Se acercaron a la barra para pedir tres cervezas, luego de haber conseguido atravesar por un espacio, casi contra las paredes del bar, por el que la densidad de personas reunidas era menor y en donde solo les chorrearon en dos ocasiones.
—Creo que estos sitios ganan más por el licor tirado al suelo que consumido —dijo Javier cuando alcanzaron su objetivo.
—Ahora viene lo más difícil —dijo Emily, acodada contra la barra, a su lado.
—¿Lo más difícil?
—Conseguir la atención del barman.
Javier la miró incrédulo, hasta que vio a varias personas que, habiendo llegado después de ellos, conseguían sus bebidas sin que a &ea
El sol se filtró por el resquicio del blackout que la extensa cortina no alcanzaba a cubrir por un milímetro que solo podía ser detectado si se tenía la suerte de Emily en ese momento, cuando, a dieciséis grados exactos del punto por el que se filtró el rayo del astro rey este coincidió con sus pequeñísimos ojos cerrados, quemando los párpados peor que si fueran los de un vampiro.—Aaaaaaaaayyyyyyy —Se lamentó la joven, con el mismo tono de voz que hubiera empleado una momia luego de que su sueño de trece mil años fuera interrumpido por un curioso arqueólogo—. Maaaaarrrrrccccchhhh, el soooool. Aaaaaaaayyyyy.Después de quince minutos de una quemadura que comprometía su salud mental en el cortísimo plazo, Emily se d
Abrió los ojos al sentir algo extraño a su lado. Era como un muñeco de felpa, pero menos peludo, aunque suave y mullido. Primero pensó que debía ser Emily, a la que a veces le gustaba pasarse a su cama, en especial si había trasnochado viendo una película de terror, pero era demasiado grande y pesado para ser ella, mucho más menuda y delgada, incluso era unos centímetros más bajita que ella, contrario a lo que estaba estorbando su sueño, que era pesado y enorme.Con los párpados todavía a medio despegar, no reconoció lo que era, envuelto en un barullo formado por las sábanas y el cubrelecho. A punto estuvo de descubrirlo cuando, al estirar su brazo, sintió que estaba desnuda.«¡Miércoles!», pensó al
Ya de regreso en casa, y habiendo dormido en sus habitaciones, Emily y Marge realizaron, editaron y subieron no solo el video de las sugerencias ganadoras del concurso para “poner en jaque” a Javier, sino también el que anunciaba la encantadora noticia que le daba un final feliz a la presión que los seguidores de EmiCrusher habían ejercido sobre el renuente multimillonario e hizo realidad el sueño de la influencer de contraer matrimonio con el apuesto dueño de una de las principales criptomonedas del mundo.—Estoy muy feliz y quiero agradecerles a todos ustedes su apoyo —dijo Emily en el especial que realizó por el feliz anuncio de su boda, que se llevaría a cabo en menos de veinticinco días—. Este será un mes lleno de concursos, especiales, streams y juegos en vivo, en el que les estaré dando exclusivas sob
La llamada se prolongó más de lo que Marge consideraba conveniente y eso solo podía significar que iba a haber problemas, o que ya los había, pero que estaban por empeorar. No pudiéndose concentrar en su trabajo, por la ansiedad que cada minuto se hacía menos tolerable, Marge se acercó a la puerta de la habitación de Emily para intentar escuchar cualquier cosa que le diera una idea de lo que estaba sucediendo. Cuando llegó y, oyendo solo un lejano murmullo, adhirió su oreja, con la esperanza de escuchar mejor, la puerta se abrió contra su cara.—¡Ay!—¡Qué haces, chismosa!—Lo siento, lo siento. —Se disculpó Marge—. Es que no podía soportarlo más, te demoraste un mont&oac
El taxista tardó casi veinte minutos en acomodar el equipaje de la mamá de Emily y, pese a tener un vehículo con un baúl grande, las tres mujeres debieron estrecharse en el asiento trasero para dar espacio a las maletas de Estefanía, a las que tampoco bastó con ocupar el asiento del copiloto.—¿Es que piensas quedarte a vivir conmigo y te has empacado la sala? —preguntó Emily cuando, exasperada, vio que casi tuvo que cargar a Marge en sus piernas para que cupieran en el taxi.—No seas exagerada, chiquita, que son solo unas cositas —contestó Estefanía—. Lo indispensable para el tiempo que queda hasta tu boda.—Te apuesto que se alarga a dos o tres años, después de tu boda —susurró
Cuando entraron al club, las miradas de la gente, desde los stewards de la entrada a la de los barman, se posaron -y se desprendieron con dificultad- de Estefanía, acostumbrada a que siempre fuera así y que, con solo subir al área VIP de la discoteca, hubiera lista una mesa para ella, sobre la que llegaban botellas y copas invitadas por los caballeros que la rodeaban. Esa noche no fue la excepción y, después de haberse sentado y recibido la primera botella de champán, Estefanía se levantó al lavado, dejando a Emily y Marge a cargo de recibir cualquier otra bebida que los meseros trajeran.—¿Ya habías salido antes con tu mamá? —preguntó Marge, sorprendida de que, sin ningún esfuerzo y sin siquiera haber cruzado una palabra con alguien, tuvieran un champán tan costoso sobre la mesa.
Cuando Emily regresó del baño, encontró a Marge escuchando, con la mirada inquieta, al hombre que se había apropiado de su puesto. Pensó en rescatarla llevándola a bailar, pero eso implicaba dejar la mesa sola y la posibilidad de perder las botellas. Sin saber qué hacer, pensó en sentarse e intentar alejar al invasor con alguna conversación desagradable, pero antes de que pudiera poner su lindo trasero en el sillón, vio venir a su madre, acompañada de un apuesto joven que tenía la edad para ser el hermano de Emily.«Nunca va a cambiar», pensó.—Ven, vamos a bailar —dijo Emily al llegar a la mesa, tomando la mano de Marge.—Espera, chiquita, quiero que conozcas a Michael. —Escuc
Como hubieran previsto, Estefanía, desde la hora del desayuno, estaba ya hablando de lo que tenían que hacer para la boda de su hija.—Es que por esa, y no otra razón, vine a pasar estos días contigo —dijo la mamá de Emily mientras calentaba unas arepas en la estufa—, pese a que fuiste muy desconsiderada y no me dijiste nada, chiquita. Tuve que enterarme por tus redes sociales.—Pero mamá, si lo llevo diciendo desde hace más de un mes —protestó Emily, sentada en el comedor con un gran vaso de naranjada enfrente, que tomaba a sorbitos.—No seas mentirosa, que yo soy tu seguidora número uno, chiquita, y sé que, hasta ahora, conseguiste que ese galán se comprometiera de verdad contigo.