Eran más de las nueve de la mañana y Emily no se había despertado. Preocupada por lo que le podía haber pasado -porque ella era siempre muy madrugadora- Marge entró en su habitación y la encontró despierta, mirando al techo como una mujer que acababa de morir y nadie había tenido la gentileza de cerrarle los párpados.
Comprensiva de lo que debía estar atravesando, y que tanto le costaría procesar, se sentó a su lado, contra el borde de la cama.
—¿Quieres que te prepare algo? ¿O te traigo un croissant de mermelada?
Los ojos de Emily, fijos en el techo como los de una poseída, se giraron para penetrar en los más hondo de la mirada de su amiga.
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Después de su jugada maestra con la abogada de Emily, a la que la dejó desconcertada y, según le dijeron los vigilantes del edificio y, después comprobó, entre risas, con las cámaras de seguridad, entró a los baños del piso novenoa vomitar, Javier estaba convencido de que el video grabado en su despacho debía ser suficiente para limpiar su imagen y demostrar que era EmiCrusher quien no deseaba llegar a un acuerdo sobre el cumplimiento del contrato de matrimonio.—Debemos subirlo sin ediciones, señor —dijo el consultor de redes sociales de Javier, a quien el joven multimillonario había enviado el video y ahora tenía en teleconferencia—, para no generar controversias sobre su autenticidad o descontextualización de las escenas y diálogos.
El nuevo debate que ocupaba la atención de Emily y Marge era si, a la reunión de esa tarde con Carrara, debía ir la influencer o “su” abogada. La balanza estaba más inclinada a la primera que a la segunda, pero Emily tenía sus dudas o, más bien, se sentía motivada por el repentino e inesperado cambio de la situación y deseaba asistir en el rol de su nuevo personaje, hasta que Marge sacó el argumento con el que dirimió la situación:—No tenemos dinero para el maquillaje de Elizabeth, lo siento, tampoco para alquilar su carro y el traje de chófer.—¡Aich! —Se lamentó Emily.—Y, de todas formas, ¿qué ibas a hacer haciéndote pasar por una abogada entre abogados?
Uno de los abogados se encargó de hacer de secretario de la reunión que, pese a estar siendo grabada, también contó con las anotaciones que haría el recién designado sobre los acuerdos a los que las partes llegaran.Carrara se encargó de introducir el objetivo de la reunión, que no era otro sino el de llegar a un acuerdo sobre lo que Emily y Javier estaban enfrentados.—Y evitar las costosas y largas demandas que ello pudiera acarrear —precisó Carrara sin apartar su mirada de Emily, a quien iba dirigida esa advertencia.—Yo quiero decir algo —dijo Emily al sentirse aludida por el último comentario del abogado—. Y es que, además de mi representante, amiga y asistente Marge, también cuento con la asesor&ia
Habría sido mejor entregar el canal, sin ningún tipo de indemnización ni pago, luego de reconocer, ante todos sus seguidores, que no era más que una tontarrona y firmar un documento en el que se obligaba, de por vida, a no volver a grabar un solo video o tomarse una foto, antes que aceptar lo que Carrara acababa de proponerles.—Por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia, voy a casarme con este sujeto ¡Nunca! —dijo Emily, con los brazos cruzados y la espalda recostada en el sillón de la lujosa sala de juntas.—Por primera vez, creo que estoy de acuerdo con mi contraparte en que me es inaceptable un arreglo así —dijo Javier, también de brazos cruzados y recostado contra el espaldar de la silla.—Si me per
Sin sorpresas, ni letra pequeña, ni extraños países en los que sería aplicado o verificado el contrato, con expresiones lo más claras posibles y la firma, ante un notario, que leyó y verificó la autenticidad del nuevo contrato, Leidy Emilia Roxana de la Vega y Naco Javier Patricio Cifuentes, se comprometieron a contraer matrimonio en treinta días contados a partir de la fecha.—Solo les pido —dijo Carrara cuando Javier terminaba de poner su firma—, que no se hagan trampas, no empiecen a atacarse ni distorcionen el sentido de lo que están suscribiendo, y así se ahorran problemas mayores, ¿les parece?—Solo debo anunciar, en mi canal, que al final sí me caso —dijo Emily—, y hasta voy a organizar un concurso para el dise&ntild
Se acercaron a la barra para pedir tres cervezas, luego de haber conseguido atravesar por un espacio, casi contra las paredes del bar, por el que la densidad de personas reunidas era menor y en donde solo les chorrearon en dos ocasiones.—Creo que estos sitios ganan más por el licor tirado al suelo que consumido —dijo Javier cuando alcanzaron su objetivo.—Ahora viene lo más difícil —dijo Emily, acodada contra la barra, a su lado.—¿Lo más difícil?—Conseguir la atención del barman.Javier la miró incrédulo, hasta que vio a varias personas que, habiendo llegado después de ellos, conseguían sus bebidas sin que a &ea
El sol se filtró por el resquicio del blackout que la extensa cortina no alcanzaba a cubrir por un milímetro que solo podía ser detectado si se tenía la suerte de Emily en ese momento, cuando, a dieciséis grados exactos del punto por el que se filtró el rayo del astro rey este coincidió con sus pequeñísimos ojos cerrados, quemando los párpados peor que si fueran los de un vampiro.—Aaaaaaaaayyyyyyy —Se lamentó la joven, con el mismo tono de voz que hubiera empleado una momia luego de que su sueño de trece mil años fuera interrumpido por un curioso arqueólogo—. Maaaaarrrrrccccchhhh, el soooool. Aaaaaaaayyyyy.Después de quince minutos de una quemadura que comprometía su salud mental en el cortísimo plazo, Emily se d
Abrió los ojos al sentir algo extraño a su lado. Era como un muñeco de felpa, pero menos peludo, aunque suave y mullido. Primero pensó que debía ser Emily, a la que a veces le gustaba pasarse a su cama, en especial si había trasnochado viendo una película de terror, pero era demasiado grande y pesado para ser ella, mucho más menuda y delgada, incluso era unos centímetros más bajita que ella, contrario a lo que estaba estorbando su sueño, que era pesado y enorme.Con los párpados todavía a medio despegar, no reconoció lo que era, envuelto en un barullo formado por las sábanas y el cubrelecho. A punto estuvo de descubrirlo cuando, al estirar su brazo, sintió que estaba desnuda.«¡Miércoles!», pensó al