Siempre estará para ti.

De la gran casa salió una hermosa mujer de unos cuarenta años, a su lado se paró un pequeño de unos siete años que sonreía lleno de alegría al ver a Abigaíl.

— Bienvenida— dijo la mujer son una cálida sonrisa.

Abigaíl se acercó a ella y se dejó abrazar, ese abrazo que tanto necesitaba, Abigaíl se soltó en llanto, se había estado conteniendo, pero ahora sentía que podía terminar de casar todo ese dolor que sentía.

— Llora todo lo que quieras cariño, saca todo eso dolor— le dijo la mujer acariciándole la cabeza con cariño— Tu tía siempre estará pasa ti.

— Gracias tía— le dijo ella en un susurro.

Josefina, llevo a Abigaíl adentro de la casa, Eduardo las siguió con la maleta, mientras el pequeño Gilberto lo miraba con curiosidad.

— Por favor, tráenos un poco de té— ordeno josefina a una empleada que estaba para cerca de unos de los pilares de la gran sala.

— Como ordene, señora— dijo la mujer antes de irse.

Josefina se sentó en un gran sofá, que estaba al pie de un ventanal que daba vista
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