Elizabeth, en el camino a su casa, pensaba muchas cosas, entre ellas renunciar a su cargo en el Senado, ahora con la verdad al descubierto a ella lo único que le interesaba era dedicarse de lleno a su profesión y a sacar adelante la fundación en contra del maltrato infantil, proyecto que de un tiempo acá lo tenía en el olvido. Llegó a su casa, su esposo estaba dormido y su pequeño se durmió en el taxi, Daniela, había olvidado por completo mandar a recoger su vehículo en el parque, le pidió a uno de los guardias de seguridad que lo hiciera.
Al día siguiente la joven, terminaba de contarle al ingeniero Córdova, que su secreto ya estaba al descubierto.
—No se preocupe, todo va a salir bien —trató de darle consuelo el esposo de la joven.
—Hace días que he querido entregarle estos documentos.
 
El tiempo había transcurrido, en un abrir y cerrar de ojos, y el bautizo de las gemelas llegó.Desde el día que conoció a Carlos Gabriel, había pasado un mes sin verse con Elizabeth, solo hablaban vía telefónica cuando él iba los fines de semana a Manizales, y le pedía ver a su hijo, pero aquella tarde inevitablemente tenían que encontrarse, eran los padrinos de María Luisa.La Momposina estaba decorada con hermosas flores blancas y rosadas, las mesas lucían elegantes manteles del mismo color de las flores, en el centro hermosos vasos con velas decoradas con rosas en tonos pastel de mazapán elaborados por Mariana, engalanaban las mesas.La mesa de dulces exponía copas con deliciosas fresas cubiertas de chocolate blanco y negro que Mariana, traía en tabletas desde México, algunas tenían grajeas, chi
Carlos, tratando de armar aquel rompecabezas, se dirigió a la casa de huéspedes de la Momposina, se encerró en la habitación, no volvió a salir, minutos más tarde Angélica, apareció en la alcoba. —Yo ya cumplí con mi parte, ahora te toca a ti. Carlos se puso de pie, sacó del cajón de su escritorio el contrato que ella había firmado antes de casarse con él, lo rompió en delante de Angélica, le entregó el ticket de avión para que pudiera regresar a Venezuela. —Gracias —respondió la joven, por fin era libre. —Ya estoy tramitando la anulación de nuestro matrimonio. —Eso espero —pronunció Angélica, tomando sus maletas para guardar sus cosas y abandonar la hacienda al día siguiente. —¿No vas a arreglar tus asuntos con Mondragón? —Yo no tengo nada que hablar con él, las cosas entre nosotros quedaron claras —comentó la j
Elizabeth arribó a su casa, con el corazón destrozado, ingresó a su residencia, fue a la habitación de su hijo, aún dormía, era domingo.Carlos Gabriel, al sentir la presencia de su madre, abrió los ojos.—¡Mami! —exclamó el pequeño, abrió sus brazos para abrazarla, ella se acercó a él, lo estrechó entre fuerte hacia su pecho mientras lloraba con el dolor de saber que sus hijos no vivirían con su padre porque él estaba casado con otra mujer y esperaba un bebé con ella. —¿Por qué lloras? —preguntó el pequeño.—Por nada mi niño —dijo Elizabeth, secándose las lágrimas—. Ve a bañarte para desayunar.—¿Mi papá va a venir hoy? —averiguó con ilusión el pequeño.—No lo sé mi amor
Carlos se llevó las manos al rostro, ahora empezaba a comprender la falta de amor de la que decía ser su madre, sus rechazos, sus castigos, las humillaciones de las que fue objeto por años. —Ahora lo comprendo todo —expresó con la voz fragmentada. —Luz Aída es la culpable de todo, ella se aprovechó de que yo estaba a punto de perder la vida, cambió a los niños, a mí me hizo pensar que el mío había nacido muerto y ella se quedó contigo... yo no tenía la más remota idea tienes que creerme —suplicó Rosario—, en esa época yo estaba muy mal emocionalmente tu padre me abandonó, mi hijo murió, Luz Aída me echó de la finca, hasta que tuve la suerte de encontrar personas buenas en mi camino, que me acogieron y brindaron ayuda. Carlos, escuchaba el relato de su madre sin pronunciar una sola palabra, lágrimas salían de sus ojos, tenía dudas, era cierto, pero la mujer que estaba frente a él parecía sincera; sin embargo, necesitaba despejar ciertas ideas que le rond
Maracaibo- Venezuela. Angélica llegó al aeropuerto La Chinita, una vez que bajó del avión respiró el aire cálido que envolvía la zona, cerró sus ojos recordando su infancia en su natal Maracaibo, después de pasar los controles migratorios y tomar su equipaje, salió del lugar en busca de un taxi. A través de las ventanas observaba los cambios en la ciudad, eran casi quince años de ausencia. Mientras el vehículo seguía el recorrido, la joven seguía observando los gigantes edificios que se levantaban airosos en la capital del estado de Zulia, luego de más de cuarenta y cinco minutos de recorrido llegó a un populoso barrio de la ciudad, pidió al conductor detenerse pues reconoció la casa que por fotografías conocía y que con tanto esfuerzo y duro trabajo pudo construir para sus padres. Se paró frente a observar la vivienda de una zona planta, el blanco de las paredes predominaba haciendo contraste con el enrejado en tono café que rodeaba
Manizales – Colombia. Gabito, estaba triste porque su padre no lo había ido a buscar, pues Carlos, ese día se quedó con Rosario, no fue que no se acordara de su hijo, llamó a Elizabeth, para decirle que no podía ir a verlo; sin embargo, el pequeño ya lo extrañaba. Una vez que se quedó dormido Elizabeth, le devolvió la llamada a Rosario, pues minutos antes la había llamado y no le pudo contestar por estar con su hijo, una vez que se comunicó con Rosario, ella muy feliz le contó que Carlos, ya sabía la verdad. Elizabeth se alegró por ambos, estaba muy contenta al escuchar a Rosario, hablar con tanta emoción y felicidad, imaginó aquel momento entre madre e hijo, a ella le hubiera gustado estar ahí como siempre apoyando a Carlos, pero ahora estaba decidida a cobrarse la mentira del doctor Duque, fue así que le explicó a la madre de él, el plan que tenía en mente. —Elizabeth, me da pesar con mi hijo —comentó Rosario. —No s
Francisco observó a Angélica, bastante serio, la joven inclinó la cabeza pensando que la noticia no le había caído nada bien, entonces él se acercó al especialista. —Disculpe doctor, creo que escuche mal... ¿Usted dijo bebé? —¿Usted es el esposo de la señora? —averiguó. —Sí —mintió, entonces el médico se dirigió a él con una gran sonr
Rosario fue hasta su habitación, desempolvó de su ropero el porta vestido en el cual guardaba un elegante traje negro para ocasiones especiales, la señora Jaramillo, era una mujer delgada, alta, de cabello oscuro, piel blanca, ojos azules, labios finos y delicados, mirada tranquila, estaba por cumplir cincuenta años, pero solía salir las mañanas a caminar, dormía ocho horas diarias lo que le hacía ver de menor edad a la que tenía. Mientras Fabián revisaba su celular Rosario, apareció en la sala, el Fiscal, levantó su mirada, se le secó la garganta al observar la belleza de Rosario, se quedó sin palabras al ver a la elegante señora con aquel hermoso y sencillo vestido que envolvía su delgado cuerpo como una segunda piel, su cabello que le llegaba por encima del hombro lucía un moño a medio lado, el maquillaje de sus ojos era muy natural, sus labios en tono coral resaltaban su particular belleza. Rosario sonrió levemente al ver el rostro de Fabián, quién se puso