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HOMBRE 1. Capítulo 3.

—¿Un cuchillo de carnicero? ¿Es en serio? —se burló el joven— ¿Viniste a matar a un ser infernal que asesinó a seis hombres con un cuchillo de carnicero? —Él torció su boca en una sonrisa. Yelena pudo observar que poseía una corta barba rubia cubriéndole toda la mandíbula—. ¿Piensas cortarlo en filetes cuando termines con él?

Ella exhaló todo el aire que había represado en su interior liberándose así del miedo que la había paralizado.

Movió el cuchillo en círculos cerca de la cara del sujeto, sin poder evitar que su mano temblara por culpa de sus emociones agitadas.

—¿Una espada? ¿Acaso te crees un ninja? —replicó para molestarlo, pero el hombre lo que hizo fue observarla como si ella fuera una cosa extraña.

A los seres infernales, y a los demonios, se le vencía cortándoles la cabeza o despedazando su corazón.

Una herida en cualquier otra parte del cuerpo podía debilitarlos, pero no resultaba mortal.

A los seres infernales pequeños sí era posible matarlos con cuchillos, pero para los gnoll era necesario usar una espada o un hacha, más aún, si eran violentos. Por eso la pregunta de la chica le pareció irracional.

—Soy un cazador que sabe cómo enfrentar a un monstruo, niña —rebatió con arrogancia—. Por el arma que llevas contigo y por el temblor en tu mano, supongo que eres una aficionada que solo busca dinero.

Yelena se inquietó por su acusación y enseguida escondió el cuchillo dentro de su parka, ocultando también, sus manos, para no evidenciar el terror que aún le corría por las venas.

—Es el frío —se excusó con forzada altanería y dio media vuelta para continuar su camino irritada por la competencia.

Él se apresuró por igualar sus pasos.

—¿Es tu primera vez?

—No —dijo y apretó los labios con enfado. Su respuesta tenía una parte de mentira y otra de verdad.

Era su primera cazando a seres infernales, pero no enfrentándose a ellos. El recuerdo de la vez en que estuvo cara a cara con uno de esos monstruos la llenó de tristezas, y también, de miedos.

—Debes ser muy buena si traes solo un cuchillo para cazar a un gnoll. ¿O tienes escondida bajo tu abrigo una pistola con balas expansivas?

Ella torció los ojos con agotamiento. Ese tipo de armas usaban balas que se fragmentaban dentro del cuerpo de la víctima alcanzándole los órganos.

Si el cazador tenía buena puntería y acertaba en el corazón del ser infernal, o cerca de él, tenía la posibilidad de eliminarlo de un solo disparo.

—No soy millonaria —expresó sin verlo.

Esas municiones eran las más efectivas en la cacería, pero también, las más costosas.

—Ah, cierto, por eso vienes de cacería, por el dinero.

—¿Tú no? —preguntó indignada. Esta vez, dirigiéndole una mirada llena de reproches.

Él volvió a sonreír de lado sin dejar de caminar ni de evaluar con atención los alrededores.

—No, tengo todo lo que necesito, solo vengo para ganar puntos y subir de categoría.

Yelena lo observó de reojo. El gremio de cazadores había establecido rangos según las destrezas de cada uno de sus miembros.

Los de mayor nivel tenían un gran apoyo financiero y logístico del gobierno con el que podían atacar a demonios de gran poder, como los demonios de guerra, que dirigían a las legiones de bestias.

Para subir de rango tenías que asesinar cada vez a más especies infernales y de mayor peligrosidad, así ganabas «puntos de experiencia».

Los interesados en pertenecer a ese gremio debían pagar una cuota anual recibiendo un carnet de acreditación.

Solo a quienes portaban esos carnets les permitían llevar armas de gran tamaño por la ciudad, como la espada que él tenía, sin que la policía lo detuviera, recibían atención médica inmediata si terminaban heridos en algún enfrentamiento y sus esfuerzos se veían convertidos en puntos.

Los cazadores independientes no gozaban de ninguno de esos beneficios, solo de la posibilidad de reclamar el premio monetario.

—Por lo que veo, eres parte del gremio —expuso Yelena con reproche.

El hecho de que él fuera un cazador experimentado demostraba que tenía suficientes recursos para hacer lo que quisiera.

No era una persona desesperada y con las manos vacías como ella, tenía cientos de posibilidades para vencerla y arrancarle el premio de las manos. Un dinero que él no necesitaba, pero que a ella le urgía.

—Espera… —replicó la joven al darse cuenta de un detalle—. Matar a un gnoll solitario no te dará muchos puntos de experiencia, pero enfrentar a sus manadas en los campos sí. Por eso los cazadores del gremio no fueron citados en la nota de prensa. ¿Por qué estás tras este gnoll?

Él sonrió, deteniéndose al llegar a un cruce. En ese punto el callejón era traspasado por un delgado pasillo peatonal que lo comunicaba con otros callejones laterales.

—¿Te das cuenta, niña? Eres una aficionada. Acabas de quedar en evidencia —bromeó.

Ella gruñó furiosa y pateó el piso con un pie apoyando los puños en sus caderas mientras lo traspasaba como una mirada iracunda.

—¿Por qué dices eso?

—Un gnoll solo no es capaz de asesinar a seis miembros de un equipo de control de engendros, quienes son soldados entrenados y abastecidos con armas especiales para el trabajo que hacen. Es cierto que esos animales son temperamentales y fuertes, pero su poder radica en la manada. Si están en soledad son fáciles de dominar. Incluso tú, una aficionada armada con un cuchillo para cortar filetes, tienes posibilidades de acabarlo. —Ella lo miró con cierto desprecio, pero no rebatió sus palabras, porque se percataba que estaban llenas de verdades—. Por eso dime, chiquilla —habló aproximando su cara a ella para acentuar sus palabras—, ¿sigues creyendo que estás aquí para cazar a un gnoll?

El corazón de Yelena palpitó con energía por los temores.

—Si no es un gnoll, entonces… ¿qué es?

El hombre alzó los hombros.

—Ni idea, pero no creo que sea un ser infernal débil. Esa nota de prensa es engañosa.

Yelena miró con recelo los alrededores.

—¿Por qué hicieron eso? —preguntó enfadada.

Él volvió a alzar los hombros.

—Quizás necesitan un cebo para sacar de su escondite al verdadero culpable de esos asesinatos.

—¿Al verdadero culpable? —consultó alarmada.

—Es posible que los sobrevivientes de la emboscada no hayan visto lo que mató a sus amigos y el gobierno, antes de enviar a otro equipo de control, prefirieron estar seguros de lo que hay para saber cómo enfrentarlo. No citaron a los cazadores del gremio porque ellos, por el riesgo, pedirían el triple de lo que ofrecen. En cambio los independientes, son menos exigentes.

Yelena le molestó haber caído en esa mentira. Debía evitar ser tan inocente.

—Pero, ¡tú eres parte del gremio y estás aquí! —se quejó.

—Estoy aquí porque no necesito el dinero, solo los puntos. Y espero que sea algo grande y muy peligroso que me ayude a avanzar más rápido —dijo con seguridad y sosteniendo con mayor fuerza su espada para reiniciar su avance por el callejón.

Ella dudó antes de seguirlo. En su desesperación no se percató de las incoherencias que exponía la oferta publicada en el periódico, por eso, aquel lugar estaba tan desolado.

Pensó en largarse, pero al recordar la enorme urgencia que tenía decidió seguir. No podía dar marcha atrás.

—¿Qué rango tienes? —quiso saber apresurándose por alcanzarlo y cambiar de conversación. Quizás así, se olvidaría de sus inseguridades.

—Aún soy inferior.

—¿Y cuántos puntos tienes acumulados hasta ahora?

Él se detuvo y la traspasó con una mirada de superioridad.

—Ninguno.

Ella abrió la boca asombrada, pero él no vio su gesto por marcharse para evitar seguir conversando.

—¡Te burlas de mí, pero eres tan inexperto como yo! —gritó antes de seguirlo.

Sin embargo, quedó paralizada al escuchar un gruñido proveniente del interior del edificio que en ese momento atravesaban. Su grito debió molestar al animal.

—¡Lo sabía! —dijo el cazador emocionado y corrió hacia la entrada de la construcción.

La piel de Yelena se erizó por completo experimentando una sensación amarga, de miedo y desesperación, que comenzó a sentir en sus carnes desde hacía diez años.

Por esa emoción ella supo lo que se hallaba dentro de esa edificación ruinosa, conocía al monstruo que por ignorancia había ido a buscar.

En esa ocasión, el corazón se le detuvo y los ojos se le llenaron de lágrimas. El recuerdo del dolor y del aroma de la muerte se paseó por su memoria y la inmovilizó como aquella vez.

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