—¿Un cuchillo de carnicero? ¿Es en serio? —se burló el joven— ¿Viniste a matar a un ser infernal que asesinó a seis hombres con un cuchillo de carnicero? —Él torció su boca en una sonrisa. Yelena pudo observar que poseía una corta barba rubia cubriéndole toda la mandíbula—. ¿Piensas cortarlo en filetes cuando termines con él?
Ella exhaló todo el aire que había represado en su interior liberándose así del miedo que la había paralizado.
Movió el cuchillo en círculos cerca de la cara del sujeto, sin poder evitar que su mano temblara por culpa de sus emociones agitadas.
—¿Una espada? ¿Acaso te crees un ninja? —replicó para molestarlo, pero el hombre lo que hizo fue observarla como si ella fuera una cosa extraña.
A los seres infernales, y a los demonios, se le vencía cortándoles la cabeza o despedazando su corazón.
Una herida en cualquier otra parte del cuerpo podía debilitarlos, pero no resultaba mortal.
A los seres infernales pequeños sí era posible matarlos con cuchillos, pero para los gnoll era necesario usar una espada o un hacha, más aún, si eran violentos. Por eso la pregunta de la chica le pareció irracional.
—Soy un cazador que sabe cómo enfrentar a un monstruo, niña —rebatió con arrogancia—. Por el arma que llevas contigo y por el temblor en tu mano, supongo que eres una aficionada que solo busca dinero.
Yelena se inquietó por su acusación y enseguida escondió el cuchillo dentro de su parka, ocultando también, sus manos, para no evidenciar el terror que aún le corría por las venas.
—Es el frío —se excusó con forzada altanería y dio media vuelta para continuar su camino irritada por la competencia.
Él se apresuró por igualar sus pasos.
—¿Es tu primera vez?
—No —dijo y apretó los labios con enfado. Su respuesta tenía una parte de mentira y otra de verdad.
Era su primera cazando a seres infernales, pero no enfrentándose a ellos. El recuerdo de la vez en que estuvo cara a cara con uno de esos monstruos la llenó de tristezas, y también, de miedos.
—Debes ser muy buena si traes solo un cuchillo para cazar a un gnoll. ¿O tienes escondida bajo tu abrigo una pistola con balas expansivas?
Ella torció los ojos con agotamiento. Ese tipo de armas usaban balas que se fragmentaban dentro del cuerpo de la víctima alcanzándole los órganos.
Si el cazador tenía buena puntería y acertaba en el corazón del ser infernal, o cerca de él, tenía la posibilidad de eliminarlo de un solo disparo.
—No soy millonaria —expresó sin verlo.
Esas municiones eran las más efectivas en la cacería, pero también, las más costosas.
—Ah, cierto, por eso vienes de cacería, por el dinero.
—¿Tú no? —preguntó indignada. Esta vez, dirigiéndole una mirada llena de reproches.
Él volvió a sonreír de lado sin dejar de caminar ni de evaluar con atención los alrededores.
—No, tengo todo lo que necesito, solo vengo para ganar puntos y subir de categoría.
Yelena lo observó de reojo. El gremio de cazadores había establecido rangos según las destrezas de cada uno de sus miembros.
Los de mayor nivel tenían un gran apoyo financiero y logístico del gobierno con el que podían atacar a demonios de gran poder, como los demonios de guerra, que dirigían a las legiones de bestias.
Para subir de rango tenías que asesinar cada vez a más especies infernales y de mayor peligrosidad, así ganabas «puntos de experiencia».
Los interesados en pertenecer a ese gremio debían pagar una cuota anual recibiendo un carnet de acreditación.
Solo a quienes portaban esos carnets les permitían llevar armas de gran tamaño por la ciudad, como la espada que él tenía, sin que la policía lo detuviera, recibían atención médica inmediata si terminaban heridos en algún enfrentamiento y sus esfuerzos se veían convertidos en puntos.
Los cazadores independientes no gozaban de ninguno de esos beneficios, solo de la posibilidad de reclamar el premio monetario.
—Por lo que veo, eres parte del gremio —expuso Yelena con reproche.
El hecho de que él fuera un cazador experimentado demostraba que tenía suficientes recursos para hacer lo que quisiera.
No era una persona desesperada y con las manos vacías como ella, tenía cientos de posibilidades para vencerla y arrancarle el premio de las manos. Un dinero que él no necesitaba, pero que a ella le urgía.
—Espera… —replicó la joven al darse cuenta de un detalle—. Matar a un gnoll solitario no te dará muchos puntos de experiencia, pero enfrentar a sus manadas en los campos sí. Por eso los cazadores del gremio no fueron citados en la nota de prensa. ¿Por qué estás tras este gnoll?
Él sonrió, deteniéndose al llegar a un cruce. En ese punto el callejón era traspasado por un delgado pasillo peatonal que lo comunicaba con otros callejones laterales.
—¿Te das cuenta, niña? Eres una aficionada. Acabas de quedar en evidencia —bromeó.
Ella gruñó furiosa y pateó el piso con un pie apoyando los puños en sus caderas mientras lo traspasaba como una mirada iracunda.
—¿Por qué dices eso?
—Un gnoll solo no es capaz de asesinar a seis miembros de un equipo de control de engendros, quienes son soldados entrenados y abastecidos con armas especiales para el trabajo que hacen. Es cierto que esos animales son temperamentales y fuertes, pero su poder radica en la manada. Si están en soledad son fáciles de dominar. Incluso tú, una aficionada armada con un cuchillo para cortar filetes, tienes posibilidades de acabarlo. —Ella lo miró con cierto desprecio, pero no rebatió sus palabras, porque se percataba que estaban llenas de verdades—. Por eso dime, chiquilla —habló aproximando su cara a ella para acentuar sus palabras—, ¿sigues creyendo que estás aquí para cazar a un gnoll?
El corazón de Yelena palpitó con energía por los temores.
—Si no es un gnoll, entonces… ¿qué es?
El hombre alzó los hombros.
—Ni idea, pero no creo que sea un ser infernal débil. Esa nota de prensa es engañosa.
Yelena miró con recelo los alrededores.
—¿Por qué hicieron eso? —preguntó enfadada.
Él volvió a alzar los hombros.
—Quizás necesitan un cebo para sacar de su escondite al verdadero culpable de esos asesinatos.
—¿Al verdadero culpable? —consultó alarmada.
—Es posible que los sobrevivientes de la emboscada no hayan visto lo que mató a sus amigos y el gobierno, antes de enviar a otro equipo de control, prefirieron estar seguros de lo que hay para saber cómo enfrentarlo. No citaron a los cazadores del gremio porque ellos, por el riesgo, pedirían el triple de lo que ofrecen. En cambio los independientes, son menos exigentes.
Yelena le molestó haber caído en esa mentira. Debía evitar ser tan inocente.
—Pero, ¡tú eres parte del gremio y estás aquí! —se quejó.
—Estoy aquí porque no necesito el dinero, solo los puntos. Y espero que sea algo grande y muy peligroso que me ayude a avanzar más rápido —dijo con seguridad y sosteniendo con mayor fuerza su espada para reiniciar su avance por el callejón.
Ella dudó antes de seguirlo. En su desesperación no se percató de las incoherencias que exponía la oferta publicada en el periódico, por eso, aquel lugar estaba tan desolado.
Pensó en largarse, pero al recordar la enorme urgencia que tenía decidió seguir. No podía dar marcha atrás.
—¿Qué rango tienes? —quiso saber apresurándose por alcanzarlo y cambiar de conversación. Quizás así, se olvidaría de sus inseguridades.
—Aún soy inferior.
—¿Y cuántos puntos tienes acumulados hasta ahora?
Él se detuvo y la traspasó con una mirada de superioridad.
—Ninguno.
Ella abrió la boca asombrada, pero él no vio su gesto por marcharse para evitar seguir conversando.
—¡Te burlas de mí, pero eres tan inexperto como yo! —gritó antes de seguirlo.
Sin embargo, quedó paralizada al escuchar un gruñido proveniente del interior del edificio que en ese momento atravesaban. Su grito debió molestar al animal.
—¡Lo sabía! —dijo el cazador emocionado y corrió hacia la entrada de la construcción.
La piel de Yelena se erizó por completo experimentando una sensación amarga, de miedo y desesperación, que comenzó a sentir en sus carnes desde hacía diez años.
Por esa emoción ella supo lo que se hallaba dentro de esa edificación ruinosa, conocía al monstruo que por ignorancia había ido a buscar.
En esa ocasión, el corazón se le detuvo y los ojos se le llenaron de lágrimas. El recuerdo del dolor y del aroma de la muerte se paseó por su memoria y la inmovilizó como aquella vez.
Tardó varios minutos mientras se debatía con sus temores antes de decidirse a entrar. El interior de aquel edificio estaba oscuro y sucio, solo poblado por restos de muebles que se veían tan destruidos como sus paredes. Todas ellas marcadas por profundas garras.Respiró hondo y dejó caer sobre su espalda la capucha de la parka sacudiéndose el cabello oscuro que le llegaba hasta los hombros.Se secó con el dorso de la mano su rostro pecoso, humedecido por el frío, y sacó del interior de uno de los bolsillos de su abrigo una linterna con forma de lápiz que había llevado consigo. Con ella alumbró el lugar.Gracias a esa luz apreció mejor la recepción, signada por la destrucción y con manchas de sangre ensuciando el piso y las escaleras. Allí debieron producirse las muertes de los seis miembros del equipo de control de engendros.—¿Qué mierda hago aquí? —se preguntó a sí misma mientras se esforzaba por no comparar esa escena con la producida diez años atrás, en la granja de su familia en
El diabólico ser también tenía forma humanoide, pero esta era alta y de cuerpo portentoso, con el cabello rapado, el rostro deformado y pérfido y las manos con garras filosas.En el pasado ese ser había sido un humano. Un hombre que fue víctima de un demonio y de un hechicero maligno, perdiendo su alma y su voluntad para transformarse en un engendro que se devoraba a otros de su raza.Yelena dejó de respirar ante el asombro de toparse de nuevo cara a cara con una de esas bestias, pero temblaba tanto por el miedo que no pudo evitar que su cuchillo cayera al suelo y emitiera un ruido que hizo reaccionar al animal y desató en él un rugido feroz.La onda expansiva de su sonido la empujó hacia atrás, llevándola de nuevo al borde de la escalera.—¡CORRE, NOVATA! —escuchó el grito atronador del cazador y vio como él aparecía de entre las sombras, por un lateral, abalanzándose sobre la bestia con su espada en alto.Yelena de nuevo fue presa de sus miedos, no pudo moverse ni actuar, como suced
Al abrir los ojos, observó un techo de concreto y una lámpara redonda que no le era familiar.Apretó el ceño y dio una rápida ojeada a la extraña habitación que encontraba acogedora gracias a la calefacción.—¿Dónde…?Sus dudas murieron al recordar lo sucedido. Se sobresaltó, sentándose de golpe en la cama y sufriendo de una intensa puntada en la cabeza por el movimiento brusco.—¡Demonios! —se quejó y se frotó la sien tocando la gaza que le habían colocado en la parte alta de la frente, del lado izquierdo.—No deberías invocarlos.Saltó asustada al escuchar que alguien hablaba y bajó de la cama pretendiendo ponerse en posición de ataque, pero de nuevo, el violento movimiento la afecto. Sus rodillas temblaron y la cabeza comenzó a girarle como si estuviera sobre un carrusel.Se obligó a sentarse y cerrar los ojos mientras pasaba el mareo.—Aunque la herida no fue seria, perdiste algo de sangre y llevas más de doce horas durmiendo. —Yelena abrió los ojos para mirar con sorpresa al homb
Yelena calló al darse cuenta que no tenía forma de hacerle entender lo que ella experimentaba al estar cerca de bestias o demonios, sin narrarle los episodios trágicos que había vivido con ellos.A ese sujeto no lo conocía de nada y si estaba relacionado con los seres que asesinaron a su padre, no confiaría en él.El hombre la observó con curiosidad.—¿A qué te refieres con que no me presientes?—Mejor olvídalo —dijo nerviosa e intentó abrir la puerta, pero esta no cedió—. Déjame ir, ya tienes lo que querías.Comenzó a forcejear, sacudiendo el pomo para romper la cerradura.Él la tomó por los hombros y aplicó un poco de fuerza para girarla y estamparla contra la madera, golpeando con un puño junto a su cabeza y mostrándole los dientes.Por esa proximidad, ella notó que sus colmillos eran más grandes de lo normal.Yelena se asustó y dejó caer al suelo las botas y la parka. El rostro duro del hombre, marcado por facciones varoniles y cicatrices, se hallaba a poca distancia del de ella.
Yelena se asomó a la ventana descubriendo que se hallaba en un quinto piso y en un distrito que desconocía, poblado solo por edificios residenciales y algunos pocos comercios.No nevaba, pero las calles estaban cubiertas por una gruesa capa de nieve y escasos transeúntes pasaban con rapidez apretujados en sus abrigos.Si el tipo con el que estaba no fuese una bestia infernal, o parte de ella, abriría la ventana y gritaría a todo pulmón que la habían secuestrado.Alguien podría oírla y haría algo por ayudarla, pero si se atrevía, antes de que terminara de decir alguna frase de auxilio, el sujeto la silenciaría y la haría trocitos.Respiró hondo y se giró para mirar con enfado la puerta del baño. Él seguía encerrado, tal vez, aliviando la enorme erección que tenía.—Jódete, imbécil —masculló y alzó el dedo corazón de una de sus manos hacia él antes de dirigirse a la entrada de la habitación e intentar abrirla de nuevo.Nada. De alguna manera aquel miserable con sus poderes mentales habí
—¿Inventaste todo eso con el apoyo del gobierno? ¡¿Y para asesinar a cazadores?!—No para asesinarlos, para atraerlos —expuso con agotamiento y se recostó en la silla con semblante exhausto.—Esa bestia iba a matar a quien se acercara. ¡Intentó matarme!—Yo no lo iba a permitir, como evidentemente lo hice. Sabía cómo dominarla.—¿Pero… por qué lo hiciste? —preguntó contrariada.—Ya te lo dije, para atraer a los cazadores. Necesito información sobre uno de ellos, pero justo me quedo con la que no pertenece al gremio y no sabe nada de nada —destacó con amargura y desvió su atención hacia un costado de la habitación sumergiéndose un instante en sus pensamientos, antes de traspasarla con una mirada irritada—. Si no hubieses estado allí, molestando con tus ruidos, habría atrapado al otro cazador.Yelena se irguió, molesta por su insolencia.—Tampoco hubieses obtenido nada de ese otro tipo —dijo con arrogancia.—¿Por qué? ¿Sabes quién era?—No. Lo encontré afuera y no me dijo su nombre, sol
Drake se acercó a la ventana y la abrió para revisar el exterior. Una ráfaga de viento helado entró con algo de la escarcha de nieve que se hallaba en el alfeizar.—¡¿Qué piensas hacer?! —preguntó Yelena alarmada y mientras terminaba de ponerse las botas y corría hacia su parka para no congelarse.Sabía que él podía saltar hacia el exterior con ayuda de sus capacidades sobrenaturales, pero ella no tenía más opción que enfrentar a los demonios que se acercaban.—Apúrate y ven —ordenó Drake y subió al alfeizar de la ventana quedando agachado y con la mitad del cuerpo afuera.—¡¿Qué?! Estás demente. Yo no iré…Cerró la boca al experimentar un estremecimiento poderoso que le dejó toda la piel erizada. Se giró hacia la puerta de entrada, sabiendo que tres demonios ya estaban cerca de la habitación y pronto derrumbarían la puerta.—Si no vienes ahora, te matarán —advirtió con enfado.—No les he hecho nada —expuso nerviosa y encarándolo. Sus ojos brillaban por el miedo, era consiente que los
—¿Puedes llevarme?Drake respiró hondo y se irguió apretando la mandíbula para controlar el enfado.—¿Cuánto tiempo te dieron? —inquirió, sabiendo que se trataba de una exigencia hecha por algún demonio que pretendía divertirse a costa de ella.El monte Urales era una de las zonas de contención donde los demonios habían sido recluidos. En sus montañas más alejadas solo había seres infernales.Yelena dudó un instante, pero había querido trabajar como cazadora independiente para reunir dinero y pagar a un brujo por una herramienta de teletransportación que le permitiera llegar pronto al monte Urales, donde tenía que cumplir la absurda misión que le había dejado la demonio de la lujuria que tenía secuestrada a su hermana.Hacerlo por la vía normal le llevaría muchos días de viaje, con varias paradas que significarían más dinero del que le costaría una herramienta mágica, ya que ningún transporte la llevaría directo al «Paso del diablo».Aquel lugar era una peligrosa ladera ubicada en Kho