Angélica lo observó de pies a cabeza, era elegante, de buena presencia, educado, se veía una persona de clase, o al menos eso aparentaba.
Entonces Mondragón sacó de las bolsas, varios tipos de vino, copas, quesos.
—Lo primero que vos debés saber es que los vinos blancos acompañan los quesos blandos y de sabores fuertes —explicó—. Este licor jamás se toma de golpe... esa fue una gran equivocación —le dijo a Angélica, mientras descorchaba y servía el vino en las copas.
Las mejillas de la joven se tiñeron de un leve rubor, recordó la vergüenza que le hizo pasar Carlos en el restaurante, aspiró profundo y resopló.
—¿Cómo sabes todas estas cosas? —preguntó contemplando con atención a Francisco.
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El trinar de las aves nocturnas se mezclaba con el sonido de sus respiraciones. Ninguno pronunciaba una palabra, ambos absortos en sus recuerdos, y de pronto tal como él lo predijo, grandes gotas de lluvia empezaron a caer en cuestión de segundos, él la tomó de la mano, y ella sintió que su corazón se le iba a salir del pecho. Carlos la condujo bajo un árbol para resguardarse. —¿Qué hacemos? —preguntó Daniela—. Si nos quedamos aquí nos podemos enfermar. Carlos observó de cerca la cabaña en la cual se encontraba con Elizabeth, cuando se sentía solo o tenía problemas, acostumbraba a pasar ahí la noche, eso había planeado hacerlo, hasta que se encontró con la doctora Robledo. —Nos toca correr hacia aquella cabaña. Daniela se estremeció, lo observó con angustia, trataba de disimular los estragos que causaba en su interior volver a aquel lugar, sintió como las piernas le temblaban, su
Bogotá- Colombia.Milly le daba un beso en la frente a su pequeño Jorge, mientras el niño cerraba sus ojos para dormir.—Descansa mi amor —le dijo en un tono dulce, acariciando el cabello del niño.—Hasta mañana mami —murmuró entre sueños Jorge—. Te quiero mucho.Milagros sonrió complacida, el cariño de su hijo llenaba todo su mundo.La joven salió de la habitación del pequeño, se sobresaltó al ver a su madre cruzada de brazos esperándola para conversar.—Milagros Duque, creo que ha llegado el momento de que vos y yo hablemos claro —pronunció con seriedad.La joven se puso nerviosa, aún sentía vergüenza por haberse entregado a un hombre que solo jugó
Manizales- Colombia. Mientras la lluvia seguía cayendo sobre el suelo manizaleño, varios trabajadores de la Momposina, reunidos en el cuartel de los recolectores bebían aguardiente para abrigar sus cuerpos, mientras en los equipos de sonido sonaba: «Como quema el frío by José Luis Carrascal» «Y te diría que ya no me duele, y sentirme culpable de tu llanto. Quisiera que me amarás locamente, para que sepas como me has dejado. Estar en tu lugar y tú en el mío, para que sepas como quema el frío. Y el sentimiento de esta triste letra, fuera de tu dolor y no del mío» El agua bañaba los cafetales mientras el grupo de jóvenes entonaban con sentimiento la canción, en especial Jairo, quién bebía también. —Ay Jairo Rincón, a vos como que todavía te suena el corazón por la señorita Milagros —afirmó Ismael. —¿Qué le viste? —averiguó el joven divertido; pero Jairo, se mol
Francisco contempló aquellos carnosos labios carmín, mojó los de él, y luego divisó los ojos de Angie. Ella hizo lo mismo, contempló la boca de él, esos tentadores labios, y luego se perdió en esa seductora mirada que Mondragón tenía, además que su exquisita fragancia no le permitía razonar con claridad. —Sos muy hermosa —aseveró él aproximándose más, tanto que sus rostros estaban muy cercanos—. Gracias por el regalo —susurró besando a la joven muy cerca de la comisura de sus labios. Angie se quedó paralizada. Un leve gemido salió de su boca, todo su ser tembló. Presionó sus ojos mientras él se retiraba al vestíbulo, entonces se llevó las manos al pecho. En su vida jamás un hombre había ejercido esa poderosa atracción, enseguida se llevó las manos a la cabeza, no podía fijarse en él, era un sinvergüenza, un vividor, un hombre sin escrúpulos. —¿Nos vamos? —investigó él.
«En un beso quedo para siempre, nuestro amor sellado en un instante, fue la luz que iluminó el camino, y hoy mis labios vuelven a buscarte…» Pablo González. Manizales- Colombia La lluvia aún bañaba los ventanales de la cabaña, el fuego de la chimenea empezaba a calentar el hogar. Carlos, aún besaba a Daniela, era una caricia suave, lenta. Ella abrió sus labios y la lengua de él saboreó su esencia, ambos percibían su piel quemar como los troncos de madera que se consumían en la hoguera. —¡Ely! —susurró Carlos. Daniela abrió sus ojos de par en par, su corazón dio un brinco, se separó de golpe de él, en ese momento fue consciente de su gran error, ese beso podía haberla delatado, entonces empujó a Carlos. —Doctor Duque, mi nombre es Daniela, usted me acaba de con
Elizabeth lo condujo hasta la habitación, él parecía haber regresado a su época de la infancia, temblaba y respiraba agitado. —No tema, tranquilo —le decía la joven, mientras lo volvía a abrazar y le brindaba palabras de consuelo, hasta que poco a poco él se fue tranquilizando, sin embargo, ahora otra preocupación la embargaba, y era el haberle dicho quién era, temía tanto la reacción de él, que sintió ganas de salir huyendo; sin embargo, no lo podía dejar solo, no en las condiciones en las que él estaba. Como si fuera un niño le hizo acostar en la cama para que descansara, ella le quitó los zapatos, lo cubrió con una manta, entonces liberó un largo suspiro al contemplarlo. Se acercó a él y acarició las oscuras hebras del cabello de él, empezó a susurrarle frases de cariño, enseguida se acomodó a su lado, lo abrazó, como en el pasado, en aquellas noches en las cuales él le confiaba sus traumas. Carlos fue con
Manizales - Colombia. Elizabeth, consternada, y afligida, preocupada llegó a su casa donde su esposo e hijo la esperaban, saludó con el niño lo abrazó con fuerza, a Luis Enrique, le dio un beso en la mejilla. —Discúlpeme por no avisarle —indicó la joven—. Tuve un contratiempo. —Imagino que ese incidente se llama: Carlos Duque —repuso el ingeniero Córdova. —Mi amor ve a jugar —ordenó Ely, a su hijo, necesitaba conversar a solas con su esposo. Carlos Gabriel obedeció. —Elizabeth, mi niña tenemos serios problemas —comentó con mucha preocupación el esposo de la joven. —¿Qué dificultades? — preguntó, con la misma aflicción, percibiendo como su corazón se aceleraba en el pecho. —Al momento de inscribir a tu niño en la escuela, en el acta de nacimiento de Carlos Gabriel, consta como hijos de: Joaquín
Angie notó como el ambiente se volvió tenso, con aquella extraña interacción entre los tres, percibió la mirada de Verónica recorrerla de pies a cabeza, entonces fue por un vaso con agua, luego regresó y se acercó a Mondragón. —Tranquilo —le dijo Angélica, él en verdad se veía muy afectado, entonces le extendió el vaso—. No te desesperes todo va a salir bien. Francisco elevó su rostro, y se reflejó en la mirada de ella, la tomó de la mano y ladeó los labios. —Gracias por estar conmigo —expuso observando a la joven con ternura y agradecimiento, mientras Verónica arrugaba el ceño, y bebía el café, molesta de verlo con Angie. Después de casi cuarenta y cinco minutos, un médico salió: —Familiares de la niña Samantha Mondragón. Francisco de un brinco se puso de pie, de inmediato se acercó al cirujano. —Yo soy su