"Entre trajes y hombres"
Aún no podía apartar la sonrisa de mi rostro.
Desde la confesión de Conrad, si quiera sabía contener la alegría de mis comisuras.
El resto del desayuno-almuerzo, se volvió tan ameno y cómodo como la conversación nos lo facilitaba.
Conrad no presiono más sobre dicho tema, ni yo sobre ese tema que había dado indicio de esa repentina confesión.
Nos habíamos limitado a conocernos, averiguar nuestros gustos incluyendo la delicia de platos a la que me había dado vía libre a degustar.
Tal y como habíamos quedado, pagué los cafés e incluso insistí en pagar al menos la mitad de la cuenta, pero como siempre, Conrad con su carisma consiguió salirse con las suyas.
Ahora nos encontrábamos esperando fuera de las grandes puertas de una boutique de hombre.
¿Esperando el que?
Pues no lo sabía y aun cuando había preguntado, Conrad no había respondido, esquivándolo al ofrecerme otro tema del que dialogar.
— Conrad...
— Oh, por fin.
Protesto el hombre quien al observarme se había perdido en algo a mis espaldas.
El alivio se deslizo por su rostro, así como su postura que sutilmente había intentado disimular su apuro por lo que fuera que esperábamos.
— Siento mucho la tardanza, la reunión se ha demorado más de lo que esperaba.
Una voz masculina se deslizo a mis espaldas, aportando un escalofrío que recorrió mi columna. Miré a Conrad, para terminar, girando hacia el hombre que desconocía su voz y como la primera vez que contemple a alguno de ese círculo de amistad de cerca, su atractivo me abrumó de tal forma que me vi sosteniendo el impulso de abrir la boca como la máscara de Jim Carrey.
El hombre de cabello plagado de risos castaños me observo por unos segundos donde demoró de la misma forma que yo, al contemplarlo, queriendo no perderme el mínimo detalle de lo bien que se veía en ese traje de oficina en un azul oscuro que acentuaba la blancura nítida de su camisa de botones de cuello desabrochado, proclamando así mayor foco de interés su piel bronceada a la vista.
Una sonrisa suave se deslizo en sus labios antes de atrapar mi zurda entre sus manos y alzarla lo justo, al haberse semi inclinado hacia delante, para posar un casto beso sobre mis nudillos.
— Así que tú eres la sustituta de Gratia...
Confusa aparte mi encandilada mirada de sus increíbles ojos pardos, para enfocar de vuelta a Conrad, quien parecía disfrutar con el momento.
— Gratia suele ayudarnos con su visión femenina cuando necesitamos consejos de moda...
Explicó haciéndome entreabrir los labios por la sorpresa de lo que eso implicaba.
¿Esos dos increíbles adonis querían mi consejo en moda?
Oh por dios... podré vestir a ese par.
Apreté mis labios por acallar mi deseo de gritar en entusiasmo, manteniéndolo a raya lo preciso como para no hacerme quedar peor de lo que seguramente ya me vería con mi cara de tonta.
— Oh... — Solté como si no me hubiera afectado la respuesta, para volver a observar al aún desconocido adonis moreno, que había bajado mi mano pero que aún mantenía entre sus dedos, como si le gustara el contraste de nuestras temperaturas o lo ridículamente pequeña y delgada que se veía engullida por su mano. — Davinia Wilson.
Me presenté, observando como echaba un fugaz vistazo hacia Conrad al escuchar mi nombre, compartiendo uno de esos momentos de dialogar silencioso, para nuevamente posar su atención sobre mí.
— Ezra Pierce.
Oh.
Uno de los miembros del círculo cercano de Gratia.
Como envidio a esa mujer.
— ¿Entramos?
Cuestiono Conrad tras nuestra presentación, ambos lo observamos, sintiendo como la mano de Ezra me soltaba, Conrad se tomó la libertad de escoltarme al interior de la tienda, tras haber recibido un par de asentimientos de nuestra parte.
— ¿Problemas en las altas esferas?
Cuestiono Conrad hacia Ezra, quien se notaba ligeramente distraído aún cuando pasábamos por los trajes expuestos para hacerse una idea del diseño a elegir.
— Lo mismo de siempre... Ni se para que voy a las reuniones si ni quieren escuchar mis ideas...
Responde Ezra a mi zurda.
Procuro distraerme observando los trajes, para no sentir el revoloteo en mi vientre al percibir el calor y la fragancia de ambos hombres a mis costados.
No lo vi, pero por el ruido y el movimiento en mi rabillo del ojo, Conrad alzó su zurda para posarla sobre el hombro de su amigo, intentando confortarlo apropiadamente ante la confidencialidad de su amistad.
— Deberías hablar directamente con tu abuelo.
— ¿Y pasar por encima de padre? ¿Estás loco?
Exclamó quien parecía de los dos el más joven.
No pude evitar voltearme ante lo tierno que sonaban juntos, para terminar, volviendo a enfocar mi atención en ese traje que me había conquistado.
Me hubiera encantado tener una amistad de ese tipo.
Alcé mi diestra para capturar la suave manga de la chaqueta de aquel esmoquin, disfrutando de la sensación suave de la tela bajo mis dedos, así como la tonalidad en aquel verde oscuro, casi esmeralda.
Sentí la cercanía a mi zurda y acto seguido la suavidad de un susurro.
— ¿Te gusta?
Asentí enfocándome en mirar al frente para disimular lo necesario el rubor en mis mejillas.
— Me encanta el color... — Admití para terminar soltando la manga y girarme a observar al par. — Pero ¿qué exactamente estáis buscando?
Ezra volvió a incorporarse, ambos hombres con sus manos sumergidas en los bolsillos de sus pantalones y una sonrisa plantada en sus rostros.
— El viernes tenemos un baile benéfico.
— Concretamente el baile benéfico que todos los años mi abuela organiza.
Aclaro Ezra, antes de observar los trajes expuestos.
— Supongo que un traje lo suficientemente presentable como para no dejarla hacer su drama...
Conrad lo codeo haciendo que Ezra riera, aflojando así el ambiente.
Definitivamente ese par era lo contrario a Gratia.
— Vale... entonces nada que destaque mucho, colores básicos siempre son agradables a la vista.
Recite para ambos hombres mientras me giraba a contemplar lo que se ofrecía, así como la variedad aparte de diversos tejidos.
No pude evitar fantasear en más de una ocasión con verlos usando alguno de los que más habían captado mi atención, para finalmente elegir con ayuda del encargado lo más adecuado para sus constituciones.
Puesto Conrad era largo, de este tipo de hombre alto y atlético, mientras Ezra un poco más bajo que Conrad, se le notaba a simple vista lo mucho que disfrutaba ejercitando su cuerpo, no al nivel del exceso, pero si al nivel de aparentar más espalda que Conrad.
Para cuando el sastre termino de tomarles las medidas acordes, me encontré esperando en la caja a que tomaran ellos por su cuenta la decisión de los complementos que llevar con su atuendo.
No podía dejar de sonreír.
Nunca creí me gustaría tanto la idea de elegirle la ropa a un par de hombres, bueno, un par de increíbles y abrumadores adonis.
— Muy buena elección... — Alago el hombre que, tras acomodar las cajas extras con los complementos, se ocupó de cobrarles. — Tanto los caballeros como la dama, tienen un gusto magnifico.
Sonreí ante la amabilidad del hombre que le ofreció las bolsas al par de hombres a mi diestra, una vez pagaron lo indicado. No solo lo comprado en el momento, sino los trajes que se habían quedado pendiente en recogida para el Jueves próximo.
Tras despedirnos del agradable dependiente, salí escoltada por ambos hombres de la tienda. Afortunada me sentía por tener cada increíble hombre a cada lado.
— ¿Quieres ir a mirar algo para ti?
— ¿Para mí?
Cuestione hacia Conrad, quien asintió con su galante sonrisa adornando su cara.
— No es necesario.
— Ella es inteligente, esperara a que Gratia la acompañe.
Conrad observo en dirección a Ezra, quien se distrajo sacando un cigarrillo de su pitillera metálica, aquella que devolvió a su lugar dentro de la americana.
El rubio pareció molesto brevemente por su acción, no obstante, termino rebuscando en sus bolsillos para terminar brindándole el mechero que Ezra parecía no encontrar.
— Me prometiste lo dejarías...
— Y lo haré... — Murmuro Ezra intentando sacudirse de la reprimenda de Conrad tras tenderle de vuelta el mechero una vez encendido su cigarro. Ese que me enseño con un escueto gesto. — ¿Te importa?
Negué con suavidad antes de brindarle una educada sonrisa.
Ezra me devolvió el gesto, pero antes de decir nada Conrad se adelantó.
— Dulzura, deberíamos ponernos en marcha, Gratia te dio dos horas y no quiero que por nuestra culpa te veas en apuros.
— Si quiera me he dado cuenta de la hora.
Confesé al recordar que debía volver al trabajo.
Conrad poso su mano sobre mi espalda instándome a caminar y para mi sorpresa Ezra se acomodó a mi diestra.
No me importó caminar de vuelta a las oficinas escoltadas por aquel par.
Ni las miradas que recibía al tener la atención que me ofrecían, de quienes pasaban por nuestro alrededor.
Solo podía disfrutar de su compañía hasta que la burbuja se rompiera y volviera a mi realidad.
N/T:
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