Ubicación: Tampa, Florida, Estados Unidos. Carlisle... Primer mes. Tomé un primer vuelo con Emmeline esta mañana. Por insistencia mía pagué los pasajes y el hotel donde íbamos a quedarnos, dejé explicito que dinero no era problema alguno en mi cuestión. Pero ella quería poder pagar con su dinero una parte, y entendí bien ese lado suyo. Sin embargo, como era nuestro último encuentro tuve que ser firme y pagar ese último recuerdo nuestro. Antes de ir cada uno por su lado y vivir sus vidas como si nada hubiera existido. Y que nuestro amor fue solo un cuento de hadas, de un sueño de una noche de verano a la orilla del mar. Y hablando de la orilla del mar, no era tan fan de la luz del día. La noche era tan tranquila y cálida, en un beso gélido sin el estrés del cotidiano humano. Todos en ese momento andaban más neutrales y a veces no había tanto movimiento, sino alrededor de sus casas y sus familias. Me puse ropa blanca a pedido y Emme dijo que combinaría más con el cl
–No me importa para nada. - Oí de aquellos labios carnosos que se acercaron, y besaron mi rostro demoníaco con voluntad yendo hacia mi boca. Mi jarabe se deslizó en su cuerpo que la hizo reír levemente, y se acomodó sobre mí. Echando la cabeza en mi pectoral. –Creo que nunca me he sentido tan segura como aquí contigo, Carlisle. –... –Tomé aquella mano con uñas puntiagudas en su cabello, y la afilé con mucho cuidado. Y entonces deslicé mis brazos lentamente en su cuerpo, abrazándola con amor y sentí la misma retribución. –Enamorarse de un demonio, qué ironía. –Y usted por una humana. –Levantó su rostro y sonrió al mirarme. Sonreí de vuelta sin mostrar aquellos dientes, para no asustarla. Éramos más bellos que las otras razas de demonios, pero no me iba a llevar por eso. Suspiré y volví a mi segunda piel, y donde pude esbozar mis dientes perfectos. Dándome cuenta de que dejé el agua tibia que emanaba un pequeño humo, de su líquido de tono nacarado y con algunos restos de espuma. –Mej
Emme... Segundo mes. Oí el sonido de gaviotas ahogadas, y abrí mis párpados ligeramente. Notando una bandeja de desayuno sobre la mesa. Parpadeé un par de veces para poder ver mejor y levanté mi torso tirando de la sábana para cubrir mi desnudez. Ese yate se balanceaba ligeramente, lo que debía ser que las olas del mar estaban calmadas. Observé que estaba sola en aquella cama redonda y blanca, con su funda arrugada así como la almohada a mi lado. Lleve mi cara hacia él, oliendo el perfume de Carlisle y dejándome hundir en aquella suavidad. Ya era el segundo mes que estábamos de vacaciones. Y cada momento de este viaje me estaba haciendo bien. Aunque los síntomas de las debilidades están volviendo, Carlisle tenía cuidado de mantenerse alejado de mi cuerpo. Sin embargo, rompí esas barreras, para poder sentirlo y amarlo de todas las maneras. Apenas me importaba mi salud. Pues todo eso volvería a la normalidad, cuando ese viaje terminara. No lo tendría en mis brazos y n
–Poético. –Ironizei y Carlisle se rieron negando. –Pero siempre estaré contigo, aunque tú y yo estemos separados. Nunca dejaré de amarte, Carlisle. –Yo también, Emme. –Habló acariciando mi mano que aterrizó en su brazo. –Quizás las cosas se resuelvan en el futuro, y quizás podamos... –Tardó al sonreír tontamente, bajando su mirada y después levantarse yendo contra el mío. –¡Pueda hacer algunas visitas, a su casa en la playa! –Estaré de puertas abiertas, para recibirte siempre. –Enfaticé al acercarme a tu rostro, en aquella barba rala que te dejaba más bello. Besé sus labios con cuidado, y él me devolvió apasionadamente. Nos tumbamos allí y nos abrazamos, con nuestros cuerpos entrelazados el uno al otro como dos amantes que estaban tristes de separarse. Carlisle y yo pasamos un tiempo en ese yate, abrazados y disfrutando ese momento durante días. Hasta que llegó el último de aquel viaje, que nos dejó aprensivos. Pues sería nuestra despedida, y no sabíamos exactamente cuándo n
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos.Carlisle... Abrí mis párpados suavemente, y solté un suspiro leve mirando aquellas cortinas oscuras se erizaron. Me di cuenta de que la noche había llegado, con ese olor nocturno entrando en mi habitación. Me di vuelta y miré hacia el techo mientras sentía esos recuerdos inundarme nuevamente. Ya hacía una semana que habíamos vuelto del viaje de dos meses en Florida, que parecía más un sueño corto donde la persona despertaba de madrugada y cuando volvía a dormir. No podía recordar el hermoso sueño que tuvo en ese momento, y eso fue conmigo. Aquellos días cálidos y únicos con Emme, dejaban mis dos pieles con nostalgia. Recordé aquel último adiós, cuando llegamos a su casa. Donde la misma lloró de modo inconsolable, y me pegué a ella consolándola a ella y a mí. Sintiendo su piel caliente y olorosa, que tanto me volvía loco e hipnotizado. Poner mis dedos en ella y hacerla feliz en cada toque, aunque la debilitaran. Volt
Rex...–¿Oyeron? –Indagué aquellos veinte íncubos y súcubos, retirando el celular del frente y guardando. Quedé serio mientras veía sus expresiones de degosto.–Carlisle ya no es el mismo... –Pronunció Eliza fríamente, aquella súcubos ya estaba prácticamente en mis manos. Así como otros allí presentes. Necesitaba que todos estuvieran de mi lado, y mi plan seguiría la línea perfecta.–Hace tiempo que Carlisle no llama para gente. No sé decir, pero desde que ejecutó a Vik. ¡Ya no es lo mismo! –Pronunció Marian, aquella súcubos de piel parda.–... –Daniel suspiró con semblante melancólico en su rostro. –Él siempre deja todo en manos de la señora Mavie y del señor Rex. ¡Apenas pone la cara en los negocios!–En otras palabras, la gente que toca los negocios de ese club para él. –Habló Lidia. Y una felicidad tan grande crecía dentro de mí, incluso si era totalmente serio en este asunto. Estaban empezando a preguntarse sobre el puesto de jefe.–Creo que Rex debería ser nuestro jefe.–O Mavie
Tuve que ser minucioso en la cuestión de ir hasta el calabozo donde metí a Mavie, ya que las cosas ahora estaban más riesgosas de lo que pensé. Cada vez que me teletransportaba, me detenía por minutos para asegurarme de que nadie me seguía. Sabía que tenía una parte de esos subordinados que adoraban a Carlisle y Mavie, y si sospechaban algo. Yo estaría con la soga al cuello, y con alguien pateando la silla para mí. Podrían ser todos hermanos, pero sabía que eran serpientes que se llevaban por poco y se inclinarían hacia el lado más fuerte de las cosas. Y si me acusaran de traición. Para con mi clan, sería una ejecución segura para mí. Sin ninguna recesión, o algo digno de pena. Paré en una parte de las casas de Columbia, de aquella mujer que estaba a tiempo de ojo y que sería una prueba perfecta para arrancar Carlisle de una vez, de ser el cabeza de hierro de esa ciudad y del estado de Carolina del Sur. Y eso me pondría en la fila para subir al trono de hierro de este l
Emme... Sentí su presencia y su olor, que inmediatamente me hizo salir. Y clamar por su ser allí presente, pero lo que obtuve fue solo un silencio mientras una brisa helada golpeaba en mi rostro y se me erizaba el pelo. Bajé mis manos y mis ojos, que aún tenía esperanzas de algo. Algo oprimía mi pecho melancólicamente, un dolor de corazón roto y frustrado. Que me ponía peor de lo que estaba cuando Carlisle se alimentaba de mí, quitando cada pedazo de mi energía. Era como un cuchillo que me arrancaba de arriba abajo. Y dejaba un vacío completo, sin sentido dentro de mí. Respiré hondo conteniendo las lágrimas, y me retiré yendo hacia la puerta de cristal y dando una última mirada en aquel patio hasta la cerca. Me di vuelta y deslicé la mano entrando en la habitación y cerrándome para siempre. Me detuve un momento y miré todo allí, y lo vi en cada rincón. Fue como un disparo en mi pecho, que me dejaba sin aire alguno para respirar. Llevé mis dedos hasta aquel colgante de