Todas sonrieron aún más y comenzaron a despedirse.
Lily apretó los cubiertos con tanta fuerza que casi se clavaban en su carne, y rechino los dientes llena de ira.
De nadie más era la culpa que de ese idiota de Alan, simplemente se había llevado al bebé y, ni siquiera dio un "gracias" o preguntó como se encontraba.
Afortunadamente no había pedido una prueba de paternidad, por lo que se había ahorrado en sobornar de nuevo al hospital. Sin embargo, ese día solo le arrojó una tarjeta de crédito y no había vuelto a ver ni su sombra…
No obstante, en ese momento ahí estaba, en su departamento mirándola como si fuera una completa y total basura inútil. Estaba tan llena de ironía que le pareció absurda la situación, su agente le había conseguido muchos trabajos, no obstante, ella los rechazo todos debido a que lo tenía a él cómo respaldo, a menos que fuera algo importante o de índole internacional, no lo tomaría.
Estaba tan llena de sí misma, que crey
Había pasado otro mes sin tener noticias de Irene, Alan cada vez se ponía más ansioso y molesto. Su ya explosivo carácter se volvió aún más volátil. Nadie podía decir algo incorrecto en su presencia o sería despedido al momento. Cosa que ya le había generado el regañar a su noveno asistente esa mañana. Esteban había salido abruptamente un día de viaje pese a saber que Irene estaba en días de parto. Ella se sentía muy nerviosa, pero no se sintió con el derecho de detenerlo, no era su esposa, novia o algo parecido, por lo que no podía ser egoísta y hacer lo que quisiera con él. Estaba en su jardín como siempre, cuando Carlos llegó con unos sacos de tierra que había pedido. —No deberías hacer estas cosas en tu estado… Estaba por decirle que debería descansar, pero Irene lo fulminó con la mirada haciendo que sus labios se sellaran en el acto. Estaba por volver a casa, cuando escuchó que Irene se quejó. Regresó inmediatamente y se acercó a ella. —O… Oye, ¿Estás bien? —Creo que comenzó… Carlos miró a su alrededor como si buscara algo y con una expresión tonta volvió a preguntar. —¿Qué cosa? ¿Qué comenzó? —Ahhh! Carlos saltó asustado al escuchar su grito de dolor. Trató de ayudarla a caminar, pero ella no pudo No mereces su perdón.
—¿A quién está buscando? Ya un poco irritada preguntó, debido a que el hombre parecía un árbol feo y molesto. Lester que era un policía retirado era muy difícil hacerlo sentir incómodo o amedrentarlo, después de perder a su esposa e hija, la vida perdió mucho sentido para él. <
Lester vio a Irene y Carlos sin expresión. Ella lo miró nerviosamente, mientras se mordía los labios. Sabía que Alan la podría encontrar en cualquier momento, pero para ella fue muy rápido. Mientras el hombre la observaba en silencio un momento, una inquietud la invadió de repente. —Mi bebé, ¿Mi bebé en dónde está? Voy por ella… Trató de ponerse de pie con el rostro completamente pálido, pero Carlos la detuvo preocupado. —No te preocupes, Karla la traerá en un momento… —¡No! ¡Debo verla en este momento! ¡Déjame ir! Lester frunció el ceño y al ver la reacción de ella, comenzó a sentir cierto remordimiento. —Señorita únicamente estoy aquí para hablar con usted. Dependiendo de lo que usted decida yo haré mi informe. A diferencia de muchos otros, trato de saber lo que la
Nueve años después. —¡Carlos! ¡¡Mamá me regaño!! —¡Estefanía! ¡Vuelve aquí! La niña corrió hacia Carlos que llegaba del trabajo y estaba por entrar a su casa. Él inmediatamente abrió los brazos con una sonrisa y la recibió. Irene muy molesta con las manos en la cadera los miró furiosa. Carlos con una sonrisa incómoda, en voz baja y, sin dejar de sonreír le habló a Estefanía. —¿Qué fue lo que hiciste? —¡Nada! Muy grande… Carlos la cargó y hablándole con cuidado se acercó a Irene. —Irene… No pasó mucho para que apareciera la contraparte de Carlos. —Bájala en este instante… Interrunmpió Esteban cortante. Irene estaba muy molesta debido a las travesuras de su hija, e
—¿Ésta información es viable? La voz fría y amenazante de Alan hacía que se erizarán la piel. Se veía más maduro y su temperamento forjado por años de tensión, arrepentimiento y un miedo constante. Poco a poco se fue transformando en resentimiento y rencor, su sola presencia intimidaba a cualquiera. Después del arranque de Ricardo, los Ibáñez rechazaron cualquier tipo de persuasión de parte de Arturo. Se volvieron independientes y, pese a lo que muchos esperaban, sobresalieron por sí mismos, debido a su dedicación y calidad. Arturo al escuchar la explicación de Alan y sus sospechas de que probablemente Estaban la estaba escondiendo, no indagó más en el tema. Lo único que quería era volver a verla y que estuviera bien. Ricardo que atendía las reuniones y fiestas de la empresa, se encontraba constantemente con Alan, el cuál cada vez aparecía con una mujer diferente. Todos respetaban y admiraban su talento, pero a nivel personal, gradualmente se
Carlos aspiró frío y de inmediato se lanzó al agua, ni siquiera él supo cómo, pero llegó al ferry y muy nervioso y preocupado se acercó a Irene que estaba tan alterada que casi tenía la mirada distorsionada. —Irene… —¡Mi hija! ¡Mi hija Carlos! ¡Si le llega a hacer algo o quitármela…! —¡No lo digas! ¡Llegaremos a tiempo! En cuanto el ferry se detuvo Carlos corrió como si su vida dependiera de ello. Irene lo vio alejarse y mientras trataba de alcanzarlo sentía como si todo a su alrededor se nublara. En cuanto llegó Estefanía corrió hacia él. —¡Carlos! ¿Saliste temprano hoy? ¡Ahhh! ¡Estás mojado! Carlos la abrazó con fuerza mientras la cargaba. Miró a Alan con resentimiento y se dirigió a su casa. Alan torció la boca, y muy molesto le gritó: —¡Alto ahí! ¿Esa niña..
—¿Quieres conocer a tu bisabuelo? Ella asustada retiro su mano como si fuera aceite caliente. Abrazo a Irene y se aferró a ella con fuerza, hubiera querido correr hacia Carlos, pero estaba preocupada por su madre. Alan sintió como si hubiera sido arrastrado a un abismo. Pero las palabras de la niña, le dieron un sentimiento agrio. —Usted da miedo. Su secretario casi con lágrimas en los ojos asintió fervientemente. Todos lo miraron extraño pero él casi le ponía un altar a la niña. Alan sin palabras trató de acercarse un poco más, pero una voz molesta y urgente lo detuvo. —No te acerques si la asustas. Carlos se acercó a ellas y Estefanía se acercó inmediatamente a él. Alan bajo una sonrisa sentía como si un fuerte sabor a hierro le llegara a la garganta. Irene tragó al ver su mirada casi sanguinaria, mientras rechinaba los dientes. Pero no quería asustar a la niña. Empujó levemente a Carlos en dirección a c