Te daré pelea...

— ¡Gracias señora Ava!— dijo él. 

Llamame, mamá Ava— dijo ella— así me llaman todos acá. 

— Está bien, mamá Ava— dijo él— estoy muy agradecido de su ayuda. 

— Todavía no me des las gracias— dijo ella— cuando tengas el empleo me las das. 

Le dió un nombre y un número telefónico en un papel para que fuera hasta allá, al día siguiente pensaba ir y hablar con la persona que ella le sugería; estuvo pensando en la discusión que había tenido con su padre.

No le gustaba estar enemistado con él, lo amaba, pero no le agradaba que le obligarán a hacer algo, quizás si hubiera usado otro método, ya no importaba, había sucedido de esa manera; esa noche se acostó con grandes esperanzas. 

A la mañana siguiente volvió a la calle, después de dejar su currículum en más oficinas contables, se dirigió hasta la dirección que le había anotado mamá Ava. 

Al llegar al lugar, vio un hermoso edificio de varios pisos, se veía que era una empresa contable muy sólida, en la entrada había un guardia al que preguntó por el señor Thompson.

El hombre le indicó dónde dirigirse, tomó el ascensor, unos minutos después, una chica le pidió que esperara, pasó más de media hora, cuando por fin fue recibido. 

— Buenos días, señor Thompson, soy Alexander O'Sullivan, la señora Ava Coleman me dió su nombre y dirección— dijo Alex. 

— Si, ella me llamó anoche mi querido amigo, déjame ver tu curriculum— dijo Thompson.

Lo revisó y al ver el nombre dijo devolviéndole la carpeta. 

— O'Sullivan, el problema que tengo, es que eres hijo de Alvin  y hay una advertencia para quienes te demos trabajo en éste condado— dijo Thompson. 

Alex se sorprendió al escuchar la explicación de éste hombre, "tanto era el  miedo a su padre, que le obedecían como si fuera un rey" Pensó. 

— Entonces, mi padre manda en todo éste lugar— dijo Alex. 

— Es un hombre poderoso, puede arruinar cualquier empresa con solo una llamada— dijo él— no deseo enfrentar la ruina, arregle su situación con su padre, tendrá una mejor vida con él  su padre de su lado. 

Alex apretó sus dientes ante la impotencia de no tener una respuesta lógica para éste hombre atemorizado ante el poderío de Alvin O'Sullivan, ¿que podía hacer?  No tenía idea. 

— Quizás, si usted no tuviera ese nombre, el que lo identifica como hijo de Alvin O'Sullivan, todo sería diferente— dijo Thompson. 

— Usted me ha dado una idea señor Thompson— dijo Alex— si cambio mi identidad, ¿usted me daría la oportunidad de tener un empleo en su empresa? 

— Es un riesgo que podría correr, puedo pensarlo y ver cómo engañamos a tu padre— dijo el hombre. 

Mientras en casa de Samantha,  desde la discusión que tuvo con su madre, se había encerrado en su habitación, aunque Simone tocó y tocó ella no le abrió por nada del mundo. 

No le quería faltar el respeto y por eso mejor se quedaba allí hasta que se le pasara la intensidad, estaba segura que ya al otro estaría más calmada. 

Así era ella toda explosion, pero en el fondo era una mujer buena, solo que intensa, demasiado para su gusto. 

En la noche cuando bajó a cenar, su madre no se veía por ninguna parte, solo cenaron ella y su padre, quizás estaba en alguna reunión de negocios. 

Pasaron varios días sin que se tocará el tema, se sentía tranquila, sabía que solo había sido una explosión de su madre, la conocía muy bien, esa mañana bajó como siempre, cuál fue su sorpresa, que al llegar al comedor, su madre estaba sentada esperando. 

—¿Te tengo que montar cacería para poder seguir conversando contigo Samantha? — dijo Simone. 

— ¿Me has estado montando cacería a mí? Yo no me he escondido,  he estado todo el tiempo aquí en casa, la que no he para acá, eres tú mamá— dijo Samantha. 

— Eso no importa, lo que realmente importa acá, es que me dejaste con la palabra en la boca la última vez, y necesitamos hablar seriamente del asunto, Samantha— dijo Simone. 

— Mamá, pensé que el tema ya había sido superado, sí es tocar nuevamente el asunto de un matrimonio por contrato, conmigo no cuentes, no voy a casarme con alguien que tú me impongas, ¡Ya te lo dije!— dijo Samantha. 

— Y yo te digo, niña mantenida qué no acepto un no por respuesta, te casas porque yo lo digo, porque yo soy quien te doy el dinero para mantenerte, porque pago cualquier gasto tuyo,— dijo Simone— así que tienes que obedecerme porque yo lo decidí así. 

— Lo siento, no soy tu esclava, ni eres mi dueña, tengo libre pensamiento y acción, mi albedrío está intacto, no tengo porqué obedecer, aparte de eso, soy mayor de edad,— dijo Samantha— tengo veintitrés años no quince, ya tengo una carrera universitaria, así que; ¿cuál es tu problema? 

— Mi problema es, que necesito una alianza comercial y tú eres mi as bajo la manga, muchachita terca— espetó Simone fastidiada. 

— Lo siento mamá, ya te dije que no, no voy a hacer tu voluntad, y si tengo que irme de la casa, y vivir mi propia vida lo haré, no voy a soportar tus órdenes— dijo Samantha. 

— ¡Excelente, hazlo! ¡Vete de casa, a ver cuántos días vives sin los lujos que aquí tienes, anda toma tu maleta y sal a la calle!— exclamó Simone— ¡Te doy veinticuatro horas, para que vuelvas pidiendo ayuda, rogando casarte con el hombre que escogí para ti! 

— ¡Cómo quieras, te tomó la palabra, vamos a ver, quién se rinde primero Simone Martin!— exclamó también Samantha. 

Simone se quedó mirando como su hija subía a su habitación, no podía creer que ésta muchacha terca no quisiera obedecerla, buscó a Arnold y le dijo:

— ¡Hazme el favor y ve a hablar con tu hija,  no quiere obedecer lo que le estoy exigiendo!— la voz de Simone estaba llena de preocupación— porque si no, vamos a estar en problemas; ya le di mi palabra Alvin O'Sullivan. 

— Simone,  debiste primero hablar con Samantha, no puedes obligar a tu hija a hacer tu voluntad, es una mujer hecha y derecha, no ninguna niña— dijo Arnold. 

— Tú y ella, deben apoyar lo que yo digo, porque de eso depende nuestro éxito económico,— dijo Simone, preocupada— Arnold, ve y habla con ella, convencela de que acepte casarse con el hijo de O'Sullivan. 

— Lo intentaré, pero no te prometo nada— dijo Arnold— conozco más a Samantha que tú y una vez que decides algo, no hay manera de que cambie de opinión. 

Salió hacia la habitación de su hija y tocó antes de comprobar si podía entrar, la puerta estaba abierta, la vió metiendo ropa en su maleta, escogiendo lo más práctico que podía usar lejos de casa sin lujos. 

— Papá, espero que no vengas a pedirme que obedezca a mamá— dijo ella. 

— Eso es lo que ella cree— dijo sonriendo— solo vine a preguntarte; ¿qué piensas hacer? 

— No lo sé, por los momentos irme de casa, hacer mi vida, buscar un trabajo— dijo Samantha— vivir de lo que gane, demostrar a Simone Martin que no soy ninguna mantenida. 

— Mira, tengo una buena amiga que tiene una casa de renta familiar al otro lado de la ciudad— dijo Arnold— ésta es su tarjeta, tengo años sin hablar con ella, pero allí está sujeta dirección. 

— ¡Gracias papá, eres mi ángel Salvador! — dijo ella— ¿cómo conoces a ésta mujer? No es de tu círculo social. 

— Lo fué, se reveló de las órdenes de sus padres, se casó con un buen hombre, ellos la desheredaron, pero ella salió adelante,— dijo Arnold— de vez en cuando hablabamos por teléfono, es una mujer con excelentes contactos para trabajar. 

— ¡Me encanta tu amiga, es de las mías! 

— dijo Samantha— ¿Mamá la conoce?

— Si, pero obviamente la execró de sus amistades por casarse con alguien inferior en clase social— dijo el padre de Samantha— ¡Toma ésta extensión  tarjeta, úsala si la necesitas! 

— ¡No papá!— dijo ella— sí mamá se entera nos mata a los dos. 

— Ella no sabe que la tengo— dijo Arnold— también tengo mis mañas. 

— ¡Te amo papá!— dijo Samantha—cuida a la intensa de mi madre. 

El le guiñó un ojo y dijo:

— ¡Siempre lo hago!— dijo él— arma tu show, mientras bajas. 

Samantha salió del cuarto gritando a su padre. 

— ¡No papá, no me vas a convencer! ¡Me voy, haré mi vida! ¡Jamás me volverán a ver!— gritaba Samantha a todo pulmón. 

Detrás Arnold también decía:

— ¡Samantha, tu madre y yo deseamos lo mejor para ti! ¡Piensa en nuestro futuro financiero! 

— ¡Adiós papá!— exclamó Samantha. 

Salió hasta la calle ya había llamado un taxi y la estaba esperando fuera de la gran mansión, Samantha salió, se quedó unos segundos mirando la fachada de la casa de sus padres y lágrimas rodaron por sus mejillas. 

— Vamos señor, lléveme a ésta dirección— dijo ella. 

Atrás quedaba una vida de veintitrés años, llena de lujos y mimos, renunciaba a todo eso, con tal de ser libre de escoger su destino con el don más grande que había recibido al nacer, la libertad de escoger. 

Unas horas más tarde llegaba a la dirección, donde estaba la casa que su padre le había recomendado, era una bonita casa, tenía una fachada que invitaba a sentirse cómodo. 

Llamó a la puerta y esperó unos minutos,  le abrió una mujer que a leguas se notaba que era una dama. 

— Buenas tardes señora, busco una habitación en éste lugar— dijo Samantha— vendo de parte de Arnold Martin. 

La mujer alzó las cejas y dijo:

— ¡Mi gran amigo Arnold! 

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