Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... Aquella morena de mirada agachada, llegó a mí como viento de un solsticio de verano. Dio cada paso firme y descalzo entre aquella hierba verde y con grava en su camino. Sus vistas marrones me hipnotizaban, como dos brillantes joyas de piedras magníficas. Sus cabellos eran como olas del mar, que caían largamente en un tono oscuro de troncos novicios. Yendo hacia sus caderas que se balanceaban queriendo embrujarme más aún. Suspiré con aquella tentación, vestida en harapos mientras su piel oscura relucía en un ligero dorado por los rayos solares que golpeaban entre los follajes de la vegetación densa. –¿Quién es, mujer? –Pregunté todavía inmerso en tal belleza. –Soy... –Ella se demoró en pararse y mirarme con una mirada de deseo, llevó sus vistas hasta mi espada que yacía en la cintura a la izquierda. –Sólo soy una mujer perdida y hambrienta. dame de comer, hombre?! –... –Estaba preocupado por tales peticiones
Mavie... Respiré profundamente desde ese balcón del edificio, observando a esas pequeñas hormigas humanas yendo y viniendo para siempre. Eso me cansaba y dejaba más claro cómo esa raza era tan inútil y más allá de todo débiles. Podían morir aleatoriamente. Hasta se atragantaron con un pedazo de carne. Toqué la piedra de aquel edificio antiguo y esperé mientras intentaba recordar sobre lo que había adquirido en esa investigación mía. Fui de Georgia a Carolina del Norte en menos de dos meses, recogiendo pistas y algo que no me dejaba parar hasta seguir al final de todo eso. Hasta encontré sólo un cordón, y un cuchillo infernal con su hoja partida en dos. Ropas perforadas y cenizas en todo el lugar del grupo de Denver y de Samall. Aquello no me olía bien. Una emboscada. Eso es lo que esos cazadores de mierda hicieron. Sin embargo, había algo mejor que eso que había encontrado. Y que era algo que sólo cierta persona usaba, un encendedor ornamentado y que era raro de encontra
Emme... Hacía dos meses que no lo veía más, eso corroyó mi corazón totalmente. Pero fue necesario para ambos. Para alinear mis pensamientos y para que yo tomara la decisión correcta, para los dos. Saber por mí misma el secreto de Carlisle me consumía por completo, porque no podía desahogarme con mi madre y mucho menos con Kyle, o con otra persona siendo tachada de loca por todos. Respiré profundamente, aún estoy procesando cómo sería esta conversación. Después de tanto tiempo ausente, lo extrañaba más que el miedo a su lado oscuro. Extrañaba su lado protector y juguetón, que me hacía alegre y me alejaba del vicio que tenía en bebidas alcohólicas. De cómo nos mimaba a mí y al Señor Waffles, que se puso triste con su partida. Y ahora sólo quería saber dormir, apenas se alimentaba bien. Llevé mis dedos hasta aquel felino y lo Afagicé con cariño, al deslizar una sonrisa en mi rostro melancólico. Puse una ropa ligera. Un jeans y una blusa de tirantes fina común. Me até el p
Los Breenden... Una camioneta moderna se detuvo frente a una calle, la puerta negra y grande golpeó saliendo de allí a un hombre barbudo y de apariencia hostil a pesar de estar completamente arreglado en sus ropas. Detrás de los asientos de los pasajeros. Salieron otros dos chicos, un joven que parecía tener 16 años y otro que parecía tener 20. Los tres traían algo peculiar. Cabello negro y mirada verde hoja que dejaba en claro sus bellezas, incluso si aquel hombre tenía arrugas y canas por su cabeza y barba. Tomaron un mapa mientras el mayor sacaba un celular de su bolsillo.–¿Papá? –Dijiste el más joven.–¿Qué pasa Josh? –Dijo el hombre al marcar un número en el teléfono. Llevó al oído que comenzó a llamar.–¿Esa es la ciudad en la que está esa cosa?! –Preguntó al tocar el coche. Su otro hermano analizaba el mapa.–Es lo que Rex nos dijo. Es aquí donde se encuentra un nido de íncubos y súcubos! –Chasqueó la lengua y se la quitó del oído, al encarar la pantalla. Suspiró un p
Ubicación: Tampa, Florida, Estados Unidos. Carlisle... Primer mes. Tomé un primer vuelo con Emmeline esta mañana. Por insistencia mía pagué los pasajes y el hotel donde íbamos a quedarnos, dejé explicito que dinero no era problema alguno en mi cuestión. Pero ella quería poder pagar con su dinero una parte, y entendí bien ese lado suyo. Sin embargo, como era nuestro último encuentro tuve que ser firme y pagar ese último recuerdo nuestro. Antes de ir cada uno por su lado y vivir sus vidas como si nada hubiera existido. Y que nuestro amor fue solo un cuento de hadas, de un sueño de una noche de verano a la orilla del mar. Y hablando de la orilla del mar, no era tan fan de la luz del día. La noche era tan tranquila y cálida, en un beso gélido sin el estrés del cotidiano humano. Todos en ese momento andaban más neutrales y a veces no había tanto movimiento, sino alrededor de sus casas y sus familias. Me puse ropa blanca a pedido y Emme dijo que combinaría más con el cl
–No me importa para nada. - Oí de aquellos labios carnosos que se acercaron, y besaron mi rostro demoníaco con voluntad yendo hacia mi boca. Mi jarabe se deslizó en su cuerpo que la hizo reír levemente, y se acomodó sobre mí. Echando la cabeza en mi pectoral. –Creo que nunca me he sentido tan segura como aquí contigo, Carlisle. –... –Tomé aquella mano con uñas puntiagudas en su cabello, y la afilé con mucho cuidado. Y entonces deslicé mis brazos lentamente en su cuerpo, abrazándola con amor y sentí la misma retribución. –Enamorarse de un demonio, qué ironía. –Y usted por una humana. –Levantó su rostro y sonrió al mirarme. Sonreí de vuelta sin mostrar aquellos dientes, para no asustarla. Éramos más bellos que las otras razas de demonios, pero no me iba a llevar por eso. Suspiré y volví a mi segunda piel, y donde pude esbozar mis dientes perfectos. Dándome cuenta de que dejé el agua tibia que emanaba un pequeño humo, de su líquido de tono nacarado y con algunos restos de espuma. –Mej
Emme... Segundo mes. Oí el sonido de gaviotas ahogadas, y abrí mis párpados ligeramente. Notando una bandeja de desayuno sobre la mesa. Parpadeé un par de veces para poder ver mejor y levanté mi torso tirando de la sábana para cubrir mi desnudez. Ese yate se balanceaba ligeramente, lo que debía ser que las olas del mar estaban calmadas. Observé que estaba sola en aquella cama redonda y blanca, con su funda arrugada así como la almohada a mi lado. Lleve mi cara hacia él, oliendo el perfume de Carlisle y dejándome hundir en aquella suavidad. Ya era el segundo mes que estábamos de vacaciones. Y cada momento de este viaje me estaba haciendo bien. Aunque los síntomas de las debilidades están volviendo, Carlisle tenía cuidado de mantenerse alejado de mi cuerpo. Sin embargo, rompí esas barreras, para poder sentirlo y amarlo de todas las maneras. Apenas me importaba mi salud. Pues todo eso volvería a la normalidad, cuando ese viaje terminara. No lo tendría en mis brazos y n
–Poético. –Ironizei y Carlisle se rieron negando. –Pero siempre estaré contigo, aunque tú y yo estemos separados. Nunca dejaré de amarte, Carlisle. –Yo también, Emme. –Habló acariciando mi mano que aterrizó en su brazo. –Quizás las cosas se resuelvan en el futuro, y quizás podamos... –Tardó al sonreír tontamente, bajando su mirada y después levantarse yendo contra el mío. –¡Pueda hacer algunas visitas, a su casa en la playa! –Estaré de puertas abiertas, para recibirte siempre. –Enfaticé al acercarme a tu rostro, en aquella barba rala que te dejaba más bello. Besé sus labios con cuidado, y él me devolvió apasionadamente. Nos tumbamos allí y nos abrazamos, con nuestros cuerpos entrelazados el uno al otro como dos amantes que estaban tristes de separarse. Carlisle y yo pasamos un tiempo en ese yate, abrazados y disfrutando ese momento durante días. Hasta que llegó el último de aquel viaje, que nos dejó aprensivos. Pues sería nuestra despedida, y no sabíamos exactamente cuándo n