—Nadie se mueve, ¡todos al piso!—gritó un hombre con voz rasposa, mientras sostenía una metralleta en sus manos. En ese preciso instante, salieron dos más desde el parque, como si nos hubieran estado acechando desde un principio.—¿Qué vamos a hacer, Lebron? —susurré, mi voz apenas en un hilo, mientras apretaba sus manos con desesperación.Lebron cerró los ojos, y en ese gesto supe que se había rendido. Podía sentir cómo su esperanza se desvanecía, y entonces, soltó mis manos. Fue como si el mundo se derrumbara en ese momento; la conexión que me mantenía firme se había roto.—Todo estará bien —dijo con voz quebrada, aunque ninguno de los dos lo creía.—¡Amarren a estos desgraciados y súbanlos al auto!—ordenó el hombre de la metralleta. Fue en ese momento que supe que estábamos perdidos. A mí me arrastraron sin piedad hacia un coche, donde un conductor con la mirada fría y vacía me esperaba. A mi lado, un joven de expresión cínica se acomodó, mientras a Lebron lo subían en otro vehícul
Mi instinto de supervivencia gritaba en mi interior: ¡Escóndete!. Sin perder tiempo, me deslicé rápidamente detrás de unas hojas, apenas conteniendo el aliento. Desde allí, con los ojos fijos y el corazón acelerado, vi cómo llevaban a Lebron. Lo reconocí al instante, su figura abatida, con la cabeza baja, y el peso de la tristeza reflejado en su postura. Uno de los hombres le apuntaba con un arma en la cabeza. Mi corazón se hizo trizas, el dolor de la impotencia me desgarraba por dentro. No podía hacer nada.No obstante, sin dudar, decidí seguir el auto. Por suerte, avanzaba despacio, como si los hombres estuvieran buscándome, o tal vez no... ¿Qué los hacía ir tan lentamente?. No lo sabía, pero sus movimientos me daban la oportunidad perfecta para mantenerme a su ritmo, hasta que llegamos al lugar donde mi pesadilla comenzó: la casa donde Alex me había retenido la última vez.—¡Baja, maldito!—rugió uno de los hombres, mientras le apuntaba a la cabeza a Lebron.El sonido tembloroso de
Veía cómo arrastraban a Lebron como a un perro, hacia lo que parecía ser su último día. Las palabras de Alex resonaban en mi mente: "Lo voy a matar". No podía permitirlo.Con el arma en mis manos temblorosas, no sabía si el temblor venía de la rabia o del miedo. Lo único que me detenía de salir como una loca desquiciada y disparar era la certeza de que si lo hacía, moriría. Respiré hondo y esperé pacientemente, aunque cada segundo dolía como una eternidad.De repente, las puertas se cerraron de golpe. Los hombres de Alex salieron dispersos, buscándome. Limpié con prisa los mechones de cabello empapados de sudor que se metían en mi boca, cerré los ojos y conté hasta cinco. Al terminar, salí sigilosamente e intenté abrir el portal, pero estaba cerrado. Tenía que encontrar otra entrada. Rodeé la casa hasta llegar a unas rejas que me conectaban directamente con la escena: Lebron y Alex. Alex abofeteaba a Lebron una y otra vez, pero él no emitía ni un solo quejido. Solo lo miraba con un od
—¡A mí nadie me llama loco! .—respondió Alex, furioso.En ese momento, él iba a darle su merecido a Lebron. Pero desde lo más profundo de mi ser, dejé escapar un grito desgarrador. —¡Alex ven a mi!—El sonido resonó en la habitación, y pude ver cómo Alex se desquiciaba aún más. Comenzó a mirar a su alrededor, enloquecido, buscando de dónde provenía el grito.Era el momento indicado para pasar al plan B.Tenía que llegar a la puerta, sentía el dolor en mis pies y el vacío en mi estómago, pero no podía permitirme flaquear. Tomé una roca enorme y me acerqué a la puerta, sabiendo que Alex saldría por allí en cualquier momento. La puerta se abrió de golpe, y pude ver la espalda de Alex. Aproveché la oportunidad y, sin pensarlo, le di con todas mis fuerzas en la cabeza. La roca impactó con un sonido seco y brutal, y su arma cayó al suelo junto con él. Solté la piedra a un lado y, con manos temblorosas, tomé el arma.—Estás acabado, Alex. Nadie puede ayudarte ahora—dije con seguridad.Él so
—Otro día agotador —farfullé sin perder el ritmo de mis pasos. En realidad, quiero llegar rápido a casa para decorar la habitación de mi novio, Alex Macalister. Acaba de regresar de un importante evento; es un futbolista brasileño. Sin duda, es muy guapo, con una mirada impactante. Cada vez que pienso en él se me hace agua la boca. El fuerte sonido de un auto relinchante me sacó de mis pensamientos. Mis ojos se abrieron al ver a tres personas interponiéndose en mi camino; uno de ellos era una chica. —¿Les puedo ayudar en algo? —pregunté de manera divertida. Ellos se miraron entre sí y asintieron con la cabeza. —Es ella —avisó la chica a los dos hombres que la acompañaban. Miré a ambos lados, sin darle mucha importancia al asunto. Pensé que era una broma y solo solté una risa nerviosa. —Amigos, sé que es una de esas bromas de internet. De repente, uno de los hombres me agarró de las manos, dejándome inmóvil. —¡Ayuda! —grité asustada. —Haz que se calle de una vez, Patrik —ordenó
—Señor, usted está cometiendo un grave error—digo tratando de hacerlo caer en razón. —No, en realidad mi objetivo eres tú, Celine de Macalister.. Mis vellos se erizaron de punta a punta. —Estás mal de la cabeza, no me llamo Celine, me llamo Jimena—trato de mentir. Pero eso hizo que el hombre de ojos verdes soltara una risita. —No eres tan lista como aparentas—se acercó a mí, y me tomó de la cintura—Vamos. Me niego a caminar, y él me hace caminar de un suave empujón. —¡Ah duele!-me quejé, en realidad mis rodillas están lastimadas. —¿Qué pasa?—Me pregunta el hombre de ojos verdes con voz preocupante. Mis rodillas temblaban incapaces de moverse. Solo sentí un líquido recorrer por mis pantorrillas. El hombre me soltó, y llevó su mirada hasta mis piernas, alzó mi falda lentamente. En cuanto vio mis heridas, su rostro se enfureció como el mismo Tasmania. —¡¿Cómo dejaron que se lastimara!?—gritó enfurecido buscando una buena explicación. —Señor, ella se cayó—dijo la chica en voz
Lebron pasó sus manos por mis nalgas, dándoles una breve manoseada. —Te dije que no te haré daño, no soy como tu novio—susurra cerca de mi cuello, y luego deja un beso en este. —Por favor….—masculló cerrando mis ojos. Estaba muerta de miedo, pero sus caricias son suaves. —Ahora, descansa—Deja otro beso pero este con un chupete. Haciendo arder mi cuello. Jadeó tragando en seco, su beso me ha dejado desconcertada y con la piel de gallina. Lebron salió y cerró la puerta mientras acomodaba su cabello hacia atrás. Me tumbé al suelo tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. Ese hombre me ha manoseado y besado el cuello. Lleve mi mano hasta la zona en la que el me beso y me limpie. —Es un sinvergüenza… —La comida está lista—anunció la chica mientras entraba a la habitación. Su mirada fría y distante, no me transmite más que rabia. La chica se confío y dejó la bandeja sobre la cama dándome la espalda, de inmediato aproveche la ocasión y me levante del piso y salí corriendo.
Me tomó por la barbilla con una fuerza que me dejó sin aliento. Sus largos dedos invadieron mi boca, provocándome náuseas. —Quítate la ropa, ahora —ordenó nuevamente. —Por favor, no me hagas esto —suplicaba, mi cuerpo temblando como una hoja al viento, pero su rostro no mostraba la menor piedad. —Lo siento, pero debes pagar el precio. Tu novio se ha metido con mi propiedad —su voz, cargada de crueldad, resonaba en mis oídos mientras me inmovilizaba. Sentía que me asfixiaba bajo su peso. Intenté apartarlo, pero mi brazo, dolorido por el golpe que recibí por parte de Patrik, no respondía. —¡Ah! —Un grito de dolor escapó de mis labios cuando un agudo pinchazo recorrió mi brazo. —No seas terca, esto será rápido... —susurró, su voz serpenteando hasta lo más profundo de mi ser. Su mirada, oscura y maliciosa, me llenaba de un terror paralizante. Tenía miedo de confesar que aún era virgen, sabiendo que podría aprovecharse aún más de mí, así que mentí. —Yo... no puedo estar con nadie, te