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Capítulo 4. Inesperada visita

Las puertas del elevador del piso veinte se abrieron ante él, las personas que estaban pasando por ahí se detuvieron al verlo, John ignoró sus miradas y siguió su camino hasta llegar a un escritorio con una mujer ya mayor pero elegante al mismo tiempo.

― ¿Le puedo ayudar en algo, señor? ―dijo ella educadamente.

―Busco a la señorita Macey Crawford.

― ¿Tiene alguna cita? ―él negó.

―Soy John Pierce de JP Cosmetic. ―la mujer se tensó, ¿Era aquel el hombre que le había roto el corazón a Macey?

La mujer se aclaró la garganta y tomó el teléfono, al hacerlo, John no esperó y se adelantó a la futura negativa que tendría de parte aquella mujer, aunque su corazón latió frenéticamente con este impulso, no quería simplemente dejarlo pasar y avanzar. Escuchó a la mujer detrás de él intentando decirle que estaba ocupada, pero era tarde.

John estaba en el interior de la oficina de Macey y esta estaba en una llamada internacional, escuchó él que estaba hablando chino. Luego ella colgó, le hizo señas a su asistente que los dejara a solas.

―John Pierce, ¿Qué lo trae a su competencia? ―John se tensó, escuchar de nuevo aquella melodiosa voz de la mujer que siempre amó, era indescriptible.

―Disculpe señorita Crawford por presentarme de esta manera, pero temo que podría ser rechazado.

―Y está en lo cierto. ―Los ojos de Macey se posaron en él, intentó controlarse al ver a John.

Estaba vestido como todo un ejecutivo importante, lo hacía ver…otro hombre.

― ¿Puedo tomar asiento? ―John controló sus sentimientos abrumadores, ver a Macey vestida en un conjunto ejecutivo la hacía ver sexy, falda tipo lápiz color gris como el traje que tenía él, camisa blanca y con dos botones desabrochados mostrando…

“Mi collar”

Ella se aclaró la garganta para llamar su atención, se había quedado demasiado perdido en sus propios pensamientos que no la escuchó decir que tomara asiento.

Macey era elegante, sencilla pero elegante, no solía cargar joyas como sus hermanas, marcas famosas de ropa o bolsos, entonces palideció al recordar el collar que él le había regalado, así que de abrochó los dos botones abiertos para evitar que lo viera.

―Veo que aun conservas mi collar. ―Macey se sonrojó decidió alejarse así que se sentó del otro lado de la sala, lo único que los separa era la mesa de cristal del centro.

― ¿A qué has venido, John? ―intentó terminar con eso de una vez.

John sonrió.

―A pesar de haberte roto el corazón hace diez años atrás, conservas mi collar. ―Macey lo miró detenidamente, la había tomado por sorpresa.

―Lamentablemente le tomé mucho cariño como para desprenderme de él.  Pero no es tanto por quién me lo obsequió, si no por qué tiene mi nombre. ―Se miraron por un momento en total silencio, era una guerra de miradas.

―Bueno, no te quitaré más tiempo. ―Macey lo agradeció en su interior. ―Me he enterado que manejas los comedores sociales de la ciudad y uno de esos es el de los Cox. ―Macey se tensó, se supone que eso era confidencial.

― ¿Y? ―dijo en un tono muy serio y tajante, lo cual le sorprendió a John.

―Quiero agradecerte que ayudaras a esa familia. ―Macey arrugó su ceño.

―Bien, de nada, ¿Es todo? ―John no quería irse aún, miró sus manos si tenía una argolla que le informara que estuviese casada o comprometida, pero la otra mano de ella tenía cubierta la mano que le interesaba. Macey se dio cuenta. ―Tengo mucho trabajo, así que si no hay nada más que discutir, le invito a la salida, señor Pierce. ―Macey se levantó de manera elegante para regresar a su silla, pero John la alcanzó del codo haciendo que ella se volviera hacia a él, el aroma de aquel perfume le recordó que seguía usando el mismo, olía a rosas.

―Espera…―susurró John, bajó la mirada a su hermoso rostro, había olvidado que Macey tenía una belleza natural, sus ojos azules como el cielo y su piel pálida le mostraron el tinte rosa en aquellas mejillas. ―Había olvidado lo hermosa que eres…―Macey arqueó una ceja, se soltó de un movimiento brusco, John no se sorprendió al ver aquella frialdad en su mirada.

―Qué tenga buen día, señor Pierce.

Tocaron a la puerta de la oficina de Megan, ella estaba con un amigo abogado muy importante  que había ganado casos importantes con figuras internacionales.

― ¿Estás segura de querer hacerlo? ―preguntó Ernest a su amiga.

―Espera. Adelante. ―anunció Megan. La puerta se abrió y era un hombre vestido en un traje oscuro, su piel chocolate le resaltaban aquellos ojos verdes.

―Disculpe, señorita Crawford, me han informado que el señor Pierce acaba de salir de la oficina de su hermana Macey. ―Megan alzó sus cejas con sorpresa.

― ¿Qué? ―sonó atónita, luego arrugó su ceño, ―sí que tiene pantalones John para venir hasta la empresa. ―Se levantó, se alisó su traje y miró a Ernest. ―No tardo. ―Ernest asintió. Megan caminó hasta el elevador, las puertas se abrieron y estaba Mina en el interior.

― ¿Lo sabes? ―preguntó Mina y Megan asintió entrando a su lado. Las puertas se cerraron y bajaron al piso de Macey, ambas caminaron hasta la oficina, al entrar, Macey estaba viendo por la gran ventana.

― ¿Macey? ―llamaron al mismo tiempo sus dos hermanas, Macey se giró a ellas.

― ¿Qué hacen aquí? ―Macey arrugó su ceño.

―Bueno, nos hemos enterado que Pierce vino a verte, ―Macey torció sus labios.

―Y se vienen a asegurar que estoy bien. ―ellas asintieron preocupadas.

― ¿Lo estás? ―preguntó Mina acercándose a su lado. ―La verdad.

―Sí, esto bien. ―sus hermanas no creían en sus palabras. Macey se sentó en su silla y Mina regresó a lado de Megan quien estaba tomando asiento en una de las sillas frente al escritorio, se sentó Mina en la silla de al lado.

― ¿Qué es lo que quería? ―Macey había repasado cada palabra de John en su visita.

―Vino a dar las gracias por haber ayudado un comedor de los Cox.

― ¿Qué? ―preguntó Megan extrañada. ― ¿Desde cuándo al único heredero de JP Cosmetic le interesa si ayudas o no los comedores sociales de la ciudad?

― ¿Será que tiene a un conocido en ese comedor? ―preguntó Mina a Megan, luego miró a Macey. ―Además, ¿Cómo sabe que ayudaste a los Cox? Se supone que nos mantenemos privados.

―Fui personalmente. ―ambas hermanas miraron con sorpresa a Macey.

― ¿Desde cuándo haces eso? Para eso tenemos personal calificado para estar cargo de ello. ―Mina preguntó extrañada.

―Bueno, desde que sacamos al personal que estuvo robando el dinero de la institución, siento yo que es mejor hacerlo más personal, asegurarnos que el dinero llegue a ellos. ―Mina se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo de la silla.

―Oh, tan linda tú. Me parece buena idea, pero recuerda que no puedes andar exponiéndote, ve lo que acarrea el hacerlo, se ha enterado John y eso que es privado lo que se hace.

― ¿Crees que Byron esté usando a John para llegar a…?―Megan detuvo su pregunta y miro a Macey quien arqueaba una ceja, Mina estaba pensando algo parecido.

― ¿Ha dicho algo aparte de ese comedor? ¿Algo que no sea normal en él?

― ¿Qué sabré yo que no es normal en él? Han pasado casi diez años desde que no lo había visto. No sé si sigue siendo el hijo de puta que me rompió el corazón. ―Mina y Megan alzaron las cejas con mucha sorpresa, Macey no era de las tres que decía groserías, quizás en privado pero delante de ellas se contenía demasiado.

―Bueno, tranquilicémonos y dejemos de pensar en la verdadera intención de esta visita.

―Y precisamente anoche ha llegado de Italia y viene  solo a preguntar por el comedor.

―O tenía otro motivo, no lo sabemos. ―dijo Macey intentando que sus hermanas no se preocuparan por Pierce.

Las tres se quedaron calladas, se vieron una a la otra por segundos. Mina tenía que preguntar o se ahogaría con esa duda.

― ¿Sentiste algo al ver a Pierce? ―Macey sabía que preguntaría.

―No. ―Megan torció sus labios.

―No me vengas con eso. Somos tus hermanas, sabemos que sufriste demasiado por Pierce.

―Y es por eso que lo enterré en el pasado y seguí mi vida, así como él que huyó a Italia. ―contestó Macey.

Sonó el teléfono de Mina, al ver la pantalla presionó sus labios con dureza.

―Es la cardióloga. ―soltó un suspiro. ― ¿A poco ya pasó el mes de la cita? ―deslizó el botón verde y contestó. ―Mina Crawford. ―y en silencio escuchó lo que decía la doctora del otro lado de la línea. ―Gracias, estaremos por la tarde, a usted. ―y terminó la llamada, Megan y Macey la miraron. ―Bueno, nos recordó que tenemos la cita hoy a las cinco de la tarde, arreglen sus agendas para poder irnos antes.

― ¿Todavía debemos de seguir yendo? ―preguntó Megan a Mina.

―Bueno, es de regla ya que nuestros padres tuvieron problemas del corazón. ―Mina miró a Macey quien estaba callada. ― ¿Estás bien, Macey?

Ella asintió.

―A las cuatro las espero en el lobby.

Después de hacerse los electrocardiogramas y el resto de estudios mensuales, las tres decidieron ir a cenar juntas en su restaurante favorito, comida italiana. Seguían intrigadas por la visita de Pierce, por su llegada inesperada, muy curiosas si era definitivamente su regreso o tenía que volver a Italia, dónde había hecho su vida.

Megan miró el plato casi terminado de su pasta.

―He hablado con Ernest. ―Mina y Macey la miraron, sabían que era uno de los mejores abogados en divorcio del país. Sus dos hermanas dejaron de comer y prestaron atención a Megan. ―Y he decidido divorciarme.

― ¿Estás segura? ―preguntaron ambas a Megan.

―Sí, demasiado segura. Sé qué Mason está conmigo por costumbre, no hemos tenido sexo en un año, tenemos la misma rutina de siempre ahora también en casa de nuestros padres. No quiero vivir así, casi tengo treinta años y merezco a alguien que realmente me ame por quien soy, no por el apellido y lo que viene de la mano de este. Que se emocione por mis logros, que me apoye, que aunque sea una vez me diga que me ama…―la voz de Megan se quebró, Mina y Macey buscaron su mano para tomarla y darle un apretón en señal de apoyo.

―Y lo encontrarás. 

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