Angélica negó con la cabeza, bebió de golpe de la copa de vino, entonces miró a Carlos.
—Yo no puedo darte una respuesta en este momento —respondió Angélica, en ese momento los máximos líderes del partido conservador se acercaron a saludar a Carlos Mario Duque, acompañados de una elegante mujer, de estatura mediana, de cabello oscuro, piel canela y hermosos ojos marrones.
—Estimado doctor Duque, un placer vernos por acá —saludó con ironía Jerónimo Escobar—. Señorita un gusto conocerla —pronunció mirando a Angélica.
—Buenas noches— respondió la joven.
Carlos, aniquilaba con la vista a Escobar y observaba de pies a cabeza a la mujer que lo acompañaba.
—Preciso teníamos que coincidir en New York pues —satirizó Carlos.
—Para que vea como es la vida mi estimado doctor Duque, por cierto, felicidades; sabemos de muy buena fuente que es
Creo que ya se develó el gran secreto. Si desean más capítulos dejen reseñas, por ahora solo les iré dando dos pasando un día. Creo que todos los escritores estamos cansados de pedir que dejen reseñas, no entendemos por qué les cuesta tanto dejar una, parece que no valoran el esfuerzo que hacemos, por eso de mi parte ahora iré más lento con los libros, y cuando vea que responden con reseñas retomaré el ritmo, espero lo entiendan.
La celebración por la boda de María Paz y Joaquín, continuaba. Carlos, aprovechaba para hablar con la prensa sobre si candidatura, sin embargo, cada que podía y con discreción observaba a Daniela, quién al disimulo también lo miraba a él. Los invitados iban y venían degustando los deliciosos bocaditos servidos en las mesas, fue entonces que Lina María, se acercó al mayor de los hermanos Duque. —Carlos Mario, ¿vos no me vas a saludar? ¿No pensás presentarme a tu prometida? Él con un gesto de disgusto, besó la mejilla de Lina. —Hola tía, te presento a Angélica Zambrano, mi futura esposa. —Mucho gusto, señora —respondió la joven. —Un placer, niña —contestó Lina, observando con atención a la chica venezolana. —¿Vos estás segura de querer casarte con este amargado? Carlos fulminó con la mirada a su tía. Angélica se atragantó con el trago
María Paz, al ver a Daniela, salir corriendo fue tras de ella, la condujo hasta la casa, la llevó hacia su habitación. —Esto es una locura María Paz —comentó, sollozando. —¿No sé cuánto tiempo pueda resistir sin decirle la verdad? —Eso debiste pensar antes Elizabeth —murmuró María Paz. —No me llames así por favor —suplicó. —Lo siento —se disculpó—. Daniela, debiste confiar en él, desde el principio y denunciar a la bruja. —Para vos es muy fácil decirlo... ¿Vos creés que alguien hubiera creído en la palabra de una simple empleada doméstica? —cuestionó—. La bruja armó todo un plan para asesinarme, y así yo no hablara y dijera lo que sé. —Hubieran abierto una investigación —comentó María Paz. Daniela negó con la cabeza, y se mofó. —Era mi palabra contra la de la una pobre inválida, ni el mismo
Angélica dio vuelta dándole la espalda para poder acomodarse su ropa, sin embargo, mientras él la había escudriñado con los ojos, ella había hecho lo mismo. Entonces recordó donde lo había visto. Era imposible olvidar a un hombre tan atractivo y elegante como él. A diferencia de la mirada sombría de Carlos, los ojos de Mondragón tenían un brillo especial, y su sonrisa no era fingida como la del doctor Duque, era sobrio, elegante, y ese varonil aroma que usaba inundó la estancia. Él se aclaró la garganta, entonces ella giró. —¿Ustedes no piensan dejarme en paz? —indagó la joven venezolana, y lo miró con atención. —¿Puedo pasar? —preguntó Mondragón, no había querido ser atrevido y entrar sin el permiso de ella. —Yo no invito a desconocidos a mi departamento —repuso Angie. Él ladeó los labios en una sonrisa seductora.&nb
Bogotá- Colombia.Días después.Los imponentes edificios de la capital colombiana se apreciaban desde lo alto del avión como una especie de miniatura.Jorge, el hijo de Milagros, divisaba la ciudad, emocionado, mientras aterrizaban en el Aeropuerto Internacional El Dorado.Lina María, caminaba de un lado a otro impaciente; eran casi ocho años de ausencia desde que su hija se marchó del país, con su pequeño de veinte y cuatro meses en brazos y se abrió camino sola.La llegada del vuelo proveniente de Dubái, se anunció por el parlante. Lina se acercó a los vidrios de la sala de espera a observar el aterrizaje, las escaleras fueron colocadas en las puertas del avión mientras los pasajeros bajaban.La se
Angélica lo observó de pies a cabeza, era elegante, de buena presencia, educado, se veía una persona de clase, o al menos eso aparentaba.Entonces Mondragón sacó de las bolsas, varios tipos de vino, copas, quesos.—Lo primero que vos debés saber es que los vinos blancos acompañan los quesos blandos y de sabores fuertes —explicó—. Este licor jamás se toma de golpe... esa fue una gran equivocación —le dijo a Angélica, mientras descorchaba y servía el vino en las copas.Las mejillas de la joven se tiñeron de un leve rubor, recordó la vergüenza que le hizo pasar Carlos en el restaurante, aspiró profundo y resopló.—¿Cómo sabes todas estas cosas? —preguntó contemplando con atención a Francisco.&mdash
El trinar de las aves nocturnas se mezclaba con el sonido de sus respiraciones. Ninguno pronunciaba una palabra, ambos absortos en sus recuerdos, y de pronto tal como él lo predijo, grandes gotas de lluvia empezaron a caer en cuestión de segundos, él la tomó de la mano, y ella sintió que su corazón se le iba a salir del pecho. Carlos la condujo bajo un árbol para resguardarse. —¿Qué hacemos? —preguntó Daniela—. Si nos quedamos aquí nos podemos enfermar. Carlos observó de cerca la cabaña en la cual se encontraba con Elizabeth, cuando se sentía solo o tenía problemas, acostumbraba a pasar ahí la noche, eso había planeado hacerlo, hasta que se encontró con la doctora Robledo. —Nos toca correr hacia aquella cabaña. Daniela se estremeció, lo observó con angustia, trataba de disimular los estragos que causaba en su interior volver a aquel lugar, sintió como las piernas le temblaban, su
Bogotá- Colombia.Milly le daba un beso en la frente a su pequeño Jorge, mientras el niño cerraba sus ojos para dormir.—Descansa mi amor —le dijo en un tono dulce, acariciando el cabello del niño.—Hasta mañana mami —murmuró entre sueños Jorge—. Te quiero mucho.Milagros sonrió complacida, el cariño de su hijo llenaba todo su mundo.La joven salió de la habitación del pequeño, se sobresaltó al ver a su madre cruzada de brazos esperándola para conversar.—Milagros Duque, creo que ha llegado el momento de que vos y yo hablemos claro —pronunció con seriedad.La joven se puso nerviosa, aún sentía vergüenza por haberse entregado a un hombre que solo jugó
Manizales- Colombia. Mientras la lluvia seguía cayendo sobre el suelo manizaleño, varios trabajadores de la Momposina, reunidos en el cuartel de los recolectores bebían aguardiente para abrigar sus cuerpos, mientras en los equipos de sonido sonaba: «Como quema el frío by José Luis Carrascal» «Y te diría que ya no me duele, y sentirme culpable de tu llanto. Quisiera que me amarás locamente, para que sepas como me has dejado. Estar en tu lugar y tú en el mío, para que sepas como quema el frío. Y el sentimiento de esta triste letra, fuera de tu dolor y no del mío» El agua bañaba los cafetales mientras el grupo de jóvenes entonaban con sentimiento la canción, en especial Jairo, quién bebía también. —Ay Jairo Rincón, a vos como que todavía te suena el corazón por la señorita Milagros —afirmó Ismael. —¿Qué le viste? —averiguó el joven divertido; pero Jairo, se mol