New York- Usa.
Semanas después.
En las oficinas del consorcio cafetalero Alma Mía, Carlos otra vez reunido con Mondragón, escuchaba atento las sugerencias que éste le hacía.
—El lema de nuestra campaña será la integración familiar, devolver los valores que se están perdiendo, para eso también es necesario que vos tengas una esposa y un hijo.
Carlos de inmediato observó al asesor como si estuviera loco.
—Vos me querés decir que aparte de casarme... ¿Tengo que embarazar a mi esposa?
—Yo no lo quise expresar de esa forma, pero así es.
Carlos Mario negó con la cabeza, resopló, y suspiró profundo, su mirada se ensombreció al momento que la imagen de la &uacut
Carlos se llevó las manos al cabello. Sacudió su cabeza para quitarse el recuerdo de aquella mujer que ya no estaba a su lado. Volvió a observar a Angélica, quien se había convertido para él más que en un fin, en un reto, no pudo contener el instinto animal que ella despertaba en él y la besó como una fiera salvaje, tratando de que la joven se doblegara ante él, sin embargo, Angie correspondió con la misma intensidad. También lo desafiaba. Ella le mordió el labio. Él exclamó un gruñido despertando en su ser la pasión, el deseo, pero nada más. Estaba lejos de llegar a sentir amor por aquella joven o por cualquier otra que se cruzara en su camino. Porque ese sentimiento solo lo había conocido hace años atrás con una mujer que ya no estaba más a su lado, pero Carlos Duque no imaginaba que el destino le tenía preparada una gran sorpresa para más adelante. La noche aún no terminaba, después de tanto deliberar y de aquel inesperado beso que a Angélica no le provocó nada; la joven
Carlos Mario acarició su mejilla que aún ardía, presionó su puño con fuerza, esa mujer lo había abofeteado dos veces, y esa afrenta se la iba a cobrar bien caro. —No te preocupes Mondragón, no hay nada que Carlos Duque, no lo consiga pues —expresó muy seguro de tener a Angélica, a sus pies. —Es muy hermosa esa dama —afirmó Francisco aclarándose la garganta—, justo lo que vos necesitas, aunque para ser sinceros lo que cualquier hombre requiere. Carlos giró su rostro y su fría mirada se enfocó en la de su amigo: —Si tanto te gusta a vos, quédatela —señaló, como si la joven venezolana fuera una mercancía. Francisco ladeó los labios y negó con la cabeza. —Las mujeres solo aparecen a joderle la vida a uno, te aseguro que entre mis planes no está el tener romances; además vos sabés bien que en Colombia tengo a mi gran amor, y por ella soy ca
Manizales- Colombia. En la Perla del Ruiz anochecía, Jairo sentado en la barra de uno de los bares de la ciudad, bebía una copa de aguardiente; mientras «Por tu primer beso by Jorge Celedón» se escuchaba en el ambiente. —Fue por tu primer beso, que amé en la vida, es por tu adiós, mi reina, que iré a llorar…—Tarareaba recordando el día que fue a buscar a Milagros, y no la encontró, solo aquella carta que le martillaba el corazón cada vez que la leía. La melodía seguía sonando, y él seguía entonando la letra, hasta que una hermosa morena, se le acercó muy sonriente: —Hola guapo, me has tenido abandonada —pronunció la joven de manera seductora, acariciando el rostro de Jairo, quien de inmediato sonrió. —Hay problemas en la hacienda, mi patrón está preso —comentó con aflicción. —Yo conozco una técnica muy buena para quitarte
New York- Usa. La noche caía sobre la gran manzana; Angélica, caminaba de prisa a su departamento, de pronto detuvo su paso de golpe al ver la impresionante silueta masculina de Carlos Duque avanzar hacia ella. —¿A ti no te quedó claro que no quería volver a verte? Él sacó del bolsillo de su abrigo un pañuelo blanco y lo agitó frente a sus ojos. —Vengo a hacer las paces con vos — indicó él. —¿Y qué te hace suponer que yo deseo eso? —indagó la joven. —Si te invito a cenar... ¿Aceptarías mis disculpas? —le preguntó él, con la mirada intensa y una sonrisa demasiado sensual, que Angélica, sintió como si le prendieran fuego a su piel, desde la punta de los pies hasta la cabeza, se erizó. —Pero traigo el uniforme del trabajo —indicó ella—, y no sé si quieras esperar a qué me cambie de ropa.
Manizales- Colombia Dos días después. Una densa neblina se elevaba sobre los edificios de la ciudad. Carlos desde el gran ventanal de su oficina en el consorcio, sostenía entre sus manos una taza de café. Sus ojos fríos permanecían ausentes, ese día se conmemoraba cinco años de la muerte de Elizabeth. Varias gotas de lluvia bañaron los cristales como acompañando la tristeza de aquel hombre de corazón solitario. De nada habían servido los títulos, los reconocimientos, ni el haberse convertido en un gran empresario, cuando su vida se hallaba sumida en la completa soledad. No tenía un hogar, a casa de su madre no deseaba ir ese día, tampoco podía refugiarse en la Momposina porque ahora su hermano residía ahí con su esposa, tampoco deseaba visitar en apartamento de su padre en la ciudad, como siempre se sint
Angélica negó con la cabeza, bebió de golpe de la copa de vino, entonces miró a Carlos. —Yo no puedo darte una respuesta en este momento —respondió Angélica, en ese momento los máximos líderes del partido conservador se acercaron a saludar a Carlos Mario Duque, acompañados de una elegante mujer, de estatura mediana, de cabello oscuro, piel canela y hermosos ojos marrones. —Estimado doctor Duque, un placer vernos por acá —saludó con ironía Jerónimo Escobar—. Señorita un gusto conocerla —pronunció mirando a Angélica. —Buenas noches— respondió la joven. Carlos, aniquilaba con la vista a Escobar y observaba de pies a cabeza a la mujer que lo acompañaba. —Preciso teníamos que coincidir en New York pues —satirizó Carlos. —Para que vea como es la vida mi estimado doctor Duque, por cierto, felicidades; sabemos de muy buena fuente que es
La celebración por la boda de María Paz y Joaquín, continuaba. Carlos, aprovechaba para hablar con la prensa sobre si candidatura, sin embargo, cada que podía y con discreción observaba a Daniela, quién al disimulo también lo miraba a él. Los invitados iban y venían degustando los deliciosos bocaditos servidos en las mesas, fue entonces que Lina María, se acercó al mayor de los hermanos Duque. —Carlos Mario, ¿vos no me vas a saludar? ¿No pensás presentarme a tu prometida? Él con un gesto de disgusto, besó la mejilla de Lina. —Hola tía, te presento a Angélica Zambrano, mi futura esposa. —Mucho gusto, señora —respondió la joven. —Un placer, niña —contestó Lina, observando con atención a la chica venezolana. —¿Vos estás segura de querer casarte con este amargado? Carlos fulminó con la mirada a su tía. Angélica se atragantó con el trago
María Paz, al ver a Daniela, salir corriendo fue tras de ella, la condujo hasta la casa, la llevó hacia su habitación. —Esto es una locura María Paz —comentó, sollozando. —¿No sé cuánto tiempo pueda resistir sin decirle la verdad? —Eso debiste pensar antes Elizabeth —murmuró María Paz. —No me llames así por favor —suplicó. —Lo siento —se disculpó—. Daniela, debiste confiar en él, desde el principio y denunciar a la bruja. —Para vos es muy fácil decirlo... ¿Vos creés que alguien hubiera creído en la palabra de una simple empleada doméstica? —cuestionó—. La bruja armó todo un plan para asesinarme, y así yo no hablara y dijera lo que sé. —Hubieran abierto una investigación —comentó María Paz. Daniela negó con la cabeza, y se mofó. —Era mi palabra contra la de la una pobre inválida, ni el mismo