5 Siempre en hora

Capítulo 5:

Siempre en Hora

Aurora llegó como de costumbre, 10 minutos antes de su hora de entrada. El ambiente en el geriátrico estaba tranquilo, aunque cargado de la rutina diaria que se respiraba en cada rincón. Al entrar al salón principal, sus ojos se encontraron con Álvaro, quien ya estaba en su puesto. La puntualidad y la seriedad del nuevo enfermero no dejaban de sorprenderla. ¿Acaso intentaba destacar desde el principio? Aurora no podía evitar la sensación de que él escondía algo, pero decidió no darle demasiadas vueltas al asunto.

–Buenos días –saludó Aurora con una sonrisa.

–Buenos días –respondió Álvaro, levantando la mirada de la hoja de registros que revisaba.

Aunque todavía no había asumido plenamente las tareas de un enfermero, Álvaro ya había comenzado a colaborar. Durante esa mañana, ayudó a Aurora con unos vendajes y se ofreció a cambiar pañales junto a Eduardo, uno de los auxiliares de enfermería. Álvaro no mostraba reparo en realizar tareas que otros podrían considerar menos agradables, algo que Aurora observó con admiración.

Mientras trabajaban, Álvaro conversó con Eduardo, un hombre amable con varios años de experiencia en el geriátrico. Durante una pausa, Eduardo le habló de Juan Méndez, el abuelo de Álvaro.

–Extrañamos mucho al señor Méndez. Todo el mundo lo quería. Siempre tenía una palabra amable para todos. Su muerte fue tan repentina que todavía cuesta creerlo –dijo Eduardo, con nostalgia.

–Sí, eso parece... –murmuró Álvaro, esforzándose por mantener la compostura.

–Si no hubiera estado en silla de ruedas, nadie habría pensado que estaba enfermo. No sé, fue todo tan raro... –continuó Eduardo, sin notar la tensión que crecía en Álvaro.

Álvaro asintió, anotando mentalmente cada palabra. Las muertes repentinas parecían ser una constante en aquel lugar, y las dudas no hacían más que aumentar.

Más tarde, durante la ronda vespertina con Aurora, Álvaro aplicó su primer inyectable a una residente. A pesar de no haber ejercido como enfermero en años, su técnica era impecable, algo que Aurora no dejó de notar.

–No está nada mal para alguien que recién empieza aquí –comentó ella, en tono amable.

–Gracias. Solo trato de hacerlo lo mejor posible –respondió Álvaro con una leve sonrisa.

La residente, una señora mayor con un carácter simpático, hizo su propia evaluación.

–¡Qué bien lo hizo, joven! Si siempre viene usted a darme las inyecciones, me sentiría mucho mejor. No como ese bruto de Richard, que parece que clava agujas en lugar de aplicarlas –dijo entre risas.

Aurora y Álvaro intercambiaron una mirada. No era la primera vez que escuchaban quejas sobre Richard Torres, pero los comentarios negativos parecían ser cada vez más frecuentes.

–¿Richard ha tenido problemas con usted? –preguntó Álvaro, fingiendo curiosidad casual.

–Ay, no sé cómo sigue trabajando aquí. Siempre está de mal humor y trata a todo el mundo como si le debiéramos algo.

Ese tipo de respuestas se repitieron varias veces durante la ronda. Aurora también notó el interés de Álvaro cada vez que alguien mencionaba a Richard, pero decidió no comentarlo. Al terminar la ronda, se dirigieron juntos a la sala de descanso para tomar un café.

–¿Siempre es así con los residentes? –preguntó Álvaro, refiriéndose a Richard.

Aurora suspiró, como si estuviera pensando en cómo responder.

–Es complicado. Richard está aquí porque es sobrino de los dueños, Joseph y Mary Torres. No tiene título, pero... bueno, aquí estamos –dijo con tono de resignación.

–Eso explica muchas cosas –respondió Álvaro con seriedad.

Aurora frunció el ceño, evaluando la reacción de Álvaro. Había algo en él que le intrigaba. No era solo su habilidad para el trabajo o su actitud profesional, sino esa mirada intensa que parecía analizar cada detalle.

–¿Y tú? –preguntó ella, rompiendo el silencio–. ¿Por qué decidiste trabajar aquí?

Álvaro se tomó un momento antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

–Siempre quise ayudar a las personas mayores. Me parece una forma de devolverles algo por todo lo que han hecho en sus vidas.

Aurora lo miró fijamente, intentando descifrar si había algo más detrás de su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar algo más, Eduardo entró en la sala, interrumpiendo la conversación.

Por la tarde, Álvaro aprovechó un momento libre para inspeccionar las instalaciones. Se dirigió hacia la cocina, donde la vieja máquina de hielo captó su atención. Recordando lo que Aurora había dicho el día anterior, decidió echar un vistazo más de cerca. Justo cuando estaba a punto de examinarla, Aurora apareció detrás de él.

–¿Qué haces aquí? –preguntó, con curiosidad.

–Solo quería familiarizarme con todo –respondió Álvaro, intentando sonar casual.

Aurora lo observó con desconfianza antes de hablar.

–Esa máquina es un desastre. Yo nunca uso hielo de ahí, y les recomiendo a los residentes que tampoco lo hagan.

Álvaro sintió que se le aceleraba el corazón. Era la primera vez que alguien mencionaba un problema concreto con las instalaciones.

–¿Por qué dices eso? –preguntó, fingiendo desinterés.

–Es vieja y está conectada directamente al agua del grifo. Además, nunca la han cambiado, y creo que nadie la limpia adecuadamente.

Antes de que pudiera decir algo más, la puerta de la cocina se abrió de golpe y Richard Torres entró. Su presencia era imponente, pero no en el buen sentido. Álvaro notó de inmediato la tensión en el rostro de Aurora.

–¿Qué hacen aquí? –preguntó Richard con tono autoritario.

–Solo le mostraba las instalaciones al nuevo enfermero –respondió Aurora, intentando mantener la calma.

Richard miró a Álvaro de arriba abajo, evaluándolo.

–Bien. Espero que sepas lo que haces –dijo antes de dar media vuelta y salir de la cocina.

Cuando se quedaron solos, Aurora soltó un suspiro de alivio.

–Ese hombre... no sé cómo lo soportamos –murmuró.

Álvaro no dijo nada, pero su mente ya estaba trabajando. Las piezas comenzaban a encajar, aunque todavía quedaban muchas preguntas sin respuesta.

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