La híbrida tenía la habilidad de los lobos para curarse en poco tiempo, así que no hubo mucho problema. Dannon se quedó pensativo por un rato y luego incrustó la mirada en el Beta. —Izan, tenemos cosas que hacer —articuló Dannon, levantándose de la cama. —¡Alfa, usted no puede ponerse de pie en e
Sin embargo, Dannon solo se dedicó a mirarla sin tocarla y sin alzarle la voz. Pero Kallen notó que su expresión demostraba una especie de desilusión. Se veía perturbado y la híbrida asumió que se debía a sus múltiples heridas, aunque en realidad esa no era la razón por la que se hallaba aturdido.
Dannon adquirió una expresión de pasmo y no pudo articular palabra alguna. ¿Amante? ¿Porqué estaba diciendo eso? Jamás la había considerado de esa manera. Kallen era demasiado valiosa como para tener una posición tan exigua. Ella merecía más y quería dárselo. Sin embargo, ¿porqué le tenía en tan a
—Estoy curioso por escuchar lo que tienes que decirme, solo espero que sea algo que valga la pena oír —manifestó el albino. Kallen se mantuvo callada por unos segundos, inhalando y exhalando para deshacerse del desasosiego que se había formado en su interior. —Alfa… sé que usted, en realidad, no q
Kallen se quedó callada por unos segundos, para después exponer su elección. —No será necesario que siga haciendo esto, Alfa. He decidido quedarme en Áurea —expuso. Ciertamente, no había nada que pensar. Su madre estaba por encima de su deseo de marcharse y, aunque Dannon hacía todo aquello muy a
—Madre… —pronunció Kallen con voz suave—. ¿Porqué me estás diciendo todo esto? —Porque no quiero que te preocupes por mí. Yo ya he vivido lo suficiente y si mi destino es entregar mi vida para que mi hija sea feliz en el lugar en donde ella quiera, entonces lo aceptaré sin reclamar —enunció—. Por l
—Quiero verte en tu forma lobuna —impuso de repente. Débora se quedó mirándolo por un instante, pero no se rehusó. —Claro, como usted quiera —alegó. La mujer mudó de piel y se convirtió en una despampanante loba de pelaje dorado, el cual brillaba con los tenues rayos solares que ingresaban a trav
Dannon permaneció observándolo ofuscado. —No tengo idea de qué me estás hablando. No recuerdo haber hecho tal cosa. Izan arrugó el entrecejo y llevó la mano a su barbilla, tornándose pensativo. —Alfa, me temo que sufre de algunas lagunas mentales —estableció—. Hay varios fragmentos de su vida que