El joven subió a su habitación se bañó y cambio de ropa; el recuerdo de haber compartido la noche con Eliza, le sacó una sonrisa de sus labios; decidió que los comentarios mal intencionados de su madre no iban a afectar su día, es así que bajó a desayunar con ella.
—Buenos días, mamá —saludó Carlos.
—Yo no sé qué tienen de buenos, yo no veo por ningún lado lo bonito —respondió con amargura.
—Deberías salir a dar un paseo, el día está hermoso —comento Carlos sonriente.
—¿A vos qué te sucede? Desde cuando acá disfrutas de las caminatas al aire libre, si te gusta pasar encerrado en tu habitación, ni siquiera eres capaz de entrar a saludarme a ver si tu pobre madre vive o muere —reclamó con indignación Luz Aída.
—Mamá, si te estuvieras muriendo todos acá me informarían, deja de hacerte la víctima, hay personas en peores condiciones que vos, que ven el lado bueno a la
¿Qué opinan de la declaración de Ely?
Las palabras de Elizabeth, hicieron eco en la mente y el corazón de Carlos Mario, quien, sorprendido ante la declaración de ella, no acertaba a pronunciar palabra alguna. —No tiene que decir nada Carlos, las cosas se hablaron claro entre nosotros, quedamos que cada uno confesaría sus sentimientos cuando en verdad lo sintiera y yo...—. La chica hizo una pausa, se acercó a él, tomó la mano del joven y se la puso en su pecho—. Sienta como mi corazón late por usted, esto yo jamás lo había percibido por nadie. —Sus marrones ojos se clavaron en la confusa mirada de él—. Me encuentro convencida de que estoy enamorada de usted. El corazón del joven palpitó con fuerza abrupta, permanecía paralizado. Las palabras de Eliza, le parecían inverosímiles, hace tanto que no escuchaba a nadie decirle alguna frase de cariño y ahora tenía frente a él a una mujer que le estaba ofreciendo su amor, y a él no le salían las palabras. —Veng
El joven se sentía fuera de lugar. «Conciencia by Gilberto Santa Rosa» sonaba a todo volumen. Elizabeth lo tomó de las manos y le iba indicando como mover los pies; sin embargo, todo eso para Carlos, era nuevo; él no podía sincronizar sus movimientos. —¡Estoy haciendo el ridículo! —exclamó él. —Claro que no, solo sienta la música y déjese llevar, siga mis pasos —indicó Ely, mientras lo guiaba. Carlos, hacía su mejor esfuerzo, con tal de complacerla; pero la verdad no le gustaba, él prefería la música romántica, la ópera. Cuando al fin la pieza se terminó, se sintió aliviado. —Esto no es para mí —aseguró. —Lo hizo bien —comentó Elizabeth, dándole ánimo—. Solo debe sentir la música en sus venas y dejarse llevar, es todo—. Él le sonrió y volvieron a la mesa, entonces la joven se puso de pie—. No se vaya a mover de aquí, ya regreso. Después de la música bailable en el
Elizabeth no se quedó a presenciar más. Lo que vieron sus ojos fue más que suficiente para según ella darse cuenta de que había sido víctima de un engaño. Tomó sus utensilios de limpieza y caminó a toda prisa a la cocina, mientras sentía su corazón romperse en mil pedazos, la historia se repetía una y otra vez, la sirvienta enamorada del patrón. —¡Eres una estúpida Elizabeth Trujillo! —exclamó aprovechando que se encontraba sola en la cocina. —¿Cómo pudiste creer que un hombre como él se iba a enamorar de ti? —se cuestionó. Era cierto que Eliza, era una muchacha inteligente, centrada; sin embargo, ella sabía que eso no sería suficiente, recordó lo elegante que era la chica que se estaba besando con su novio, resopló y miró su sencillo atuendo, le parecía que era imposible competir con esa mujer, pero lo que más le dolió fueron las mentiras de Carlos, cuando él había aseverado que no tenía ningún romance, ni compromiso con otra.&nbs
Semanas después.Carlos cada vez más lleno de amargura, en ese tiempo había despedido como a cinco asistentes; todo le molestaba, con nada estaba conforme.Los rumores de su prepotencia y altanería llegaron a oídos de Miguel, quién había estado fuera del país.—¡VOS SOS TONTA! —exclamó Carlos, a gritos a su nueva asistente—. ¡PEDÍ REDACTAR UN OFICIO AL DOCTOR JOSÉ MARÍA VALENCIA, GERENTE DE LA FEDERACIÓN NACIONAL DE CAFETALEROS! —resopló enardecido, lanzando el documento a la chica.—Perdón Doctor, no volverá a ocurrir, ya redacto un nuevo escrito — balbuceó la joven temblando.—Claro que no pasará otra vez, recoge tus cosas y que te den tu liquidación.&nbs
Joaquín soltó una carcajada. —¿Verdad que soy irresistible? —Bromeó divertido—. Bueno debemos concentrarnos en que vos te reconcilies con el excelentísimo pues. Yo propongo que le lleves serenata. —¿Vos te volviste loco? ¿Cuándo se ha visto a una mujer llevándole serenata a un...? —Eliza, se puso a pensar, la idea del loco de su cuñado, no era tan descabellada, más bien era muy original, con Carlos, la música funcionaba, solo existía un pequeño problema, ella no tenía dinero para pagar a los músicos—. Joaquín, vos me vas a disculpar, tu idea es muy buena; pero yo no dispongo de los medios… —Vos no te preocupes por eso, ve a tu casa, y prepárate para recibir a tu amado excelentísimo —sugirió Joaquín. Eliza, observó al joven con mucha ternura, a pesar de que Carlos era muy duro con él, el joven estaba interesado en la felicidad de su hermano; eso indicaba que era noble y no se merecía que actuara en contra de él, de
Aquella oscura y fría noche se había convertido para Elizabeth y Carlos en una de las mejores de sus vidas, ya no existían vestigios de tristeza en el corazón de ambos. Carlos invitó a la joven a pasar a la casa, ella con temor ingresó a la gran sala, él la tomó de la mano para brindarle seguridad. La joven quedó sorprendida por la elegante decoración del interior, muebles tallados en madera con estilo Luis XV, adornaban la estancia, jarrones de porcelana fina albergaban en su interior las más hermosas rosas, lámparas que colgaban en forma de lágrimas desde lo alto del techo, retratos de la madre de Joaquín, junto a su esposo e hijo, adornaban un bufetero que estaba colocado cerca del gran comedor. Carlos invitó a su novia a tomar asiento, y Joaquín apareció de improviso. —¡Cuñada! ¡Qué gusto tenerte por acá! —exclamó el joven, fingiendo no ser parte de la reconciliación de la pareja, e
Carlos, con un dolor muy profundo en su pecho, como si en verdad se estuviera ahogando, abrió los ojos, había caído en un letargo al momento de evocar aquellos tristes episodios. Se limpió las lágrimas, recordó a Elizabeth, y la lluvia no cesaba, entonces bajó del auto y se puso a transitar, con una linterna alumbraba el camino, mientras avanzaba, observó un bulto cerca de una piedra, fue acercándose, el corazón de Carlos, se aceleró al darse cuenta de que era Elizabeth, quien estaba tendida en el lodo, inconsciente, sin dudar un segundo la cargó entre sus brazos, ella no reaccionaba, ardía en fiebre. —¡Mi amor! ¿Por qué saliste de la finca sin avisar? —preguntaba él, mientras la observaba preocupado, la acomodó en el auto y la llevó a toda prisa a la hacienda. —¡Jairo! ¡Ismael! ¡Ayuda por favor! —exclamó Carlos, al momento de llegar mientras sostenía el cuerpo de Eliza, en sus brazos, entonces los jóvenes le ayuda
Varios meses después. Casi un año había pasado, desde aquel día que Elizabeth, estuvo en la Momposina, su relación con Carlos, permanecía en la clandestinidad, él seguía viajando mientras los fines de semana no faltaba de Manizales. Carlos averiguó que se acercaba el cumpleaños de su novia, y decidió cumplirle uno de sus sueños que era: conocer el mar, se las ingenió para hacerle creer a su madre, que los empleados querían demandarla por no darles vacaciones. —indios desgraciados, encima que uno les da techo y comida son unos mal agradecidos pues —cuestionó Luz Aída—. ¿Quiénes son los infelices para despedirlos mejor? —Mamá, si los despides es peor, tienes que darles liquidación, vos no te das cuenta de que ahora las leyes ya no son como antes —explicó Carlos. —¿Para qué te tengo a vos? —cuestionó bramando—. Debes dar la cara por tu madre, pero