena en mí, un torbellino de sensaciones fascinantes, mismo que he tratado de mantener enterradas en lo más profundo de mi ser, solo porque son prohibidas para mí. —Sé que eres la misma rubia aquella del bar. Dime, hermosa mujer —demanda tanta firmeza que me desmorono por dentro—. ¿Por qué no respondes mis besos? Sé que al igual que yo, mueres de ganas por hacerlo. Me habla tan cerca de mí oído y se atreve a chuparme el lóbulo de mi oreja. Cosa que me hace erguirme de placer y deseo. Estoy convencida de que ese hombre tampoco puede reprimir todo el deseo que provoco en él. Doy dos pasos en retroceso y su mirada me cautiva, me pierdo en el azul de sus ojos. Mismo que desata en mí toda una nube de perversión y oscuros deseos. Un cosquilleo extraño se hace presente en mi estómago, la idea de pensar que al final si pudo reconocerme me aturde, me agobia. Suelto el aire retenido en mis pulmones y una vez más su cercanía comienza a asfixiarme. Nuestras respiraciones se entrelazan y sus carnosos labios vuelven a jugar a recorrer el borde de los míos en un malintencionado juego de seducción. Inhalo una buena cantidad de aire. —Anda, dime ya —exige en un cálido susurro cerca de mi cuello— ¿Por qué no lo intentas? ¿Qué es lo que te detiene? Cierro mis ojos apretándolos con fuerza y expulso el aire poco a poco. ¡No puedo más! Este hombre me calienta sin siquiera tocarme. Siento que echo fuego, mi intimidad comienza a reclamar su cuerpo. —S. Señor Miller, usted es el padre de mi mejor amigo. Suelto esas palabras casi a rastras, honestamente no quiero que se detenga, pero la razón me obliga a pensar con la cabeza y no con la entrepierna. Veo que sus ojos se tornan vacilantes, sé que esta respuesta no se la esperaba, Jared me mira un poco desconcertado, como si en realidad no supiera la razón por la que no debemos ceder ante lo que deseamos. Suspiro profundo, asumiendo que mis palabras han logrado su cometido y que por fin me va a dejar escapar, pero una vez más me equivoco. Me apretó fuerte del antebrazo sin quitarme de encima su mirada deseosa y necesitada. Ese hombre me aprieta más a su pecho haciéndome sentir como su cuerpo se tiempla junto al mío y su dureza cada vez más rígida aviva el fuego que llevo por dentro. —Sí, y tú eres su amor imposible —contestó con su voz ronca que me encanta, mientras frotaba su erección en mi muslo— Eres prohibida, y eso me gusta. —¡Ah! —un gemido bajito se me escapa, lo que hace que mi acompañante sonría con orgullo—. —No, por favor no sigas —suplico con mi voz entre cortada, tratando de silenciar por completo mis gemidos—. No debemos hacer esto. —Lo sé —deja un beso húmedo en mi cuello y yo cierro mis ojos al mismo tiempo en el que cruzo mis piernas—. Lo sé perfectamente bien. Mi chica mala. Ese hombre recorre mis brazos con la punta de sus dedos y este acto envía un sin fin de vibraciones a mi cuerpo entero, mismo que reacciona al fuego tan intenso de sus delicados besos en mi pecho. Sus acciones no me permiten pensar con claridad, se que no es correcto, es inmoral, pero lo deseo... Lo deseo tanto que siento que ya no es posible parar. En mi cabeza repito una y otra vez que no puedo hacerlo, que este hombre es prohibido para mí, pero ya es muy tarde, mi cerebro ya ha perdido totalmente toda habilidad funcional, siento que me es imposible reprimir lo que siento. Simplemente ya no puedo, de nada ha servido abstenerme. Si al final terminamos en la misma situación que hemos tratado de evitar desde que nos conocimos y odio pensar que esto es real justo con quien no lo tengo permitido. —Jared, por favor. No sigas haciendo esto —suplico en medio de jadeos— Nos hace daño a ambos. Y a Jhon, ya es momento de aceptar que no deb... Coloca un dedo sobre mis labios impidiéndome que diga una palabra más, de pronto me regala una mirada tierna y sutil que me hace creer que va a retroceder, pero una vez más el deseo sobresalta en sus ojos, lo que me hace saber que no hay poder humano que detenga lo inevitable. —¿Entonces no vas a besarme? —suelta un jadeo que me enloquece y acerca sus labios a los míos, casi al punto del roce dejándome la tentación de devorarlos por completo, como solo yo podría hacerlo. —Dime, ¿De verdad quieres quedarte con las ganas de sentir mis labios sobre los tuyos? —desliza su lengua sobre el medio de mis senos. Su completa arrogancia me seduce, sé muy bien que pudo reconocerme aquel día y que hoy solo quiere recordar en carne propia lo sucedido. Desliza su lengua desde mi clavícula hasta detrás de mi oreja y junto a su respiración caliente hace que se me seque la boca y mis piernas empiecen a temblar.Capítulo 2Rico encuentro calienteTengo mi cabeza echa un lío de solo pensar en sus insinuaciones y lo bien que ejerce la manipulación en mí. No me deja ni pensar en lo que que es correcto y lo que no.Aunque en realidad lo sé; "Apartarlo de mí".Debería empezar por eso, ya que es lo que cualquier persona en sus cinco sentidos haría. Pero no puedo, su cercanía me vuelve adicta al deseo de tenerlo.A pesar de que solamente pienso en zafarme de su agarre y salir corriendo. En realidad lo único que quiero es abrir mis piernas para él, recibirlo con todo gusto y disfrutarlo placenteramente como la primera vez.Mi primera vez.Este hombre es un verdadero maestro de la perversión.Me obligo a volver en sí, a ser consciente y alejarme. Pero mis pies no me obedecen porque muy por encima de lo que debo hacer, mi cuerpo se quiere quedar aquí, con él. Disfrutando del placer que me asegura su cuerpo y sus manos, mismas que están quemando mis glúteos y mi espalda.—No era yo la chica de aquella n
Capítulo 3El viaje perfectoMolly¡Oh, no, no pares! Por favor sigue...Ve más rápido.¡Ah! Sí —jadeo fuerte mientras lo miro fijamente, el movimiento constante hace que mi cama suene y veo que se detiene—. Ni se te ocurra. No pares.Le digo y ese hombre sonríe con mañicia. Alza mi pierna de lado y sigue penetrándome sin parar, hasta que me levanta bruzcamente y me pone en cuatro, se entorchala mi cabello en su mano, mientras que con la otra mano me sostiene con fuerza de la cintura.Tiempla mi cabello hacia atrás y aprieta mi cadera al mismo tiempo en que me empotra salvajemente sin contemplaciones.Con una sonrisa y esa voz ronca que no sale de mi cabeza me pregunta si lo estoy disfrutando.¡Por Dios! ¿Que pregunta es esa? Si esto es el puto paraíso. ¿Cómo no habría de disfrutarlo?Sí, me encanta —respondo en medio de gemidos y gritos ahogados—Mis palabras fueron como el detonante que desencadenó toda esta oleada de pasión y lujuria.Sentí como ese hombre se encarnizó conmigo y me
Capítulo 4Un viaje con sorpresasLa preocupación de mi padre es evidente y eso se debe a que he dejado de comer por las noches. Esto no es cosa de un solo día, llevo mucho tiempo en esta situación.Siempre que los escucho mencionar algo al respecto me hago la sorda o simplemente evado el tema. Ahora me ofrece atención médica especializada o quizás psicológica, acto que me enfurece aún más.Estoy cansada de recurrir a distintos doctores para que todos terminen diciéndole la misma mierda, que estoy bien y que tengo el peso acorde a mi edad. Ya estoy cansada de repetirles lo mismo y jurarle a mis padres que es cierto, que estoy bien y que mi falta de apetito no se debe a eso.Pero esa maldita voz en mi cabeza nunca se calla y me atormenta, no cesa de murmurarme siempre lo mismo, esas cosas que he luchado por enterrar en mi memoria para ser fuerte y continuar.Suspiro profundamente tratando de tragarme el enojo que me corroe por dentro y le sonrió a mi padre con intenciones de suavizar l
Capítulo 5Una atracción sin medidasAl sostener la mano de ese hombre, sentí como una oleada de emociones dentro de mi. Un calor sofocante me atrapa y los nervios no dudan en hacerse presentes.Es inexplicable lo difícil que se me hace apartar la mirada y fingir que no estoy a punto de tener un orgasmo visual aquí. Cuando me parece que este hombre es mucho más atractivo en persona de lo que lo veía en las vallas publicitarias y si, en mis sueños más perversos.Mi cabeza comienza a dar vueltas, como si no tuviera actividad cerebral y a pesar de que llevo ropa muy ligera siento que este calor me sofoca. Me quema principalmente ahí. Justo en mi entrepierna.Estoy en llamas, es algo inexplicable, como si el contacto con su mano me hubiera transportado al lugar más caliente del mundo, y lo peor es que me parece que ya empieza a notarlo.¡Ya, Molly, por favor!Debes concentrarte y dejar de desear a ese hombre, eso es, debes meterte en la cabezota que es el papá de tu mejor amigo y que no t