Kallen se quedó callada por unos segundos, para después exponer su elección. —No será necesario que siga haciendo esto, Alfa. He decidido quedarme en Áurea —expuso. Ciertamente, no había nada que pensar. Su madre estaba por encima de su deseo de marcharse y, aunque Dannon hacía todo aquello muy a
—Madre… —pronunció Kallen con voz suave—. ¿Porqué me estás diciendo todo esto? —Porque no quiero que te preocupes por mí. Yo ya he vivido lo suficiente y si mi destino es entregar mi vida para que mi hija sea feliz en el lugar en donde ella quiera, entonces lo aceptaré sin reclamar —enunció—. Por l
—Quiero verte en tu forma lobuna —impuso de repente. Débora se quedó mirándolo por un instante, pero no se rehusó. —Claro, como usted quiera —alegó. La mujer mudó de piel y se convirtió en una despampanante loba de pelaje dorado, el cual brillaba con los tenues rayos solares que ingresaban a trav
Dannon permaneció observándolo ofuscado. —No tengo idea de qué me estás hablando. No recuerdo haber hecho tal cosa. Izan arrugó el entrecejo y llevó la mano a su barbilla, tornándose pensativo. —Alfa, me temo que sufre de algunas lagunas mentales —estableció—. Hay varios fragmentos de su vida que
Kallen se sorprendió ante las palabras de Dannon, pues éste no tenía la característica de descargar sus preocupaciones precisamente con ella. Apenas y lo hacía con Izan, quien se encargaba de exprimirlo hasta que dijera todo lo que lo desasosegaba. —¿No ha probado con... marcar a su mate? —insinuó.
—¡Alfa! —pronunció Kallen, preocupándose por el estado del albino—. Deténgase, por favor. Vamos, lo ayudaré a llegar a la mecedora. —No me trates como si fuera un cachorro —refunfuñó. —¿Podría dejar de ser tan orgulloso al menos por ahora? —regañó—. Aceptar un poco de ayuda no es un pecado. Danno
Ese mismo día se prepararon para emprender el viaje, el cual se programó para la medianoche. El Alfa se transformó en un lobo albino y se encargó de llevar a Kallen en su lomo. Izan se convirtió en un lobo oscuro y se comprometió a llevar a Adrián. Por último, Cloe tomó la forma de una loba grisácea
—El Alfa no es un cachorro, estará bien allá arriba —jaló de la escoba hacia su lado, a lo que Emilse lo estiró hacia el suyo—. Anda, suéltala. —¡No quiero! —ambos comenzaron a jalar de la escoba, a lo que una voz los interrumpió. —¿Qué significa esto? —cuestionó Dannon, entrando al laboratorio—.