Rosario fue hasta su habitación, desempolvó de su ropero el porta vestido en el cual guardaba un elegante traje negro para ocasiones especiales, la señora Jaramillo, era una mujer delgada, alta, de cabello oscuro, piel blanca, ojos azules, labios finos y delicados, mirada tranquila, estaba por cumplir cincuenta años, pero solía salir las mañanas a caminar, dormía ocho horas diarias lo que le hacía ver de menor edad a la que tenía.
Mientras Fabián revisaba su celular Rosario, apareció en la sala, el Fiscal, levantó su mirada, se le secó la garganta al observar la belleza de Rosario, se quedó sin palabras al ver a la elegante señora con aquel hermoso y sencillo vestido que envolvía su delgado cuerpo como una segunda piel, su cabello que le llegaba por encima del hombro lucía un moño a medio lado, el maquillaje de sus ojos era muy natural, sus labios en tono coral resaltaban su particular belleza.
Rosario sonrió levemente al ver el rostro de Fabián, quién se puso
¿Qué les pareció la declaración del fiscal?
Era casi las tres de la tarde cuando Carlos, estacionó su vehículo frente a la casa del ingeniero Córdova, no era mucho que había llegado de Bogotá, pidiendo a su asistente que tramitara su licencia, pues Francisco, no le contestaba el teléfono. Se acercó a los guardias y se identificó, ellos lo hicieron seguir. Carlos ingresó a la elegante sala de la casa de la familia Córdova, cuando observó a Carlos Gabriel, bajar corriendo las escaleras y lanzarse a sus brazos, él acogió a su hijo lleno de alegría, lo levantó en sus brazos. —¿Estás listo para pasar una semana increíble conmigo? —preguntó Carlos. —Sí, papá —afirmó el pequeño, fue entonces que Elizabeth, con ayuda de Rosario, bajaba su equipaje y las cosas del niño. —Buenas tardes, Carlos —lo saludó seria, mientras él la observaba arrepentido, tratando de decirle con la mirada lo mucho que la amaba. —Hola —contestó, después se acercó a Rosario, la abrazó y saludó con mucho cariño. El
Despertó a Gabo apurado, le dio el uniforme para que se vistiera, mientras él en la cocina, no sabía que preparar de desayuno y el tiempo apremiaba, le sirvió al pequeño un plato de yogurt con cereales, mientras él subía a bañarse, aquel día no tardó ni diez minutos en la ducha, se cambió a toda prisa con lo primero que encontró una camiseta, jeans, zapatos deportivos. —¿Terminaste el desayuno? — preguntó, mientras el niño negaba con la cabeza. —Apúrate mijo, vamos a llegar tarde a la escuela. Seis y cuarenta cinco salieron de la casa, estaban retrasados, la escuela de Carlos Gabriel, quedaba casi a media hora de la vivienda, cuando llegaron la puerta estaba cerrada, el padre con el niño se miraron a los ojos, preocupados. —Te lo dije papá... Mi mamá se va a enojar —advirtió el pequeño a su padre, mientras él no sabía qué hacer, era su primer día a cargo de su hijo y empezó con el pie izquierdo por haberse quedado dormidos, en eso el celular de Carlos, empezó
Maracaibo- Venezuela. Francisco, acariciaba la espesa cabellera de Angélica, la cabeza de ella reposaba sobre el pecho de él, después del triste sepelio de su padre, se quedó dormida mientras él velaba sus sueños. Margarita ingresó despacio a la habitación de su hija, eran muchas las explicaciones que Angélica, le debía, aunque Francisco, le había puesto al tanto de algunas cosas, la señora quería escuchar la versión de ella. —Sigue dormida —murmuró en voz baja la señora. Francisco asintió con la cabeza—, todo esto ha sido muy duro para todos, en especial para mi hija, ha sufrido mucho —comentó con lágrimas en los ojos. Francisco, con cuidado, se movió de su lugar. Angélica se removió. —Descansa —susurró al oído de ella mientras le brindaba un beso en la frente, la joven se acomodó y siguió durmiendo, lo necesitaba. Margarita salió con Francisco, hasta la sala de la casa. —Debes tener hambre —mencionó la señora—. Voy a pr
Manizales - Colombia. «Amante del amor by Luis Miguel» sonaba en el reproductor de la cocina; —Mi placer, mi dolor, mi sensatez y mi locura, lo has sido todo para mí. Amor violento, ternura» Entonaba Carlos, pensando en Elizabeth, y en la manera de decirle que había mentido, conociéndola, sentía mucho temor, quizás ella no lo perdonaría, él había querido lastimarla tal como él se sentía cuando escuchó a Carlitos, decirle papá a otro hombre. Mientras terminaba de preparar las quesadillas con la receta que Mariana de manera muy amable le había explicado, probó la preparación no estaba nada mal para ser la primera vez que él se metía a la cocina. Observó el lugar era un verdadero desastre, faltaba una hora para ir por su hijo a la escuela, así que subió a su habitación, se duchó y cambió de ropa, después salió en su vehículo rumbo a la escuela, estacionó el auto, mientras observaba en la puerta de la institución a varios hombres conversando a las afueras
Carlos caminó con los niños al vehículo, colocó a ambos pequeños en el asiento trasero, les puso el cinturón de seguridad, mientras conducía camino a casa de la madre de Francisco, los niños se quejaron del calor, tenían sed. Estacionó su vehículo en una heladería. —¿De qué sabores quieren sus helados? —preguntó mientras hacía el pedido en la fila sin soltarles las manos. —Yo quiero de chicle —dijo Sam. —A mí de chocolate —solicitó Gabo. —No se vayan a ensuciar el uniforme —solicitó. —No somos bebés —respondió Carlitos. —¿Qué hiciste de comer? Tengo hambre. Carlos le sonrió mientras degustaba su helado. —Te preparé unas quesadillas, es un plato mexicano, espero te guste. Carlitos asintió con la cabeza, una vez que terminaron sus helados, partieron a casa de la abuelita de Sam, dejaron a la niña con la señora Julia, mientras él se dirigía con su hijo a su casa. Una vez en casa, Carlos, le pidió a su hijo que se q
En horas de la tarde, ya más tranquilo, fue por su hijo a la escuela, ese día no tuvo tiempo de cocinar, pasó ocupado en la empresa y también tenía que ponerse al día con las actividades del Senado, cuando llegó esta vez bajó del vehículo y se acercó a saludar a Edmundo, quién conversaba con otros padres de familia, presentó a Carlos, con el resto del grupo, quienes debatían entre ellos sobre cómo elaborar la fofucha.—Yo la voy a comprar hecha, no tengo tiempo —indicó uno de los señores—. Después que doy de comer a mis hijos, los dejo con la señora que los cuida mientras yo voy a trabajar y llegó siete de la noche. ¿A qué hora voy a hacer ese muñeco?—¿Y vos como la vas a hacer? —preguntaron a Carlos.—No tengo la menor idea, ni siquiera he comprado los materiales, pe
Carlos sintió un nudo en la garganta, ya no estaba dispuesto a separarse de su hijo. Gabito levantó su mirada hacia su padre, los ojos se le cristalizaron.—Yo no me quiero ir —respondió, corrió hasta donde estaba parado su padre, se abrazó a él.Carlos, con mucha tristeza, se inclinó ante el pequeño, lo estrechó a su pecho, sintiendo una opresión en su corazón, mientras Rosario, se secaba las lágrimas ante esa escena.—Ve a tu habitación con tu abuela —solicitó para quedarse solo con Elizabeth, una vez que Rosario, subió con el niño Carlos, se dirigió a ella—. No pienso renunciar a nuestros hijos —pronunció de manera firme, observando a Elizabeth, muy serio.—¿Eso significa que piensa tener dos hogares? —cuestionó—, claro, el Senador y su familia perfecta ju
Semanas después.Manizales- Colombia.Dos semanas habían pasado desde aquella despedida entre Elizabeth, y Carlos, para ambos eran momentos duros, difíciles, pero necesarios, era importante que él se encontrara consigo mismo, que dejara el pasado atrás, que volviera a nacer para empezar otra vez a vivir sin miedos, sin traumas.Desde que renunció a ella se sentía como un prisionero condenado a muerte, no encontraba rumbo a su vida, ella era como el faro que lo guiaba en la oscuridad, era el puerto donde anclaba su alma, aquella humilde muchacha que un día lo bañó con una cubeta de agua era su mundo, su vida entera.A pesar de que Elizabeth, le permitió pasar con Gabito, los fines de semana y aunque hablaban vía telefónica, él sentía que las cosas ya no eran como antes, temía haberla perdido.Rosario, al verlo tan afligido, l