Frederick no solo le llevó un desayuno nutritivo a la habitación, sino también, ropa nueva, de su talla y estilo.—Disculpe mi atrevimiento por haberla elegido, pero me basé en la que traía puesta. Pensé que así estaría más cómoda.—Gracias —respondió Yelena recelosa.No le gustaba que eligieran por ella, mucho menos, las prendas que se ponía. No es que fuese una mujer exclusiva, solo que había aprendido a ser tan independiente desde la muerte de su padre que le costaba depender de otros.Al quedar sola en la habitación, revisó con desconfianza la ropa. Cada prenda pertenecía a marcas de renombre que para ella resultaría un gasto costosísimo, pero para Drake sería como comprar dulces en la tienda de la esquina.El pantalón ajustado, la camisa manga larga, la preciosa bufanda florida y el grueso y largo abrigo de tono añil parecían traídos de un lujoso atelier parisense y no del almacén de rebajas que ella solía visitar.Se sintió cohibida de utilizar esas prendas, pero las suyas estab
—¡¿Un demonio?! —preguntó Yelena aterrada.—Sí, pero ya te dije, es inferior —aclaró Drake, pretendiendo calmarla.—¿Inferior? Todos los demonios son iguales.—No lo son. Hay jerarquías entre ellos.Yelena lo observó como si él le hubiese confesado que provenía de otro planeta.—Todos los demonios son malvados y vienen del infierno. ¡Quieren dominarnos y apoderarse de nuestras almas!—Te equivocas —rebatió Drake alejándose unos pasos de ella, se frotó la frente con una mano demostrando lo mucho que le irritaba hablar de ese tema—. Los de nivel superior son los que vienen del infierno, se alimentan de la sangre de Lucifer y buscan nuestras almas. Los de nivel inferior nacieron aquí, en la tierra, y se alimentan de sangre humana. No pueden entrar en el infierno al ser considerados impuros y, a diferencia de los superiores, son mortales.—¡Todos son mortales! A los demonios se les puede matar cortándoles la cabeza o destrozando su corazón —recitó ella, recordando las pocas cosas que sabí
—Tranquila. Estamos en el hotel y ese es el demonio del que te hablé. —Yelena lo observó con el terror tallado en sus pupilas—. Él no te hará daño, cuidará de ti. Es quien nos ayudará a entrar en Urales.La joven se quitó con rudeza la mano con la que Drake le tapaba la boca.—¿Cómo sabes que es tu amigo y no otro demonio?—Porque puedo diferenciarlos. —Apretó los labios al notar que ella parecía no confiar en sus palabras—. Es parte de los poderes que poseo. Puedo percibir qué clase de demonio está cerca, si es superior o inferior, incluso, en la mayoría de los casos, logro reconocer de quien se trata si es alguien conocido.—¿Nunca te has equivocado? —preguntó nerviosa.—Desde hace más de doscientos años no me pasa.Ella se obligó a calmarse y dio una ojeada por el salón donde se hallaban. Era un lugar pequeño y lujoso, poblado de sillones y espejos.Al fondo había unas puertas de cristal opaco por las que se veía el movimiento de varias sombras al otro lado.Drake le acarició los b
Buscó con la mirada a Borya, viendo cómo el demonio se dirigía a toda prisa hacia la salida del salón.Con seguridad había captado el peligro y decidió enfrentarlo antes de que este entrara en el evento y lo destruyera todo.Ella decidió correr hacia el entarimado ubicado al fondo del salón, donde suponía que se entregarían las condecoraciones.Se escondió detrás unas cortinas para pasar desapercibida en caso de que se desatara una pelea mortal.Con nerviosismo se asomó y evaluó los alrededores, notando que aún los humanos no se habían percatado de la presencia de los demonios y seguían charlando y riendo entre sí como si nada ocurriera.—¿Estás viva?Yelena se giró con el corazón palpitándole en la boca al escuchar esas palabras.Quedó frente a un joven de aproximadamente su edad, un poco más alto que ella, rubio, con los cabellos rizados tapándole parte de la frente y con una barba de tres días marcándole la mandíbula y los alrededores de la boca.Sus ojos azules, tan claros como el
Yelena se olvidó un instante de la pelea al tener que sostenerse del cazador para bajar las escaleras sin ser derribada. El que caía, era pisoteado y arrastrado por el resto, sufriendo terribles golpes.En el vestíbulo se mezclaron con policías y con miembros de los equipos de control de engendros, que no se atrevían a subir a pesar de estar armados hasta los dientes.—Cobardes —se quejó el cazador sin dejar de huir—. Si tuviera mi espada habría buscado las maneras de ganar puntos acabando con alguno de esos demonios.—¡Tengo que regresar! —suplicó ella cuando llegaron al exterior.Desde allí escuchaba los gritos, rugidos y golpes que se producían en el primer piso y sintió miedo por Drake.—¡¿Estás loca?! Acabarás rebanada en segundos. Ven, por aquí está mi auto.El rubio se escurrió entre la gente apostada en la acera oyendo a los vehículos que pasaban tocar la bocina con ansiedad.Muchas de las personas que salían espantadas del hotel invadieron la calle creando un caos.Ellos corr
—Disculpa, no te pregunté a dónde llevarte —dijo el cazador al cabo de unos minutos—. Me dirijo al departamento donde me estoy quedando en busca de mi espada y de mis cosas, porque debo viajar a otra ciudad, luego puedo dejarte dónde necesites.—Gracias —respondió ella tratando de decidir si volvía a su departamento, que de seguro estaba vigilado por Abrahel, o regresaba al Astoria en busca de Drake.Rogaba porque él estuviera bien.Llegaron a un edificio extenso, que ocupaba casi una cuadra, y de unos diez pisos de alto. Alexey la llevó al interior y subieron las escaleras hasta el segundo piso.Al entrar en el departamento, Yelena repasó con curiosidad el lugar. La sala era pequeña y se hallaba vacía de muebles, así que lo siguió a la habitación.Se sentó en el borde de la cama mientras lo veía recoger la ropa desperdigada sobre el sillón y la cómoda, para meterla sin orden dentro de una maleta que estaba abierta en el suelo.—¿Es tuyo este departamento?—No, de un amigo. La uso cua
Alexey comenzó a desesperarse al no poder respirar. Manoteó con intención de golpear a la bestia, pero esta era demasiado fuerte, así que tuvo que hacer uso de su herramienta más efectiva.Una que le habían prohibido utilizar mientras estuviera en la ciudad para no ponerse en peligro.Sin embargo, la desesperación que lo invadió cuando se sintió al borde de la muerte por la falta de oxígeno lo empujó a actuar sin pensar.Con una de sus manos aferró el brazo de la bestia y con los dedos índice y medio unidos, trazó figuras sobre la piel mientras recitaba en susurros un conjuro.Drake lo soltó y emitió un sonoro quejido cuando la piel donde el cazador había realizado su ritual de maldición le ardió de forma dolorosa.Retrocedió un paso, viendo como una mancha rojiza se extendía con lentitud desde su muñeca hacia el brazo.—¡Miserable! —lo insultó, antes de rugir doblegado por el sufrimiento.—¡¿Qué pasa?! —quiso saber Yelena, angustiada. Se desconcertó al ver a Drake retorciéndose de do
Poco a poco, Drake dejó de retenerla para abrazarla y enredó sus dedos en sus cabellos buscando acariciarle la nuca.Ella se aferró a él para sentirse segura y terminar de disipar las amargas sensaciones que invadieron su alma.Hundió la cara en su pecho, aspirando su aroma, que resultaba como un narcótico tranquilizante.Cuando todo hubo pasado, quedando solo un dolor incómodo en su pecho, Yelena alzó el rostro para mirarlo a los ojos.Las preguntas que tenía en su cabeza sobre los hechos ocurridos desaparecieron al ver el sufrimiento marcado en sus facciones.—Oh, Dios. ¡Tú herida!Se apartó un poco para revisarle el brazo, descubriendo que la lesión cubría más de la mitad del mismo y seguía expulsando un humo oscuro que olía a piel quemada.—Estoy bien —mintió. Su semblante enfermo lo delataba.—Drake, el hechicero desapareció —recordó Borya aproximándose a él—. Sin él, solo hay una forma de detener esa maldición.Ambos compartieron una mirada irascible.—¿Cuál? ¿Qué debemos hacer?