Jubileo.

En casa del conde la situación era tensa, su esposa y su hijo tenía que aguantar su mal humor.

— Cariño, no crees que deberías parar— le dijo la condesa María a su esposo.

— De que hablas mujer, ahora más que nunca debo persistir, sé que ella es la princesa hacia el rey quiera ocultarlo— le contestó este mientras se servía una copa.

—Sabes que si esto sale mal, estaremos en problema— agrego Eliot.

— No cometeré el mismo error que mi padre— El conde había llegado de mal humor después de su encuentro con Abigaíl y Agustín— La corona pertenecerá a mi familia, aunque sea lo último que haga.

María y su hijo se miraron, ellos estaban sumamente preocupados, al principio habían apoyado al conde, pero ahora todo era diferente, ya que se había convertido en una obsesión el obtener la corona.

Abigaíl.

Después de nuestro encuentro con el conde, decidimos descansar, habían sido días tediosos, el tener que lidiar con los medios, con el conde y de paso con nuestros compañeros de trabajo nos tenían
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