—Lo sospeché —agregó Cloe—. Y creo que la mayoría de los que estamos presentes hemos llegado a esa conclusión desde antes de venir aquí, pues la balanza se inclinaba más para ese lado. —No te equivocas, Cloe —aseveró Izan—. El Alfa y yo también lo hemos pensado. ¿No es así, Alfa? —incrustó la vista
Al día siguiente, Kallen platicó con Adrián acerca de ese estimulante. El hombre no tuvo inconveniente alguno en prepararlo y, en cuanto estuvo listo, llevó al albino al cuarto en donde alguna vez lo había encadenado. —¿Porqué tiene que ser aquí? —rezongó Dannon, recordando aquel humillante suceso.
—Por favor, no lo deje solo —expresó y Kallen dio un asentimiento. Por lo tanto, fue tras él. Dannon caminó hasta su habitación, en donde podía descargar toda su pena con libertad. Cerró la entrada de un portazo y su respiración comenzó a agitarse, además de experimentar una fuerte sensación de náu
¿Acaso ese era el momento? Aunque el albino no pretendía demostrarlo, no podía ocultar el hecho de que, poco a poco, se sumía en una profunda depresión debido a su estado. La híbrida deseaba que supiera que había motivos por el cual seguir luchando, y uno de ellos era el hijo que estaban esperando.
Ese noche, a Dannon le costó dormir debido a la intensidad de sus emociones. Estaba tan ilusionado que dio vueltas y vueltas sobre la cama, con cuidado para no despertar a Kallen, pues ésta yacía a su costado ya que el albino le había pedido que permaneciera a su lado. Como no llevó la lira al mundo
—Lo haré. En verdad lo haré, pero... aún no.—¡¿Qué es lo que espera?! —insistió el Beta y se aproximó para tomarlo de los hombros—. ¡¿Porqué se rehúsa a marcarla?! ¡Debe tener en cuenta la situación en la que se encuentra, no es momento de dudar!—Sabes que no quiero a Débora, Izan —destacó—. Estar
Durante el resto del día, Dannon permaneció recluido en su habitación. Kallen intentó entrar al cuarto para platicar con él y levantarle el ánimo, pero fue inútil. El hecho de no poder transformarse lo tenía con los nervios al tope y ya no quería comportarse como un cretino, o, al menos, no con Kall
—Vaya elección de palabras —rio por lo bajo—. No te preocupes, tendré cuidado. Cuando caminaron hacia la entrada para salir de la casa, se encontraron con la veterinaria en el vestíbulo. —¡Emilse! ¿A dónde vas? —le preguntó Kallen con curiosidad. —Mi clínica está abandonada, iré a echarle un vist