Capítulo 2 El primer encuentro
El aire estaba impregnado con el olor a desinfectante, ese aroma inconfundible de hospitales y geriátricos. Álvaro Méndez ajustó la corbata de su uniforme y respiró hondo antes de entrar al Último Amanecer. Había llegado el momento de cumplir su misión, aunque los nervios revoloteaban en su estómago. El pasillo principal estaba tranquilo, iluminado por un sol tenue que se filtraba por las ventanas. Caminó hasta la recepción, donde una enfermera le indicó que debía reportarse con la doctora Aurora Sáenz. Cuando llegó a la sala común, la vio por primera vez. Aurora estaba inclinada hacia un hombre mayor que sonreía ampliamente desde su silla. Tenía una voz suave, cargada de paciencia, mientras ajustaba una manta sobre las piernas del hombre. —Luis, no puedes andar desabrigado con este frío. Me vas a obligar a darte un sermón. —Ay, doctora, si mi exesposa hubiera sido tan guapa como usted, yo nunca me habría divorciado —contestó el hombre con una sonrisa pícara. Aurora rió y negó con la cabeza, sin dejar de acomodar la manta. Fue en ese momento cuando Álvaro se acercó y aclaró su garganta para anunciarse. —Disculpe, doctora Sáenz. Soy Álvaro Méndez, el nuevo enfermero. Aurora se volvió hacia él, y por un momento pareció congelarse. Era un hombre alto, con hombros anchos que llenaban perfectamente el uniforme. Sus ojos azules, intensos como el cielo después de una tormenta, la estudiaban con una mezcla de seriedad y calidez. Su cabello castaño oscuro estaba perfectamente peinado, pero era su presencia lo que realmente llenaba la sala. —Ah, sí… —Aurora pareció recuperar la compostura rápidamente y le tendió la mano—. Doctora Aurora Sáenz. Bienvenido al equipo, Álvaro. Álvaro estrechó su mano, y en el instante en que lo hizo, una extraña corriente recorrió su cuerpo. Fue un momento fugaz, pero suficiente para que sus miradas se cruzaran con intensidad. Ella también lo sintió; era como si el aire entre ellos hubiera cambiado de densidad. Don Luis, que observaba la escena con una sonrisa de oreja a oreja, no dejó pasar la oportunidad. —Bueno, bueno, doctora. ¿Es que aquí también contratamos modelos? ¡Porque este muchacho parece sacado de una novela romántica! Aurora soltó una carcajada nerviosa mientras soltaba la mano de Álvaro. —Luis, por favor... No empiece. —¿Qué no empiece. yo ? ¡Si hasta yo siento celos! —Luis hizo un ademán teatral, llevándose la mano al pecho—. Pero está bien, está bien. Hacen una bonita pareja. Si terminan casándose, quiero ser padrino, ¿eh? Álvaro se rió por primera vez desde que había llegado, relajándose un poco. —Gracias, Don Luis, pero apenas acabo de llegar. —Eso no importa —insistió el anciano, alzando un dedo en el aire como si estuviera dictando una verdad universal—. El amor a primera vista existe, joven. Míralos nomás. Usted parece un caballero, y la doctora es una reina. Yo digo que no pierdan tiempo, que aquí en este geriátrico no siempre hay bodas si entierros . Aurora se llevó una mano a la frente, negando con la cabeza mientras intentaba no reírse. —Luis, de verdad. Usted siempre igual. —¿Igual de acertado? Claro que sí. ¡Y no me lo nieguen! Esa electricidad entre ustedes se sintió hasta acá. —Luis se reclinó en su silla con una sonrisa de satisfacción—. Si necesitan consejos de amor, yo estoy disponible. Aurora no pudo contener la risa y, al final, Álvaro también se dejó llevar. —Tomaré nota, Don Luis. Nunca se sabe cuándo uno puede necesitar esos consejos —dijo Álvaro, dándole un guiño. Aurora lo miró, sorprendida por su respuesta, y luego ambos rompieron en una carcajada más relajada. —Bueno, ahora que ya me hice amigo del enfermero galán, los dejo trabajar. Pero no se olviden, cuando anuncien la boda, quiero estar en primera fila. —Con un movimiento elegante, Luis se giró hacia su periódico, satisfecho con su intervención. Aurora y Álvaro se miraron una vez más, y aunque ninguno lo dijo, ambos sabían que esa conexión no había sido solo cosa de Don Luis. —Vamos, Álvaro. Te muestro las instalaciones —dijo Aurora, tratando de recuperar el control de la situación. —Claro, doctora Sáenz —respondió él, siguiéndola mientras aún sonreía por las ocurrencias de Luis. Don Luis, desde su silla, levantó la vista un momento y murmuró para sí: —Ah, la juventud. ¡Qué bonito es verlos tan nerviosos! —¡Doctora Aurora! —Una enfermera apareció en el pasillo con un semblante de preocupación—. Doña Marta insiste en que quiere salir al jardín, pero no está bien abrigada. Dice que si usted no va a verla, se irá igual. Aurora suspiró, llevándose una mano a la frente. —Ay, Marta. Siempre igual de testaruda. Álvaro, ¿quieres acompañarme? Así te presento a otra de nuestras joyas. —Claro, doctora —respondió Álvaro, siguiendo sus pasos por el pasillo. Cuando llegaron al jardín, una anciana de cabello blanco y mirada vivaz estaba sentada en un banco, envuelta solo en una bufanda y una ligera chaqueta. —¡Doctora! Ya iba a escaparme por la reja, pero me atraparon a tiempo —dijo Marta con una sonrisa traviesa. —Marta, no podemos dejar que se enfríe. ¿Dónde dejó su abrigo? —preguntó Aurora, acercándose con las manos en la cintura. —Ay, niña, déjate de tonterías. ¿Acaso no ves que el sol está calentito? Aurora negó con la cabeza y se giró hacia Álvaro. —Marta, él es Álvaro, nuestro nuevo enfermero. La anciana lo miró de pies a cabeza con ojos críticos y luego sonrió con picardía. —¿Y dónde lo encontraron? ¡Este muchacho parece modelo de revista! Álvaro soltó una risa tímida y extendió su mano hacia ella. —Es un placer conocerla, Doña Marta. Marta ignoró la mano y, en cambio, le dio unas palmaditas en el brazo. —El placer es mío, hijo. Pero te voy avisando: aquí tienes que aprender rápido. Estas mujeres te van a hacer correr de un lado a otro, y cuando no puedas más, ahí estaré yo para darte un cafecito. Aurora reprimió una risa mientras ayudaba a Marta a colocarse una manta que había traído la enfermera. —Eso sí, Marta. Nada de andar escapándose por las rejas, ¿de acuerdo? —advirtió Aurora con tono divertido, pero firme. —De acuerdo, de acuerdo... Pero solo porque quiero causar una buena impresión con el muchacho nuevo. Aurora y Álvaro se miraron con complicidad, compartiendo una sonrisa que prometía ser el inicio de una conexión más profunda. Mientras regresaban al edificio, Álvaro sintió que, a pesar de los nervios iniciales, había encontrado algo especial en el Último Amanecer. Y Aurora, aunque no lo admitiera, no podía ignorar que aquel primer encuentro había dejado una huella inesperada en su día.Capítulo 3Las primeras pistasAurora caminaba con paso firme, aunque medido, por los pasillos del geriátrico, como si cada paso estuviera calculado para no despertar suspicacias. Sus ojos atentos escudriñaban el entorno, y sus palabras, al dirigirse a Álvaro, eran claras pero no demasiado reveladoras. Con cada gesto y cada explicación, Aurora transmitía una mezcla de profesionalismo y cautela, como si cada rincón del Último Amanecer ocultara secretos que prefería mantener bajo control.Álvaro la seguía de cerca, registrando mentalmente cada detalle que pudiera ser de utilidad. La rutina del lugar parecía ser como la de cualquier otro geriátrico: residentes tranquilos, personal ocupado y una atmósfera de calma aparente. Sin embargo, bajo esa fachada, Álvaro percibía un trasfondo más oscuro, algo que Aurora no terminaba de verbalizar.—Aquí tenemos las habitaciones de los residentes —explicó Aurora, deteniéndose frente a una puerta semiabierta—. La mayoría son personas amables, pero, c
Capítulo Conversaciones y sospechas . Álvaro cerró la puerta de su pequeño departamento después de un largo turno en el geriátrico . El aire fresco de la noche entraba por una ventana entreabierta , mientras se dejaba caer en el sofá . A pesar del cansancio, su mente seguía activa . Aurora , su abuelo , Richard , la máquina de hielo … Todo lo vivido en el día formaba un rompecabezas que aún no sabía cómo armar .Con un suspiro , sacó su teléfono y marcó el número de Valen . Era una voz que siempre lo ayudaba a aclarar las ideas , incluso en los momentos más oscuros .—Álvaro , qué sorpresa— contestó Valen con tono cálido al otro lado de la línea .—Hola , Valen. ¿Cómo estás ? ¿Cómo está el bebé ? ¿Y Clara ?Hubo un breve silencio antes de que Valen respondiera con una sonrisa que Álvaro casi podía escuchar .—Estamos bien . Clara sigue un poco agotada,no es fácil ser mamá ,cuidarme , pero lo está haciendo increíble con el bebé . Y Mateo … bueno , ya sabes cómo son los primeros mese
Capítulo 5: Siempre en HoraAurora llegó como de costumbre, 10 minutos antes de su hora de entrada. El ambiente en el geriátrico estaba tranquilo, aunque cargado de la rutina diaria que se respiraba en cada rincón. Al entrar al salón principal, sus ojos se encontraron con Álvaro, quien ya estaba en su puesto. La puntualidad y la seriedad del nuevo enfermero no dejaban de sorprenderla. ¿Acaso intentaba destacar desde el principio? Aurora no podía evitar la sensación de que él escondía algo, pero decidió no darle demasiadas vueltas al asunto.–Buenos días –saludó Aurora con una sonrisa.–Buenos días –respondió Álvaro, levantando la mirada de la hoja de registros que revisaba.Aunque todavía no había asumido plenamente las tareas de un enfermero, Álvaro ya había comenzado a colaborar. Durante esa mañana, ayudó a Aurora con unos vendajes y se ofreció a cambiar pañales junto a Eduardo, uno de los auxiliares de enfermería. Álvaro no mostraba reparo en realizar tareas que otros podrían cons
Capítulo: "No me gusta ese hombre"Álvaro y Aurora caminaban por el pasillo del geriátrico, sumergidos en una conversación tranquila. El ambiente, aunque sereno, estaba cargado de una tensión latente. Al llegar a la sala común, se encontraron con varios residentes charlando en susurros, como si compartieran un secreto.El señor Luis, conocido por su carácter franco, alzó la voz al verlos acercarse.—¿Han oído lo de Don Juan? —comentó, mirando a Marta con una expresión grave.Aurora se tensó ligeramente al escuchar el nombre, pero continuó caminando con una compostura que ocultaba su incomodidad. Álvaro, más atento, no pudo evitar interesarse por la conversación.—¿Qué pasó al final con Don Juan? —preguntó Marta, en tono bajo, como si temiera ser oída por alguien más.—Es extraño —dijo Luis, sacudiendo la cabeza—. Estaba mejorando, pero de repente se puso peor. Es como si algo hubiera cambiado de golpe.Aurora mantuvo una expresión neutral, aunque Álvaro notó un leve endurecimiento en
capitulo:En la Sombra del PasadoHabían pasado unos días desde aquella salida con Aurora, una charla cargada de confidencias y miradas que decían más de lo que las palabras podían expresar. La noche había caído nuevamente sobre el geriátrico "Último Amanecer", cubriendo el lugar con un manto de tranquilidad solo aparente. Los pasillos, desiertos y tenuemente iluminados por las lámparas de emergencia, eran testigos de las historias que se tejían en el silencio de la madrugada.Álvaro Méndez, disfrazado bajo su uniforme de enfermero, caminaba con un paso calculado hacia la oficina de gerencia. Las palabras de Aurora y sus propias sospechas formaban un tumulto en su mente. Cada conversación que escuchaba, cada mirada furtiva que captaba, se sumaban a un cuadro cada vez más oscuro y complejo.—Ella siempre está investigando algo aquí. Dice que los dueños ocultan cosas —le había susurrado una de las empleadas el día de su llegada, una frase que se había instalado en su cabeza como una a
Capítulo: La Encrucijada de ÁlvaroLa mañana había llegado con un aire denso y cargado de incertidumbre. Álvaro se dirigía hacia la pequeña cafetería donde se encontraría con Horacio Funes. Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones. La conversación que estaba a punto de tener era algo que había estado evitando, pero sabía que era inevitable.Al llegar, Funes ya estaba sentado en una mesa en el rincón, con una expresión que mezclaba preocupación y seriedad. Álvaro se sentó frente a él, y antes de que pudiera hablar, Funes tomó la iniciativa.—Álvaro, sabes que te aprecio como a un hijo, pero lo que estás haciendo es peligroso. No solo para ti, sino para todos los que están involucrados en este caso. —Funes hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Sé que esto es personal para ti, pero precisamente por eso creo que no eres la persona adecuada para continuar con esta investigación.Álvaro frunció el ceño, sintiendo una mezcla de frustración y desafío. Sabía que Fune
Capítulo Confidencias en la NocheÁlvaro revisaba los informes en su pequeño despacho cuando un suave golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Al levantar la vista, vio a Aurora asomándose tímidamente.—¿Puedo entrar? —preguntó en voz baja.—Claro, pasa —respondió, cerrando la carpeta que tenía en las manos.Aurora se sentó frente a él, con una expresión de preocupación en su rostro. Durante unos segundos, se mantuvo en silencio, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.—Álvaro, necesito hablar contigo... —comenzó, bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas—. No sé por qué, pero siento que puedo confiar en ti.Álvaro se inclinó un poco hacia adelante, alentándola a continuar.—Es sobre Richard. No me da buena espina. Hay algo en él que no me gusta, y creo que deberías tener cuidado. No es una persona en la que yo confiaría —advirtió, mirándolo a los ojos.Álvaro asintió, tomando nota mental de sus palabras, pero cuidando de no revelar nada de su verdadera identid
capitulo: La libreta de Ana.Álvaro comenzaba a sentirse cada vez más a gusto con Aurora. Su conversación fluía con una naturalidad sorprendente, y poco a poco, ella empezaba a confiar en él. Durante uno de esos momentos de apertura, Aurora mencionó algo que despertó el interés de Álvaro: una libreta que había encontrado entre las pertenencias de Ana Sánchez, una de las residentes fallecidas.—Es una libreta vieja —explicó Aurora, sacándola de su bolso y mostrándosela a Álvaro—. Ana solía anotar todo en ella. Desde que llegó al hogar, registraba detalles del día a día, cosas personales, pero también observaciones sobre el personal y los otros residentes. Lo que me llamó la atención fue que hay dos muertes anotadas aquí, y en ambas menciona que Richard estaba a cargo de las horas de comida y cena.Álvaro tomó la libreta, examinando las páginas amarillentas llenas de la letra meticulosa de Ana. Cada entrada estaba fechada, y las descripciones eran precisas. Las muertes mencionadas, ocu