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capitulo 4: virgen ❤️

Me tomó por la barbilla con una fuerza que me dejó sin aliento. Sus largos dedos invadieron mi boca, provocándome náuseas.

—Quítate la ropa, ahora —ordenó nuevamente.

—Por favor, no me hagas esto —suplicaba, mi cuerpo temblando como una hoja al viento, pero su rostro no mostraba la menor piedad.

—Lo siento, pero debes pagar el precio. Tu novio se ha metido con mi propiedad —su voz, cargada de crueldad, resonaba en mis oídos mientras me inmovilizaba. Sentía que me asfixiaba bajo su peso. Intenté apartarlo, pero mi brazo, dolorido por el golpe que recibí por parte de Patrik, no respondía.

—¡Ah! —Un grito de dolor escapó de mis labios cuando un agudo pinchazo recorrió mi brazo.

—No seas terca, esto será rápido... —susurró, su voz serpenteando hasta lo más profundo de mi ser. Su mirada, oscura y maliciosa, me llenaba de un terror paralizante.

Tenía miedo de confesar que aún era virgen, sabiendo que podría aprovecharse aún más de mí, así que mentí.

—Yo... no puedo estar con nadie, tengo VIH—dije, cerrando los ojos con fuerza, esperando que se alejara. Por un momento, sus manos se retiraron, pero él seguía encima de mí.

—¿Acabaste? —respondió con una risa sádica.

Abrí los ojos de golpe, encontrándome nuevamente con su mirada devastadora. Sus ojos, delineados de manera intensa, le daban una apariencia casi egipcia. Tristemente, eran unos ojos hermosos.

—Te he dicho que tengo VIH y si quieres morir antes de tiempo, no tengas relaciones conmigo —intenté parecer más astuta que él, pero mi esperanza se desvaneció al ver su sonrisa burlona.

Su risa se hizo más profunda, resonando en el silencio de la habitación como el eco de una pesadilla interminable.

—Crees que eso me detendrá —dijo en voz baja. Sus dedos se deslizaron por mi cuello, haciendo que un escalofrío recorriera mi columna vertebral—. No eres más que una pieza en este juego.

—Por favor —susurré, con lágrimas brotando de mis ojos—. Te lo suplico...

Él se inclinó, su rostro tan cerca que podía sentir su aliento en mi piel.

—Las súplicas no te salvarán ahora —susurró, con una sonrisa cruel dibujándose en sus labios.

El tiempo se detenía a cada segundo, y la habitación parecía cerrarse alrededor de nosotros. Sus manos comenzaron a deslizarse por mi cuerpo, y cada toque era como una quemadura. Intenté resistir, pero mis fuerzas me abandonaban rápidamente.

En un acto de desesperación, levanté la voz.

—¡Ayuda! —grité con toda la fuerza que pude reunir, aunque sabía que nadie vendría.

Su mano cubrió mi boca, silenciándome al instante. Sus ojos me perforaban, llenos de una maldad inhumana.

—No te molestes —dijo con frialdad—. Aquí, nadie puede oírte.

Mis pensamientos se arremolinaban, buscando una salida, una forma de escapar de este infierno. Pero la realidad me golpeaba con una certeza brutal: estaba sola y atrapada.

Con una última esperanza, intenté apelar a su humanidad, si es que quedaba alguna.

—Piensa en lo que estás haciendo . Esto no tiene por qué ser así. Por favor.

Él se detuvo por un momento, como si mis palabras hubieran logrado atravesar su corazon. Pero solo fue un segundo antes de que su expresión se endureciera nuevamente. Y llevar su mano hasta mi vagin@ y acariciarla.

—Ya es demasiado tarde—dijo, y su voz era como un puñal en mi corazón.

—Por favor…—susurró. Pero era demasiado tarde, sus dedos habían echado hacia un lado mi panties, y poco a poco fue metiendolos, se sentía extraño, jamás nadie había invadido mi privacidad. Al principio solo sentí una sensación de molestia, pero luego empezó a doler—Me duele por favor—Mis lágrimas caían sin cesar.

Lebron sacó sus dedos de mi vagin@ y luego miró su mano, estaba sucia de flujo blanco,  de inmediato su rostro estaba sorprendido, pero pude notar como su pulso empezó a temblar.

Intenté controlar mi respiración, pero me costaba un montón.

—¿Eres virgen? —preguntó, y al escuchar esa palabra, mi corazón empezó a latir con fuerza desbocada.

No sabía qué decir, así que guardé silencio y aparté la mirada, esperando que mi silencio le diera la respuesta que buscaba. Su mano volvió a mi barbilla, obligándome a mirarlo—Responde —demandó, su voz baja pero cargada de amenaza.

—Eso no te importa —logré susurrar, mi voz apenas audible, intentando reunir la poca valentía que me quedaba.

Él sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Su mano dejó mi barbilla y se deslizó por mi cuello al punto de apretarlo con suavidad.

—Claro que me importa—dijo—Quiero saber cuánto placer me espera.

—Por favor... —empecé de nuevo, pero él me interrumpió.

—Las vírgenes son más divertidas —susurró, su aliento cálido en mi oído—. Y tú, preciosa, pareces un verdadero desafío.

Mis lágrimas seguían cayendo, pero me di cuenta de que las súplicas no me llevarían a ninguna parte. Tenía que encontrar una manera de luchar, de ganar tiempo. Mi mente volvía una y otra vez a una sola idea: mantenerlo hablando.

—¿Por qué haces esto? —pregunté, intentando mantener mi voz firme—. ¿Qué te he hecho yo? No podías simplemente buscar a tu novia sin necesidad de secuestrarme a mí.

Por un momento, algo pareció cambiar en su mirada. Una sombra de duda cruzó por sus ojos, pero se desvaneció tan rápido como había aparecido.

—Creeme que mis intenciones no eran raptarte, pero tú novio hizo algo imperdonable, aparte de asesinar a mi padre, se lleva a Isabell. ¿Querías que simplemente fuera tras él? No, tenía que darle justo por donde más le duele, y eres tu Celine.

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