¡Cásate conmigo!

—¡Cásate conmigo! —Dijo James y de inmediato negué con la cabeza.

—Hasta donde entiendo esa es la razón por la cual hoy fui a comprar un vestido.

—Emma, todos preguntan si estoy seguro, ¡Y lo estoy!

Me quedé en silencio mientras analizaba la situación que se presentaba, parecía un adolescente obsesionado o más bien encaprichado.

—James, has insistido demasiado y puede que veas el casarte conmigo como un reto, una prueba…—interrumpió lo que estaba diciendo.

—Nena, —acarició mis mejillas y posó mi mirada en la suya. —Emma, tienes miedo a que te deje en el alatar y yo temo lo mismo. ¡Casémonos! Sin nada, sin nadie, firmemos. Tú, yo, nuestras firmas en un juzgado.

—James, no… no podemos.

—Nena, de esa manera si apareces o no en la boda, al día siguiente serás mi esposa igual.

—La boda será un formalismo... — Dije más para mí que para él. 

—Sí —le miré y en su rostro solo había seriedad.

Le di varias vueltas al asunto, y el saber que me caso con alguien que legalmente es mi esposo me tranquilizaba un montón.

 De paso tendríamos un mes y una semana para ver qué tal funcionamos como esposos; una cosa es la expectativa y otra la realidad.

—¿Harías eso por mí? —pregunté asompbrado. 

—Lo hago por nosotros, es lo que tú quieres y lo que yo necesito, mi amor , nada nos detiene, tenemos casi todas las licencias, nuestras cédulas al día , vaqueros y muchas camisetas.

—Seremos esposos —Afirmé.

James y yo cenamos mientras  planeábamos lo que haríamos, mi parte era simple, ir a firmar y disfrutaría del momento, él por su lado; solicitaría la licencia, enviaría los documentos  y todo para hacer nuestra unión legal.

…………………

Hoy salí de casa súper temprano, y James ni hablar, ni siquiera lo vi en la cama esta mañana, seguro fue a correr. Después se hacer unas pequeñas compras fui directo a la clínica.

Días como hoy me llevaban a preguntarme por qué las perfectas agradables, eficientes colaboradoras laborales conocidas como secretarias ¡¡Tenían derecho a vacaciones!!, preferiría pagarle 10 veces su salario a cambio de su estadía. 

Amo a esa mujer.

Es indispensable en mi vida.

Es perfecta.

Es más que una secretaria.

Es MI secretaria.

Eran las 3 de la tarde, y no había tenido ni un solo receso, tengo una asistente temporal porque Lisa está de vacaciones, pero esta chica  es demasiado lenta e inocente, no me gusta para nada, no me imagino que haría en caso de una emergencia  más que gritar y subirse al escritorio.

—Doctora, hay un señor que dice ser el arquitecto — Lisa lo hubiese hecho pasar.

— Dile que pase y ofrécele algo de beber, a  mí me traes un batido, sandía con fresa, estoy que muero de hambre.

—  ¿A q...ué hor…a almuerzo?

—Cuando quiera desde las doce. te corresponde… tú solo me avisas y vas a comer.

—Gracias —Ella salió y en su lugar entró un hombre, 1.85 de estatura, cabello negro, barba de hace dos día, ojos azules y un cuerpo digno de admirar.

 Me puse en pie y me acerqué para saludarlo con un estrechón de manos. 

—Soy Emma Pieth, la dueña y encargada de todo el proyecto.

—Soy Erick, —extendí mi mano y me dio un pequeño apretón. —Vengo a que hablemos con respecto a su proyecto —Mi secretaria interrumpió para entregar nuestras bebidas; él un café y yo un batido. Me avisó que iría a comer y se disculpó para luego salir.

Erick y yo nos entendimos rápido, somos de edades similares él tiene 27 años y yo 24 no es tanto la diferencia, también tiene un negocio relacionado a lo que sus padres hacen y a lo que he entendido es la oveja negra de su familia.

Después de un poco de cotilleo pasamos a lo laboral, el joven tenía una mente bastante abierta y era fácil que entendiese lo que quería, incluso le veía emocionado al respecto, por supuesto,  le dejé que se encargara de todo, definitivamente lo que busco; hombre confiable, respetado y tenemos algo de química laboral.

Me enseñó bocetos  y después de unos ajustes quedó como deseo que sea.

—Tengo un pequeño problema —Admití.

—Dilo ahora o calla para siempre —Bebió un poco de su café.

—No tengo un terreno, para hacer esta maravilla, quiero que sea algo cercano al hospital de mis padres por si es necesario un traslado. 

— ¿Tienes tiempo este sábado?

— No estoy segura.

— Confírmame y vemos unos terrenos preciosos por esa área.

— Bien, muchas gracias — Me despedí del apuesto joven y continué con mi trabajo. 

 Vi a todos  los pacientes que quedaban y cuando creí ya había terminado, estaba comenzando a odiar mi trabajo, estaba tan estresada, cansada, no sé, algo me empezaba a alejar de lo que amaba, lo más probable, el tener que elegir un mantel, zapatos, vestidos, flores, telas, floreos, personas… Es demasiado complicado cuando nos ponemos a pensar en mis pacientes y sus complicadas. Tamara me dijo que había un paciente más.

—Pásalo. —Dije agotada.

Cerré mis ojos y tomé un montón de aire llenando así mis cansados pulmones, exhalé y abrí mis ojos, me encontré con un enorme ramo de rosas rojas y un sonriente James.

— ¿Quieres ir a cenar? —Me puse en pie y fui a abrazarle, había extrañado su olor y su calor. —Emma, no nos vemos hace 12 horas.  

—Sí, pero no importa. —Di un beso corto en sus labios y tomé mi bolsa. —Gracias, por las flores.

— Siempre es un placer, sobre todo, si me das abrazos y besos a cambio. 

Lo tomé de la corbata y cuando  estuvo más abajo le besé con necesidad, pasión o como se le llame, estaba cansada y lo único que quería era él, sus besos sus caricias su compañía.

Cuando nos quedamos sin aire bajé a su cuello y comencé a desabotonar su camisa. Al fin de cuentas, no fuimos a cenar como lo habíamos planeado, compramos comida la cual llevaron a mi oficina, y tenía una cobija vieja escondida en un cajón por lo cual, nos acostamos sobre el diván y utilizamos mi cobija para cubrirnos, nos quedamos envueltos en las sábanas toda la noche abrazados uno al otro.

…………………………

Pasaron cuatro días y James realmente se había movido rápido, los documentos estaban listos para que los firmáramos y así lo hicimos, oficialmente éramos esposos, y nada en nuestra relación había cambiado.

Bueno casi nada, a excepción de  unos raros mensajes que entraban todos los días que amenazaban con quitarme la felicidad.

—Emma, ¿qué tanto lees? — Preguntó James y besó mi cabeza, dejé el teléfono sobre la silla y robé un sorbo de su copa de Wishky.

—Nada,  —Mentí.— solo unos mensajes de Verónica.

—Tu hermano me invitó a ir por un trago.

Me puse en pie y caminé en dirección a la cocina seguida por James.

—¿Desde cuándo me pides permiso?—bromeé y luego le di un beso.

—  No lo hago, solo informo que no vuelvo hasta tarde —Me dio una pequeña nalgada y se despidió con un gesto de la mano.

—Bien —Se puso su chaqueta y me dio un beso en la frente antes de salir.

Me fui directo a la habitación pero fui interrumpida por el timbre. 

¡¡Siempre deja las llaves!!

Conforme recorría la casa las iba buscando, pero, no logré verlas. Abrí y mi sorpresa fue mayor, la mujer de unos 46 de edad, en un vestido color naranja estaba en frente a mi puerta.

—Emma —Mi buen humor desapareció por completo.

No entiendo como una mujer tan dulce ha cambiado tanto en tan poco tiempo, aunque tiene razones claramente, pero… solo soy una parte pequeña de la ecuación y desde cualquier punto la buena razón.

—¿Esperabas a alguien?

—James —dije en un susurró.

Tenerla cerca y sola me desconcertaba.

—Creo que salió —Dijo con una pequeña sonrisa en su cara.

 Eso me desconcertó aún más porque nos había estado vigilando para poder interceptarme. Sí, la mujer es una maldita víbora y ahora que lo sé la mantendré completamente alejada.

Mantuve mi mirada inexpresiva en espera de lo que la mujer tuviese que decir.

—¿Me invitas a pasar?—preguntó finalmente la madre de mi ahora esposo.

Hice espacio en la puerta para que pasase, la invité a sentarse y le ofrecí algo de beber. La mujer me pidió una copa de vino blanco, por lo que fui a buscarlo en la  nevera mientras le observaba de lejos, ella se veía completamente determinada, como si hubiese planeado esta visita por mucho tiempo. 

Solo habían dos opciones; venía a hacer las paces conmigo “por el bienestar de la  familia” —al menos el de James—, o finalmente, se había decidido a ponerle fin a mi relación. Sea lo que sea, alguna se llevaría una sorpresa y de cualquier manera, ambas estaríamos disgustadas al final del día. 

Puse las copas de vino sobre la mesa y me senté al lado de la mujer, guardando la debida distancia.

—Emma, he aprendido algo con los años —bebió de su copa. —Hay que defender lo que es propio. Mis hijos son míos y tú me encantas; pero tienes un enorme defecto, eres hija de la mujer que más odio en este mundo. Para que quede claro mi odio hacia Emilia comparable con el  odio que sentimos hacia Marry. Eso cariño hace que no encuentre la forma de tolerarte, no te quiero con mi hijo. —Asentí y bebí un sorbo de mi copa. —Preferiría verle con ella que contigo —Eso último me dolió pero era de esperarse, su único plan al parecer es acabar conmigo para herir a mi madre.

—Es algo tarde —Dije y bebí el resto del contenido de mi copa, finalmente me puse en pie. —Tampoco me importa agradarle.

—Emma, soy su madre y eso sí es para toda la vida.

—Yo su esposa, creo firmamos para toda la vida —Solté.

Creo que ser la esposa tiene sus beneficios.

Gracias James pensé.

La mujer me miraba con indignación, y su rostro estaba demasiado arrugado, me acomodé en el sillón a esperar su reacción, bueno sus explosivas palabras.

Solo recibí una irónica risotada y con una sonrisa igual disfrute de sus palabras carentes de validez.

—Emma, se casan en tres semanas —Me recordó mi suegra. —  y la verdad no estoy de acuerdo. —Sacó de su bolsa la chequera. —Te lo dejo firmado, endosado, —sonrió ampliamente— saca lo que necesites, pero no te cases.

La mujer se puso en pie y le extendí el cheque de nuevo sobre la mano, esperaba algo mejor de ella.

—Lo siento, pero no me vendo.—como no quiso tomar el papel, lo arrugué  y lo metí en su bolsa. — ¡Ah! Cecilia, es oficial. Ya me casé con su hijo.

—Déjate de jueguitos —Fui al comedor en busca de los papeles, estaban justo donde los dejamos, volví al salón y se los mostré con una enorme sonrisa en el rostro. —Te juro que la felicidad no será sinónimo de este matrimonio. 

—Cecilia, si tu hijo no me deja ir, siempre será mi tiempo. ¡Acostúmbrate! Porque hoy solo soy la mujer de tu hijo, pero en unos años o meses, seré la madre de tus nietos. 

La mujer tiró  golpeó ambas copas de vino entre sí. 

—Lo que tardaron en estallar estas copas, tardarás casada. 

Cecilia se puso en pie y caminó hacia la puerta principal de mi casa, la cual cerró con una fuerza bruta.  

18 meses después.

En serio que tenía razón, ¡¿Cómo no me di cuenta entonces?! Casarse era una tremenda estupidez, nada de lo que fuimos jamás volveremos a ser. No hay un nosotros, tal vez nunca lo hubo.

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