Capítulo 2

El lugar es extraño. No es malo ni corriente, sólo extraño. Parece una habitación cualquiera. Incluso es muy colorida con todos esos estampados de círculos en las sábanas y en las paredes. Sin embargo, lo que me perturba es algo que parece un columpio en medio de la habitación.

-Ven, querida. No perdamos el tiempo. –

-Yo… No estoy segura del todo. –

-No te preocupes, todo estará bien. Sólo debes confiar en mí, ¿Entendido? –

-Está bien. –

Terminamos de entrar y veo el jacuzzi. Es hermoso y necesito estar ahí.

-Sé lo que estás pensando… Y sí, comenzaremos ahí. –

Susurra suavemente mi esposo, mientras pasa sus manos sobre mis pechos y comienza a desabrochar mi camiseta con cuidado.

-Mira al frente. – me dice y yo obedezco.

Mi reflejo me devuelve una mirada avergonzada mientras mi esposo lleva mi camisa hacia mis hombros, aprisionando mis brazos, y se dedica a estimular mis pechos con las manos. Siento la humedad crecer entre mis piernas y cuando estoy a punto… se detiene.

Algo que me molesta un poco de mi esposo es que muchas veces hace eso. Casi no me brinda sus atenciones y, cuando lo hace, es por muy poco tiempo. Trato de ocultar mi molestia mientras giro para sacarme la ropa y él hace lo propio con la suya.

No presta atención al conjunto que elegí y eso me duele un poco, porque me pasé horas buscando algo que me hiciera sentir bonita frente a él… Y ni siquiera me miró.

Pongo la tina a llenar y me siento a horcajadas sobre él, frotando mi cuerpo con el suyo para tratar de aliviar mi malestar. Me besa y poco a poco sus manos recorren mi cuerpo, despojándome de la ropa que me quedaba.

Cuando la tina se llena, me carga para introducirnos en el agua y se dedica a masajear mi piel con tanto amor que no puedo sentir nada más que gratitud hacia todas sus atenciones. Cuando siento que he sido mimada lo suficiente, me acerco a él y subo a su regazo otra vez, frotando mi cuerpo contra su dureza.

- ¿Quieres hacerlo aquí o en la cama? – susurra mientras su mano se pierde entre los dos y siento sus dedos invasores dentro de mí.

-Aquí… no sé… No importa, sólo hazlo ya… no puedo más. – contesto, luchando por concentrarme.

Se ríe en mi cuello y, con un firme movimiento, se hunde en mi interior. Siento como me colma y no puedo hacer nada mas que gemir con fuerza en su oído mientras comienza su vaivén dentro de mí. Mis pensamientos se reducen a cero mientras nos movemos, perfectamente sincronizados.

Un rato después, mi esposo suelta un gruñido mientras me besa y siento su semilla verterse en mi interior. Me da una sonrisita para disculparse, me abraza y yo me siento aún más insatisfecha que antes. Trato de relajarme y pienso que en el siguiente “round” me lo va a compensar.

Salimos de la tina y nos secamos en silencio. Me pongo la mullida bata del hotel y me recuesto a su lado en la enorme cama, mientras pienso en lo bonito que sería que con lo que acaba de pasar, quedara embarazada.

Me pierdo en mis ensoñaciones hasta quedarme dormida y sólo despierto hasta que siento los labios de mi esposo recorrer mis pezones. ¿En qué momento abrió mi bata? Me entrego por completo a las emociones y disfruto su boca recorriendo mi cuerpo.

Mi cuerpo reacciona ante su toque y cuando estoy completamente despierta y receptiva para él, me quito la bata para sentirlo por completo. Subo de nuevo en él, porque es la forma en que más cerca de mi lo siento y me pierdo en ese mar de sensaciones que me provoca tenerlo.

-Así… Así… Así, Susana. – dice entre gemidos y siento que me quiero morir.

- ¿Qué dijiste? – digo mientras trato de arañarle el rostro del coraje. ¿Cómo se atreve a llamarme por el nombre de su zorra?

-Yo… yo, lo siento, querida. – dice mientras trata de protegerse, pero mi furia es demasiada.

¿Cómo se atreve a hacerme eso? ¿Cómo se atreve a hacerlo hoy?

-Mírame, querida, mírame. Te lo puedo explicar. – dice, sujetando mis manos, pero yo no puedo contenerme.

- ¿Qué vas a explicarme? ¿Que te tiras a tu secretaria desde hace meses? – suelto furiosa y me mira aterrado.

- ¿Ya lo sabías? – dice luego de unos segundos de silencio.

-Claro que lo sabía, no tienes idea de lo malo que eres para engañarme. Soy quien más te conoce y a mí no me puedes mentir. – susurro mientras las lágrimas salen de mis ojos.

-Y entonces, ¿Por qué nunca me dijiste nada? – pregunta y yo quiero arrancarle la lengua.

- ¿Cómo querías que lo hiciera? ¿Qué esperabas que dijera? – pregunto con los dientes apretados.

-Yo… Lo siento… No quería que te dieras cuenta… -

- ¿Preferías mentirme en la cara? – ¿Cómo puede estar diciendo eso?

-Yo no dije eso… - contesta, exasperado.

- ¿Entonces qué? – pregunto aún más molesta.

-Sólo déjame explicarte las cosas…- dice, tratando de mediar mientras busco alejarme de él.

-Bueno, te escucho. Déjame vestirme. – digo mientras me levanto de su regazo y comienzo a buscar mi ropa.

- ¿Por qué? –

- ¿De verdad me estás preguntando eso? Bueno, ¿Tú eres idiota o qué pasa? Me acabas de llamar por el nombre de tu amante mientras hacíamos el amor… ¿Y preguntas por qué quiero vestirme? ¿De verdad no se te ocurre por qué quiero vestirme? – contesto, tratando de hacer evidente que la situación está mas que echada a perder.

-Está bien… Entiendo… Lo siento. – dice bajito cuando cae en la cuenta de que lo ha arruinado.

-Yo lo siento más… Mira… No quiero escucharte… Quiero… Quiero el divorcio. – digo mientras termino de vestirme y esa certeza me golpea. No merece nada de lo que siento por él.

-No me puedes hacer eso. Lo que quieras menos eso. – se acerca a mi y trata de abrazarme.

- ¿Por qué no? La agraviada soy yo, así que creo que puedo exigir lo que yo quiera. – digo con firmeza y siento cómo se pone tenso.

-Pero no me pidas el divorcio… ¿A caso no me amas? – pregunta y siento el dolor en su voz, pero el recuerdo de cómo acaba de llamarme me golpea y me pongo aún más furiosa.

- ¿Tú pensabas en cuánto me amas mientras te la cogías? ¿Pensabas en mí? Por supuesto que no lo hiciste. Si yo te hubiera hecho lo mismo, ¿Qué me dirías? ¿Qué pedirías? ¿Cómo habrías reaccionado? Cuéntame. – digo, mientras lo señalo con mi dedo y se queda callado.

-Entiendo cómo te sientes, pero, por favor, déjame explicarte las cosas… Pídeme lo que quieras, menos el divorcio, por favor. – contesta cuando recupera su voz.

-Bueno… Quiero a esa mujer fuera de la empresa mañana mismo. – digo con toda la firmeza que la situación me permite.

-Yo… Creo que tampoco puedo hacer eso… Se viene un proyecto importante y necesitamos que todo sea perfecto… La necesito para que todo salga bien. –

- ¿A qué te refieres? –

-Bueno, hace poco recibí un correo de un hombre que quiere construir un centro comercial en la ciudad. Es un proyecto bastante ambicioso y, si todo sale bien, sería un gran impulso para la empresa. Sería algo, en verdad, muy muy bueno. –

- ¿Y qué relación tiene eso con la zorra esa? –

-Por favor no la llames así…-

-La llamo como se me da la gana. Es más, la llamo así por que eso es. Así que dime, ¿Qué relación tiene ese negocio con esa mujer? –

-Bueno, pues… Necesitamos a nuestro equipo para que todo salga bien… Si tenemos esa licitación, no podemos permitirnos enseñar a alguien a hacer lo que ella hace… Todo tiene que salir perfecto… ¿Entiendes? –

-Muy bien… Entonces… Según entiendo, tú no quieres el divorcio. –

-No, claro que no… -

- ¿Por qué no? –

- ¿Cómo que por qué? Tú eres mi vida entera… -

-Muy bien, entonces… Hagamos esto: si no ganamos esa licitación, ella se va en el preciso instante en que nos notifiquen. Si la ganamos y, en vista de que dices que es indispensable para el proyecto, se irá en cuanto terminemos. ¿Quedó claro? –

-Como el agua. –

-Muy bien… Ahora, otra cosa. Si tú no quieres que yo me divorcie de ti, tendrás que pasar tiempo de calidad conmigo y demostrarme que vale la pena seguir en este matrimonio. –

- ¿A qué te refieres? –

-Te lo acabo de decir, más clara no puedo ser. De tu apretada agenda, tendrás que sacar tiempo para dedicarme a mí. Así que dile a tu secretaria que reorganice tus citas para que podamos salir juntos tú y yo. Tendremos ese mismo lapso de tiempo para saber si nuestro matrimonio debe continuar o no. –

-No puedes dejarme… -

-Eso dependerá de lo convincente que seas… Yo también tengo sueños y deseos… Y jamás te has puesto a pesar en eso mientras haces lo que haces. Así que ahora atente a las consecuencias. Si crees que estoy pidiendo demasiado, podemos llamar al abogado temprano y zanjar este asunto. –

-No, no, no… No tienes por qué ser tan extremista… Sé que me equivoqué, pero… está bien… haremos las cosas como tú quieres. –

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