Irene se sorprendió al escuchar los toques en la puerta, ella y Esteban se miraron entre sí y, extrañamente ella sintió cierto nerviosismo.
“¿No es Alan, ¿Verdad? No se habrá dado cuenta y…”
Al abrir la puerta vio a un
Irene sin dejar perder tiempo, envió su currículum a varios lugares, no esperaba que funcionara en el primer día, pero para su sorpresa dos lugares bastante buenos le ofrecieron una entrevista. Muy contenta acordó la cita y se puso de pie para ir al jardín. Ella desde pequeña amaba la jardinería, ahora tenía un lugar los suficientemente grande como para poner un huerto entero. Aspiró el aire tibio que la rodeaba, era normal que hiciera calor, por lo que decidió usar un sombrero para el sol. Karen se encontraba en su mecedora y pudo verla salir. De verdad parecía una muñeca. Muy hermosa y con un temperamento dócil y cálido. Suspiró profundamente y se puso de pie para entrar, lo que siempre incomodaba a los vecinos era esa valla que era demasiado baja, ella nunca tuvo suficiente dinero para levantarla o poner otro tipo de limitante, así como los que eran dueños en esos entonces, por lo que muchas veces preferían vender que gastar más dinero. La
Al no recibir respuesta Irene le pasó el teléfono a Karen. —¿Hijo? La cosa esa que me compraste es difícil de usar. Le pedí de favor a la vecina que te llamara, si ves al chico que vive con ella, dile que está bien, se hirió en la muñeca y la traje al hospital. Carlos que no había podido reaccionar y tenía cara de idiota debido al escuchar la suave voz de Irene sintió como su sangre se congelaba. —¡¿Qué?! ¿Cómo que se hirió? ¿Está bien? ¿La ayudaste como se debe? Karen se sonrojó de la vergüenza al instante, la voz de Carlos exageradamente alta se escuchó por toda la ambulancia. Irene extrañada también se avergonzó, no sabía quién era el hombre pero esperaba que no fuera un loco. Estaba encantada con su nueva casa y ya no tenía suficiente para comprar otra, con fe, esperaba que Karen pudiera controlarlo así como a los paramédicos y doctores. —¡Eres un hijo ingrato! ¡Por supuesto que la ayudé bien zoquete! Entraré a mí revisión ¡Y esper
—¡Mierda! ¡¿Y en dónde diablos está?! —No…No lo sabemos señor… —¡¿Entonces para qué demonios les estoy pagando?! Alan arrojó todo lo que había en la oficina cuando se enteró de lo que estaba pasando con Arturo. Tuvo que ser intervenido debido a un infarto, estaba bastante delicado y no podía recibir emociones fuertes o mantenerse preocupado. Reviso lo que habían encontrado y, nada de lo que le había dado había sido tocado, sus tarjetas entregadas por Arturo estaban intactas en la casa, junto con las llaves de su auto y la casa se había quedado deshabitada desde que ella se fue. Alan estaba tan furioso que casi escupía espuma por la boca. —Ha..Hay un registro en el aeropuerto de ella saliendo al extranjero. —¡Maldición! ¡¿A dónde carajo fue?! —Su boleto de avión dice que a Colombia, pero ella nunca lleg
Esteban tenía un excelente restaurante, todo marchaba a la perfección y, debido a que era lo que más le gustaba su desempeño era real y neto. Muchas turistas lo pretendían incluyendo habitantes de la zona. Pero tenía un defecto terrible que era su corta paciencia. Las mujeres no importaba quiénes o qué tan hermosas fueran, sí alguna lo molestaba era tratada cruel o groseramente, mientras otras incluso llegaban a ser arrastradas a la salida. Poco a poco se fue conociendo como alguien frío y malvado. Pero el caso más cruel y por el que nadie en toda la isla se atrevió a hablar siquiera de él, fue por un chico que trabajaba con él, ocasionalmente lo veían jugando con su teléfono una que otra vez en el trabajo, pero no era dañino o exagerado. Sin embargo, lo que le colmó el vaso, fue meterse con lo único con lo que no podía… A Irene se le veía caminando todas las tardes que regresaba de su trabajo. El chico quedó completamente hechizado por ella en cuanto la vio.
Alan palideció al instante. Fue como si una avalancha hubiera caído de lleno sobre él, y miró incrédulo a Arturo. —En ningún momento confiaste en mí. Dijo con una ligera expresión de desilución. Arturo solamente l
Todas sonrieron aún más y comenzaron a despedirse. Lily apretó los cubiertos con tanta fuerza que casi se clavaban en su carne, y rechino los dientes llena de ira. De nadie más era la culpa que de ese idiota de Alan, simplemente se había llevado al bebé y, ni siquiera dio un "gracias" o preguntó como se encontraba. Afortunadamente no había pedido una prueba de paternidad, por lo que se había ahorrado en sobornar de nuevo al hospital. Sin embargo, ese día solo le arrojó una tarjeta de crédito y no había vuelto a ver ni su sombra… No obstante, en ese momento ahí estaba, en su departamento mirándola como si fuera una completa y total basura inútil. Estaba tan llena de ironía que le pareció absurda la situación, su agente le había conseguido muchos trabajos, no obstante, ella los rechazo todos debido a que lo tenía a él cómo respaldo, a menos que fuera algo importante o de índole internacional, no lo tomaría. Estaba tan llena de sí misma, que crey
Había pasado otro mes sin tener noticias de Irene, Alan cada vez se ponía más ansioso y molesto. Su ya explosivo carácter se volvió aún más volátil. Nadie podía decir algo incorrecto en su presencia o sería despedido al momento. Cosa que ya le había generado el regañar a su noveno asistente esa mañana. Esteban había salido abruptamente un día de viaje pese a saber que Irene estaba en días de parto. Ella se sentía muy nerviosa, pero no se sintió con el derecho de detenerlo, no era su esposa, novia o algo parecido, por lo que no podía ser egoísta y hacer lo que quisiera con él. Estaba en su jardín como siempre, cuando Carlos llegó con unos sacos de tierra que había pedido. —No deberías hacer estas cosas en tu estado… Estaba por decirle que debería descansar, pero Irene lo fulminó con la mirada haciendo que sus labios se sellaran en el acto. Estaba por volver a casa, cuando escuchó que Irene se quejó. Regresó inmediatamente y se acercó a ella. —O… Oye, ¿Estás bien? —Creo que comenzó… Carlos miró a su alrededor como si buscara algo y con una expresión tonta volvió a preguntar. —¿Qué cosa? ¿Qué comenzó? —Ahhh! Carlos saltó asustado al escuchar su grito de dolor. Trató de ayudarla a caminar, pero ella no pudo No mereces su perdón.