Cuando entraron al club, las miradas de la gente, desde los stewards de la entrada a la de los barman, se posaron -y se desprendieron con dificultad- de Estefanía, acostumbrada a que siempre fuera así y que, con solo subir al área VIP de la discoteca, hubiera lista una mesa para ella, sobre la que llegaban botellas y copas invitadas por los caballeros que la rodeaban. Esa noche no fue la excepción y, después de haberse sentado y recibido la primera botella de champán, Estefanía se levantó al lavado, dejando a Emily y Marge a cargo de recibir cualquier otra bebida que los meseros trajeran.
—¿Ya habías salido antes con tu mamá? —preguntó Marge, sorprendida de que, sin ningún esfuerzo y sin siquiera haber cruzado una palabra con alguien, tuvieran un champán tan costoso sobre la mesa.
Cuando Emily regresó del baño, encontró a Marge escuchando, con la mirada inquieta, al hombre que se había apropiado de su puesto. Pensó en rescatarla llevándola a bailar, pero eso implicaba dejar la mesa sola y la posibilidad de perder las botellas. Sin saber qué hacer, pensó en sentarse e intentar alejar al invasor con alguna conversación desagradable, pero antes de que pudiera poner su lindo trasero en el sillón, vio venir a su madre, acompañada de un apuesto joven que tenía la edad para ser el hermano de Emily.«Nunca va a cambiar», pensó.—Ven, vamos a bailar —dijo Emily al llegar a la mesa, tomando la mano de Marge.—Espera, chiquita, quiero que conozcas a Michael. —Escuc
Como hubieran previsto, Estefanía, desde la hora del desayuno, estaba ya hablando de lo que tenían que hacer para la boda de su hija.—Es que por esa, y no otra razón, vine a pasar estos días contigo —dijo la mamá de Emily mientras calentaba unas arepas en la estufa—, pese a que fuiste muy desconsiderada y no me dijiste nada, chiquita. Tuve que enterarme por tus redes sociales.—Pero mamá, si lo llevo diciendo desde hace más de un mes —protestó Emily, sentada en el comedor con un gran vaso de naranjada enfrente, que tomaba a sorbitos.—No seas mentirosa, que yo soy tu seguidora número uno, chiquita, y sé que, hasta ahora, conseguiste que ese galán se comprometiera de verdad contigo.
El estado de humor de Emily no estaba para hacer videos, tampoco para jugar videojuegos, ni siquiera de forma individual, y Marge tuvo que suplir su falta de ánimo haciendo publicaciones de fotos pasadas y lanzando una encuesta sobre el mejor sitio para realizar la despedida de soltera, anticipándose así a las locuras que Estefanía pudiera tener en mente, además de no perder el contacto con los seguidores.En tanto, Emily estaba encerrada en el cuarto de Marge, después de la invasión que su mamá hiciera del suyo, mirando la pantalla del celular con el número de su papá, sin atreverse a marcarle, pero deseando hacerlo. Solo bastaba con que su dedo se impulsara y presionara la tecla verde, nada más, un paso tan simple, pero complicado al mismo tiempo.Cuando su mamá ll
Pasó el día y el papá de Emily no encontró un espacio para llamarla. «Seguro y ha estado con los gemelos en la piscina, todo el día», pensó la joven. «Mañana me llamará, sin duda». En tanto, Marge organizó la cita de streaming con XinaCool y le comentó el favor que requería EmiCrusher para que postulara un sitio en donde celebrar la despedida de soltera, en la encuesta que había organizado para eso, y que llamara a todos su seguidores a votar por su opción.»¿Me puedes explicar por qué necesitas que mi propuesta gane?Escribió XinaCool.»Emily no quiere que gane la propuesta de su mamá. ¿Puedes ayudarla?&
No entendían cómo era posible que la propuesta de Estefanía le estuviera ganando, por tantos votos de diferencia, a la de XinaCool, una influencer que, desde el lanzamiento de la encuesta, había logrado acumular más de veinticuatro mil votos y que, con el “empujón” que le hizo Emily en el streaming, había logrado casi diez mil más.—Ya casi llego a cincuenta mil, chicas —dijo Estefanía, ajena a la consternación de las dos jóvenes—. ¿No les parece increíble?Increíble sí era, pensó Emily, pero para nada le parecía una buena noticia. Al fin se atrevió a preguntar.—¿Cómo lo lograste, mamá? Al despertar, Estefanía escuchó ruidos en la cocina y se alarmó. Se quitó la venda con la que dormía de los ojos y, con pasos calculados, se levantó. Se acercó a la puerta de la habitación de su hija y, con la oreja pegada a la madera, escuchó con atención. Los sonidos iban y venían, a veces maldecían, sacudían alguna sartén o plato y volvían a callarse; debía tratarse de ladrones, pensó Estefanía, rastrojeando entre el menaje en búsqueda de dinero o joyas ocultas.Miró a su alrededor, por algo que le sirviera para salir a confrontar al ladrón y salvar las pertenencias de su hija, pero no encontró más que peluches, cuadernos, micrófonos, cámaras, consolas y videojuegos en cartuchos y CD´s. Temió abrir el closet y haIntruso en casa
Metida en su cuarto, Emily respondió a la llamada.—Papá, hola.—Preciosa, ¿cómo estás? Qué pena contigo, pero es que ayer…—No importa, papá, entiendo.—¿Cómo has estado, linda? ¿Qué tal te van las cosas?—Bien, bien, papá. ¿Sabías? Voy a casarme en veinte días, bueno, creo que ya en diecinueve o dieciocho.—¡Entonces es cierto, preciosa! Estoy muy feliz por ti, mi cielo. Supongo que estoy invitado.—Claro que sí, papá, tú y mis hermanos,
Vestida con un gabán, pañoleta y gafas oscuras, Emily salió acompañada por su mamá y mejor amiga. Tomaron un taxi que, por sugerencia de Emily, debía dejarlas a unas cuadras del “establecimiento de entretenimiento adulto” al que iban.—¿No crees que exageras, chiquita? ¿Y gafas oscuras, en la noche?—Como si tuviera una conjuntivitis severa, mamá.—Uich, así ninguno de esos guapos se te va a acercar, hija.—Mejor. No pretendo que se me acerquen.Fieles a la petición de Emily, se bajaron a cinco cuadras del lugar y caminaron.—Pareces una esposa c