Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos.Carlisle... Abrí mis párpados suavemente, y solté un suspiro leve mirando aquellas cortinas oscuras se erizaron. Me di cuenta de que la noche había llegado, con ese olor nocturno entrando en mi habitación. Me di vuelta y miré hacia el techo mientras sentía esos recuerdos inundarme nuevamente. Ya hacía una semana que habíamos vuelto del viaje de dos meses en Florida, que parecía más un sueño corto donde la persona despertaba de madrugada y cuando volvía a dormir. No podía recordar el hermoso sueño que tuvo en ese momento, y eso fue conmigo. Aquellos días cálidos y únicos con Emme, dejaban mis dos pieles con nostalgia. Recordé aquel último adiós, cuando llegamos a su casa. Donde la misma lloró de modo inconsolable, y me pegué a ella consolándola a ella y a mí. Sintiendo su piel caliente y olorosa, que tanto me volvía loco e hipnotizado. Poner mis dedos en ella y hacerla feliz en cada toque, aunque la debilitaran. Volt
Rex...–¿Oyeron? –Indagué aquellos veinte íncubos y súcubos, retirando el celular del frente y guardando. Quedé serio mientras veía sus expresiones de degosto.–Carlisle ya no es el mismo... –Pronunció Eliza fríamente, aquella súcubos ya estaba prácticamente en mis manos. Así como otros allí presentes. Necesitaba que todos estuvieran de mi lado, y mi plan seguiría la línea perfecta.–Hace tiempo que Carlisle no llama para gente. No sé decir, pero desde que ejecutó a Vik. ¡Ya no es lo mismo! –Pronunció Marian, aquella súcubos de piel parda.–... –Daniel suspiró con semblante melancólico en su rostro. –Él siempre deja todo en manos de la señora Mavie y del señor Rex. ¡Apenas pone la cara en los negocios!–En otras palabras, la gente que toca los negocios de ese club para él. –Habló Lidia. Y una felicidad tan grande crecía dentro de mí, incluso si era totalmente serio en este asunto. Estaban empezando a preguntarse sobre el puesto de jefe.–Creo que Rex debería ser nuestro jefe.–O Mavie
Tuve que ser minucioso en la cuestión de ir hasta el calabozo donde metí a Mavie, ya que las cosas ahora estaban más riesgosas de lo que pensé. Cada vez que me teletransportaba, me detenía por minutos para asegurarme de que nadie me seguía. Sabía que tenía una parte de esos subordinados que adoraban a Carlisle y Mavie, y si sospechaban algo. Yo estaría con la soga al cuello, y con alguien pateando la silla para mí. Podrían ser todos hermanos, pero sabía que eran serpientes que se llevaban por poco y se inclinarían hacia el lado más fuerte de las cosas. Y si me acusaran de traición. Para con mi clan, sería una ejecución segura para mí. Sin ninguna recesión, o algo digno de pena. Paré en una parte de las casas de Columbia, de aquella mujer que estaba a tiempo de ojo y que sería una prueba perfecta para arrancar Carlisle de una vez, de ser el cabeza de hierro de esa ciudad y del estado de Carolina del Sur. Y eso me pondría en la fila para subir al trono de hierro de este l
Emme... Sentí su presencia y su olor, que inmediatamente me hizo salir. Y clamar por su ser allí presente, pero lo que obtuve fue solo un silencio mientras una brisa helada golpeaba en mi rostro y se me erizaba el pelo. Bajé mis manos y mis ojos, que aún tenía esperanzas de algo. Algo oprimía mi pecho melancólicamente, un dolor de corazón roto y frustrado. Que me ponía peor de lo que estaba cuando Carlisle se alimentaba de mí, quitando cada pedazo de mi energía. Era como un cuchillo que me arrancaba de arriba abajo. Y dejaba un vacío completo, sin sentido dentro de mí. Respiré hondo conteniendo las lágrimas, y me retiré yendo hacia la puerta de cristal y dando una última mirada en aquel patio hasta la cerca. Me di vuelta y deslicé la mano entrando en la habitación y cerrándome para siempre. Me detuve un momento y miré todo allí, y lo vi en cada rincón. Fue como un disparo en mi pecho, que me dejaba sin aire alguno para respirar. Llevé mis dedos hasta aquel colgante de
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... Algo me remitió a una vida, que no era mía. Pero aquella mi apariencia sí, extrañamente soñé con Mavis. Donde ella me miraba fijamente y uníamos nuestras frentes como siempre hacíamos. Sin embargo, extrañamente aquellas vestiduras que usaba y arma que pesaba del lado de mi cintura eran algo inusual para mí. ¿Qué me hacía preguntarme quién era realmente, si nací realmente como un demonio? O era un... Abrí mis ojos totalmente negros y miré mi reflejo en ese espejo del techo. Algo estaba mal conmigo, podía sentir. Y fue desde que conocí a Emme aquel día. Y toqué su mano. Todo salió a la luz, pareciendo recuerdos rotos. Que apenas podía recordar las caras de algunas personas. Pero la de Mavis... era clara y concisa. Como agua en mis manos. Y hablando de ella. Me levanté de la cama, y llevé mi mano a mi lado izquierdo y cogí el aparato deslizando mi dedo en la pantalla encendida. Fui a la aplicación de me
–¿Y los otros?–Están inconformes, pues usted no está presente. –Aquello fue como un disparo en mi pecho, estaba siendo el peor cabeza de hierro que jamás existió. Moví la cabeza con una mirada vaga.–Rex... ¿Qué vamos a hacer? –Pregunté y lo mismo relajó sus hombros. Y chasqueó los dedos de las manos, uno en los otros como si hiciera aquello para quitar la tensión en que estaba.–No sé tú, pero... –Lo dije largamente y lo miré. Parecía querer decirme algo y se estaba preparando. –¡Nada!–¿Cómo que nada? –Me confundí con tu respuesta, y él sonrió tontamente y se rió.–Carlisle... –Pronunció demoradamente. –Mira su estado, está completamente arruinado. Un demonio que lo tenía todo, y ahora estaba en cuatro por una humana idiota...–... –Me sorprendí con tales palabras e intenté levantarme, pero la debilidad me hizo volver. –¿Cómo te atreves...–¡Me atrevo! –Afirmó al aparecer frente a mí y me miró a los ojos. Sintiendo su aliento caliente. Mi mirada de íncubo alfa sobresalió y nos entr
Emme... Llevé la llave hasta el ojo de la cerradura, y giré hasta abrirla y empujé. Tomé las bolsas de compras, y las llevé hasta el balcón de la cocina. Donde las deposité y sentí un ligero dolor en la espalda, por coger ese peso. Fui hasta la puerta para coger el llavero, que tintineó una en la otra. Y la golpeé al cerrarla. suspiré al pararme en medio del pasillo, entre la cocina y la sala. Y mi atención se volvió hacia ese retrato en la chimenea, y lo desvié dando una media sonrisa tonta. Te echaba de menos cada día, pero decidí no llamarte más y alargar nuestro sufrimiento mutuo. Sentí el aire ponerse pesado por un momento, y giré mis vistas hacia la puerta de cristal al fondo de la cocina. Y me espanté. –¿Carlisle? –Pronuncié todavía sin creer, que estaba allí afuera en el jardín. Con las manos en los bolsillos, y mirándome con una sonrisa en los labios. Mi corazón latió más fuerte y caminé en pasos con mi cara espantada. Llevé mis dedos hasta la puerta, abriénd
–¿Qué hiciste con él? –Pregunté preocupada.–¡Deberías preocuparte por ti misma, él está muy bien a diferencia de ti mi querida! –Aquello me hizo sentir un miedo, que me estremeció de la cabeza a los pies. Y la boca del estómago se heló por completo. Estaba sin salida con aquel... Sus ojos se volvieron negros y concluye que era más un íncubo. –Usted es tan deliciosa... ¡Como mujer humana, además de la energía tiene un cuerpo y belleza facial perfectos! –Llevó sus dedos desde mis labios hasta el comienzo de mis pechos. Y golpeé automáticamente su mano, retirándolas de cerca al acordarme de Albert. Y estremecí bajando mis ojos. Ui, ui la gatita araña... ¡Me gusta! –Habló animado con aquello, que me dio asco.–¿Qué quiere de mí? –Lo he cuestionado.–Sólo quiero jugar, ya que tu perrito demonio anda muy valiente. ¡Crees que no puedo hacerle daño a su muñequita! –Gesticuló en un tono de libertinaje. –A Mavis saqué de línea, ahora falta él...–... –Sentí un apretón en mi pecho y temblé los