–Poético. –Ironizei y Carlisle se rieron negando. –Pero siempre estaré contigo, aunque tú y yo estemos separados. Nunca dejaré de amarte, Carlisle. –Yo también, Emme. –Habló acariciando mi mano que aterrizó en su brazo. –Quizás las cosas se resuelvan en el futuro, y quizás podamos... –Tardó al sonreír tontamente, bajando su mirada y después levantarse yendo contra el mío. –¡Pueda hacer algunas visitas, a su casa en la playa! –Estaré de puertas abiertas, para recibirte siempre. –Enfaticé al acercarme a tu rostro, en aquella barba rala que te dejaba más bello. Besé sus labios con cuidado, y él me devolvió apasionadamente. Nos tumbamos allí y nos abrazamos, con nuestros cuerpos entrelazados el uno al otro como dos amantes que estaban tristes de separarse. Carlisle y yo pasamos un tiempo en ese yate, abrazados y disfrutando ese momento durante días. Hasta que llegó el último de aquel viaje, que nos dejó aprensivos. Pues sería nuestra despedida, y no sabíamos exactamente cuándo n
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos.Carlisle... Abrí mis párpados suavemente, y solté un suspiro leve mirando aquellas cortinas oscuras se erizaron. Me di cuenta de que la noche había llegado, con ese olor nocturno entrando en mi habitación. Me di vuelta y miré hacia el techo mientras sentía esos recuerdos inundarme nuevamente. Ya hacía una semana que habíamos vuelto del viaje de dos meses en Florida, que parecía más un sueño corto donde la persona despertaba de madrugada y cuando volvía a dormir. No podía recordar el hermoso sueño que tuvo en ese momento, y eso fue conmigo. Aquellos días cálidos y únicos con Emme, dejaban mis dos pieles con nostalgia. Recordé aquel último adiós, cuando llegamos a su casa. Donde la misma lloró de modo inconsolable, y me pegué a ella consolándola a ella y a mí. Sintiendo su piel caliente y olorosa, que tanto me volvía loco e hipnotizado. Poner mis dedos en ella y hacerla feliz en cada toque, aunque la debilitaran. Volt
Rex...–¿Oyeron? –Indagué aquellos veinte íncubos y súcubos, retirando el celular del frente y guardando. Quedé serio mientras veía sus expresiones de degosto.–Carlisle ya no es el mismo... –Pronunció Eliza fríamente, aquella súcubos ya estaba prácticamente en mis manos. Así como otros allí presentes. Necesitaba que todos estuvieran de mi lado, y mi plan seguiría la línea perfecta.–Hace tiempo que Carlisle no llama para gente. No sé decir, pero desde que ejecutó a Vik. ¡Ya no es lo mismo! –Pronunció Marian, aquella súcubos de piel parda.–... –Daniel suspiró con semblante melancólico en su rostro. –Él siempre deja todo en manos de la señora Mavie y del señor Rex. ¡Apenas pone la cara en los negocios!–En otras palabras, la gente que toca los negocios de ese club para él. –Habló Lidia. Y una felicidad tan grande crecía dentro de mí, incluso si era totalmente serio en este asunto. Estaban empezando a preguntarse sobre el puesto de jefe.–Creo que Rex debería ser nuestro jefe.–O Mavie
Tuve que ser minucioso en la cuestión de ir hasta el calabozo donde metí a Mavie, ya que las cosas ahora estaban más riesgosas de lo que pensé. Cada vez que me teletransportaba, me detenía por minutos para asegurarme de que nadie me seguía. Sabía que tenía una parte de esos subordinados que adoraban a Carlisle y Mavie, y si sospechaban algo. Yo estaría con la soga al cuello, y con alguien pateando la silla para mí. Podrían ser todos hermanos, pero sabía que eran serpientes que se llevaban por poco y se inclinarían hacia el lado más fuerte de las cosas. Y si me acusaran de traición. Para con mi clan, sería una ejecución segura para mí. Sin ninguna recesión, o algo digno de pena. Paré en una parte de las casas de Columbia, de aquella mujer que estaba a tiempo de ojo y que sería una prueba perfecta para arrancar Carlisle de una vez, de ser el cabeza de hierro de esa ciudad y del estado de Carolina del Sur. Y eso me pondría en la fila para subir al trono de hierro de este l
Emme... Sentí su presencia y su olor, que inmediatamente me hizo salir. Y clamar por su ser allí presente, pero lo que obtuve fue solo un silencio mientras una brisa helada golpeaba en mi rostro y se me erizaba el pelo. Bajé mis manos y mis ojos, que aún tenía esperanzas de algo. Algo oprimía mi pecho melancólicamente, un dolor de corazón roto y frustrado. Que me ponía peor de lo que estaba cuando Carlisle se alimentaba de mí, quitando cada pedazo de mi energía. Era como un cuchillo que me arrancaba de arriba abajo. Y dejaba un vacío completo, sin sentido dentro de mí. Respiré hondo conteniendo las lágrimas, y me retiré yendo hacia la puerta de cristal y dando una última mirada en aquel patio hasta la cerca. Me di vuelta y deslicé la mano entrando en la habitación y cerrándome para siempre. Me detuve un momento y miré todo allí, y lo vi en cada rincón. Fue como un disparo en mi pecho, que me dejaba sin aire alguno para respirar. Llevé mis dedos hasta aquel colgante de
Ubicación: Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos. Carlisle... Algo me remitió a una vida, que no era mía. Pero aquella mi apariencia sí, extrañamente soñé con Mavis. Donde ella me miraba fijamente y uníamos nuestras frentes como siempre hacíamos. Sin embargo, extrañamente aquellas vestiduras que usaba y arma que pesaba del lado de mi cintura eran algo inusual para mí. ¿Qué me hacía preguntarme quién era realmente, si nací realmente como un demonio? O era un... Abrí mis ojos totalmente negros y miré mi reflejo en ese espejo del techo. Algo estaba mal conmigo, podía sentir. Y fue desde que conocí a Emme aquel día. Y toqué su mano. Todo salió a la luz, pareciendo recuerdos rotos. Que apenas podía recordar las caras de algunas personas. Pero la de Mavis... era clara y concisa. Como agua en mis manos. Y hablando de ella. Me levanté de la cama, y llevé mi mano a mi lado izquierdo y cogí el aparato deslizando mi dedo en la pantalla encendida. Fui a la aplicación de me
–¿Y los otros?–Están inconformes, pues usted no está presente. –Aquello fue como un disparo en mi pecho, estaba siendo el peor cabeza de hierro que jamás existió. Moví la cabeza con una mirada vaga.–Rex... ¿Qué vamos a hacer? –Pregunté y lo mismo relajó sus hombros. Y chasqueó los dedos de las manos, uno en los otros como si hiciera aquello para quitar la tensión en que estaba.–No sé tú, pero... –Lo dije largamente y lo miré. Parecía querer decirme algo y se estaba preparando. –¡Nada!–¿Cómo que nada? –Me confundí con tu respuesta, y él sonrió tontamente y se rió.–Carlisle... –Pronunció demoradamente. –Mira su estado, está completamente arruinado. Un demonio que lo tenía todo, y ahora estaba en cuatro por una humana idiota...–... –Me sorprendí con tales palabras e intenté levantarme, pero la debilidad me hizo volver. –¿Cómo te atreves...–¡Me atrevo! –Afirmó al aparecer frente a mí y me miró a los ojos. Sintiendo su aliento caliente. Mi mirada de íncubo alfa sobresalió y nos entr
Emme... Llevé la llave hasta el ojo de la cerradura, y giré hasta abrirla y empujé. Tomé las bolsas de compras, y las llevé hasta el balcón de la cocina. Donde las deposité y sentí un ligero dolor en la espalda, por coger ese peso. Fui hasta la puerta para coger el llavero, que tintineó una en la otra. Y la golpeé al cerrarla. suspiré al pararme en medio del pasillo, entre la cocina y la sala. Y mi atención se volvió hacia ese retrato en la chimenea, y lo desvié dando una media sonrisa tonta. Te echaba de menos cada día, pero decidí no llamarte más y alargar nuestro sufrimiento mutuo. Sentí el aire ponerse pesado por un momento, y giré mis vistas hacia la puerta de cristal al fondo de la cocina. Y me espanté. –¿Carlisle? –Pronuncié todavía sin creer, que estaba allí afuera en el jardín. Con las manos en los bolsillos, y mirándome con una sonrisa en los labios. Mi corazón latió más fuerte y caminé en pasos con mi cara espantada. Llevé mis dedos hasta la puerta, abriénd