Natasha nunca se creyó capaz de tomar aquella iniciativa. Soñó con ella por muchos años, la llevó a cabo en su cabeza cientos de veces, pero ahora, que se le daba la oportunidad de hacerla realidad, temblaba como gelatina.Las imágenes que muchas veces había recreado en su memoria se difuminaban por culpa de la ansiedad, más aún, a medida que se revelaba el cuerpo dorado y perfecto de Alexey.Lo desnudaba. ¡Ella lo hacía! Y él se dejaba como si fuese un cachorrito inquieto. La miraba con esos ojos del color del cielo, grandes e infinitos, y oscurecidos por la tormenta de pasión que se desataba en su alma.Él también temblaba, pero de la desesperación, porque ella era lenta y algo torpe quitando todas esas capas de ropa y miedos que ambos tenían encima.No actuaba, si lo hacía pecaba, se iría desbocado hacia la meta final y no quería eso, había esperado demasiados años para correr como un idiota y perderse el placer de su vida.Ella era la reina en aquel acto, la ama, la señora y él, s
Alexey estaba tan agotado, desnudo y vacío por dentro, que se sintió ínfimo, tan insignificante y torpe que le dio miedo mirarla a los ojos.Hundió la cara en el cuello de ella para esconder su vulnerabilidad, sintiéndose a gusto por las caricias que la chica le prodigaba en la espalda.—Te amo. Siempre te he amado —confesó Natasha, haciéndolo estremecer—. Desde que éramos unos niños ya te amaba, te veía como un rey hecho de oro que brillaba más que los demás y…Sus palabras murieron porque él se apoderó de su boca con un beso profundo y dominante, uno que buscaba beberse aquella declaración de amor para hacerla suya por siempre.—Naty, amor, juro que dedicaré mi vida entera a hacerte feliz —dijo sobre sus labios y mordiéndolos en ocasiones, acariciando su rostro con su nariz, adorándola como si ella fuese algo excelso—. Perdona mi egoísmo, mi inmadurez y mi torpeza —rogó con afección—. Te ruego me permitas ser tu siervo, tu dueño y tu protector. Te amo, mi vida. Te amo —expresó como
Alexey llegó al Château en Francia muy temprano, cuando aún ni Drake ni Borya estaban listos para partir.Pero la espera no le fue ruda, ya que Frederick lo pasó a la cocina para tomar lo que sería para él un segundo desayuno, mientras sus señores se alistaban.El joven se emocionó al quedar frente a bandejas llenas de croissant de mantequilla, pains au chocolat, brioches dulces con uvas y baguettes tostadas y recién salidas del horno rellenas de queso y jamón. No sabía por dónde empezar.El mayordomo ponía un vaso lleno de jugo de naranja recién exprimido frente a él cuando apareció a su lado Anna, quitándole el baguette que tenía en las manos y dándole un gran mordisco.—¡Ey, prima! ¿Tu demonio no te da de comer? —preguntó, tomando con rapidez otro y mordiéndolo antes de que la chica se lo quitara.—Es que anoche casi no pudo dormir, ya sabes, por la misión que tienen hoy. Me tocó entretenerlo para ayudarlo a despejar la mente y descansar, por eso estoy sin energías.Alexey la miró
Los hombres se despidieron y enseguida Drake les entregó las coordenadas para trasladarse, con ayuda de la teletrasportación, a una casa deshabitada en la ciudad de Santana do Livramento, ubicada al sudoeste del estado Río Grande del Sur, en Brasil, a pocos kilómetros de la frontera con Uruguay.El salón al que llegaron era una especie de depósito, aunque algo vacío, cuyos ventanales estaban cubiertos por gruesas cortinas y las luces no habían sido encendidas. Por eso se encontraron entre penumbras.—¿Nos equivocamos de dirección? —quiso saber Alexey.—Llegan tarde, como siempre.La voz quejosa que les habló desde un costado apretó los ceños de Drake y de Borya y ensanchó la sonrisa de Alexey.—¡Yuvan, amigo mío! —exclamó el chico con los brazos abiertos en dirección a la pequeña y gruesa sombra que se divisaba cerca de unas escaleras.Yuvan respondió al saludo con un gruñido y les dio la espalda.—Muévanse, no me gusta la impuntualidad. Nos esperan desde hace horas.Después de decir
Se llegaron hasta una aldea rural ubicada a varios kilómetros de distancia de Santana do Livramento. El lugar estaba poblado, en su mayoría, por Guaraníes.El modo de vida era bastante precario, pero igual todos sonreían con amplitud mientras rodeaban a los recién llegados evaluándolos con curiosidad.Alexey rápidamente se mezcló con los más jóvenes para darles abrazos y saludarlos alborotándoles los cabellos.Uno de ellos se llegó con una vieja pelota de fútbol, algo desgastada, que él tomó y comenzó a patear buscando dominarla con sus pies.Enseguida el grupo lo arrastró a una cancha improvisada con porterías de palos clavados en la tierra y él estuvo jugando un rato con ellos mientras Yuvan preparaba la expedición a la selva.Alexey dejó a los chicos prometiéndoles que volvía pronto cuando el hombrecito malhumorado le informó que todo estaba listo.—¿Sabes que esos niños no entienden ruso? —lo molestó Borya.—La sonrisa y el buen trato son un lenguaje universal —respondió Alexey—.
A Drake le costó más que al resto superar aquella delgada grieta, ya que su anatomía alta y robusta no ayudaba, pero con esfuerzo lo logró, así, luego de media hora, se encontraban dentro de la cueva rodeados por un olor nauseabundo.—Esta mierda es asfixiante —se quejó Alexey cubriéndose la boca y nariz con el interior del codo.—Por eso no hay humanos aquí adentro —dijo Borya al sentir lejana la presencia humana, pero marcada la demoniaca.—Y el calor agobia.—Esto se parece a la entrada de la guarida de Belial en Urales —aportó Yuvan con desprecio—. Debimos traer máscaras.—Más adelante se encuentra la sensación intensa que capto —informó Borya con rostro angustiado y comenzó a caminar en ese sentido, como si algo lo atrajera.—Los guaraníes no deberían ir con nosotros, podrían estar en peligro —aconsejó Drake, empezando a sentirse inquieto.Al estar dentro de la cueva captaba esa fuerza intensa y maligna de la que hablaba su amigo.Tal vez, como Borya era un demonio de sangre real
Natasha apareció teletrasportada en el Château de Drake, en Francia, pasado el mediodía.Se encontró dentro de una sala de estar bastante elegante y cálida, equipada con infinidad de muebles y objetos lujosos.—Bienvenida.Se giró al escuchar un saludo a su espalda, viendo parada sobre unos escalones a Yelena, que le sonreía con dulzura.—¡Prima!Anna apareció detrás de su hermana corriendo hacia ella con los brazos abiertos. Natasha la observó con las cejas arqueadas, algo nerviosa. Cuando Anna la envolvió en un abrazo apretado no pudo evitar permanecer inmóvil.—No sabes la alegría que me da volver a verte —dijo la rubia y se apartó un poco para mirarla a la cara, sosteniéndola por los hombros—. Qué bueno que decidiste salir de tu escondite. A los problemas hay que enfrentarlos con valentía o jamás te abandonarán.Natasha se sintió un poco incómoda por la referencia, recordando lo que Anna le había dicho en el volcán cuando fue a visitarla.—Anna, dale espacio. Deja que se adapte al
La conversación sobre lo ocurrido en Brasil mantuvo en cada uno de ellos los nervios elevados. Sabían que eso le daría un vuelco total a aquella historia, llevando de forma alarmante la balanza en favor a los demonios.—Esto no beneficia a todos los demonios —aclaró Borya—, porque no todos tienen conocimiento de lo que sucede, solo una pequeña facción.—Ese dragón es capaz de acabar con un país entero antes de que puedan eliminarlo —recordó Alexey rebatiendo sus palabras—, y como mínimo, tendremos a siete más acompañándolo, porque en siete lugares del mundo están incubando huevos. ¿Quiénes quedaran al final de esta aniquilación? ¡Los demonios!—La gran diferencia que existe entre los engendros y los dragones es que los engendros actúan movidos por su creador —enfatizó Borya, molesto—. Las bestias y los demonios mestizos son seres sin voluntad, que solo siguen órdenes, y cuando no las reciben, actúan por instinto, pero siempre beneficiando a su creador. Los dragones, en cambio, son fie